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Pueblos
Nuestra tradición confederal (retomando el debate entre Grosfoguel y Monedero)
Si bien se habla mucho de la cuestión plurinacional como posible solución a la cuestión territorial, poco o nada se nos dice de en qué consistiría. Ciertamente compartimos la definición mas sencilla; un estado plurinacional es fundamentalmente un estado en el que conviven varias naciones. Pero somos conscientes de que más allá de ahí existe el vasto territorio de la indefinición. Es hora de adentrarnos en la discusión, abriendo el debate lo máximo posible, sabiendo que en cualquier caso no hay mejor constituyente que los pueblos en movimiento.
El debate Grosfoguel-Monedero
Ha resultado especialmente enriquecedor atender a la discusión entre Ramón Grosfoguel y Juan Carlos Monedero a tenor del referéndum de Cataluña. El primero señaló la pobre respuesta de la izquierda española, ante la apuesta de un pueblo por conquistar su soberanía. Más aún su cobardía y ausencia de determinación en el momento de prestar su apoyo a luchas democráticas. Incluso aquellas que exceden los estrechos límites constitucionales. Defiende Grosfoguel, que tras esa claudicación, se esconde el viejo españolismo rancio que pretende seguir dirigiendo los destinos de las naciones ibéricas, tal y como ha hecho durante siglos. Un ejercicio colonial que comenzó con el reinado de los Reyes Católicos y cuyo último estado de desarrollo se encuentra en una vacia propuesta de estado plurinacional lanzada desde la izquierda. Carente de consenso, pensada desde el privilegio colonial.
Monedero responderá que la propuesta política plurinacional de Podemos reconoce la diversidad en el Estado español, siendo su formación la que con mas fuerza ha defendido el derecho a a la consulta y con ello el ejercicio de la libre determinación. Esto lo habrían hecho no como mero cálculo político, si no en un ejercicio de justicia histórica. Monedero asumirá una posición posibilista pero respetuosa con el orden constitucional dentro del cual habría que plantear las propias alternativas para transformar el orden territorial. Monedero ha señalado al respecto, que una de las razones que empujan a Podemos a distanciarse de la demanda de una parte del pueblo catalán sobre su soberanía, es el respeto debido, obligado diríamos, al marco constitucional. Añade, ciertamente con razón, que la mayoría de los que conforman el estado español rechazan esta postura, por la sencilla razón de que ya contemplan reconocido su ejercicio de soberanía en la nación española. Sin el apoyo de este significativo segmento, cualquier ejercicio futuro de llamada al constituyente sería, pongámoslo así, imposible.
Grosfoguel responde a la réplica de Monedero en un extenso y elaborado discurso. En el destaca que es precisamente esta confianza en los mecanismos constitucionales del Estado Español, y la postura de su partido proclamándose como interlocutor válido, la que demuestra la vitalidad del viejo españolismo. Dice Grosfoguel, que el desconocimiento del pueblo catalán como sujeto político legítimo demuestra la pervivencia del viejo centralismo. Centralismo que tomó a Castilla como bandera y también como rehén, y menciona como ejemplo el esfuerzo descolonizador al corazón de España llevado a cabo por la Izquierda Castellana. Termina haciendo ver Grosfoguel como los imperios, demuestran su poder colonial marcando las condiciones de la libertad de las colonias. Una libertad vigilada. En una libertad así, no hay esfuerzo plurinacional real.
Para lo que sigue vamos a apoyarnos en ambos argumentos (y desde luego en otros). Este es el caracter productivo de la dialéctica en contradicción. Cabe añadir que a pesar de todo lo dicho, no podemos dejar de tener claro, que mas allá de estos debates, el elemento antagónico está ahí fuera.
Por una plurinacionalidad no colonial: Nuestra tradición confederal
Tal y como destaca el intelectual andaluz Javier García Fernández, el historiador Hugo Ábalos y el latinoamericanista Daniel Montañez lo plurinacional, pensado exclusivamente desde de Madrid, no es más que un ejercicio de multiculturalidad, una carta otorgada añadiría yo. Lo multicultural, a diferencia de lo plurinacional, es un reconocimiento desde el estado a las minorías que de este modo convivirían con su pleno reconocimiento como ciudadanos en un plan de igualdad liberal frente al resto. Cada individuo, como tal, y como miembro de una comunidad cultural, debe ser respetado. Esta tesis, sin ser negativa, es incompleta para satisfacer las demandas de las naciones que ahora mismo habitan en el estado español. La diferencia fundamental entre un régimen multicultural y uno plurinacional estriba en el reconocimiento de plenos derechos a los pueblos que habitan un estado a decidir su destino como tales. En síntesis, esto es lo que se conoce como el derecho a la libre determinación de los pueblos.Un estado plurinacional que se precie como tal debe partir de la premisa del respeto a este derecho. Los pueblos deben ser los encargados de enunciarse como tales, y de fijar las condiciones de existencia y convivencia con otras unidades políticas. A esto unos le llaman ejercicio de soberanía. Cuando esta soberanía ejercida por el pueblo se sustancia en un texto legal, ya sea escrito o no, se le llama poder constituyente. Porque constituye legalmente al pueblo como nación.
Una futuro estado plurinacional no puede decidirse desde un centro hegemónico, debe responder a una articulación política entre diferentes naciones constituyentes. El problema fundamental para el contexto del estado español es que a día de hoy, existen diferentes grados de consciencia nacional y organización política en las naciones que conforman el estado. Mas aún, no están claras ni definidas las naciones que podría entrar a formar parte, ni su composición territorial, ni su base demográfica. Hay quien señala la existencia de cinco naciones a la hora de plantear su modelo plurinacional: Andalucía, Cataluña, País Vasco, Galicia y España. Esta propuesta sería ineficaz e inútil. España como tal no puede ser parte y todo. Esta construcción no puede satisfacer las demandas independentistas ya que la estructura cohesionadora (España), sigue siendo uno de los elementos que participa en la dimensión nacional. Obviamente tampoco puede satisfacer a esos "otros territorios", por que son considerados como eso, un otro, un desconocido, un resto.
Hay que tener claro que en un estado plurinacional conviven dos dimensiones fundamentales: la dimensión plurinacional o estatal, y la dimensión nacional. La dimensión plurinacional es una categoría aglutinante y que por lo tanto sin ser aséptica no puede determinar ni condicionar a las unidades nacionales. Lo contrario sería centralismo. El estado plurinacional no puede ni debe tener una condición nacional. Esto que resulta obvio no ha sido hasta ahora señalado por los que proponen un nuevo modelo de estado plurinacional. Por la sencilla razón de que nadie piensa en las periferias. Nadie piensa en ellas porque nadie en el poder piensa desde ellas. Ellas, las periferias, son los otros territorios. Los otros territorios son los que no existen ni cuentan. Para algunos es España, es decir, brutos, ignorantes, paletos, desérticos. Para otros son indefinibles, ¿Qué es la Mancha si no es tierra de paso? No tienen identidad, no tienen pueblo. Lo cual es perfectamente falso. Esta falsedad no sería un problema si no fuera porque es utilizada por la derecha como granero de votos. Resulta hiriente ver como desde la izquierda no solo se desconsidera si no como se ataca y se da por perdida Castilla, sin recordar que más de la mitad de su territorio está hoy en manos de la Izquierda.
La identidad en los territorios extremeños, castellanos, cántabros o murcianos es fuerte y viva. Las redes de solidaridad que se dan en muchos de estos lugares son envidiables, como lo es la vitalidad de su política. Es cierto que se habla otro lenguaje, es cierto que no hay una demanda nacional de identidad ¿A qué se debe? La tradición política en la península Ibérica, no siempre ha respondido a las estrechas mecánicas del estado nación (dictadas por otro lado desde las regiones de la Europa "Ilustrada"). El municipalismo, los pueblos, las regiones, los concejos, son y siguen siendo los territorios de la política en muchos lugares. La nación castellana no puede ser definida en base a criterios semejantes a los por ejemplo catalanes (tampoco los catalanes se aclaran muy bien con eso de los Paisos Catalans). Castilla se conforma y articula en torno a comarcas y regiones. Unidades territoriales que abarcan campo y ciudad. Pueblos y pedanías.
Esto que parece complejo, fue la base del confederalismo de nuestra primera república. Una breve pero brillante aportación de nuestra tradición política a la humanidad. Como sabemos fue en parte liderada e ideada por el Catalán Pi I Maragall. Un sujeto que aunó las tradiciones socialistas y libertarias conjugando los esfuerzos políticos de las dos mayores tradiciones obreras en una constitución truncada por la reacción. Su base territorial, el cantonalismo federalista, era brillante, no porque pueda ser copiada hoy día (aunque puede ser inspiradora), sino porque se ajustaba a la diversidad de su momento histórico. Este esfuerzo confederal es un buen punto de partida. Porque nos permite pensar originalmente desde tradiciones que nos son propias, y que nos dicen ante todo que es posible construir en diversidad. Pi I Maragall, por cierto, fue un radical activista anticolonial, en un momento histórico de máximo imperialismo. Un marco plurinacional articulado confederalmente puede ofrecernos enormes posibilidades. Pero para que esto sea posible hay que pensar desde las periferias. Hay que contar con ellas. La España colonial es una construcción impuesta también por la fuerza de las armas en Castilla. Es un yugo ideológico que los castellanos vivimos con mas pena que gloria cada año en Villalar. Pero sin nada más a lo que aferrarse, han tomado esa identidad impuesta como sayo con el que abrigarse en el desierto de lo real. La historia ha demostrado que esto puede cambiar, por la sencilla razón de que no siempre ha sido así. Esto claro está requiere un trabajo serio. Un trabajo político y teórico previo. Hay que aceptar que al igual que la fuerza del pueblo catalán vive en su convencimiento de pertenecer a una entidad nacional, en Castilla esta misma energía late bajo la identidad comarcal y municipal. Es desde esa diversidad, desde esa diferencia desde donde podemos imaginar estructuras plurinacionales no hegemónicas que además nos son propias. Estructuras por cierto que han de encontrar en Madrid un aliado, no un centro, no un líder.
Es posible pensar y plantear un modelo plurinacional que no tenga como alma el viejo centralismo. Allá donde haya naciones se reconoce la nacionalidad, y allá donde no las allá, pero existan otras estructuras organizativas, deberían ser estas reconocidas. Esto que suena caótico, es precisamente lo que se está aplicando en los modelos mas estables de plurinacionalidad: Bolivia y Canadá. Bolivia y Canadá han tenido que adaptar sus esquemas de organización multinacional a la variada composición nacional. En estos dos estados plurinacionales, conviven naciones de base territorial, naciones de base étnica concentradas en territorios, naciones de base cultural dispersas en regiones, e incluso en otros estados, y naciones de base culturales dispersas por todo el territorio. Si bien el problema no es menor, lo cierto es que la imaginación y la capacidad de innovación han conseguido superar las problemáticas.
Concluyendo
Los pueblos son el motor de la historia. Ellos son los sujetos políticos que deben decidir. Ellos y no las normas impuestas son los que definen el marco legal de convivencia en el que quieren vivir. No nos llamemos a engaño, una constitución no es mas que la expresión del deseo de un pueblo en un momento específico. Su validez depende de la confianza que el pueblo deposite en ella. Ninguna constitución es eterna, ni lo será. Tejer alianzas entre los pueblos eso es plurinacionalidad.
Hoy día vivimos secuestrados en un marco legal que no convence a nadie y que nos está empujando a la crispación más absoluta. Cataluña ha señalado que el momento constituyente es posible. ¿Cómo extenderlo? ¿Cómo hacer?
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lo primario es saber conjugar el verbo haber y no confundirlo con adverbios.Luego ya después se puede argumentar
Un detalle (por ahora): varias veces se habla en el artículo del presidente de la I República, el catalán Pi i Maragall... No es Pi i Maragall. Es Pi i Margall.