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Música
Fugees, la voz múltiple del gueto
Para entender el contexto de un grupo que llegó a vender 22 millones de copias de The Score, hay que comprender los orígenes de Wyclef Jean y Pras Michel, los lugartenientes de Lauryn Hill en el trío.
Ambos provienen de Haití, dato clave para enfocar el ADN crítico de unas canciones que están encadenadas a la educación musical que mamaron en el Bronx, cuando se trasladaron allí de niños. En aquellos años 80 y primeros 90, los dos se empaparon de la doctrina soul, el canto góspel de las iglesias y el reggae. Este último elemento cobró mayor peso cuando se trasladaron a Newark, Nueva Jersey, no solo la tierra del pionero del modernismo literario norteamericano Stephen Crane, sino también una urbanización condicionada por el gran porcentaje de población caribeña que reside allí.
El contacto con esta diáspora se puede intuir en las canciones de su primer LP, pero donde ya cobran formas de rotunda expresividad es en The Score, ya sea en temas como “How Many Mics” o en el aura espectral, espiritual, que sobrevuela en otros como “Zealots” y “Fu-Gee-La”. Las cartas marcadas del destino llegan incluso al matrimonio de Lauryn Hill con Rohan Marley, hijo de Bob Marley, de quien, en cierta manera, tomaron el testigo del orgullo tercermundista que anida en canciones plenas de orgullo, aunque en esta ocasión con caligrafía hip hop.
Precisamente, fue a Hill a quien se encontró Michel en la Columbia High School de Nueva Jersey, hecho que precipitó los acontecimientos hasta la constitución de un grupo que, por un corto periodo de tiempo, se llamó Refugees y que llegó a contar con la presencia del miembro de Kool & The Gang Ronald Kahlis Bell como guía en sus primeros tiempos.
Con esta introducción, fueron forjando una fórmula de la que, tras un primer LP de ensayo-error, despejaron la x de la ecuación por medio de la triple visión implantada en una obra poliédrica como The Score. Sobre la misma, uno de los productores del álbum, Forté, explicaba lo siguiente en Okayplayer en abril de 2021: “Clef era el visionario, Lauryn el pájaro cantor, las dulces armonías que hacían que todo tuviera sentido. Pras es el tipo que siempre estuvo abierto a sugerencias. Estaba dispuesto a interpretar el papel, fuera el que fuera. Eso en sí mismo fue de una tremenda calidad”.
A través de esta mirada plural, brotó un exuberante caleidoscopio hip hop caribeño, macerado en torno a un equilibrio total entre el soul de los años 70 y el gusto pop por delimitar los relieves de estribillos perfectos, majestuosos en la dicción ultra poderosa de Hill, tal que en la inolvidable “Ready Or Not”, uno de los cortes que definen al dedillo el mensaje subyacente en toda la fisonomía instrumental del álbum, proclamado por un Jean que llegó a decir que “cuando entramos a hacer ‘The Score’ no se trataba de hacer música. Estábamos en el barrio y queríamos crear un movimiento”.
La ambición de Jean iba más allá de gestar los significantes de un lenguaje hip hop caribeño ajeno a los dictados marcados por la deriva ragggamufin. En realidad, lo suyo buscaba la universalidad de las fuerzas regionalistas musicales, derivadas de una voz de voces del gueto, en una black experience total, a la que hay que sumar una perspectiva colindante con la que ejerció Public Enemy en su momento: revertir el espíritu de sometimiento sufrido por los hits de música negra compuestos, en los años 60 y 70, para alimentar los gustos preponderantes de las audiencias blancas.
En este sentido, tal como lo entendieron Fugees y su equipo de producción, liderado por el haitiano Jerry “Te Bass”, si había que utilizar samples como el de “Killing Me Softly” (hit convertido en icono de la música negra por medio de Roberta Flack), no se debían disfrazar ni esconder entre capas de pistas, tal como era la tendencia en los años del sample rap. Todo lo contrario, el enfoque era mostrarlos de forma literal y rotunda, tal como sucede también en su uso de “Bonita Applebum” de A Tribe Called Quest, también utilizado en “Killing Me Softly”, el hit definitivo que catapultó a Fugees a lo más alto del estrellato.
Dicho enfoque aplicado en la vertebración de The Score no tuvo continuación, pero sí logró un impacto demoledor en el subconsciente de una audiencia que visualizó a Fugees como un grupo hip hop que rompía con las limitaciones que implicaba el mismo formato musical para una banda de estas características. En este sentido, por medio de una formación que mezclaba sonoridad hip hop con instrumentos reales.
El propio Forté recuerda cómo fue a un concierto de Fugees, y el asombro ante lo que vio: “Terminé yendo a ver un concierto mientras todavía estaba haciendo de A&R para Rawkus Entertainment. Recuerdo haber entrado en el Supper Club y vi estos instrumentos. Estaba pensando para mí mismo que estaba en el programa equivocado. Yo estaba en plan ‘si estoy aquí para ver un espectáculo de hip-hop, ¿por qué hay instrumentos en el escenario?’. Y el chico en la puerta me dijo: ‘Es un espectáculo hip hop. Confía en mí’”.
Por medio de hechos como este último, Fugees traspasaron la barrera estilística de su sonido a través de una exposición más cercana al pop. Algo así como cuando Depeche Mode quebraron los santos preceptos binarios de la etimología synthpop, mostrándose como una formación rock con pulsión synth. Al igual que ocurrió con los de Basildon, en cuanto se ampliaron las compuertas de la audiencia, el eco de sus actos se hizo mayor. De hecho, no hay formación hip hop que haya tenido tanto éxito como el cosechado por Fugees en The Score.
Sin embargo, dar forma al sueño de Wyclef Jean también tuvo sus consecuencias: que una figura con la personalidad de Lauryn Hill se cansara de ser contemplada como su novia, y no por sus incalculables valores musicales. Esta fue una de las razones que precipitó el fin de los Fugees: el vuelo libre del cóndor de Newark, autora del álbum más fascinante que nos ha proporcionado la liturgia R&B en el ocaso de los años 90. Uno que no podía titularse de otra manera que no fuera The Miseducation of Lauryn Hill (1998), único LP en estudio de una de las voces más personales y brillantes que nos ha brindado el pop en estas tres últimas décadas, también una de las más tristemente desaprovechadas, debido a una serie de sucesos y autoexilios que la han privado de constituir una trayectoria gloriosa, a tenor de los resultados mostrados tanto en Fugees como en su único LP en estudio, al cual habría que sumar su memorable unplugged para la MTV de 2002, testamente prematuro en vida para la que ha sido la voz más cool y virtuosa que nos ha brindado la religión afroamericana del pop en mucho tiempo.
Una cuya influencia se puede testar en pesos pesados que también dotaron de gran angular a sus hallazgos R&B y hip hop en la frontera del pop. Iconos como Beyoncé, Kanye West o Jay-Z, quienes sin la estela-guía de Hill jamás habrían llegado tan lejos como lo han hecho.