Violencia machista
Devolvednos la noche

La literatura judicial sigue dictando, publicando sentencias como la de la Manada cuyo fallo no es excepción sino muestra y ejemplo, síntoma de lo mucho que queda por procesar y modificar.

El cuento de la criada
Escena de El Cuento de la criada
Natalia Carrero
22 jun 2018 06:00

“El orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana, los cambios pueden ser rápidos como el rayo, nunca se puede confiar en la frase ‘esto aquí no puede pasar’”, explica Margaret Atwood en el prólogo de la novela cuya primera edición la posicionaría entre las mejores manos que tejen los hijos de las ficciones especulativas. El cuento de la criada amplía ese género clásico referido en el título por ser una historia de historias de mayor complejidad y proyección, como corresponde a la novela, con voz narradora de mujer que hoy resulta muy reconocible por ser la que en este instante, desde distintas bases del planeta ya no tan verde ni tan azul, clama por las calles, sobre la mesa, el teclado, el papel, desde su puesto de reclamación de medidas y soluciones concretas para evidencias como la brecha salarial, todas las desigualdades de género, clase, raza. Suceden contra las mujeres violencias cotidianas realizadas con demasiada impunidad.

Con su muro de las lamentaciones al fondo y su plataforma de resistencia en la parte silenciosa, la novela de Atwood especula con unas posibilidades verosímiles puesto que acontecen en el territorio descrito por una imaginación rigurosa, que conoce al milímetro el contexto donde las atrocidades que dispone sobre los cuerpos de las mujeres, todas las mujeres, podrían realizarse bajo la forma del poder político y religioso, económico y moral, que leemos con distancia distópica. Tal vez al concluir la lectura busquemos el alivio, el olvido inmediato del desasosiego que nos ha calado, en un mensaje amistoso recién aparecido en nuestra pantalla, en la actualización de una noticia que se ha desarrollado según lo previsto.

En ese momento desciende por la pantalla la increíble sentencia de la Manada. Es preciso leer dos veces “todo ese jolgorio solo puede desembocar en la absolución”, cuando aún seguimos sobrecogidas por lo que el día anterior leímos de corrido, absorbidas por la atracción magnética que implica la primera persona en femenino violado en grupo: “Reaccioné sometiéndome. Lo único que quería era que pasara; yo cerré los ojos”.

Violencia es violentar la voluntad. El mundo cuyos conceptos sociales y judiciales no confluyen nos recuerda algo que ya señalaba la ficción de la autora canadiense, la inadmisibilidad de que una estructura patriarcal acepte que se pueda usar, cosificar, incluso mercantilizar, el cuerpo de la mujer. Las sospechas sobre todas las injusticias que esa sentencia ratifica como perdurables a pesar de que en algún momento se pudieran considerar solventadas, junto a ciertas microinjusticias que apenas logran alcanzar el nivel de la conciencia, no tardaron en salir a las ciudades.

Aposentada en el centro de un marco legislativo que debería resultar más permeable a las necesidades de la sociedad a la que sirve, chequearse y actualizarse con mayor diligencia, la literatura judicial sigue dictando, publicando sentencias como la de la Manada cuyo fallo no es excepción sino muestra y ejemplo, síntoma de lo mucho que queda por procesar y modificar; donde nos encontramos. El feminismo como proceso en marcha a golpe de pancarta —“sola, borracha, quiero llegar a casa”— y de grito de batalla que será celebrada también se encuentra en la tribuna del volumen de artículos de Pilar Aguilar Carrasco, Feminismo o barbarie (La moderna, 2018), donde se revisitan y desmantelan algunas violaciones filmadas, consentidas por y para el cine, flagrantes abusos y opresiones en la misma dirección de vía única. De ahí que prosigamos con las réplicas en las calles que se bifurcan, plazas y demás rincones: “Lo revolucionario es estar mutuamente de acuerdo”. Con nuestro oleaje, nuestras corrientes diversas y contradictorias, nuestros objetivos brillantes y tantos matices: “Devolvednos la noche”.

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"Punch a nazi" no es una frase hecha. Si no lo haces pasan cosas.

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