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Obituario
Adiós a Constantino II, el rey inepto que perdió dos referéndum
Cuando en 1822 se funda la Grecia moderna lo hace como república. Aquella Primera República Helénica, resultado de la guerra cruenta contra el Imperio Otomano, duraría tan solo una década. En 1832 las potencias enemigas de los otomanos y que apoyaban la independencia griega impondrían una monarquía como forma de Estado. Para ello se tendrían que inventar una nueva Casa Real, algo que en el siglo XIX no era en absoluto infrecuente. Los imperialistas y las élites griegas irían a buscarla nada más y nada menos que a Baviera. De allí procedía Otón I, primer rey de Grecia, hijo de Luis I de Baviera. Su reinado, de tres décadas, no acabaría bien. En 1862 abdicaba, acosado por la oposición popular y por la presión de las mismas potencias que habían colocado al principe alemán en el trono.
Tras el fracaso de Otón, que ni hablaba griego ni se había querido convertir al cristianismo ortodoxo, se buscaría un nuevo rey en la lejana Dinamarca. De allí procedía Christian Vilhelm Ferdinand Adolf Georg, un príncipe danés más dado que su predecesor a mimetizarse con las costumbres helenas. A diferencia de otros monarcas trasplantados fuera de su hábitat, como el italiano Amadeo de Saboya en la España del Sexenio revolucionario, Christian Vilhelm Ferdinand Adolf Georg sí echaría raíces en una Atenas que a la llegada del rey apenas tenía unos cuantos miles de habitantes. Reconvertido en Jorge I, sería el artífice de la expansión territorial griega a costa del decadente Imperio Otomano, así como el fundador de una dinastía errática que concluye en 1974 con Constantino II, último rey de Grecia, fallecido este martes a la edad de 82 años.
La historia de los reyes griegos resulta tan turbulenta como la del propio país, marcado por la inestabilidad política, los golpes de Estado, la tensión Monarquía-República, y cuyas fronteras nacionales se fueron moviendo a lo largo del siglo XIX y principios del XX
La historia de los reyes griegos resulta tan turbulenta como la del propio país, marcado por la inestabilidad política, los golpes de Estado, la tensión Monarquía-República, y cuyas fronteras nacionales se fueron moviendo a lo largo del siglo XIX y principios del XX en sucesivas guerras contra el Imperio Otomano, de cuyo declive los monarcas griegos aspiraban a sacar tajada. Cierto es que la fortuna tampoco acompañaría a los miembros de la Casa de Glücksburg. Si Jorge I era asesinado en 1913 por Aléxandros Schinás, un agitador anarquista, Constantino I tuvo que abdicar dos veces por su nefasta política militar, y su hijo Alejandro I apenas podría reinar. En 1920 un mono le mordía y moría a causa de la infección.
En 1924 llegaba una segunda república. Duraría hasta 1935, cuando un golpe de Estado restaura la monarquía. Tiempos de autoritarismo, irredentismo y líderes mesiánicos. Solo un año después de recuperar su corona, el Rey Jorge II abría la puerta a un estado fascista, pero aliado a Gran Bretaña: el Régimen del 4 de agosto o Tercera Civilización Helénica de Ioannis Metaxás. La invasión de la Alemania nazi pondría fin a aquel grandilocuente experimento nacionalista y derechista, y obligaría al rey a refugiarse en Gran Bretaña. Mientras tanto, en la Grecia ocupada por Hitler y Mussolini surgía una resistencia de izquierdas liderada por los comunistas y otra resistencia de derechas afín a la monarquía.
En 1944 los nazis se retiraban de Grecia. Debía ser el inicio de una transición democrática en el país. Sin embargo, la tregua entre republicanos de izquierdas y monárquicos de derechas no se consolidaría por mucho tiempo. El Partido Comunista de Grecia denuncia la injerencia de los aliados en la política griega y boicotea las elecciones. En 1946 los comunistas se levantan en armas contra el rey Jorge II, apoyado por los británicos, que buscan un régimen aliado en el Mediterráneo Oriental. Grecia es una pieza clave para el control de la Palestina británica y del Canal de Suez. Mientras el Rey y sus aliados de derecha y extrema derecha recibirán el apoyo de Estados Unidos y Gran Bretaña, entonces gobernada por el Partido Laborista, los comunistas y sus aliados del Ejército Democrático Griego dejan de recibir ayuda militar de Stalin, que asume que Grecia ha caído del lado occidental en el reparto global postbélico.
Más de 100.000 personas murieron en la Guerra Civil griega (1946-1949), en la que los monárquicos se impondrían a los comunistas, objeto de una dura represión que se prolongará toda la década posterior. En 1952 Grecia se incorporaba a la OTAN.
La Grecia de la posguerra sería un régimen monárquico, nacionalista, religioso, derechista y anticomunista que dificilmente puede calificarse de democracia. Que Sofía de Grecia se casara con el heredero al trono de la España franquista no resulta pues extraño. Ambos, Sofía y Juan Carlos, pertenecían a dos de las casas reales menos presentables de Europa. Pablo I —padre de Constantino y Sofía, examante del gigoló norteamericano Denham Fouts y marido de Federica de Hannover, simpatizante nazi en su juventud— sería un monarca muy dado a intervenir en la política nacional. En 1964 moría de manera prematura, a causa de un cáncer de estómago. Su hijo heredaría esta costumbre que le jugaría malas pasadas en su breve reinado.
El cuñado de Juan Carlos I se estrenaría en el trono expulsando en 1965 del gobierno al primer ministro Yorgos Papandréu, republicano liberal. Sería el llamado “golpe real”, al que seguiría en 1967 un nuevo golpe de Estado, ya militar, para frenar una posible victoria electoral de Papandreu, cuya popularidad y reformismo democratizador inquietaban a los sectores más conservadores del Estado, entre ellos al joven monarca.
El anticomunismo justificaría la llamada “Dictadura de los coroneles”, que contaría con el apoyo inicial del Rey, si bien en realidad los comunistas ya no eran ninguna amenaza real para el establishment heleno. Ilegales, trabajaban dentro de una organización legal, pero muy hostigada, Izquierda Democrática Unida, que apenas llegaba al 12% de los votos. Uno de sus líderes, el médico Grigoris Lambrakis, sería asesinado en 1963 por fuerzas parapoliciales vinculadas al Estado. Su historia inspiraría la novela Z de Vassilis Vassilikos y la película del mismo título del cineasta Costa Gavras.
El idilio de Constantino con los militares que había ayudado a poner al frente del Estado duraría poco. En cuestión de meses el Rey alentaba un nuevo contragolpe
El idilio de Constantino con los militares que había ayudado a poner al frente del Estado duraría poco. En cuestión de meses el Rey alentaba un nuevo contragolpe. Una operación prematura y chapucera pondría de manifiesto el escaso talento político del Rey y le obligaría a partir al exilio. Desde el exilio, Constantino seguiría tratando de interferir en la política griega alentando un levantamiento de los militares monárquicos contra la dictadura de los coroneles. Fracasaría. Considerando que se había pasado de listo, la Junta Militar, presidida por Georgios Papadópoulos, se va a vengar del Rey aboliendo la Monarquía y convocando en junio de 1973 un referéndum constitucional para ratificarlo. El No a la Monarquía se impone por un 78% de los votos. Constantino no acepta el resultado y sigue esperando su ocasión para regresar al trono.
El aumento de la oposición política y social a la dictadura, su aislamiento internacional, así como el fracaso de su intento de anexionar por las armas Chipre a Grecia, provocarían el descrédito de la Junta Militar. La dictadura había colapsado. Nuevos movimientos en la cúpula del Ejército abrirían el paso a una transición democrática pilotada por el político conservador Constantinos Karamanlís, al que el Rey consideraba un aliado de cara a la restauración monárquica. El proceso sería rápido, pero para su sorpresa le dejaría fuera de juego. Constantino volvía a equivocarse. Una vez más.
Exiliado en Londres y convertido en un habitual de la prensa rosa española no regresaría hasta 2013 a Grecia, ya asumida su condición de ciudadano normal
En noviembre de 1974 se celebraban las primeras elecciones libres. Unas votaciones que ganaría la derecha de Karamanlís por una amplia mayoría. Un mes más tarde, en diciembre, el pueblo griego volvía a votar en un segundo referéndum sobre Monarquía o República, ahora ya con plenas garantías democráticas. La República sería otra vez la opción escogida. El No a Constantino se imponía por el 69% de los votos.
El monarca no encajaría el resultado de las votaciones y la nueva República helena convertiría como contrapartida al Rey en un apestado político llegando a incautar sus propiedades. Hasta 1981 Constantino no podría visitar Grecia, en aquella ocasión para asistir de manera fugaz al entierro de su madre. Exiliado en Londres y convertido en un habitual de la prensa rosa española no regresaría hasta 2013 a Grecia, ya asumida su condición de ciudadano normal. Había reinado tres años, pero sus errores lastrarían para siempre a la monarquía griega.