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El centre del món. Es el nombre de la estación de trenes de Perpiñán. Un término que parafrasea a Salvador Dalí, que describió la estación de la capital de la Catalunya Norte como “el centro del mundo”. Una afirmación que era una boutade en los años sesenta, y aún más en el presente. Perpiñán es la periferia de la identidad catalana. Pero también representa el paradigma de la ciudad periférica francesa, decadente a nivel económico y que Marine Le Pen aspira a convertir en las municipales de marzo en la primera localidad de más de 100.000 habitantes gobernada por la extrema derecha.
Perpiñán, una ciudad doblemente periférica, se erigió este sábado en la capital del independentismo catalán. Carles Puigdemont y su gente desbordaron la ciudad del Midi con un macromitin que superó las previsiones. Según los organizadores, asistieron más de 200.000 personas. La policía francesa rebajó esta cifra a 110.000. Un centenar de autocares no pudieron llegar por los atascos en la carretera. Las siempre movilizadas bases independentistas llenaron un acto bautizado “La República en el centro (del mundo) en Perpiñán”. Centro y periferia. Precisamente, esta es la lucha (interminable) en el seno del independentismo.
El éxito del acto en parte eclipsó el inicio el miércoles de la mesa de diálogo entre la Generalitat y el Gobierno
¿El nacionalismo postconvergente mantendrá la centralidad de la política catalana? ¿O se convertirá en una fuerza periférica ante el peso creciente del republicanismo de Esquerra? La pugna se prevé ardua visto el éxito del acto en Perpiñán, que en parte eclipsó el inicio el miércoles de la mesa de diálogo entre la Generalitat y el Gobierno.
Tras la aprobación de los presupuestos en el Parlament, prevista para el 18 de marzo, entonces la política catalana se adentrará en otra campaña electoral de cara a los comicios autonómicos que deberían celebrarse en primavera o a principios de otoño como muy tarde. Puigdemont pidió este sábado al independentismo que esté “preparado” ante un nuevo pulso con el Estado español, marcando así la hipotética línea más conflictiva de los postconvergentes, en contraposición con la vía pactista de ERC.
“El presidente legítimo”
El expresidente aterrizó el viernes en los territorios de identidad catalana del sur de Francia. Las autoridades políticas y de la sociedad civil local lo recibieron con todos los honores, desde el alcalde conservador de Perpiñán, Jean-Marc Pujol, la presidenta del consejo departamental de los Pirineos Orientales, la socialista Hermeline Malherbe, o el máximo responsable del club de rugby Usap, François Rivière. Como si fuera una estrella de rock, centenares de independentistas esperaban el sábado por la mañana a Puigdemont en la puerta del consejo departamental (equivalente de la diputación provincial), bajo las clásicas proclamas de “presidente” e “I-inde-independencia”.
“Es el presidente legítimo, que elegimos en las elecciones del 21 de diciembre de 2017”, defendía a El Salto Jordi Bosch, miembro de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), desde el Parque de las Exposiciones de Perpiñán. Desde primera hora de la mañana miles de personas llenaron esta explanada a la espera de que subieran al escenario los eurodiputados Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí, los tres de Junts per Catalunya (JxCat). “Puigdemont representa la injusticia que han sufrido los dirigentes independentistas catalanes, que fueron encarcelados o se vieron obligados a exiliarse”, explicaba Salvador Fenollar, de 82 años, procedente de la acomodada Sant Cugat. Este militante de JxCat presumía: “conservo una urna del 1 de octubre, ese día también estuve protegiendo los colegios electorales”.
Las referencias al referéndum de 2017 resultaron constantes en un acto marcado por una gran sentimentalidad, con el ambiente típico de las diadas del 11 de septiembre. Era la primera vez que Puigdemont y otros exconsejeros exiliados se encontraban tan cerca del Principado catalán, a menos de 40 kilómetros del único estado de la Unión Europea al que no pueden desplazarse sin el peligro de ser detenidos. “Después de dos años, hemos visto nuestro mar y nuestra luz. Esto lo llevamos muy a dentro”, afirmó Comín. “Hoy es una victoria contra la maquinaria del Estado. Han intentado eliminarnos por todos los medios. Y ahora aquí estamos en Catalunya”, añadió Ponsatí, que también hizo de telonera de Puigdemont.
El expresidente recuperó su habitual discurso de confrontación con el Estado. “La independencia política no ha sido un objetivo fácil. No lo hemos dicho nunca”, dijo Puigdemont, quien aseguró “no tenemos que esperar tiempos mejores, porque los tiempos mejores ya los tenemos aquí”. Un reproche a la apuesta de ERC de concentrarse en ensanchar la base independentista. Según el líder de JxCat, la única forma de vencer a la represión judicial es que “una Cataluña independiente acabe con un régimen monárquico heredero del franquismo”. “Tenemos que coordinar nuestras acciones y preparar una red territorial que controle el territorio”, añadió Puigdemont, que hizo varias referencias a Julian Assange y los jóvenes de Alsasua, más propias de un dirigente izquierdista que del líder de la derecha independentista.
Críticas a la mesa de diálogo
“Debemos estar movilizados de forma permanente. Tenemos que construir la República entre todos, nadie sobra”, recordó Puigdemont en una llamada a la unidad del independentismo. Aunque desde el Consejo de la República, los organizadores, defendieron su carácter transversal, el mitin en Perpiñán estuvo rodeado de la suspicacia de ser un acto de precampaña de JxCat. La CUP no participó en él por su carácter “partidista”, mientras que ERC envió una delegación muy reducida.
“Es un error contraponer el diálogo a la independencia”, aseguró Ponsatí, cuya intervención fue muy crítica con la mesa de diálogo entre Madrid y Barcelona, impulsada tras la abstención de ERC a la investidura de Sánchez. “No nos harán libres las promesas vacías de diálogo de aquellos que nunca cumplen ninguna promesa”, añadió la exconsejera de Educación, quien consideró que “no tenemos que encadenarnos en mesas de mentira que solo buscan hacerle ganar tiempo a Pedro Sánchez”.
Estas críticas se vieron ratificadas por un público entregado. Pocos minutos más tarde, este silbó cuando se oía un mensaje escrito por Oriol Junqueras en que el líder de ERC defendía la mesa de diálogo como un logro de las fuerzas acumuladas por el independentismo en los últimos años. Sin duda, el acto de Perpiñán resultó un complejo vitamínico para JxCat.
Íñigo Errejón estaba equivocado. El líder carismático que aglutina malestares y esperanzas no es Pablo Iglesias ni tampoco Manuela Carmena, sino Carles Puigdemont, que contempla liderar la lista de su partido en las próximas elecciones autonómicas, aunque no pueda ser investido. Una figura en que una parte de los catalanes han depositado sus esperanzas de lograr un Estado propio a corto o medio plazo, pese a la derrota sufrida en otoño de 2017 por el independentismo. Puigdemont es el único puntal del espacio postconvergente en su pulso por la centralidad de la política catalana.
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Esta muy pasado de moda esto del independentismo, este señor quien era?
por qué no un reportaje sobre qué es el coronavirus, como se transmite, qué hacer para evitarlo, pedir calma y tal...? a qué viene ignorar el tema?
La derecha nacionalista y su flauta de Hamelín. !! Internacionalismo clase trabajadora, ayer como hoy¡¡.
"Ora pro nobis"
https://stfeliuantifascistaction.wordpress.com/2019/09/04/ora-pro-nobis/
Y líbranos del mal.