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Música
No dejen solos a los chicos de la Freeway
Aguante Afrojuice, os necesitamos ahí, petándola. Y si hace falta os dejáis de historias y montamos conciertos en centros sociales okupados, o dentro del LIDL y que les jodan.
Una cosa que me encanta en el arte, en el humor y en la vida en general, es la asociación aleatoria de conceptos. Lo que comúnmente llamamos “montarse una película”. Cosas que consigan que yo, oveja negra de una familia futbolera y del Barça, acabe cantaándole a José Mourinho sin tener muy claro quién narices es ese tipo.
Pues ayer y anteayer (escribo esto a sábado 21, desde mi costrosa y poco iluminada morada, con más resaca de la que debería tener...empiezo a ser un pureta de mierda ya), pasaron dos cosas que musical y culturalmente no tendrían nada que ver la una con la otra, pero que no puedo dejar de asociar todo el rato. Dos puestas de largo en Barcelona de las dos promesas que están recogiendo identidades que van más allá del hetero-cis-blanco-clasemediano-guitar-hero.
Aún me tiemblan un poco las piernas después de haber aguantado el conciertazo que se curró Nathy Peluso en la sala Apolo, con el público modo believer dejándose la garganta a cada movimiento de cadera de la argentina, y le ponía ganas al perreo la chica. Pero sobre todo me tiemblan del perreo que me marqué yo el jueves en el concierto en solitario de Afrojuice 195, en una sala mucho más modesta y con mucho menos público, pero no menos entregado. A priori no tiene nada que ver una cosa con la otra, más allá del hecho de que coincidieron en el tiempo. Pero yo me voy a montar la película, porque prepararme las prácticas del lunes sería ser demasiado responsable.Si no conocéis a ninguno de los dos artistas, pues nada, os dejo haciéndoos pajas con los Dire Straits y discutiendo quién tenía mejor voz de gallina, si el cadáver de Freddy Mercury o el cadáver andante de Robert Plant. Pero si tenéis menos de 50 años (mentales) y vais de enteradillos (como yo), a estas alturas ya estáis hartas de regalarle visitas a ambos en esa extraña discográfica que es youtube. Y hace tiempo que muy sanamente olvidasteis lo que era un cd.
Lo esperable en Barcelona: entre el chonismo más o menos impostado y el gafapastismo que escondía que hace 3 días aún pensabas que Vetusta Morla eran lo más y el rap en español pa muertos de hambre.
Pues en ese vertedero de lo imposible que no volveré a nombrar, los de Fuenlabrada aún le sacan un par de milloncejos a la Natalia, pero su concierto estaba extrañamente vacío. Conté 30 personas a lo sumo. Entregadísimas, con el puto Khaled en primera fila, pero 30 na más (ha dejado Barna de ser la capital del andergraun y se ha pirado todo cristo a Madrid, o si no, ¿dónde estaba el resto de Los Pobres? Joder, no salió ni la Blondie, coño). Igual los 12 pavos de entrada no eran el presupuesto más ajustado para los chavalines de gorra plana que eran su público target. Sin embargo el de la Peluso valía lo mismo y agotó fácilmente sus entradas. El público, al final, ni tan distinto. Lo esperable en Barcelona: entre el chonismo más o menos impostado y el gafapastismo que escondía que hace 3 días aún pensabas que Vetusta Morla eran lo más y el rap en español pa muertos de hambre.Pero por qué, no paraba de preguntarme mientras Peluso culebreaba canciones que a veces se parecían peligrosamente demasiado al puto jazz, ¿por qué esa diferencia de aforo tan bestial? A ver, que los dos lo han petado en las redes, salen en los programas de entrevistas a músicos guays y hacen música urbana de raíces multiculti (esta definición es carca que te cagas, lo siento). ¿Por qué?, ¿por qué había más gente con piñas que con Freeway?
Son barrio, y no barrio gangsta, trapis, drogas y pinchos. No, barrio del de verdad, del que habla de fútbol porque es de lo que habla la gente de la calle
Tenía una horrible sensación. Esa sospecha paranoide (recuerdo la frase, “que seas paranoico no significa que no te sigan”) de que esas dos realidades estaban interconectadas cultural y temporalmente hablando y había algo que descifrar en ellas. Nathy Peluso, en el fondo, con todo lo musicaza que es, es una tía de familia bien, con talento (entendiendo el talento como “este concierto le podría gustar a tu madre”. Si hasta versionó a Machín!) y estudios superiores. Afrojuice son unos chavales que entre patada y patada al balón se marcan unos temas de vacileo. Probablemente no tengan ni idea de música y hayan estado currando en cuanta mierda les haya salido. Son barrio, y no barrio gangsta, trapis, drogas y pinchos. No, barrio del de verdad, del que habla de fútbol porque es de lo que habla la gente de la calle, y no de pistolas y chorrimemeces que muchos traperos no verán en su vida. Quizás el grupo de trap más real está por hacerse: uno de polis antidisturbios que hablen de peleas, desalojos, incautaciones, rifles de asalto y violencia hardcore. Jordi Arasa, apúntate esa.La Natalia nos vende Ella Fitzgerald, Louis Armstrong y romanticismo. Que está muy bien, oye, pero en mi cabeza no dejaba de dar vueltas la idea de “la calle no triunfa, de nuevo estamos idealizando un pasado que no vivimos, una estética un tanto vacía”. “Esto parece un cabaret de los años 30” le decía emocionada una amiga a su compi mientras el anuncio de los 75 años del Apolo mostraba imágenes igualmente idealizadas de un pasado burlesque, can-can y de transgresión de baratillo. ¿Es esto rompedor? ¿Es esto vanguardia?
No podía dejar de compararlo con lo vacío que estaba el bolo del grupo de raperos españoles negros más importante desde CPV (quién se acuerda de ellos?). ¿Por qué, por qué? ¿Me monté yo la película de que Afrojuice venían a romperlo, a demostrar que su rollo es callejero, pero no marginal, que desde abajo se conquista todo con actitud y ganas? ¿Me tragué el rollo de asaltar los cielos desde la calle? ¿Soy ahora un meritocrático de mierda o un paternalista por pensar que Afrojuice se merecen petar el Apolo tanto como el que más solo por ser?
También es genial que cuatro gatos perrearamos el kuduro a cuatro patas mientras en la Plaça Reial los guiris eran timados con Don Simón y cuatro rodajas de frutas.
No me malinterpretéis, es genial que la Peluso reviente el Apolo y lo llene de quinceañeras chillonas con el pelo de colores. Aunque no se declare feminista, que caray, que no hace falta que nos lea el parte político, y seguro que empodera al doble de chavalas siendo sincera y sin vender nada más que sus ganas y su arte, que es mucho. Es un ejemplo. Aunque cantar la de Narcos en acústico me huela un poco a naftalina.Y también es genial que cuatro gatos perrearamos el kuduro a cuatro patas mientras en la Plaça Reial los guiris eran timados con Don Simón y cuatro rodajas de frutas. Igual ese es el lugar que nos corresponde. Y bien orgullosas. Todo es genial con tal de que no vuelvan los Dire Straits. Ni Queen con Paul Rodgers, por favor.
Pero a lo mejor a veces nos olvidamos de que el pop no ha muerto ni nunca lo hará, aunque cambie de forma según le vaya el viento y el momento, y pueda llegar a rozar el trap. Las cloacas, por su parte, son y serán cloacas, y aunque en algun momento nos hayamos llegado a creer esto de que con Youtube cualquiera puede llegar a la cima. O que el trap se carga cualquier tipo de necesidad de estudios musicales, y por lo tanto se folla la falta de oportunidades. Lejos estamos todavía de que no existan productoras musicales y promotores de ocio nocturnos que, con sus técnicas de márketing aprendidas en ESADE, decidan qué tipo de valores hay que fomentar.
Aguante Natthy. Eres una artista y nadie duda de que triunfarás. Aguante Afrojuice, os necesitamos ahí, petándola. Y si hace falta os dejáis de historias y montamos conciertos en centros sociales okupados, o dentro del LIDL y que les jodan.