Música
Charly García, genio y locura

Con medio siglo ya de trayectoria a sus espaldas, seguramente no haya icono rock argentino más superlativo y emocional que Charly García. Aprovechamos que está al caer su nuevo álbum, ‘La Lógica del Escorpión’, para entender su relevancia y unicidad.
Charly Garcia
El cantante argentino Charly García en 2021.
13 ene 2023 06:00

Labilidad emocional es lo que se le llegó a diagnosticar a Charly García, el mismo ser de quien Pablo Und Destruktion se inspiró para componer “El salto de Charly García”, uno de los momentos más sembrados en la trayectoria del torrencial bardo astur pop de este siglo.

No es ninguna casualidad dicho título, escogido en referencia al episodio más hiperbólico en la vida del astro argentino, cuando en octubre de 2000 saltó desde el 9º B hasta la piscina del hotel en el que se hospedaba. Dicho acto de locura transitoria no fue sino la más viva representación de lo que fueron los años 90 para Charly García: una década de furia incontenible, por la que fue internado dos veces y en la que el desplante en directo se convirtió en modus operandi en su día a día.

En el programa especial de National Geographic que repasó su vida, preguntado sobre el episodio, García contó un poco más: “Me tiraba de los molinos de viento a la pileta. [En ese momento] dudé. Me dije: ‘¿La embocaré?’ Yo practicaba... ¿Vos te creés que estoy loco? No, no estoy loco. Tenía un solo salto para hacer”, le dijo a la cantante Julieta Venegas, que condujo el episodio en cuestión.

Y agregó: “¿Sabés por qué me tiré? Porque me perseguía la policía. Había un policía abajo y no venía a decirme ‘no te tires’. Cuando al final subió, me dice: ‘Yo soy la policía’. Y le digo: ‘¿Y quién te manda no estudiar’. Me reí mucho”.

El rastro de enajenación que vertebró el guion vital de Charly García en aquellos tiempos fue la radiografía de un genio, incapaz de aceptar los renglones de la vida al uso. En su caso, una actitud motivada desde su condición de mito en vida que se ganó a través de la que, sin duda, es la carrera más brillante de un músico pop latinoamericano.

Su rastro de migas hacia dicha posición viene marcado desde que a principios de los años 70 arrancó la máquina con Sui Géneris, al lado de Nito Mestre. Sus filias abarcaron desde el folk a la tracción progresiva, con el jazz y la new wave o la música clásica entre medias, a lo largo de un conjunto de formaciones imprescindibles para tener todos los eslabones de la cadena evolutiva del pop argentino. Tal es el caso de La Máquina de Hacer Pájaros, pero sobre todo de Serú Girán. Con estos últimos, su discografía se trufó de piezas de arte en todo lo denominado bajo el paraguas de la fusión, con clásicos como La grasa de las capitales (1979) y Bicicleta (1980).

Anteriormente, tanto su único LP junto a La Máquina de Hacer Pajaros como sus diferentes aproximaciones a la heterodoxia folk con Sui Géneris ya conformaron un mural discográfico de dimensiones imponentes.

Charly García establece varios paralelismos con Battiato en su forma de encarar el estrellato desde la diversificación constante y el enfoque nacido del cambio como pauta de comportamiento habitual

Solo por su actividad en los años 70 y en el arranque de los 80, Charly García se ganó la eternidad en el Olimpo del rock. Sin embargo, lo mejor aún estaba por llegar, dentro de una continua metamorfosis digna de un paralelismo con las diferentes vidas creativas de Franco Battiato. García establece varios paralelismos con el pionero transalpino en su forma de encarar el estrellato desde la diversificación constante y el enfoque nacido del cambio como pauta de comportamiento habitual. Solo bajo dichas directrices es como puede nacer una trilogía del calibre de Yendo de la cama al living (1982), Clics Modernos (1983) y Piano Bar (1984).

Surgidos en un momento clave de la historia social argentina, estos tres discos nacieron de su aproximación a la dialéctica electrónica, entre otras características que representan la conformación de un renovado código de actuación instrumental a la hora de dar vida a la canción protesta, con himnos de modernidad exultante como “Nos siguen pegando abajo (Pecado mortal)” o “Los dinosaurios”.


En un diálogo que no superó los quince minutos con Tati Almeida, una de las Madres de la Plaza de Mayo, esta le preguntó al músico acerca de sus inicios en la música, de las dificultades para componer en aquellos años difíciles de dictadura, de sus preferencias musicales y de cómo se lleva con las nuevas tecnologías. “Durante la dictadura no tuve miedo porque era invisible… los engañaba mucho”, dijo García cuando le preguntaron si no había tenido miedo a desaparecer en los años que gobernó la última dictadura argentina, entre 1976 y 1983. Y, enseguida, haciendo alusión a uno de los temas más emblemáticos de su carrera solista, insistieron y le repreguntaron si los dinosaurios iban a desaparecer. “Los dinosaurios van a desaparecer, sí”, confirmó García parafraseando su canción de 1983. “No les queda otra. Imagínate que siguen ahí en sus cuarteles y qué se yo. La deben pasar bastante mal, pero ¿qué más te puedo decir yo a vos?”.

El conflicto de las Malvinas y la dictadura vivida en Argentina definieron las constantes creativas de un tipo que, igualmente, funcionaba por instinto. El mismo que le empujó a sacar adelante Clics modernos, eje catalizador de su inspiración, que en varias ocasiones ha sido considerado como el álbum más importante de la historia del rock latinoamericano. No es para menos, con piezas de orfebrería lírica como “No soy un extraño” o “Dos cero uno (Transas)”, en las que Charly García plasma sus poderes para con la comunión perfecta entre palabra dentada y fondo instrumental de magnetismo irresistible.


Cuarenta años después de la publicación de esta obra capital, Charly ya tiene 71 años. A punto de sacar un nuevo LP, el recorrido llevado a cabo desde aquel momento crucial hasta ahora ha sido serpenteante, bebiendo de diferentes fuentes estilísticas y de tono, de la densa oscuridad de Say No More (1996) a trabajos faraónicos como La Hija de la Lágrima (1994), en los que, más que en cualquier otra de sus huellas discográficas, se hace patente la firma de un ser borracho de excesos vitales y tóxicos. Posiblemente, el último gran superviviente de una raza de seres adheridos a la religión más clásica del rock & roll que este admirador y amigo de Maradona ha llevado más lejos que nadie en Latinoamérica.

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