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Tribuna
Por una gobernanza municipalista real en tiempos post-covid
A fecha de hoy, con los datos publicados sobre la incidencia de la pandemia del covid-19 en nuestro país, no podemos hablar propiamente de una situación post-pandemia. Aún así, no cabe duda de que nos enfrentamos a ella con otra perspectiva, otro sentimiento diferente del que nos embargaban al principio de la misma. También es cierto que nunca volveremos a la normalidad anterior. En este momento, pues, conviene plantearse la situación en relación a la política local, a la ejercida por la ciudadanía, partidos políticos e instituciones en el nivel más cercano de la acción política, esto es: el municipio.
Desde los años ochenta del pasado siglo se viene hablando de municipalismo, como elemento fundamental en la estructura del Estado, junto a la ‘España de las Autonomías’ y a la Administración o Gobierno central. Y se hace de manera crítica respecto a la apropiación del término ‘Estado’ por los dos escalones superiores, solicitando o exigiendo más competencias y más presupuesto. La Ley de Bases de Régimen Local, de 2 de abril de 1985, —ya va para cuarenta años— no da precisamente luz verde a estas reivindicaciones.
A partir del 15M, en 2011, y, sobre todo, a raíz de las victorias electorales de las llamadas candidaturas del cambio en 2015, el municipalismo es entendido como aquella forma de gobernanza de los ayuntamientos que, sin renunciar al concepto original expuesto, pone el acento en otros principios y mecanismos como son la participación ciudadana, la intervención social, la defensa de lo público, el impulso de la igualdad y la urgente respuesta a la emergencia climática.
La gobernanza común de institución y ciudadanía y tomar parte en las decisiones de los Gobiernos municipales por los movimientos sociales está por alumbrar
Respecto a la participación ciudadana, en el comienzo del periodo democrático se aprobaron reglamentos de participación ciudadana en diversos municipios y en algunos (Zaragoza, Vitoria, Córdoba, Bilbao…) se crearon instrumentos tan valiosos para la participación como los centros cívicos. Pero 40 años después, la gobernanza común de institución y ciudadanía y tomar parte en las decisiones de los Gobiernos municipales por los movimientos sociales está por alumbrar. Durante la pandemia, hemos visto la inexistencia o la inoperancia de los órganos de participación, el municipalismo ha cerrado filas con los movimientos sociales siendo portavoces de estos en las instituciones.
Con relación a la intervención social, los servicios sociales irrumpieron en los ayuntamientos a raíz de las corporaciones democráticas salidas de las elecciones de 1979. En la actualidad son considerados un servicio esencial. Sin embargo, las plantillas de trabajadoras sociales se han mostrado en la pandemia claramente insuficientes. La atención a los problemas derivados de la vivienda, que siguen generando angustia, miedo y suicidios, no es la adecuada: no existe un parque público de viviendas dignas, se llega tarde - cuando se llega - a la alternativa habitacional, el sinhogarismo crece en nuestras ciudades. La atención a las más vulnerables (Ingreso Mínimo Vital, ayudas de carácter coyuntural, acompañamiento de mayores e impedidos, etc.) se ve entorpecida por una burocracia farragosa y lenta, cuando no por la imposición y ralentización de instrumentos telefónicos o telemáticos, lejos de las capacidades de muchos. La Renta Básica Universal no es asumida como herramienta útil, ni mucho menos como derecho ciudadano. El municipalismo, por el contrario, ofrece como respuesta la intervención social: atención personal, empatía, creación de Programas especializados u oficinas específicas para la resolución de distintas necesidades sociales; aumento de plantillas o municipalización de diversos servicios.
Quizá sea en la defensa del patrimonio local donde más notoriedad ha conquistado el movimiento municipalista, sea Zaragoza su protagonista por los logros judiciales conseguidos, o Córdoba por la masiva reclamación como bien público de su Mezquita
En la defensa de lo público, el municipalismo ha saludado el aplauso a los sanitarios por su esforzada, cuando no heroica, atención a las personas infectadas por el Covid, pero también ha reclamado de las instituciones sanitarias de las comunidades autónomas, la apertura de los centros de salud o la readmisión del personal sanitario despedido. Pero sobre todo, se opone a las políticas de privatización del sector, considerando la sanidad pública como la perla de los derechos de la ciudadanía. La educación pública, desde la de 0 a 3 años hasta la universitaria, es apoyada por la gobernanza municipalista con diversos instrumentos, desde becas a concursos, promoviendo programas especiales en colaboración con centros educativos. El carácter intergeneracional de nuestras pensiones es defendido por las candidaturas municipalistas, así como las reivindicaciones con relación a la pérdida de poder adquisitivo o a la transparencia de la gestión ministerial. Quizá sea en la defensa del patrimonio local donde más notoriedad ha conquistado el movimiento municipalista, sea Zaragoza su protagonista por los logros judiciales conseguidos, o Córdoba por la masiva reclamación como bien público de su Mezquita.
Córdoba
El gran golpe de las inmatriculaciones
El impulso de la igualdad desde el enfoque municipalista es el esfuerzo por conseguir una igualdad real entre hombres y mujeres, es una de las señas clara y distinta del movimiento municipalista que triunfó en las elecciones de 2015, tanto en el terreno económico combatiendo la brecha salarial, como en la conciliación familiar y en las relaciones de pareja. El patriarcado, y su corolario la violencia machista, son denunciados de todas las formas posibles. De la misma manera viene apoyando al diferente, ya sea por razón sexual ya sea por el fenómeno de la migración.
Las voces municipalistas también se esmeran en dar una urgente respuesta a la emergencia climática. En estos momentos, ya sabemos que el calentamiento global provocará la extinción de la vida, a no ser que entre todos paremos la locura de un crecimiento sin límites; que queramos o no la humanidad va a vivir con menos agua y menos energía; que, como dicen los expertos, la reducción del tamaño de la economía es un dato, no una opción. Quizás la pandemia nos haya abierto a la posibilidad de una vida en decrecimiento.
En esencia, con estos principios y mecanismos, el municipalismo trata de poner a las personas en el centro de la actividad pública, con una mirada feminista, con prácticas horizontales democráticas, y con una apuesta por nuestro medio ambiente. Estas son y deberán seguir siendo las señas de identidad que diferencien a las claras el ideario del municipalismo.
Este municipalismo, se ha reunido el día 11 de marzo en Jerez de la Frontera y al día siguiente en Córdoba, para reflexionar en la Escuela Municipalista Andaluza “La Común”, sobre su situación tras la superación en gran medida de la pandemia. Esta es la segunda jornada de esta escuela andaluza que las candidaturas de Ganemos Jerez y Córdoba en Común —antigua Ganemos Córdoba— organizan conjuntamente; en este caso, con la colaboración de ciudades con fuerte implantación municipalista como Barcelona, A Coruña y Zaragoza. El centenar de participantes de esta edición, la mayoría de Córdoba y Jerez, pero también de las ciudades citadas, ha reflexionado y debatido, sobre la oportunidad de estos fundamentos y de las respuestas a dar a las necesidades ciudadanas actuales.
Las tareas que se deben a poner en marcha van en la línea de retomar la demanda de una mayor autonomía local y un enfoque estratégico de la actuación de las corporaciones locales
Fruto de esta reflexión se confirma la congruencia de los principios y mecanismos antes expuestos, considerados por los y las participantes totalmente vigentes al día de hoy. En consecuencia, las tareas que se deben a poner en marcha van en la línea de retomar la demanda de una mayor autonomía local y un enfoque estratégico de la actuación de las corporaciones locales, reequilibrando las cargas y la financiación con las administraciones autonómica y central.
Por otra parte, es necesario reorientar las relaciones de la administración local hacia la ciudadanía a la que dice representar, ya sea en el ámbito de las propuestas como en el conflicto, articulando procesos participativos de democracia directa. Y además es totalmente pertinente plantear una reforma profunda de la Ley de Bases de Régimen Local, como consecuencia de las carencias aquí apuntadas, que favorezca una gobernanza más humana, menor burocracia y un mejor servicio de lo público.
Por último, el contacto entre estas candidaturas ha servido para relanzar la red de ciudades y plataformas del espacio municipalista estatal, en orden a la coordinación de iniciativas globales y políticas públicas; todo ello pensando en un programa matriz que pueda ser concretado en las diversas realidades territoriales en las próximas elecciones municipales de 2023.