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Antiespecismo
No a la primera granja de pulpos en Las Palmas de Gran Canaria
Varias organizaciones que luchan por los derechos de los animales están organizando actos de protesta en varias ciudades de todo el Estado español para exigir que la empresa Nueva Pescanova rectifique y nunca llegue a abrir la primera granja de pulpos del mundo, en Las Palmas de Gran Canaria. Cada vez surgen más voces que se manifiestan en contra de la explotación de estos cefalópodos.
Biólogos y biólogas como Elena Lara, directora de investigación de Compassion In World Farming (CIWF) condenan el proyecto. Amandine Sanvisens, directora de la asociación Aquatic Life Institute Europe publicó una columna en el diario Le Monde junto a la eurodiputada de Europe Ecologie, Caroline Roose, pidiendo a las autoridades europeas la prohibición de la primera granja de pulpos del mundo. La decisión de privar de libertad y condenar a la explotación a una especie animal más es una cuestión de relevancia y efectos ecológicos y éticos globales.
Hasta ahora nadie había conseguido que las crías de pulpo sobrevivan en cautividad, pero han encontrado la forma de mantenerlos con vida lo suficiente como para poder matarlos y convertirlos en comida.
Los pulpos son animales extraordinarios y son capaces de sentir y de sufrir. Igual que la gran mayoría de animales que habitamos este mundo. Cada especie tiene unas necesidades diferentes en función de sus capacidades y comportamientos. Los pulpos tienen la peculiaridad de ser seres solitarios. No comparten sus vidas con otros individuos de su especie. El único encuentro se da cuando se reproducen una sola vez, se separan y mueren. ¿Cómo se sentirán cuando sean obligados a convivir con sus semejantes en espacios reducidos y artificiales, en contra de su voluntad e incapaces de explorar su mundo? Numerosos estudios advierten que el estrés que sentirán podría llevarlos a lesionarse unos a otros e incluso darse casos de canibalismo.
Hoy somos más conscientes que nunca de las consecuencias de la explotación animal. La cantidad de animales que se deben criar para abastecer el consumo de su carne conlleva unas condiciones de vida inaceptables para cualquier animal capaz de sentir dolor, estrés y miedo. Hace ya 10 años que la ciencia admitió oficialmente que la gran mayoría de animales son conscientes de todo lo que les ocurre, que sienten y sufren todo lo que les pasa. Ellos, incluidos los pulpos, interpretan sus experiencias, tienen intereses propios, son capaces de aprender de sus vivencias, evitan peligros, quieren disfrutar y sentirse felices.
Sabemos que las granjas de animales son una de las principales causas de contaminación, deforestación y pérdida de biodiversidad. Hemos roto el equilibrio del ecosistema en el que vivimos. Actualmente, solo el 4% de animales mamíferos son silvestres y viven en libertad. Explotamos a vacas, toros, cerdos, pollos, gallinas, conejos, caballos, camellos, cabras, ovejas. ¿Acaso no son ya suficientes especies domesticadas y obligadas a vivir en cautividad? ¿Qué justifica añadir una especie más a la lista de animales condenados a tener una vida miserable?
Conocemos el riesgo de enfermedades y de posibles pandemias por zoonosis que causa el hacinamiento de animales. Ya tenemos ejemplos del impacto medioambiental, de la mala salud y de las pésimas condiciones de vida que sufren los salmones, los atunes y otros en piscifactorías. Los pulpos son animales exploradores. Impedir que se desplacen, privarles de descubrir cosas, de practicar su habilidad para imitar, para camuflarse y sentirse seguros será una tortura. ¿Por qué abrir una granja de pulpos cuando sabemos de antemano que sufrirán lo inimaginable?
Además, son animales carnívoros. Alimentarlos implicará aumentar el número de animales explotados. ¿Vamos a criar y a condenar la vida de más animales para alimentar a pulpos enjaulados que mataremos para poner en nuestros platos? ¿Es esto sostenible o moralmente aceptable?
Ha llegado el momento de replantearnos nuestra relación con el resto de especies y elegir qué valores éticos queremos que nos definan. ¿En qué tipo de personas nos convierte la dominación de la vida de los demás? ¿Qué consecuencias tiene comer lo que comemos? ¿Vamos a seguir ignorando el sufrimiento que causamos cuando elegimos comer carne, beber leche o pedir una tapa de pulpo? ¿Cuál es el precio de un sabor? ¿Merece la pena privar de libertad a millones de animales haciéndoles sufrir hasta la muerte?
Todos y todas podemos vivir de otra manera. Podemos aprender a ser humildes, aceptar que no somos más ni mejores que nadie y empezar a apreciar no solo nuestra vida, sino la de los demás animales. Tal vez haya llegado el momento de dejarnos llevar por la compasión y la empatía, no por la codicia y el egoísmo. No requiere ningún esfuerzo ver al resto de animales como lo que son: compañeros y no esclavos ni seres a nuestro servicio.
Cuestionarse hábitos y costumbres requiere valor. Renunciar a la comodidad de todo lo que nos ofrece un mercado sin ética puede resultar difícil. Pero tomando nuevas decisiones basadas en valores en los que creemos, podemos conseguir una sociedad más amable, más sana y menos agresiva en un mundo sostenible. Aceptar que podemos vivir sin consumir carne ni productos de origen animal es un acto revolucionario. Dejar de apoyar la explotación animal puede ser el camino hacia un nuevo concepto de igualdad y de justicia que proteja a todos los seres vivos del planeta.
Existen alternativas para todo y para todas las personas. La información es poder y está a nuestro alcance. Resolvamos dudas, dejemos atrás prejuicios y atrevámonos a probar una nueva forma de disfrutar de lo que comemos y de lo que hacemos. Apostemos por una relación de respeto incondicional y desinteresado hacia los demás, sean de la especie que sean. Porque cada vida cuenta y cada acción cambia nuestro mundo.
Hay una recogida de firmas abierta en la web de Animal Save Movement para pedir al Gobierno español y de Gran Canaria que intervengan e impidan que Nueva Pescanova abra la primera granja de pulpos del mundo.
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Respondiendo al comentario de la/el compañer@, creo que, aunque vivimos en un sistema que lo fomenta, el argumento nunca puede ser: "contra el hambre, explotación". Hay que buscar maneras alternativas de generar puestos de trabajo sin explotar otras poblaciones (en este caso, la de los pulpos). Y claro que habría que cerrar todas las granjas, una cosa no quita la otra, ahora estamos concentrándonos en que no se abra una nueva con animales extremadamente inteligentes.
Gracias por el artículo, ojalá se consiga para que se abra esta granja (y todas las potenciales futuras granjas de pulpos)
En el penúltimo párrafo se espone "Existen alternativas para todo y para todas las personas".
Pero no expone ninguna alternativa. ¿Qué alternativa tienen las personas que están en paro en una isla con un 30% de población en edad de trabajar sin trabajo?, ¿si la granja se instala en Marruecos, la podemos cerrar también?.
De todas las miles de granjas de animales que hay, ¿por qué sólo se pide, que no se haga la de Gran Canaria, si todos los animales sufren igual o más que los pulpos?.