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Metaphors can kill (las metaforas pueden matar). Así comenzaba un trabajo de George Lakoff (1991) experto en lingüística cognitiva, publicado unos meses antes de la denominada primera guerra del golfo. Denunciaba que todavía sin estar realmente en una situación de guerra, las metáforas militares ya se habían adueñado del discurso político. Lakoff denunciaba lo pernicioso que todo ello resultaba y subrayaba cómo mediante ese discurso lleno de metáforas bélicas se estaba creando el caldo ideológico necesario para poder justificar y legitimar la guerra contra Iraq. Hablando de metáforas, unos meses después, el pentágono denominó a esa guerra “Tormenta del desierto”. Resumiendo, primero preparas a la gente mediante un discurso bélico y posteriormente presentas los bombardeos masivos que supusieron la muerte de miles y miles de personas como si de una tormenta natural y necesaria se tratase.
Las metáforas son un elemento crucial de nuestro lenguaje, son elementos fundamentales para enmarcar, o dicho de otra manera, para describir la realidad de una determinada manera. Los marcos y, sobre todo las metáforas que les suelen acompañar, sirven para (re)presentar cualquier realidad complicada y multidimensional de la manera más sencilla posible.
En opinión de los académicos Snow y Benford (2000), expertos en framing y teoría de marcos, existen tres tipos de marcos que cumplen sendas funciones respectivamente: marco diagnóstico (identifica el problema de una determinada manera y asigna la culpa), el marco pronóstico (propone soluciones) y, finalmente, el motivacional (llama a la acción y al compromiso). O dicho con ejemplos de esta última crisis global: “Europa está en guerra contra el coronavirus” (Sánchez, 22 de marzo 2020) como diagnóstico; “estado de alarma” (militarización, confinamiento y 155 sanitario) como pronóstico y, finalmente, “En la guerra al virus, jamás nos doblegaremos, resistiremos, venceremos” (Sánchez, 17 de Marzo del 2020) como marco motivacional. Un discurso y metáforas de manual.
Como decíamos, las metáforas ayudan a simplificar y limar una realidad llena de múltiples aristas, pero obviamente esa simplificación tiene importantes consecuencias y, por tanto, la elección de unas u otras metáforas no es baladí. La metáforas bélicas y, especialmente, en el caso de la crisis del coronavirus está teniendo ya unos efectos francamente negativos que debemos denunciar por su maniqueísmo y, sobre todo, porque pone el foco única y exclusivamente en el virus y deja fuera del marco principal las condiciones e infraestructuras sanitarias existentes para hacer el frente al mismo. O dicho de otra manera, que el marco bélico y militar propuesto plantea esta crisis como un periodo de guerra con inicio en los contagios y fin en la superación de los mismos, olvidándose, por ejemplo, de tres décadas de políticas neoliberales que mediante la privatización y los recortes han hecho mermar claramente las infraestructuras sanitarias necesarias para hacer frente a esta situación.
En un artículo anterior sobre esta crisis mencioné a Ulrich Beck y su trabajo la Sociedad de riesgo (1992). En una conferencia realizada unos años después de dicho trabajo “sobre el terrorismo y la guerra” decía que en un mundo de riesgos globales “la divisa del neoliberalismo. a saber, sustituir la política y el Estado por la economía, pierde rápidamente poder de convicción” (Beck, 2002:38). Así es. Nos habían vendido el neoliberalismo como la panacea y solución a todos nuestros problemas: si te esfuerzas lo puedes conseguir, la mano invisible del mercado funciona, nos dijeron, sólo necesitamos que tú priorices tus intereses, sólo los tuyos y lejos del caos, la mano de dios, perdón del mercado, repartirá riqueza y felicidad por todo el mundo.
Pues bien, hasta la crisis del 2008 las diferencias entre los sectores más pudientes y más pobres de la sociedad mundial fueron aumentando y tras la crisis financiera mucho más. Y en todo ese tiempo, antes y después de la última crisis, por ejemplo, se inició un proceso de desmantelamiento de la sanidad pública, se priorizó la construcción de trenes de alta velocidad que no iban ninguna parte, estaciones en las que no paraba nadie y aeropuertos sin aviones. No tenía ningún sentido, pero el Ibex 35 se llenó los bolsillos.
Pues bien, toda esa realidad que en la actualidad provoca el colapso de los centros públicos de salud es negada por el marco belicista contra el covid-19. Cada marco enmarca, pero a la vez desenmarca y dejar al margen del discurso las consecuencias del neoliberalismo supone negar una realidad evidente que tiende a desaparecer en el marco propuesto por el gobierno de Sánchez. Un marco repleto de metáforas bélicas, pero vacío de argumentos que expliquen lo que hicimos mal, para que no lo volvamos a hacer o para que no les volvamos a dejar hacer.
Y lo que han hecho, hacen y lo que les dejamos hacer tiene que ver mucho con el discurso. En la pasada crisis financiera, el marco diagnóstico fue el de una catástrofe natural (“tsunami financiero” por ejemplo) y, el marco pronóstico o propositivo (“el sector financiero está en la UVI” “hay que rescatar a los bancos”). Y así, con ese par de marcos y metáforas naturales y médicas nos robaron, en el caso del estado español 60.000 millones de euros que fueron cedidos a los bancos en forma de créditos, pero que el Banco de España ya ha reconocido que no se van a devolver. ¿Os imagináis si los marcos hubieran sido “el sistema de mercado no funciona” y “el Estado regala 60.000 millones a los banqueros”? ¿Qué consecuencias hubieran tenido esos marcos?
El discurso bélico les vale tanto para justificar la militarización y la ocupación policial de nuestras calles, como para negar el debate necesario sobre qué tipo de sociedad tenemos que construir
La izquierda tiende, en general, a analizar los aspectos materiales de la realidad (la desigualdad económica propiciada por el sistema capitalista, por ejemplo). Sin embargo, no somos capaces de subrayar suficientemente que dicha desigualdad sólo puede legitimarse mediante la violencia (o la amenaza de la misma) y/o mediante una determinada ideología que se expresa permanentemente en forma de marcos y discurso.
Decía Ricoeur que la ideología es el sustrato necesario que rellena la brecha de legitimidad que existe siempre entre los dominantes y los dominados (Ricoeur, 2006) y el discurso es la argamasa que permite taponar todas las grietas que se vayan abriendo en esa brecha. Por supuesto, en tiempos de crisis como la actual, esas grietas aumentan y el establishment pone en marcha nuevos discursos plagados de nuevas metáforas con el objetivo de garantizar los intereses económicos y políticos de los sectores más pudientes de la sociedad, los dominantes en palabras de Ricoeur.
En el caso del discurso bélico utilizado en esta crisis, les vale tanto para justificar la militarización y la ocupación policial de nuestras calles, como para ocultar y negar el debate necesario sobre qué tipo de sociedad y sistema económico y político tenemos que construir. O dicho de forma más simple: el discurso de guerra contra el coronavirus, además de ocultar las políticas neoliberales del pasado, nos puede dejar a futuro una sociedad más militarizada y policial donde recuperar los derechos civiles suspendidos de facto por el estado de alarma no va a ser fácil.
Este pasado sábado la abogada y activista Pastora Filigrana denunciaba en TV3 los excesos policiales que se estaban dando y la dificultad de revertir a posteriori la limitación de muchos derechos durante esta crisis. Si a ello sumamos la última decisión de geolocalizar a los ciudadanos para supuestamente hacer frente al virus, estamos hablando ya de como la biopolítica se convierte también en datapolítica para el control social sin complejos.
Pero además, este marco bélico y militar se puede dar por terminado con el fin de los infectados por el virus, no pone en cuestión un sistema capitalista y patriarcal que se ha demostrado incapaz, una vez más, de abordar una crisis como la que padecemos. No ayuda a abrir el debate tan necesario y evidente en estos momentos, sobre el modelo económico, político y social que necesitamos par hacer frente a los retos del siglo XXI.
A la vista está que la pared justificativa del statu quo se está resquebrajando. La brecha se agranda. Cada vez son más los sectores de la sociedad que están denunciando que este sistema capitalista y patriarcal devorador de recursos naturales no tiene otro objetivo que acumular riqueza en muy pocas manos en detrimento de las clase populares y a cualquier precio. La gente empieza a darse cuenta que de aquellos barros estos lodos o dicho en términos actuales que de aquellos recortes sociales, estos colapsos sanitarios.
Y cuando la gente de a pie se da cuenta que hay sectores políticos y económicos que en una situación como la actual priorizan el mantenimiento de la actividad no esencial por encima de nuestra salud, es entonces cuando fuerzan la máquina metafórica para rellenar el abismo que se está abriendo entre sus pretensiones y nuestros deseos.
Diferentes sectores políticos, sindicales y expertos en la materia habían solicitado la suspensión de las actividades no esenciales. Urkullu respondía que no podemos permitir “que la economía languidezca y podamos entrar en el coma económico” (22 de marzo). Al día siguiente y en la misma línea, el presidente de la patronal vizcaina, Garciñuno (CEBEK), decía que “Lo conveniente es que las empresas no se conviertan en un cadáver” (23 de marzo). Al igual que con el rescate bancario, las metáforas médicas ya están aquí y si no lo evitamos, ahora también, nos van costar, por decirlo también en términos metafóricos, un ojo de la cara.
Finalmente, el gobierno de Sánchez ha suspendido la actividad económica no esencial tal y como lo hizo Italia hace ya unos días. Bienvenido sea, pero la decisión parece llegar tarde y mal. Por cierto, como el material que falta para garantizar las condiciones de trabajo dignas de los y las trabajadoras sanitarias o de aquellas personas que están diariamente abasteciendónos de lo necesario y esencial para afrontar el confinamiento.
En todo caso, el objetivo de este artículo no es valorar las medidas de unos u otro gobierno sino de subrayar la importancia del discurso, de los marcos y de las metáforas en la justificación u ocultación de políticas que vienen a justificar lo que Jule Goikoetxea ha denominado la privatización de la democracia (2019). Un proceso que abarca desde la privatización y desmantelamiento de los servicios públicos, limita o suspende los derechos civiles y lleva a los gobiernos liberales a defender los intereses de sector privado y del gran capital en detrimento de la mayoría social y las clases populares. Un proceso que además deja atados de pies y manos a los pueblos o naciones sin Estado y a los cuales se les impone todo, bien sea en forma de políticas neoliberales o en forma de 155 sanitario.
Y si para justificar y legitimar todo ello el discurso es esencial, crucial, entiendo que como dice Fairclough “la lucha en torno al nuevo orden pasa, en parte, por una lucha desde y acerca del lenguaje” (Fairclough, 2000). Claro que el lenguaje no lo es todo, por supuesto, pero por lo menos démosle la misma importancia que le da nuestro adversario. Entendamos que lo material y lo simbólico se entrelazan para conformar la realidad material y social que vivimos y que deseamos tranformar.
Deconstruyamos su discurso para dejar en evidencia la falacia de un sistema que hace aguas y empecemos a construir nuevas narrativas que permitan aglutinar a todos los pueblos y sectores desfavorecidos por las consecuencias de un sistema injusto donde los haya.
En definitiva se trata de dirigir la mirada hacia nuevos y posibles escenarios emancipadores y (re)construir una narrativa que presente también los tres marcos mencionados.
Un marco diagnóstico que sea capaz de evidenciar el fracaso de un sistema que no funciona y donde las crisis no son la excepción sino la regla, bien sea en forma de crisis alimentaria, de cuidados, climáticas o financieras, Todas son diferentes, pero todas tienen el mismo origen, la decisión de priorizar el individualismo económico sobre lo político y lo socio-comunitario o dicho de forma simple: priorizar los beneficios del capital a la necesidad de garantizar una vida digna para todas las personas y el respeto a los recursos naturales. Este diagnóstico necesita de metáforas que ayuden a poner la vida y los cuidados en el centro de nuestro análisis. Y obviamente, este marco también debe evidenciar quienes son los responsables políticos y económicos de todo lo que nos está pasando.
Efectivamente, si somos capaces de crear un nuevo sentido común en esos parámetros, la vida y el trabajo digno, la igualdad, los cuidados, la solidaridad, el comunitarismo, el valor de lo público y lo social irán abandonando la periferia para volver a ser el centro de nuestras preocupaciones. Nuestro marco pronóstico no puede ser la oferta de un paraíso teórico, perfecto y simplista que ofrecemos al estilo de las lentejas: las tomas o las dejas. Nuestro marco pronóstico, en mi opinión, debe ofrecer simplemente un nuevo horizonte de posibilidades que en forma de brújula socio-política nos oriente en la luchas y prácticas diarias. Un marco pronóstico que hable de valores y de rumbos, de luchas y de practicas sociales, económicas y políticas que de abajo arriba se van entretejiendo para (re)construir un tejido social rasgado por décadas de necropolítica neoliberal.
Se trata de construir un nuevo sujeto transformador tan amplio como sea posible y que aglutine a todos los afectados por dichas políticas. Un nuevo sujeto emancipador que sea capaz de ensamblar todas las fuerzas y luchas de las personas precarias, de las mujeres, de los jóvenes, de las migrantes, de los sindicatos, de los baserritarras o agricultores, de las naciones sin Estado, del municipalismo transformador y de una nueva política que no hable de la gente, sino de una política que habla “a la vez y con” la gente. Una nueva política basada en la soberanía, de los pueblos, del pueblo, de la gente. Un nueva política que se dirige a la soberanía alimentaria, energética, productiva, cultural o de nuestros cuerpos. Una nueva política que (re)construye y (re)distribuye. Ese puede ser el marco pronóstico, una posibilidad o apertura de ciclo para construir un mundo más justo y sostenible, de arriba abajo y de abajo arriba, cada cual en su territorio, en su comunidad y basándonos también en la solidaridad internacional.
¿Y el marco motivacional? Después de tanta cita académica el final y lo más difícil lo dejo para los payasos. Si, para Pirritx, Porrotx y Marimototx que como muy bien nos han enseñado desde hace tiempo, el marco motivacional por excelencia para todos los hombres y mujeres que queremos construir un mundo diferente es el siguiente: sentitu, pentsatu eta ekin (siente, piensa y actúa). ¿Nos ponemos a ello?
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¿Lenguaje militar? ¿metáforas bélicas? ¿violencia simbólica?. Mira que me suena... pero ahora no caigo:
https://www.elcritic.cat/opinio/sergi-picazo/la-guerra-de-les-paraules-diccionari-critic-per-entendre-la-nova-fase-del-proces-13931
Y por aquel entonces no dijisteis ni pío, ay, ay, esa doble moral.
Si no atendemos de una vez a la generaciòn de relatos alternativos, nos llevarà por delante la extrema derecha. Las condiciones materiales propicias hay que acompaniarlas de una llamada a la acciòn a la que le demos un "sentido"
Un discurso precioso pero como se pretende el cambio, con buen rollismo? No kreo ke seas tan iluso como para kreer ke el kapital va a ceder asi por tu bonito articulo. Ke va a ocurrir cuando la gente ke realmente sufre explote y se rebele? Cuando la represion sea cada dia mas bruta? Estaremos dispuestos a desobedecer? Se puede hacer algo sin confrontacion?
Vuelve a leer el artículo. No te has enterado de nada. Sin acritud.