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Oriente Medio
La cifra de víctimas civiles se dispara en Afganistán, y la CIA tiene parte de la culpa
Octubre trajo más noticias nefastas de la guerra estadounidense en Afganistán, que se encuentra ahora en su decimonoveno año.
La ONU informa de un aumento del 42% de muertes civiles entre julio y septiembre en comparación con el mismo periodo de 2018. La coalición militar liderada por la OTAN, que por lo general rebaja los datos suministrados por la ONU de impacto de la guerra entre civiles, encontró un casi idéntico aumento del 39% entre junio y septiembre. Este aumento, documentado en un dossier publicado el 30 de octubre por el inspector general para la reconstrucción de Afganistán, se extiende entre acontecimientos clave como las elecciones presidenciales afganas y la ruptura de las negociaciones de paz entre los talibanes y EE UU. En ese periodo, varios ataques horribles atribuidos a los talibanes y a la rama afgana de Daesh tuvieron lugar en bodas, mezquitas y otros espacios públicos.
Estados Unidos y sus aliados apenas se libran de la responsabilidad de la carnicería. En julio, un informe de la ONU señalaba que fuerzas estadounidenses y agentes de seguridad afganos eran responsables de una mayoría de las muertes de civiles producidas en el país durante los primeros seis meses del año.
El 31 de octubre, Human Rights Watch desveló pruebas de atrocidades cometidas por combatientes alineados con la CIA, que ha estado entrenando a unidades paramilitares afganas para enfrentarse a los terroristas desde hace casi dos décadas. El informe identificaba 14 casos en los últimos dos años en los que “fuerzas de intervención afganas apoyadas por la CIA cometieron graves abusos, algunos de ellos equivalentes a crímenes de guerra”.
El ‘New York Times’ informaba de que la CIA estaba “expandiendo sus operaciones secretas en Afganistán”
Los servicios secretos no revelan la localización o resultado de la mayoría de sus incursiones, pero los informes de HRW y de medios como Intercept han arrojado luz sobre los repugnantes abusos de las operaciones apoyadas por la CIA. En un foro sobre seguridad nacional celebrado en octubre de 2017, el entonces director de la CIA, Mike Pompeo, declaró que con el apoyo del presidente Donald Trump, él y los dirigentes de la agencia estaban “dando varios pasos para hacer más rápida y agresiva a la CIA”. Pronto quedó claro a qué se refería. Una noticia del New York Times publicada después informaba de que la CIA estaba “expandiendo sus operaciones secretas en Afganistán” mandando personal de la agencia y asesores para ayudar a las fuerzas afganas a “cazar y matar a militantes talibanes a lo largo del país”.
Un portavoz de la CIA declaró a Reuters que la agencia maneja sus operaciones “de acuerdo con la ley y bajo un estricto sistema de supervisión”. Pero durante meses, la ONU ha advertido de los peligrosos excesos de estos grupos apoyados por la CIA. En su informe anual de 2018, la Misión de Ayuda de la ONU en Afganistán advirtió de que “no hay base legal para la existencia de la Fuerza de Protección Khost”, y añadía que “las autoridades afganas no han tomado las medidas para que los miembros de estos grupos sean responsables en relación a alegaciones de excesivo uso de la fuerza, asesinatos intencionados y otros abusos que afectan de forma grave las vidas y derechos humanos de los afganos”.
El martes 29 de octubre llegaba otra noticia preocupante con la publicación de las memorias de Guy Snodgrass, antiguo ayudante del exsecretario de Defensa James Mattis. Durante un viaje con Mattis hasta Oriente Medio, escribe Snodgrass, se le pidió que rediseñara la estrategia del Gobierno de Trump hacia Oriente Medio “en un día”, después de que un primer borrador de la oficina política del Pentágono se demostrara poco satisfactorio. A pesar de no haber participado “en ningún proyecto ni en reuniones de planificación estratégica”, Snodgrass declara que terminó el encargo. Dados los límites de tiempo, asegura que estuvo obligado a puentear a la oficina política, que en principio era la responsable de elaborar la estrategia.
Nada de todo esto sucede en el vacío. Como me dijo Snodgrass en una entrevista a finales de octubre, un “gobierno caótico” produce un entorno “increíblemente peligroso” para las políticas de seguridad nacional. “No es como si hubiera una estrategia bien pensada que se va poniendo en práctica según avanzamos”, declaró.
Muy tranquilizador.