Digamos que sucede. Que un día el presidente de los Estados Unidos Donald Trump o el de Corea del Note Kim Jong-Un deciden dejar de discutir a ver quién tiene un botón más grande en su escritorio y sencillamente presionarlo, y ¡zas! varios misiles son lanzados contra sus objetivos.
Si bien durante muchos años pareció que eso de la destrucción de la humanidad no era más que un miedo de la Guerra Fría, la reciente retórica belicista de la ex estrella de Reality TV devenida en presidente de la mayor potencia nuclear del mundo y la del extraño líder del régimen norcoreano hacen que varios – sobre todo en los Estados Unidos - se pregunten: ¿qué pasaría con la humanidad en ese contexto? Y, yendo a los que nos ocupa en este artículo, ¿qué pasaría con la marihuana? ¿Podrían los sobrevivientes de un holocausto nuclear mitigar las penas de vivir en un mundo a lo Mad Max fumándose algún que otro porrito?
Para responder esas preguntas, veamos primero de qué hablamos cuando hablamos de ataques nucleares. Para empezar, una sola bomba nuclear no sería realmente un problema global (aunque sí uno mayúsculo para los habitantes del lugar donde caiga y varios kilómetros a la redonda).
Causaría, sí, una gran destrucción inmediata, pero el principal problema sería la consecuente lluvia radioactiva. Todo tipo de escombros y cenizas cargados de radioactividad serían llevados por el viento, con niveles letales. Estos, sin embargo, decrecerían rápidamente, y el terreno volvería a ser relativamente seguro dos semanas después, al menos lo suficiente para que quienes lograron encontrar refugio vuelvan a salir sin morir rápidamente por envenenamiento de radiación. En cuanto a la marihuana, salvo las plantaciones alcanzadas por la explosión o la radioactividad, el resto seguirían disponibles y tan bien como siempre.
Ahora, si se trata de una serie de ataques, con la detonación de varios misiles, ya estamos hablando de otra cosa. Podría desatarse lo que se conoce como un Invierno Nuclear. Se trata de un proceso mediante el cual las bombas nucleares levantarían una enorme nube de polvo que quedaría suspendido en la atmósfera durante meses. Esto dificultaría o directamente impediría el paso de la luz solar, por lo que todo ser vivo que dependa de ella moriría. Esto es, la vida vegetal.
Por lo tanto, todo el que dependa de ella para sobrevivir – y tengamos en cuenta que es el eslabón más bajo de la cadena alimenticia, así que hablamos de prácticamente todos – también perecería, ante la falta de fuentes de alimento. Y eso sin contar que gran parte del ambiente sería irrespirable, por lo que muchos animales simplemente morirían mucho antes de que la inanición los alcanzara. La temperatura también descendería, y la capa de ozono se haría más fina, además de que habría gran proliferación del cáncer y otras enfermedades debido a la radiación.
En este contexto, hablar de la supervivencia de la marihuana es casi ridículo: ¿o acaso resulta que alguien, frente a la posible extinción de la vida en la tierra, siga pensando en ese porrito?
Pues resulta que mucha gente sí. Preservar la vida vegetal sería crucial para la supervivencia de la humanidad como especie y de la vida en la Tierra, y si bien en general se habla de esto refiriéndose a las fuentes de alimentos, también será necesario salvaguardar muchas otras necesidades: las médicas, sin duda, y por qué no, las recreativas (vamos, que estar en ese bunker encerrado esperando que el mundo exterior vuelva a ser habitable – y todo esto quizás sin televisión ni internet – debe ser aburridísimo).
En Canadá ya existe un bunker creado por un grupo de cultivadores de marihuana medicinal que cuenta con aprobación del Estado, y es único en su tipo. Construido bajo tierra con concreto y acero, un lugar así permite sobrevivir a lo que sea que suceda en el mundo exterior, asegurando que las provisiones de marihuana sigan estando disponibles para quienes las necesiten.
Claro, hablamos de usos medicinales, ya que, si en un mundo postapocalíptico las plantas se han salvado en búnkeres subterráneos privados, lo más posible que se no sea ni fácil de conseguir, ni barata. Una empresa digna de un verdadero entusiasta.
Los previsores (y seguramente bastante adinerados) que cuenten con un búnker de provisiones y preparado para el cultivo, quizás sean los que afrontarán el nuevo mundo postapocalíptico con mejor humor. Ojalá además quieran compartirlo con los otros supervivientes que se encuentren. Seguramente lo necesitarán.