Ciencia
La economía extractivista de la atención y la multitarea

La economía extractiva de la atención se refiere a la preocupante tendencia a convertir nuestra atención en una mercancía más. En este sistema, nuestra mirada se convierte en objeto de subasta, siendo adjudicada al mejor postor: el algoritmo de inteligencia artificial que consiga mantenernos cautivos durante más tiempo frente a la pantalla.
28 abr 2024 06:00

Si nos permitimos un salto teórico, evolutivamente, la atención como capacidad biológica comienza en los primeros organismos unicelulares, los cuales necesitaron, por medio de quimiorreceptores, relacionarse con el ambiente. Necesitaron prestar atención a su alrededor, inclinándose por ambientes nutritivos mientras evitaban ambientes tóxicos. Esta proto-atención, más allá de servir para no morir intoxicado o de hambre, se fue insertando y complejizando en prácticamente todas las relaciones que la vida tiene con su entorno y con ella misma. 

Sirve de ejemplo la interacción presa-predador, en la que ambos prestan atención a toda la cinética de la persecución, uno para comer y el otro para no ser comido. La vemos también en el cuidado de la prole o la formación de estructuras y tejido social. Por lo tanto, la atención no es solo adaptativa como vitalmente indispensable.

Este origen biológico de la atención la cualifica como candidata para formar parte de lo que Foucault denominó técnicas de biopoder. El control y gestión de la atención en el escenario biopolítico se basa en su substrato humano y biológico. Si en el pasado el control del individuo y de la población se realizaba a través del miedo a la muerte, hoy este control se lleva a cabo a través de la vida. Un poder ejercido mediante la disciplina del cuerpo y la mente, controlando y administrando la vida a través del trabajo, la educación, la alimentación, la estética, la sexualidad, y hoy, también de nuestra atención.

El documental de Netflix El dilema de las redes pone de relieve algunos de los mecanismos que ilustran como el secuestro de nuestra atención constituye una forma de biopoder. Tristan Harris, protagonista del documental, acuña el término “economía extractivista de la atención” para describir la preocupante tendencia a convertir nuestra atención en una mercancía más. En este sistema, nuestra mirada se convierte en objeto de subasta, siendo adjudicada al mejor postor: el algoritmo de inteligencia artificial que consiga mantenernos cautivos durante más tiempo frente a la pantalla. Harris, a través de la iniciativa del “Center for Humane Technology”, nos alerta sobre las consecuencias sanitarias, políticas y éticas de esta lógica mercantil, apuntando que los constantes upgrades de nuestros teléfonos móviles y sus aplicaciones, van acompañados de un downgrade de lo humano. Más allá de la metodología y consecuencias de esta extracción de la atención, a estas iniciativas bienintencionadas les falta preguntarse acerca de quién y, sobre todo, para qué o con qué fin se utiliza esta atención. 

Existe una motivación económica innegable para controlar el comportamiento del individuo dentro del mercado capitalista, sea como trabajador o como consumidor. La atención, esencial en el aprendizaje, es capturada con el fin de introducir masivamente un contenido que sea funcional al poder. No es casualidad la amplia presencia y alcance que tienen ciertos mensajes racistas, clasistas y misóginos en las redes. O cómo el propio algoritmo funciona clasificando, separando y polarizando a los usuarios. Además, el contenido con el cual la atención está siendo extraída no solo controla como también construye al individuo. Esta extracción es un proceso de colonización mental, por el cual el contenido propio de la subjetividad moderna y neoliberal permea en nuestra mente.

Los sujetos producidos por la economía extractivista de la atención reproducen interna y externamente los valores neoliberales de la individualidad, del máximo rendimiento, de la auto-mejora y de la auto-gestión. En el frenético baile de la sociedad contemporánea, constantemente se nos incita a hacer varias cosas al mismo tiempo, una habilidad celebrada como multitarea y que se refleja en un aumento en la productividad y rendimiento del individuo. Es una diversificación en el mercado de la atención. La cultura del máximo rendimiento es un síntoma de este escenario de control y producción subjetiva, donde la capacidad para fragmentar nuestra atención es elogiada e incluso agregada al currículo como sinónimo de éxito. 

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Si volvemos a la evolución, los animales, en la naturaleza, necesitan cazar, comer y estar alerta, simultáneamente. Aquí, la multitarea parece inevitable y una solución adaptativa a las contingencias ecológicas. Sin embargo, ¿Es este el caso de los humanos? El filósofo Byung-Chul Han argumenta que el ser humano reside en la capacidad de contemplar, meditar y actuar con paciencia. En contraste con otros animales que están obligados a la multitarea para sobrevivir. La posibilidad de centrar la atención en algo es lo que genera el pensamiento, la ciencia y la cultura.

Esta atención plena o profunda es un requisito para el pensamiento abstracto e indispensable para el desarrollo de lo humano y la humanidad. Deberíamos, pues, estar agradecidos de no estar atrapados en la demanda incesante de dividir nuestra atención. La multitarea, lejos de representar un avance, es un desperdicio de la ventaja ecológica que nos confiere la vida en comunidad y el reparto de tareas, donde cada uno puede centrar su atención en hacer un arte de la actividad que le ocupe.

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