Cine
Akira, convierte en cenizas esta ciudad de desechos

Akira, la película clásica del anime futurista creada por Katsuhiro Otomo, cumplió 30 años el pasado verano. Su acción se situaba en un 2019 que presentaba semejanzas y diferencias con el presente que hoy vivimos.

Akira
‘Akira’, película de anime estrenada el 16 de julio de 1988.

Akira comienza con una explosión nuclear mostrada en un silencio desasosegante, sin efectos sonoros que realcen la imagen. Para muchos jóvenes de la época, esta película japonesa fue la que introdujo en nuestra mente cinéfila, junto con Terminator 2, un ejemplo de esa imagen ausente: aunque el cine masivo insistía en tratar la bomba atómica como una hipótesis de futuro terrible, este artefacto ya se había lanzado en Hiroshima y Nagasaki en 1945. En los filmes más reflexivos, esta posibilidad tenía algo de fracaso de la civilización e incluía críticas a políticas armamentísticas y geoestratégicas reales, pero se tendía a olvidar los crímenes contra la humanidad ya acontecidos durante la II Guerra Mundial.

Después de la explosión inicial del filme, la narración se despliega de una manera tan trepidante que fácilmente deja rendida a la audiencia. Una elipsis nos trasladaba a un tiempo futurista que ahora hemos alcanzado: un 2019 concebido, evidentemente, desde el sesgo del momento en que fue imaginado. No puede sorprender que la narración incluya muchos elementos habituales del cine de los años 80. Para empezar, tenemos el protagonismo de las bandas juveniles que campaban por narraciones futuristas (1997: rescate en Nueva York) o thrillers urbanos sobre las pesadillas de la clase media (El justiciero de la ciudad).

Esta vez, como en The warriors, los pandilleros son los héroes o antihéroes de la función. También aparece un experimento médico (como otra vergüenza real, el conjunto de experimentos MKUltra, que sobrevolaba películas fantásticas como Ojos de fuego). Y no falta el miedo a la bomba que había sido abordado, con diversos enfoques, en paralelo al caldeamiento reaganista de la Guerra Fría: Juegos de guerra, Testamento final o aquella El día después que, dicen, concienció al entonces presidente estadounidense sobre los horrores de una confrontación nuclear.

Los protagonistas del filme son Kaneda, Tetsuo y compañía, un grupo de jóvenes motoristas que rivalizan, se retan y persiguen a otros grupos. Los personajes participan en trepidantes persecuciones vigorizadas mediante la música del científico Shoji Yamashiro. Una noche, un extraño accidente en el que está implicado un niño con poderes paranormales separa del grupo a Tetsuo, que acaba como sujeto de un experimiento bajo control militar. En paralelo, Kaneda entra en contacto con grupos revolucionarios a través de su atracción por Kei, una chica perteneciente a una célula armada.

Ambas tramas confluyen: Kaneda busca recuperar a su amigo, primero, y colaborar con los insurgentes para sustraerle al ejército un poder que va tornándose incontrolable. Lucha por recuperar a Tetsuo... o sacrificarlo. Y para ello cuenta con la cooperación de tres niños también superpoderosos, pero que no están movidos por la ambición y el resentimiento que muestra un Tetsuo deseoso de mostrar al mundo su capacidad de atacar después de años defendiéndose (o siendo defendido) por su inseparable Kaneda.

Mugre, sacrificio y una pizca de esperanza

En algunos aspectos, el punto de partida recuerda al primerísimo ciberpunk, o protociberpunk, de la explosiva Burst city. En esa película de Sogo Ishii abundaban los motoristas, equipados con las cadenas propias del punk, junto con grupos reales del mismo estilo musical y estético como The Stalin. La fascinación por el metal derivaba en fantasiosas representaciones de una nueva carne, fusión de material biológico, cables y hierro, que caracterizaría obras posteriores como Tetsuo, de Shinya Tsukamoto. Ishii, además, optaba por una estética hiperagresiva análoga al espíritu del proyecto.

Otomo mantenía las distancias con esta tendencia en construcción, por mucho que, en un momento de la trama, Tetsuo se provea de un brazo de metal. La propuesta del cineasta japonés quizá estaba más cerca de renovar y hacer madurar el anime ‘clásico’ de seres superpoderosos, y no incluía la desigualdad extrema en el acceso a la tecnología propia o la codificación de las consciencias propias del más establecido ciberpunk anglosajón.

También se alejaba del feísmo desatado y herrumbroso de los paisajes retratados por Oshii, de las pesadillas hipersexualizadas y underground que concebiría posteriormente Shozin Fukui (Rubber’s love) y, sobre todo, del nihilismo desatado de la algo cronenbergiana Anatomia Extinction, donde la angustia de la superpoblación urbana se combatía incentivando que los ciudadanos se convirtiesen en asesinos en serie.

Los no-espacios del metro como espacio de amenaza y a la vez marco de soledades infinitas, más o menos atormentadas, no eran el material de base de Akira. No hay un alone together de asfixia e incluso odio a la masa de conciudadanos. La obra de Otomo era una teen movie muy violenta, pero en la que podíamos encontrar amistades (aunque estuviesen enrarecidas por resentimientos y frustraciones) y flirteos (aunque naciesen desde un cierto desdén y se consolidasen a través del ejercicio compartido de la violencia). En la película, en definitiva, había algo de esperanza incluso en la luz cegadora de otra explosión, otro nuevo inicio posible.

Eso no evita que la narración sea también un vómito de malestar. Se combina la mugre de las zonas empobrecidas de Neo-Tokio con los cañones de luz y los grandes rascacielos. En los márgenes de esa arquitectura triunfal de la reconstrucción (que puede verse como análoga a la reconstrucción de la posguerra real), se muestra un malestar social extendido. Una reforma fiscal regresiva, al parecer, es la espoleta de un ciclo de movilizaciones. Otomo abunda en la representación de la brutalidad policial, en forma de palizas y torturas. Entre las cuitas de Kaneda y un Tetsuo que se convierte progresivamente en una especie de semidios, la narración incluye un consejo de ministros examinado desde un prisma ácido y hasta un golpe de Estado.

El cineasta lanza dardos a todos los estamentos posibles: políticos, militares, científicos y empresarios que juguetean con la revolución por motivos espúreos y crematísticos. No parece plantearse una respuesta posible. Los políticos se duermen en reuniones trascendentales o se mueven por el mero interés de permanecer en el poder. El Ejército es un poder tanto o más indeseable.

En otro ejemplo de la habitual lucha sci-fi entre lo científico y lo castrente, el doctor principal no acota esta vez las ambiciones armamentísticas de los militares e incluso se comporta de manera más temeraria. Y los revolucionarios son títeres-mártires manipulados por plutócratas.

Todo el mundo fracasa. Y ese planteamiento puede tener algo de ajuste de cuentas con la historia del país. Otomo no había vivido la II Guerra Mundial ni la posguerra más inmediata, pero sí el desarrollismo económico que llegaría a su cúspide en los años 90, cuando las grandes corporaciones niponas atemorizaban a los Estados Unidos antes del largo estancamiento del primer gigante asiático. En el año del estreno de Akira, el PIB japonés había crecido un espectacular 7,1%, pero quizá 14 años de incremento ininterrumpido de esta cifra macroeconómica no acallaban la sensación de haber sido estafados por quienes habían dirigido la presunta modernización de Japón con algunos costes sociales (y lo peor estaba por venir).

Eso sí: a diferencia de William Gibson (Neuromante) y compañía, Otomo mostraba un futuro donde el poder todavía permanecía en manos del Estado y no de las multinacionales. En este aspecto también hay una cierta separación respecto a las normas variables y dúctiles del ciberpunk... y respecto a la realidad de nuestro 2019, donde ese ente abstracto denominado ‘los mercados’ ejerce de fuerza suprademocrática y filototalitaria.

Quizá no vivamos en oscuras y lluviosas urbes rebosantes de basura como las de Blade runner o Johnny Mnemonic, pero nuestra dependencia de la tecnología es notable. Y los datos y su posesión por parte de corporaciones más poderosas que muchos (¿que todos?) los gobiernos son (o serán) una parte muy importante de la batalla por una libertad de difícil acceso incluso para quienes puedan comprarla.

Arquivado en: Japón Distopías Cine
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Cine
Lucía Delgado y Tábata Cerezo “Las escenas de intimidad van mucho más allá del sexo”
Lucía y Tábata son coordnadoras de intimidad, es decir, se ponen al servicio de una historia audiovisual para acordar, delimitar, construir escenas que pueden suponer situaciones de especial vulnerabilidad a los actores y actrices.
Cine
Cine Recuperar la memoria de las mujeres a través de una película clásica sobre la historia de Palestina y Líbano
La Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona proyecta una copia restaurada de ‘Leila y los lobos’, un viaje en clave de ficción por la memoria colectiva femenina y feminista en el Oriente Próximo.
Laboral
Laboral “Se buscan figurantes para una película a cambio de la merienda”
El sindicato CGT denuncia ante Inspección de Trabajo a una productora cinematográfica por ofrecer trabajo de figurante en la película ‘Corredora’ a cambio de una merienda.
#31174
3/3/2019 16:14

Hipercontrol 2019 que no se reflejó en Akira.
Añoranza de la era preinternet.

0
0
Palestina
Genocidio La ONG anti-UNRWA lanzada por exespías y marines de EEUU siembra el caos en el reparto de alimentos en Gaza
La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) creada a comienzos de este año y vinculada a agentes del ejército y la inteligencia estadounidense ha sido acusada de desaparecer a una persona y disparar a quienes estaban esperando ayuda.
Alemania
Litigio climático Un tribunal alemán abre la puerta a que grandes emisores puedan ser responsabilizados de daños climáticos
El jurado descarta la demanda del agricultor peruano Saúl Luciano Lliuya por entender que el riesgo a su propiedad es demasiado bajo, pero esta misma argumentación podría llevar a condenas en otros casos.
Madrid
Derecho a la vivienda Victoria contra la Sareb: 16 familias consiguen firmar contratos después de años de lucha
Un bloque en lucha de Casarrubuelos (Comunidad de Madrid) consigue formalizar contratos con el banco malo, al que acusan de actuar “como un fondo buitre”. En Catalunya, diez ayuntamientos apoyan los reclamos de 62 hogares en huelga contra La Caixa.
Xunta de Galicia
Política A Xunta recibe ao embaixador de Israel en funcións mentres Gaza agoniza ao bordo da fame
O Goberno de Alfonso Rueda escenifica a súa boa sintonía coa Administración de Benjamín Netanyahu apenas unhas horas despois de que Israel bombardease unha escola que servía de refuxio e ordenase unha evacuación masiva en Gaza.

Últimas

Universidad
Genocidio Las universidades españolas han firmado 44 proyectos con Israel desde septiembre de 2024
Los acuerdos dentro del programa Horizon Europe se han sucedido a pesar de las declaraciones de decenas de universidades de suspensión de relaciones con Israel.

Recomendadas

Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.