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Referéndum del 1 de octubre
Al colegio el 1 de octubre
Estamos a menos de 24 horas del anunciado cataclismo universal y todavía no sabemos si llevará tricornio, gorro de la Looney Tunes o barretina catalana quien acabe con los jinetes del apocalipsis al grito a "A por ellos oé, a por ellos, oé".
Ya está.
Ya lo tenemos aquí.
Si no han hecho sus quinielas, ya van tarde.
Estamos a menos de 24 horas del anunciado cataclismo universal y todavía no sabemos si llevará tricornio, gorro de la Looney Tunes o barretina catalana quien acabe con los jinetes del apocalipsis al grito a "A por ellos oé, a por ellos, oé".
Sí sabemos, por fin, cómo son. El gran misterio. Son de metacrilato, de fabricación China, compradas por el portal Alibaba y son de bajo coste. De mercadillo, vaya. No son siete, sino 6.000 urnas y algunos medios ya han corrido a destacar que son las mismas que usadas en comicios en Gabón, Niger o Burkina Faso. Entendemos que lo dicen como un insulto. Por eso del mundo civilizado que representa España frente a las repúblicas bananeras que hay al sur de Melilla. O algo así. Que se hayan usado también en Reino Unido o Australia ha parecido un detalle menor a los redactores. Albiol, siempre atento en su lenguaje inclusivo y moderno, ha soltado que “mi mujer tiene una igual para guardar la ropa sucia”. Y por si alguien esta preocupado, tranquilos, que ya nos han alertado. Que vienen los rusos. O eso dice El País.
Repito. Todo normal.
Y ante la amenaza de que el voto no se pueda producir, la explosión de cientos, de miles de ciudadanos dispuestos a salir a la calle, tomar los centros de votación y organizarse para garantizar que el domingo haya colegios abiertos. Cientos en toda Catalunya han pasado la noche hoy ocupados por vecinos organizados dispuestos a desoír las amenazas del Gobierno. Y la gente, parándose a preguntar. Y abuelas trayendo termos de café, bolsas de cruasanes de la panadería o botellas de zumo. Quilos de solidaridad de aquellas que no pueden poner el cuerpo. Y hoy, programación a tutiplén.
Maratón de poesía. Fiesta del otoño. Campeonato de deporte. Torneo de juegos de mesa. Paella popular. Festival del inicio de curso. Incluso en el pequeño pueblo de l'Estany han programado un oportuno pase de cortos de la Looney Tunes. Casi todos con un añadido: “Traed saco por si la cosa se alarga”.
Las asambleas se reúnen en los barrios, se distribuyen los colegios, se montan turnos. Los comités por la defensa del referéndum se organizan. Me he comido muchas asambleas en mi vida, pero pocas con una heterogeneidad como estas. Edades, filiaciones políticas, estratos sociales incluso. La mayoría va por el "sí", claro está. Muchos como voto reactivo. Algunos reconocen que su voto es por el "no". Otros no tienen claro ni que voten. Para muchos será la primera vez. Y no porqué hayan cumplido recién los 18.
“Es mi primera vez en una asamblea”, me confiesa uno visiblemente emocionado. “Tras 40 años en el barrio, es una buena manera de conocer a mis vecinos”, repite sonriendo a los pies de un gran mural contra la gentrificación del barrio. Uno que no estuvo en el 15M.
A su lado, un chico más bregado en el activismo se coordina con otros barrios que están en la misma tesitura mientras instala wifi en la okupa que servirá de base de operaciones. Ese sí mamó 15M. “No había visto una experiencia así de organización vecinal en mi vida”, suelta.
Y los escudos humanos de Puigdemont, como les han llamado en algún medio de la Brunete incapaz de salir de ese lenguaje belicista, son eso, vecinos. Gente que no entiende cómo a estas alturas del cotarro puede resultar tan subversivo un voto. Más allá de banderas, nacionalismos o procesos interesados que, evidentemente, también existen.
Y, precisamente por subversivo, a eso se han unido aquellos a quien nunca habríamos imaginado defender una urna o un centro de votación. Decía Galeano que si el voto sirviera de algo ya estaría prohibido. En Catalunya parece que vivamos el vivo ejemplo de ello.
Se podrán criticar muchas cosas. Se deben criticar. Algunos lo tomarán como el ejemplo de que todo esto es una farsa, un paripé sobreactuado sin seriedad, pero la verdad es que es la muestra más evidente de la firme determinación de una masa ingente e incontrolable de ciudadanos determinados a desobedecer. A hacer lo que se les ha prohibido. Contra todo un Estado. Contra todo un ejército mediático, jurídico y policial empeñado a demostrar que la unidad constituyente más pequeña e indivisible no es un átomo sino España. Y que hay cosas que no se discuten porque, ay, así son las cosas y así se las hemos contado.
Sin desobediencia no hay independencia, rezan unos carteles de las CUP. Aunque Puigdemont o Junqueras intenten sortearlo diciendo que ellos no hacen eso, que obedecen a su pueblo. O que la Assamblea Nacional dé instrucciones llamando al orden. Es una guerra de simbolismos, está claro, y aquí nadie quiere dar su brazo a torcer. Pero, finalmente y de forma lógica, nos vemos en la tesitura del desacato. Del subversivo acto de desobedecer. Del debate básico entre legalidad y legitimidad. Entre querer y poder. Entre querer y Poder. En mayúscula.
Lo que pase mañana, o sobre todo a partir de mañana, es lo que determinará efectivamente el qué. El germen está allí, la ruptura simbólica pero efectiva de una proporción ingente de población catalana con ese estado que en Catalunya ya no es, con ese régimen del 78, no debería dejarse de lado.
Y, ante un referéndum cuyos vinculantes han quedado seriamente tocados, mañana se librará una batalla por las imágenes. Más allá de que por mucho policía que haya hoy en Catalunya, no hay efectivos para cerrar todos los colegios, o el Estado permite que se vote mayoritariamente y se traga ese sapo o se verá forzado a tragarse el sapo de la kafkiana imagen de policías confiscando urnas frente a gente resistiendo de forma no violenta.
Naciones Unidas, como hace con los regímenes autoritarios, ya ha alertado. Y ante ello, volvemos a lo de siempre. Sin solución política, esta ruptura emocional provocada por un Gobierno ciego y encegado, no tiene solución.
Y, mientras tanto, en la Moncloa y Génova, siguen a lo suyo. Sin querer entender nada. En su dialéctica del palo y la zanahoria, ya ni piensan en zanahoria alguna. Mi pregunta es si ya nos dan por perdidos o si, simplemente, siguen en esa visión de metrópoli colonial que nada entiende. Como ya les pasó en Cuba.
Ayer, el gobierno volvió a presentar recursos de inconstitucionalidad contra leyes del parlamento catalán. La de Protección Social, la de Vivienda Social y la de Voluntades digitales. Nada, leyes peligrosisimas para la sacrosanta unidad del reino.
Y en las redes sociales no tienen mejor idea que lanzar una campaña diciendo que, nada, que esto de Catalunya no es democracia sino hispanofobia. Todo muy conciliador, vaya. A por ellos oé, a por ellos, oé.
Y mientras, por Catalunya han paseado a la única ministra catalana, Dolors Montserrat, aquella que junto a Millo iba a encabezar la claramente exitosa Operación Diálogo. Pues nada.
Tras repetir que todo esto era ilegal, que tras el domingo el único dialogo de Puigdemont será con la justicia (y dejando entrever que el President será otro), se le pregunta sobre qué se debe responder a los millones de catalanes que piden un referéndum. ¿Su respuesta? “Nada, ya les haremos entrar en razón”.
Pues nada. Dejémoslo.
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No consideras a la burguesía de derechas catalana y su iglesia defensores del referéndum insolidario??. Ten en cuenta que CIU prácticamente ha gobernado los últimos 40 años en Cataluña y ha apoyado las políticas más insolidarias de los gobiernos de España. Cuándo presidió la generalitat el charnego Montilla es cuando empezaron los problemas aumentados por la crisis. Como bien sabes ERC es un partido religioso pancatalanista y liberal que le sobra la E. Salud
Me deja perplejo el cariño del articulista hacia la derecha burguesa corrupta catalana y la iglesia homófoba y antiabortista adalides del referéndum insolidario unilateral
Me quedo con la frase "Gente que no entiende cómo a estas alturas del cotarro puede resultar tan subversivo un voto".
Pase lo que pase, Catalunya y particularmente el pueblo catalán (con toda su transversalidad) ya ha hecho algo importantísimo para ensanchar la domocracia que los fururos acontecimientos y la propia história se encargará de poner en valor. Gracies Catalunya