Opinión
Yo voto, yo me organizo

Aquellos que perdieron sus ojos, aquellos desaparecidos y víctimas de la represión policial y de la violación de los derechos humanos en octubre de 2019 son, hayan o no votado en el plebiscito, los protagonistas del cambio constitucional.

Chile plebiscito - 3
Cientos de personas celebrando los resultados parciales del plebiscito constitucional por una nueva Carta Magna, en Santiago (Chile). Foto: EFE / Alberto Valdes

Sociólogo. Universidad Complutense de Madrid

26 oct 2020 16:39

En nuestra historia contemporánea hay octubres que son aleccionadores. En los últimos treinta años en América Latina, y particularmente en Chile, la sociedad parecía sufrir una indefensión aprendida, una sensación de hartazgo de que la democracia no funciona y que al transcurrir los años depositar un voto pierde cada vez más sentido. La última consigna de los sectores críticos con el Apruebo plebiscitario fueron de esa generación que grita “Yo no voto, me organizo” y que no participaron en este proceso histórico de cambio constitucional, con unos resultados más que satisfactorios, aunque la participación no haya sido alta porque aún continúan los estragos de la indefensión aprendida, el mecanismo psicopolítico por excelencia del orden neoliberal.

Algunos tachan a los sufragistas como institucionalistas. Y tienen razón. Como sabemos, el sufragio es relativamente moderno: se remonta al último tercio del siglo XIX en algunos países europeos y, sea dicho de paso, no era universal sino masculino. El sufragio femenino es aún más reciente, una realidad de la primera mitad del siglo XX. El universalismo también tiene sus notorios matices en cuanto fue profundamente clasista.

En comunas de origen obrero las cifras del Apruebo llegan al 88%  y, en cambio, en comunas donde se concentra las clases altas, no llega al 50%

En el Chile de 1931, durante el primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo se aprobó la inscripción femenina en el registro electoral supeditado a la tenencia de propiedad. No hay que ir más allá. El hecho de que haya una representación de la clase obrera en nuestra historia reciente se debe a una serie de luchas sociales, que por medio del sindicalismo y de acciones no institucionales, muchas violentas, lograron voz y voto en las instituciones, hasta ese momento reservadas a la burguesía y a los poderes enquistados en la estructura social. La historia del progreso humano en los últimos siglos de nuestra historia moderna ha sido la de “yo voto, yo me organizo”.

Hay que saber distinguir cuándo el cambio institucional emana desde el pueblo o desde sus verdugos. Los datos son bastantes esclarecedores en este sentido. En comunas de origen obrero, como es el caso de Puente Alto, las cifras del Apruebo llegan al 88%  y, en cambio, en comunas donde se concentra las clases altas, como la comuna de Vitacura, Las Condes o Lo Barnechea, el Apruebo no llega al 50%. Y por ello, la lucha social de octubre de 2019, la primera línea, aquellos que perdieron sus ojos, aquellos desaparecidos y víctimas de la represión policial y de la violación de los derechos humanos son, hayan o no votado en el plebiscito, los protagonistas del cambio constitucional.

América Latina
Chile: el largo camino hacia una nueva constitución

Hace un año, Chile estallaba para protestar por un modelo neoliberal heredado de la dictadura. Este 25 de octubre comienza oficialmente el proceso para dotar al país de una nueva constitución, sin líderes ni partidos que consigan adueñarse de un movimiento nacido desde abajo. 

Los plebiscitos no son habichuelas mágicas, que es lo que ya vendió la concertación en la década de los 90 —el social liberalismo chileno— con el eslogan de “la alegría ya llegó” manteniendo a Pinochet como senador vitalicio y con su constitución política. Requieren de una transición política que permita que los actores sociales y políticos garanticen que la herencia de la dictadura atada en la constitución desaparezca. Será necesario seguir organizándose, creando poder popular, porque en las calles de Chile las luces de octubre no se apagarán, y en cuanto saquemos las lecciones aprendidas de nuestra historia, sabremos crear una nueva institucionalidad que proteja los derechos humanos, blinde los derechos sociales, y garantice una vida digna, de justicia y reparación.

Los ojos debe estar puesto en las elecciones municipales y presidenciales del próximo año, queserán decisivas para conocer realmente la magnitud del impacto del plebiscito celebrado este 25 de octubre. Para hacer justicia a los presos políticos, a las víctimas de la represión, y a los resultados históricos del plebiscito, muchos esperamos que el próximo año nuestro país se organice y vote, que lidere el cambio institucional que abra de nuevo las grandes alamedas. 

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