Cómic
Cómics contra los jefes tóxicos y la cultura ‘coach’

Jefes maltratadores que quieren ser amigos de sus empleados precarios, los nuevos villanos para las autoras de tebeos en España.
Viñeta del cómic ‘Rotunda’ de Candela Sierra
Viñeta del cómic ‘Rotunda’ de Candela Sierra, cortesía de la editorial Andana. (©)
1 dic 2023 06:00

Como Lex Luthor, pero sin robots de ciencia ficción. Esos jefes que te piden que entregues lo mejor de ti misma, hablan varios idiomas, se presentan como feministas y quieren ser amigos de sus subordinados. Los que los Pantomima Full retrataron en el vídeo titulado Guayntánamo, el último alarido, que dirían en Bruguera, en explotación neoliberal. Son los villanos predilectos de una nueva hornada de novela gráfica española firmada por autoras y que los retratan desde la sátira pero también desde el costumbrismo para llevar su denuncia un paso más allá: hacia el actual modelo de relaciones laborales.

“Tenía ganas de dibujar sobre un problema social y las preocupaciones sobre el trabajo se me presentaban como las más cercanas y generalizadas entre mis amistades”, explica Candela Sierra, autora de ‘Rotunda’

Rotunda nace de mis primeras experiencias en el mundo laboral”, explica Candela Sierra. “Tenía ganas de dibujar sobre un problema social y las preocupaciones sobre el trabajo se me presentaban como las más cercanas y generalizadas entre mis amistades. Y, dentro de este tema, me interesaban mucho las relaciones de poder y la gradual pérdida de respeto profesional”.

La historia de Rotunda (Andana, 2023) es la de Brisa, una licenciada en Bellas Artes que sobrevive como camarera mientras busca trabajo “de lo suyo”. El giro llega cuando el empleo que le llega es en un estudio de arquitectura dedicado a diseñar esculturas para rotondas. Allí conoce a Delfín, un jefe un poco pijo y que, bajo una máscara de consejos motivacionales, feminismo y buenrollismo, esconde un manipulador… y un corrupto.

Es la primera obra de Sierra, con la que ha ganado el Premio València de Novela Gráfica. La define como “de corte satírico, juega con la hipérbole de las situaciones… aunque menos de lo que cabría esperar” en cuanto al esperpento del jefe “colega” que guarda un maltratador dentro. “Que use neologismos o que aparezca un personaje masculino hablando en femenino pretendía señalar cómo la modernidad se manifiesta en superficie pero no donde se la necesita… En derechos laborales, por ejemplo”.

Delfín, el jefe “postureta” de Rotunda es un hijo de papá inseguro y narcisista. “Es una mezcla de algunos jefes que he tenido, aunque incluí la figura de su padre para que ese lado vulnerable fuese más evidente. Su problema es que no tiene una identidad real, está perdido, y lo que le define es ser el dueño de Rotunda [la empresa ficticia que da título al tebeo]. Podría no ir a trabajar —no resuelve ningún proyecto y es el jefe— pero entonces ya no sería nadie, no sabría relacionarse fuera de ese espacio. Es un problema derivado de la actual cultura laboral”.

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Lo cierto es que el tema de la lucha laboral o sindical no es ajeno al mundo del tebeo en general ni al español en particular. En Francia un ejemplo sería Ettienne Davodeau, que en 2006 publicó La mala gente, sobre el sindicalismo en la conservadora región de los Mauges, de la que es originario. El equivalente español es más combativo, La balada del norte de Alfonso Zapico, cuatro volúmenes que terminaron de publicarse en 2021 sobre la Revolución de Asturias de 1934, la situación de los mineros y sus motivaciones.

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Más reciente y más directo aún es Cuando el trabajo mata, publicado por Garbuix Books el año pasado y obra de los franceses Grégory Mardon, Hubert Prolongeau y Arnaud Delalande. Es la historia de un ingeniero que escala puestos en una empresa de automación y con cada ascenso afronta nuevas decisiones que lo deshumanizan a él y a sus antes compañeros y ahora subordinados: recortes en salarios, en seguridad, deslocalizaciones a países con menos derechos laborales y políticos… Un poco antes, en 2018 Sabrina, de Nick Drnaso, unió explotación laboral y conspiranoia en la primera novela gráfica en ganar el premio Man Booker.

La polaca Daria Bogdanska, en Esclavos del trabajo (Astiberri, 2018), ha descrito las dificultades de los emigrantes sin papeles en Suecia para hallar trabajo y la explotación que ello conlleva, y que vivió en carne propia. Y la española Ana Penyas vincula la antigua explotación del agro con la actual del turismo en Todo bajo el sol (Salamandra, 2019), la historia de un pueblo ficticio de Valencia desde los años 60 hasta la actualidad.

Aunque en España el ejemplo máximo llevado a la precariedad cotidiana es la ilustradora Precariada, con una cuenta con más 160.000 seguidores en redes y creada en 2020, que refleja situaciones cotidianas de explotación. La misma línea que la ilustradora y animadora peruana afincada en Barcelona Rocío Quillahuamán, especializada en parodiar las ansiedades de los picapedreros de las profesiones creativas.

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La politóloga Aída Dos Santos, especialista en desigualdad, detecta a estas autoras que denuncian la precariedad y la cultura coach en la ficción en general: “Hemos pasado de esas distopías totalitarias en las que la desigualdad solo se paliaba si había alguien dispuesto a jugarse la vida” a enfoques más realistas. En literatura, esto es saltar de la saga de Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins, a las novelas de Elisa Victoria, Sara Torres, Bibiana Collado o Ana Geranios.

“Hemos pasado quizá de una ficción en la que se hablaba de la desigualdad como algo que estaba condenando a la miseria a todo el mundo a hablar de las acciones concretas de nuestros jefes, nuestras parejas o nuestra familia que nos empobrecen”, dice la politóloga Aída Dos Santos

“Sus protagonistas pasan por las mismas experiencias de desigualdad de clase y de género que vivimos cualquiera de sus lectoras, y no hace falta jugarse la vida para que mejore nuestra situación, muchas veces basta con coger perspectiva, formarnos, salir de una relación de pareja tóxica o mandar a la mierda a la familia”, explica Dos Santos. “Hemos pasado quizá de una ficción en la que se hablaba de la desigualdad como algo que estaba condenando a la miseria a todo el mundo a hablar de las acciones concretas de nuestros jefes, nuestras parejas o nuestra familia que nos empobrecen y nos hacen vulnerables”.

Lo atribuye, entre otras cosas, a que “la precariedad está atravesando particularmente a las mujeres, no es solo una cuestión de desigualdad histórica y todo eso que ya sabemos, es que las mujeres nos estamos formando más que los hombres y no por ello estamos teniendo mejores condiciones laborales que ellos”. Y añade que siempre ha habido ficción de este tipo: “Por ejemplo, cuando se habla hoy de Verano sin vacaciones, de Ana Geranios, podemos remontarnos a Tea Rooms de Luisa Carnés, o La Plaza del Diamante, de Mercé Rodoreda cuyas protagonistas trabajaban en pastelerías”.

Un retrato que puede situarse lo mismo en un bar junto a la Puerta del Sol que en las cuatro torres del distrito financiero de Madrid. “Hecha a sí misma se basa en mi propia experiencia laboral”, explica Alicia Martín Santos. “El libro empezó como una especie de terapia. Tomaba notas y hacía pequeñas viñetas, ver las cosas con humor me ayudaba a capear, pero aún no sabía ni si haría un libro ni en qué forma. Años después, en pandemia, tuve el tiempo y las ganas”. Aunque han comparado su libro con Estupor y temblores, la novela autobiográfica de Amelia Nothomb sobre su vida como becaria en una multinacional japonesa en el mismo Tokio, novela que ha leído y le gusta mucho, “mi influencia más directa es The Office... pasada por un filtro castizo”.

La protagonista de Hecha a sí misma (Aristas Martínez, 2023), Cuca Baúmez, quiere convertirse en la exitosa consultora empresarial que siempre soñó a base de anglicismos y consejos de libro de autoayuda. Un toque de ciencia ficción y algo de aplicación loca de la IA la introducen en una sátira de las modernas terapias laborales de mejora personal que su autora define como “Frankestein meets Autoayuda”.

Para la dibujante, “algo que caracteriza ciertos entornos profesionales de supuesta elite es que la imagen que proyectas, el postureo, cuenta más que lo que realmente haces. Los neologismos y anglicismos se usan para crear una imagen de competencia y disimular que realmente no sabes lo que dices, o que no estás diciendo nada en absoluto”.

“Me interesa la idea de que, en ausencia de una coerción directa, la gente se autoexplota en nombre de la realización personal”, afirma Alicia Martín Santos, autora de ‘Hecha a sí misma’

En su caso quiso una protagonista que se autoexplotase, casi literalmente. “No sé si recuerdas las inspecciones laborales que hubo contra las Big Four hace un año, eso quedó en nada porque los empleados pasan procesos de selección muy elaborados para entrar, y una vez dentro están superidentificados y aceptan las condiciones encantados”, comenta. “Me interesa la idea de que, en ausencia de una coerción directa, la gente se autoexplota en nombre de la realización personal. El mero hecho de que hayamos inventado el concepto de ‘marca personal’, como si fuéramos una mercancía, es muy significativo”.

Cuando preguntamos a las autoras si este reflejo de la precariedad puede tener que ver con el de la propia industria cultural, Candela Sierra responde que al dibujar Rotunda “tenía presente El entusiasmo de Remedios Zafra, pero lamentablemente ya había constatado cómo el anhelo en determinado tipo de trabajo lleva a bajar las expectativas económicas, lo que provoca que se aprovechen de uno. Lo peor es que ya no está pasando únicamente con profesiones vocacionales, sino que tienes que estar agradecida y sometida a la suerte de tener un empleo, sea el que sea”.

Por su parte, Alicia Martín Santos nos responde por correo electrónico en plena baja por maternidad. Con Hecha a sí misma ha ganado II Premio Aristas de Novela Gráfica y se está vendiendo en cifras más que razonables, de hecho ya va por su segunda edición. Nos comenta que “estudié derecho, tengo un trabajo normal de oficina y dibujo en mis ratos libres. Y pese al ‘éxito’ de mi novela gráfica, he descubierto que seguirá siendo así. No puedo hablar de precariedad de las profesiones creativas porque ni siquiera me planteo acceder”.

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