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Medio rural
Resineros, un oficio centenario entre la bioeconomía y el ocaso
En España quedan un millar de familias dedicadas a la extracción de miera natural, una profesión que hoy podría revalorizarse dado su carácter medioambiental, sostenible y de fijación de población en el medio rural. Son la última resistencia de un oficio que casi desaparece en los años 90 pero que resurgió en la década de los 2010. Ahora se enfrentan a una nueva crisis de precios a la que se ha sumado la pandemia.
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
“Bueno, esto se hace así”. Emiliano Lázaro, de 70 años, agarra la herramienta que él mismo ha inventado y comienza a derroñar uno de sus pinos haciendo un surco en la superficie del árbol. En terminología resinera, derroñar, o desroñar, es eliminar un pedazo de corteza para que el pino “sangre” y comience a expulsar la miera, el oro líquido que ha dado de comer a gran parte de su pueblo, Navas de Oro (Segovia), durante décadas, aunque hoy tiene más bien precio de latón y apenas queda una decena de resineros en la localidad. “En los 60, lo mismo había 150 resineros, no había pinos para todos en el pueblo, pero en los 90 se quedaron cuatro, literalmente”, relata mientras, tras hacer la pica, como se conoce a cada surco que se le induce al árbol, echa una pasta de ácido sulfúrico rebajado con escayola sobre la herida abierta en el pino, el estimulante químico que hará que la resina mane.
Emiliano, ya jubilado, no es un resinero más de entre el millar de familias que se dedican a la extracción de miera en todo el Estado. Es el inventor del método rayón, un sistema de trabajo creado en 1995 que es el mayoritariamente utilizado hoy entre los resineros castellanoleoneses, la principal región productora de resina en España —con 10.300 toneladas en 2018 de las 12.200 del total nacional, según los últimos datos de la Estadística anual de aprovechamientos forestales del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alumentación (MAPA)— con la provincia de Segovia como epicentro. “Debería conocerse como el método Lázaro”, opina Guillermo Arranz, de 40 años y vicepresidente de la Asociación Nacional de Resineros (ANR), además de cuarta generación de extractores de miera de su familia, “y porque no he querido indagar más allá”, dice mientras observa trabajar a Emiliano en la parcela junto a su vivienda, auténtico banco de pruebas para la mejora del oficio. Su empeño ha cosechado buenos frutos: el rayón aumenta la productividad del pino, del que pueden llegar a brotar más de cinco kilos de resina al año, reduce el tiempo de trabajo y hace menos dura la faena.
Los últimos
Emiliano Lázaro y Guillermo Arranz son supervivientes de un sector que, desde que en 1844 se crease la primera fábrica de destilación de resina en Hontoria del Pinar (Burgos), llegó a contar con 87 factorías en los años 50 del siglo XX, tal como explica Lázaro Hernández, uno de los mayores expertos del sector, en el El antiguo oficio de resinero, editado por el MAPA. Hoy quedan en activo ocho de primera transformación, las plantas que descomponen la resina en sus dos principales elementos —el aguarrás y la colofonia—, y tres de segunda, que descomponen estas dos sustancias en decenas de productos químicos utilizados por multitud de industrias. De la cosmética a los adhesivos, la “sangre” del pino es usada para fabricar de chicles a tintas, pasando por marcas viales, perfumes, barnices, incienso o aditivos alimenticios. Pero aunque el sector hoy está en crisis, hubo un tiempo aún peor: en 2006 la producción de miera española fue 1.700 toneladas, una quinta parte de la actual, y apenas quedaban tres fábricas dedicadas a la descomposición de resina en activo.
“Esto es un ejemplo de bioeconomía pura y dura. Tenemos un producto renovable y natural, una alternativa ecológica, rentable y viable, que asienta población rural”, señala Guillermo Arranz
Este oficio centenario del que dependían comarcas enteras en los años 60 se topó con una serie de problemas en la segunda mitad del siglo XX que derivaron en su práctica desaparición en los 90. “Hay tres formas de obtener resina”, explica Aida Rodríguez, investigadora del Centro de Servicios y Promoción Forestal y de su Industria de Castilla y León (Cesefor) y coordinadora de SustForest Plus, un proyecto europeo cuyo fin es ayudar al impulso del sector resinero en España, Portugal y Francia. Son tres procesos que coinciden con los grandes competidores de la resina de pino producida en España: “Los derivados de hidrocarburos; el tall oil, que es una manera de obtener resina a través de un excedente de la fabricación de pasta natural; y la resina natural. Y dentro de esta última encuentras resina de otros lugares, con dos competidores muy potentes: Brasil y China”.
Cóctel catastrófico
Petróleo barato, globalización y competencia de la industria papelera, un cóctel que reventó los precios e hizo tirar la toalla a muchos resineros. “Es un mercado globalizado. En los 90, China producía resina natural a bajo coste, además con una resinación mucho más agresiva, y bajó el precio de la materia prima. No se podía competir con los salarios de aquí. Tiraron los precios y aquí se hundió el sector, no quedó nada”, relata el vicepresidente de la ANR.
La situación quedó cercana al vaticinio que Alfonso Criado, propietario de la planta de primera transformación de siete trabajadores que lleva su nombre en Zarzuela del Pinar (Segovia), se dijo a sí mismo cuando era un chaval que recogía el testigo de tres generaciones de productores de aguarrás y colofonia: “Me veía a mí mismo con 50 años sin dientes en la boca y con un abrigo viejo”. No contaba con que, bien entrados los años 2000, el precio de la resina ascendería hasta hacer el sector rentable de nuevo. “Desde 2006 hemos tenido unos años muy buenos, hasta 2017, pero ahora está siendo catastrófico”, señala. En esa década de bonanza este industrial segoviano incluso amplió y renovó su vieja fábrica. También en el pueblo de Emiliano y Guillermo los resineros volvieron a sumar veinte personas en torno al 2010. Hoy, sin embargo, están en la decena, “y bajando”, como cuenta el jubilado.
“Economías circulares, mercados locales, aprovechamiento sostenible, desarrollo del medio rural… Si coges el listado de prioridades europeas te vas a encontrar que el aprovechamiento resinero te encaja en todas”, apunta Aida Rodríguez
“Los últimos dos años han sido muy difíciles”, expone la coordinadora de SustForest Plus. “El precio de la resina se mueve en un mercado internacional y las alteraciones de precios son muy variables. Como es un aprovechamiento que está al límite de la rentabilidad, lo que gana el resinero o un industrial resinero es muy poco, y si el precio a nivel internacional baja, muchos lo dejan”, continúa. “Con el petróleo se fabrica mucha colofonia de hidrocarburos, y eso te quita mucho mercado para el mundo del adhesivo”, explica el industrial segoviano. Otro ejemplo, más de andar por casa: “¿Te acuerdas del aguarrás que se vendía en todas las tiendas? Era el disolvente universal, es un derivado de la resina de pino y estaba en todas las casas, pero se fue sustituyendo por derivados del petróleo, y ese es el camino que lleva ahora la colofonia”. Con este contexto, Criado no es optimista: “Veo el panorama muy complicado, cada vez son más los clientes que se dirigen a las resinas de hidrocarburos”.
A pesar del respiro de la última década, el sector se enfrenta a una nueva crisis a la que desde marzo se le suma el parón provocado por la pandemia de covid-19, lo que ha paralizado pedidos y acabará redundando en toda la cadena de la resina, de los resineros de Navas de Oro a la fábrica de Zarzuela del Pinar, para más tarde llegar a industrias de segunda transformación como Luresa, antigua Unión Resinera Española, la planta más grande de España, sita en Coca (Segovia), hoy propiedad del brasileño Grupo RB.
LUZ AL FINAL DEL TÚNEL
Hay motivos, sin embargo, para la esperanza. En la era de la emergencia climática, de la España vaciada, de la crisis de biodiversidad y de la necesidad de una economía verde, la resina puede poner su grano de arena como antídoto medioambiental y antidespoblación. “Esto es un ejemplo de bioeconomía pura y dura. Tenemos un producto renovable y natural, una alternativa ecológica, rentable y viable, que asienta población rural, pero que no puede competir con los derivados del petróleo. Y Europa habla del gran Pacto Verde Europeo. ¿Vamos a dejar caer esto?”, denuncia Guillermo Arranz.
“El discurso que hay detrás de la producción de resinas naturales está completamente alineado con las propuestas europeas del Horizonte 2020 y 2030. Economías circulares, mercados locales, aprovechamiento sostenible, desarrollo del medio rural… Si coges el listado de prioridades europeas, te vas a encontrar que el aprovechamiento resinero encaja en todas”, apunta la coordinadora de SustForest Plus. Pero como ella misma señala, “el paso de la teoría a la práctica es mucho más complicado”.
“Puedes vivir todo el año, pero seis meses sin entrar dinero es mucho tiempo sin ingresar, y eso no motiva a la gente joven a empezar en esto”, dice Josefa De Pablos
El proyecto que coordina, de 1,5 millones de presupuesto, es el heredero del SustForest original llevado a cabo entre 2010 y 2013. Entre sus objetivos está “impulsar el empleo resinero en el territorio europeo, lo que lleva unido muchos beneficios interesantes, desde la recuperación de hábitats a la reducción del riesgo de incendios o el mantenimiento de bosques activos”, indica Aida Rodríguez. “Trabajamos con la idea de que el resinero es una persona que cuida el monte: mantiene vivo el territorio y está presente en los meses con más riesgo de incendios. Es construir una figura que sea reconocida. Y luego están todos los servicios ecosistémicos asociados a un pinar de resinación, que no es solo la producción de resina, sino conservar una masa boscosa en buenas condiciones y toda una serie de servicios, de actividades recreativas, agua, sumidero de CO2, biodiversidad… Todo eso está asociado al monte vivo y con actividad”.
Desde la Asociación Nacional de Resineros, sin embargo, dudan de la efectividad del proyecto actual. “El anterior estaba muy alejado de la realidad y de él no llegó nada a los resineros. Se va el dinero en cosas que no necesita el resinero, y no se tienen en cuenta las necesidades del resinero”, indica Arranz. “Este no parece tan alejado, pero veremos a ver”.
Contrato territorial
El vicepresidente de la ANR sí incide en una herramienta que podría mejorar la vida de las personas dedicadas a extraer miera: el contrato territorial. “Es el pago por parte de la administración de un servicio que realiza el resinero para el medio ambiente”. La campaña de la resina, entre noviembre y febrero, tiene tres meses de parón, en los que los profesionales dejan de extraer miera por el ciclo natural del pino. “Lo lógico es que si pagamos un 15% al fondo de mejora del monte [por la explotación de los pinares públicos], es decir, trabajos de prevención de incendios, ¿por qué no se reinvierte en nosotros a través de este contrato para que hagamos esos trabajos?”, explica Arranz. Es, además, un período en el que estos profesionales, en su inmensa mayoría autónomos, no pueden disfrutar de la prestación por desempleo. “Si les das ese trabajo al resinero, tendrán algo para amortiguar el parón y los vaivenes del mercado”.
El freno invernal de la extracción no es la única interrupción en la entrada de dinero en la casa de una familia dedicada a la miera. “Se para en noviembre y hasta junio o julio que se vende resina a la fábrica no se vuelve a cobrar”, apunta Josefa de Pablos, esposa de Emiliano Lázaro. Con tres o cuatro recogidas de miera al año, esos son los pagos que recibe el resinero. “Puedes vivir todo el año, pero seis meses sin entrar dinero es mucho tiempo sin ingresar, y eso no motiva a la gente joven a empezar en esto”, añade De Pablos.
“Los costes medioambientales que generan los derivados del petróleo no los tienen imputados y nosotros tenemos que competir con una materia prima que genera esos costes”, denuncia Arranz
A pesar de ello Arranz, sin dejar de poner sobre la mesa las complicaciones del oficio, es tajante: “Da para vivir, se puede vivir de esto, y hay gente que vive bien”. A la espera de medidas como el contrato territorial, aún no implementado por ninguna administración, pero planteado en la Mesa de la Resina de Castilla y León, un órgano de asesoramiento en el que se encuentran todos los representantes del sector en la región y cuya actividad quedó paralizada tras la pandemia, el futuro del oficio pasa por implementar nuevas medidas. “Los costes medioambientales que generan los derivados del petróleo no los tienen imputados y nosotros tenemos que competir con una materia prima que genera esos costes”, denuncia Arranz, que pide al Ministerio y la Unión Europea que vean la resina como una oportunidad.
“Hay que revalorizar la resina, es un producto natural que está presente en muchos derivados secundarios y la población no es consciente de que las resinas naturales provienen de una actividad sostenible en el monte”, apunta Aida Rodríguez. Un futuro sello de calidad medioambiental y un etiquetado por el que “llegue al consumidor final la información del origen del producto, que pueda saber que esa resina natural viene de un monte gestionado de manera sostenible en tu territorio, sosteniendo a la población”, indica la investigadora, son líneas en las que trabajan en SustForest y que podrían dar algo de oxígeno al sector. Futuros usos de la resina, como los bioplásticos o la biomedicina, podrían también ser la salvación. Pero entre intangibles e incertidumbres, lo único que será concreto —al céntimo— es el precio al que Guillermo y otro millar de resineros venderán la miera a final de este 2020, año, por cierto, del covid.
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Una pequeña corrección: desroñar no es abrir la hendidura para que el árbol "sangre". Eso es "hacer la pica". Desroñar es un paso previo a ese, que consiste en quitar una superficie de corteza (solo corteza) en la zona en la que se van a hacer las picas. Gracias por el artículo.