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Chile
El Museo del Estallido Social, un refugio para la memoria en Chile
Sociólogo y cooperativista @ivan_sants
Socióloga y cooperativista @Espailatregua
Chile conmemoró el pasado 11 de septiembre de 1973 los 50 años del golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet por el que derrocó al Gobierno de la Unidad Popular e inició 17 años de dictadura cívico-militar. Sin embargo, esta ola de memoria no se produce en un terreno neutral, sino afectado por las contradicciones que aún agitan el Chile de hoy.
Así, mientras la derecha responsabiliza a Salvador Allende del golpe de Estado y justifica el intervención militar y legitima la posterior violación de los derechos humanos, la izquierda de Gabriel Boric, en la presidencia del país, intentó conciliar las polarizadas posiciones promoviendo un manifiesto en defensa de la democracia con los expresidentes Frei, Lagos, Bachelet y Piñera. Dicha voluntad se expresó también en un amplio despliegue de eventos alusivos a lo que algunos críticos han llamado “la fiesta de la derrota”.
El Museo invita a un recorrido libre donde las obras contenidas no simbolizan ninguna jerarquía, e invitan a una experiencia inmersiva de la revuelta
Esta forma de acercarse al pasado, que corre el riesgo de promover una actitud contemplativa de los hechos, o incluso una sustitución del papel de las organizaciones populares, contrasta con la viva memoria de las calles de ciudades como Santiago, donde los acontecimientos del pasado se encuentran presentes en paredes, monumentos y murales pintados durante el Estallido Social de 2019. Allí resuenan el sentir de la Unidad Popular y de la resistencia a la dictadura.
Siguiendo esta huella, llegamos al Museo del Estallido Social, un espacio autogestionado que surgió de la necesidad de documentar testimonios e intervenciones producidas durante el Estallido. El espacio tiene su origen en “La Galería”, donde el Colectivo Cian creó con material reciclado la emblemática figura del Mata Pacos, el perro que se enfrentaba a la policía durante las manifestaciones.
Nos recibe uno de los siete miembros del colectivo, que explica que fue en 2020 cuando se fraguó la idea de convertir el espacio en un museo. Tres años después cuenta con un repositorio web que combina manifiestos, fotografías y audiovisuales, y con un espacio de exposición que, respetando el proceso de la revuelta todavía vivo, da un fuerte valor a su dimensión afectiva.
“En el Museo trabajamos una curaduría afectiva. Nos emplazamos en una museología relacional que tiene que ver con ser coherentes con el territorio y con las demandas de los movimientos sociales. Nuestro compromiso tiene que ver con estar constantemente en las calles, activar organización popular y dar refugio a víctimas de violencia estatal”, cuentan los impulsores del proyecto.
Arte, activación y sanación
El equipo del Museo relata cómo se preparó para sostener la emocionalidad en las visitas, así como para facilitar recursos de apoyo a las víctimas de violencia institucional, tanto de la dictadura como de la revuelta de 2019. “El Museo —subrayan— no solo recibe obras o manifestaciones estéticas, también recibe mucho dolor”. Respecto a la curaduría afectiva, explican, no hay censura sobre lo que los artistas quieren presentar, pero sí hay cuidado. “Las emociones nos permiten acceder a esta memoria tan reciente, por tanto, debemos ser cuidadosos de nuestras intervenciones para sanar. No exponer por exponer, sino ser conscientes de las consecuencias”.
El Museo del Estallido es una experiencia vívida, capaz de despertar recuerdos e interpelar a través de todos los sentidos. Es un recorrido libre donde las obras contenidas —grafitis, escudos de autodefensa, audiovisuales, cartelería o murales— no simbolizan ninguna jerarquía, e invitan a una experiencia inmersiva de la revuelta. La colección recibe permanentemente nuevas aportaciones y alberga actividades vivenciales de reflexión, defendiendo la idea de “sostener el conocimiento y las prácticas de los movimientos”, en contraposición a la tradicional visión museística de “conservar”. Además de los materiales de la revuelta, es posible encontrar una muestra del arte político chileno de la década de 1970, así como del internacionalismo que rechazó la dictadura pinochetista.
Para los impulsores del proyecto, el Museo cobra sentido también ante hechos ocurridos después del estallido
“La Memoria es una memoria presente, una memoria activa. Se vincula con lo que estamos haciendo con la conmemoración de los 50 años. No nos gusta hablar de conmemoración, sino de activación. El hecho conmemorativo visibiliza metas para recordarlas, pero no necesariamente se aprende a construir nuevos conocimientos, nuevas prácticas. Se ve como algo estanco en el tiempo: es una responsabilidad mirarlas, pero no necesariamente como una práctica de continuidad”, nos cuentan desde el colectivo.
El Museo trabaja con la activación permanente. Desde este espacio de memoria presente, inauguran la Biblioteca de la Revuelta, pero también intervienen más allá del espacio físico. Durante la pandemia, a raíz de las protestas por falta de trabajo y comida, junto a otros colectivos fueron a la comuna de El Bosque, para promover la soberanía alimentaria haciendo unos huertos comunitarios. “Estas son formas que se reactivan a partir del Estallido: la vinculación con la tierra, la alimentación, la soberanía. Hacer y activar son nuestras prácticas. Es reapropiarse de esa definición de museo”.
Las (estéticas) políticas en diálogo
Existe una herencia común en Latinoamérica respecto a la construcción político-narrativa sobre las dictaduras y las posteriores democracias, pero también en las prácticas populares como las ollas comunes, los cacerolazos o las estrategias de supervivencia. “Hemos tenido una historia sostenida de luchas”, dicen desde el colectivo. Así es como se vinculan a la memoria de los 50 años, activando estas prácticas. Por ejemplo, con el Pasacalle Popular en memoria de los 119 desaparecidos de la Operación Colombo de 1975, en que los mismos familiares pidieron el apoyo al Museo. En la organización del acto participaron más de 100 entidades, siendo un trabajo que tendrá continuidad. “Así hacemos la interrupción de lo conmemorativo, es una activación de una memoria sostenida en el tiempo”.
Para esta organización, el Museo cobra sentido también ante hechos ocurridos posteriormente al Estallido. “Con el secuestro del movimiento por parte de la clase política, a partir de la Asamblea Constituyente y el rechazo a la propuesta de nueva Constitución, la gente se desanimó y deprimió, incluyéndome”. Pero como les dijeron desde el colectivo Historias Desobedientes: “La lucha no continúa, es continua”. La visita al Museo les reposicionó. “Todas las luchas se vinculan de alguna manera”, comentan. “Y el Estallido es un hito más de nuestra larga historia”.
En el Museo, las estéticas políticas revolucionarias de los años 70 y las del Estallido social de 2019 dialogan insospechadamente. “Teníamos una exposición de escudos, con el compromiso de que sí eran necesarios volvían a la calle para ser usados. De hecho, de los 18 originales nos quedan unos 8, ejemplo de lo que nos referimos como memoria activa y viva”. Uno de ellos, intervenido por el reconocido muralista Mono González, llamó la atención de una señora que venía de Canadá. Conocer la existencia del Museo le había ayudado a tomar la decisión de regresar a Chile, después de años de exilio. Ante el escudo, dijo: “Lo único que queda de mi lucha es eso”. Había cambiado toda la estética de su tiempo. “Pero ¿sabes qué? El espíritu es el mismo”.
Durante el Estallido hubo también un estallido creativo, donde el movimiento fue capaz incluso de apropiarse de estéticas neoliberales, “cuando normalmente es el capitalismo quien se apropia de nuestras estéticas”. El Estallido conecta con otras estéticas de la resistencia a lo largo de Latinoamérica, como la Brigada Ramona Parra en Chile. Artistas actuales como @Pipe8Sánchez o @Ninicomix se inspiran en sus trabajos, con una herencia muy clara. “El lenguaje actual, si bien es diferente del anterior, surge de allí mismo”.
Al calor de este diálogo entre luchas sociales de tiempos diferentes, que se enlazan con las expresiones artísticas de cada una, en el Museo se concibe y practica la memoria como una paleta de posibilidades para dibujar el cambio social, desbordando toda conmemoración.