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Que en el mundo se esté dando una regresión conservadora no significa que las masas globales se estén derechizando -las actitudes, sueños y esperanzas no cambian súbitamente- sino que la Revolución Conservadora ha hecho un ejercicio de escucha, y habla con la voz de aquellos a los que quiere gobernar. La política, escrita en los libros aparece clara y límpida. Todo está claro y todo cuadra en los resúmenes de los textos universitarios. Pero la cosa se vuelve más confusa y compleja cuando se confronta con lo real. En la calle la misma gente que está dispuesta a pegarle cuatro ostias al banquero que roba, que clama por los políticos que trapichean. Esa misma persona que llora cuando sabe de los desalojos y se indigna con los despidos tal vez sea terriblemente machista. O racista. Tal vez homófoba. La misma persona que se queja de las privatizaciones y los recortes culpa a los pobres, a los jóvenes, a los ancianos… Esa persona no cabe en el discurso izquierdista. Los izquierdistas no somos racistas, no somos clasistas, no somos patriarcales. Los izquierdistas somos veganos, reciclamos. Todas somos buenas madres y padres y llevamos a los críos a escuelas Waldorf. No vemos la tele, no comemos basura. Nosotros no maltratamos animales, no hacemos prejuicios. Y para demostrar lo buenos que somos y la ausencia de contradicción en nuestras vidas hemos inventado una palabra insulto -el cuñado- con el cual exorcizamos toda potencial flaqueza. El cuñado siempre es el otro.
La derecha siempre miró por encima del hombro al pobre, a la obrera, al de educación precaria, a las razas “infames e infantiles”
Vetó su voto. Censuró su presencia en instituciones y organismos. Hizo del elitismo su discurso y su ideología. Pero, cosas de la vida, hoy esta derecha ha muerto. De sus cenizas ha resurgido una Revolución Conservadora que apela, sin demasiados miramientos, a todos esos que han quedado fuera de los beneficios de la globalización. Corrompido o no su discurso cala. Las personas mayores se sienten mas protegidos con el gobierno del P.P en Castilla y León. El cinturón obrero catalán vota naranja. Los desempleados de la España sur han mutado su voto. La España “vacía”, en riesgo de extinción, de la serranía celtibérica, es azul. Eso por mencionar algunos ejemplos. Hacia allí no se mira. Nuestros valores no son lo suyos. Esa es la España carca y facha, la España que despeña cabras, y lancea toros. La España palurda y atrasada. La España racista, patriarcal y machista. Esa es la España que no somos nosotras. Lamentablemente esa España es la que, para bien o para mal, condiciona al resto. La Revolución Conservadora lo sabe. Si vence allí, mantendrá la hegemonía. En el Reino de España hay 8124 municipios.Para la izquierda moderna esto deja un saldo de 8072 municipios cuñados (excluyo las capitales de provincia). 5000.000 Kilómetros cuadrados de desierto.
Una particular idea de izquierdas ha calado en el imaginario progresista. Cogiendo la parte por el todo ha decidido que lo que es bueno para pongamos, Lavapiés o Gracia, es adecuado para territorios que multiplican por 100 su población y por mil en su extensión. “Un discurso para gobernarlos a todos”. La cosa no funciona, de hecho, tras un breve romance con las masas, la izquierda ve como la Revolución Conservadora, empoderada, está dispuesta a meter en la gente de por vida en la prisión, mientras que permite falsificaciones documentales a los mas altos niveles. La Revolución Conservadora sigue hablando de ética y de orden. De respeto, de comunidad y de crimen. De pueblo, de nación y de patria. De seguridad, de sociedad, de familia. Nadie se lo disputa. A pesar de que sea una cuestión de vida y muerte. Cada uno de los indicadores de Castilla (la capital del cuñadismo) nos dice que en un plazo de cien años no va a haber ni pobres ni ricos, por la sencilla razón de que no va a haber nadie. Un desierto demográfico. En Castilla se concentran 3400 de esos 8000 municipios cuñados. En estos lugares lo de lucha de clases no suena a recuerdo de antaño: la industria y la agricultura suponen mas de un tercio de la economía. La mitad de las familias dependen de la producción industrial, de los trigales, de la gestión forestal. Sectores que no han permanecido ajenos a la crisis. La población, la mas envejecida de España ve como las prestaciones sociales se están cercenando. La generación de baby boom que hoy empieza a entrar en la tercera edad se está encontrando con la acelerada degradación de la sanidad, justo cuando mas la necesitan. Los jóvenes migran en proporciones que en algunos casos alcanzan hasta el 80% de los nacidos en los municipios cuñados. Para los que se quedan las cosan no van mejor. El desempleo golpea con ferocidad, alcanzando cifras generales del 26%. La educación preescolar infantil escasea, y junto con el resto de los cuidados tienen que ser soportados por familias que en no pocos pasos viven en precario. Pero claro, sólo vemos cuñados. El conflicto y el sufrimiento social se llevan de manera diferente en Ávila y Palencia que en Madrid y Bilbao. Se mantienen muchas de las formas y estéticas de la burguesía provincial del siglo XIX. Pero bajo los símbolos de estatus y apariencia se esconden escandalosas cifras de mayores solos, que sobreviven con magras pensiones. Empleos destruidos. Familias rotas por la migración forzada.
La derecha y ahora la Revolución conservadora hablan de orden y seguridad, se llenan la boca con conceptos como comunidad, pertenencia y familia. La gente de la España cuñada, es receptiva a esos mensajes ¿Y por qué no? No todo el mundo aspira a ser diseñador gráfico y resolver su vida afectiva en Tinder. Ni siquiera en Madrid se creen ya lo de las economías colaborativas y su esclavitud encubierta.
Reclamar por un marco de seguridad, de estabilidad social. Un esquema desde el que poder planificar y construir es profundamente revolucionario
Ahora bien, que sea revolución conservadora o progresista depende de la capacidad que tengamos de disputar la hegemonía desde valores progresistas. Seguridad, comunidad orden y pertenencia son en manos de la revolución conservadora valores asociados a la xenofobia, la exclusión. La dominación patriarcal, la homofobia, el anti-intelectualismo. Pero podemos hacerlo de otro modo.
Construir comunidades fuertes y solidarias. Comunidades de las que no tengamos que migrar. Comunidades capaces de brindarnos protección, solidaridad y un entorno en el que construir afectividades
Ahora bien ¿Cómo empezar a disputar la hegemonía que hasta hoy gozan los conservadores en buena parte de esos casi 8000 municipios? Hay un primer paso para todo. El mas fundamental es el de la escucha. A lo que sucede alrededor, y el que nos sucede en nosotros mismos. Quizá si tuviésemos el valor de escuchar, de escucharnos, nos daríamos cuenta de que aquí todos somos cuñados. Tal vez, desde esa imperfección, podamos de verdad construir comunidad, hacer pueblo. No lo olvides, el cuñado eres tú.
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"construir comunidad, hacer pueblo", hermosa idea que encajan muy bien en la Volksgemeinschaft.
Analisis importante para entender la coyuntura politica en España.