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"Como todos sabemos, la realidad es solamente un complot. Según cuentan algunos eficaces paranoicos (los paranoicos son las antenas más sensibles de que disponemos para detectar el manipuleo del alma), ELLOS han colocado un poderoso dispositivo de trasmisión en la mente de todos los seres humanos y mediante ese ingenioso procedimiento transmiten sus órdenes. El dispositivo básico es el lenguaje, la transmisión es la cultura. ¿Qué programas transmiten? De todo un poco, pero se trata de que las cosas se queden quietas, que las cosas no bailen, ni brillen, no estallen como supernovas ni anden orgasmeando. ¿Quiénes son ellos? No hay información precisa, pero están por ahí adueñándose del mundo".
No obstante, más que la premeditación importa el resultado: tanto si hubo plan como si no, los espacios entre las islas cercadas se vacían, cada vez son menos los caminos que conducen a otra parte. En el fondo del océano, mientras atraviesan un cable de fibra óptica del grosor de un cabello que, rodeado de capas de seguridad, adquiere el diámetro de una manguera, tus datos no pueden bracear. Cortázar escribió —sobre un reloj, pero...—: cuando te regalan un móvil (con sus sistemas operativos) te regalan un calabozo de aire. Y parece que sí, que se trata de que las cosas, y las vidas, se queden quietas, no bailen, ni brillen, “no estallen como supernovas ni anden orgasmeando”.
En su libro El Dorado. Una historia crítica de internet, Enric Puig Punyet, con un tono que transmite calma, difícil de encontrar hoy en los ensayos, invita a preguntarse, por ejemplo, qué habría pasado si en lugar del hipervínculo de Berners Lee hubiera prevalecido el jumpcut, el vínculo de salto ideado por Ted Nelson que no hacía desaparecer la página actual para llegar a la del enlace, sino que hacía emerger el elemento enlazado en paralelo. ¿Navegaríamos de otro modo; aprenderíamos, tal vez, otros sentidos? ¿O podría haber tenido Google el valor de apostar por una manera no jerárquica de presentar sus resultados: conjuntos, quizá, redes, árboles, estructuras tomadas de cuadros de Paul Klee? ¿O cómo habría evolucionado nuestra historia digital si los blogs no hubieran podido y/o querido acceder a sus estadísticas, si hubieran seguido siendo mensajes lanzados al mar? No añora Puig Punyet, imagina.
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El artículo que cita la autora al principio, en el propio blog al que se refiere http://manodemandiocadocumentos.blogspot.com/2012/12/enrique-symns-los-brujos-de-la-aldea.html
Greg Egan, un gran autor de ciencia ficción dura, tiene un cuento titulado "Órbitas inestables en el espacio de mentiras" (de su alucinante libro de cuentos "Axiomático", 1995), que en cierto modo trata precisamente sobre ese "más allá de las islas cercadas, aquel espacio maleable y sutil, aquel 'oculto sistema circulatorio en el que, cuando menos, bracear es posible'". Por razones que nunca llegan a esclarecerse, El 12 de enero de 2018 la humanidad sufre un profundo cambio psíquico en virtud del cual toda persona asimila la creencia religiosa o política mayoritaria de su entorno (las creencias y fuerzas ideológicas se convierten, literalmente, en fuerzas físicas). De esta forma, los núcleos urbanos se dividen en "atractores" (cuyo núcleo define la creencia predominante) y la periferia (más inestable por encontrarse más lejos del núcleo), que sufre ligeros cambios buscando siempre un equilibrio estable. Quien se acerca demasiado a la periferia de un atractor, adopta la creencia religiosa o política (o científica, o humanista, etc.) de dicho atractor y tratará de establecerse tan cerca del núcleo como le sea posible. En este escenario tan extraño, el protagonista trata de mantenerse lo más lejos posible de los atractores, vagabundeando siempre con mucho cuidado por un invisible sistema circulatorio de caminos e intersticios supuestamente “neutrales”. No desea adoptar ninguna forma de creencia o ideología, por lo que su vida consiste en migrar y moverse, acampando aquí y allá, evitando a toda costa la influencia de los atractores; en cuanto percibe que la zona en la que se encuentra (quizá por un crecimiento de población o por un movimiento de gente que ha alterado el equilibrio entre atractores) está empezando a formar parte de la periferia de un atractor, levanta el campamento y continúa moviéndose. A lo largo de su camino va encontrándose con otros vagabundos como él; miembros de una especie de “grupo disperso” que se creen libres porque gracias a su escepticismo han conseguido no caer bajo la influencia de ningún atractor ideológico. Sin embargo, poco a poco va surgiendo la duda: ¿y si la actitud escéptica de este grupo responde también a fuerzas ajenas a la voluntad de sus miembros? ¿y si, al fin y al cabo, están ellos también bajo el influjo de un “núcleo atractor de escepticismo y resistencia”?
Quien esté interesado en leer el cuento, puede descargarlo aquí:
https://we.tl/J57qDsAKwO
Del libro “La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana”, de Josep Maria Esquirol (editorial Acantilado, 2018):
No nos han expulsado de ningún paraíso. Siempre hemos estado fuera. En verdad, y por suerte, aquí el paraíso es imposible. Nuestra condición es la de las afueras. Unas afueras muy singulares, pues no están definidas a partir de ningún centro. Aquí, en las afueras, la génesis y la degeneración, la vida y la muerte, lo humano y lo inhumano—ya que sólo el humano puede ser inhumano—, la proximidad y la indiferencia. Aquí, en las afueras, vivir es sentirse viviendo. Aquí, en las afueras, no hay ni plenitud ni perfección. Pero sí afección infinita—misterio—y deseo. Aquí, en las afueras, el mal es muy profundo, pero la bondad todavía lo es más. Aquí, en las afueras, lo que más importa no son los inicios inmemoriales, sino el suelo, la base. Aquí, en las afueras, nada tiene más sentido que el amparo y la generosidad. Aquí, en las afueras, cuesta muchísimo moverse medio palmo en la buena dirección. Es el medio palmo hacia la comunidad fraterna que vive. Aquí, en las afueras, no sólo vivimos, sino que somos capaces de vida. La condición humana es la de las afueras del paraíso imposible. (…) El paraíso terrenal es la imagen plástica que corresponde al concepto de plenitud y de perfección. Pero querer entender lo humano en términos de plenitud lleva a un callejón sin salida. La situación humana, la condición humana, no se define a partir de ninguna pérdida ni de ningún alejamiento de la plenitud paradisíaca, áurea o natural. Sin embargo, en las afueras, en nuestras afueras, no es cierto que «hay lo que hay y eso es todo». Tal sentencia lapidaria no describe en absoluto nuestra comarca, puesto que lo más humano se expresa decisivamente con la generación y, muy en especial, con la gratuidad de la generación llamada generosidad o bondad. Una generosidad, la de las afueras, que nunca va de arriba abajo—porque nadie está por encima de nadie—, sino, siempre, de lado a lado. Que existir sea en parte resistir, se entiende con miras a la generación; resistimos porque la vulnerabilidad amparada es capaz de madurar, de crear y de dar. La resistencia íntima es, al mismo tiempo, amparo y esperanza en la generación. Con ramitas de acebo los antiguos horticultores protegían el plantel recién trasplantado para que pudiera resistir las inclemencias del tiempo. También nosotros nos resguardamos, para resistir. Y el horizonte de la resistencia son la creación y la generosidad. Aunque, en realidad, amparar a los demás ya sea el primerísimo ejercicio de la generosidad. Y precisamente porque la generación nos es lo más propio, lo peor y más inquietante está en las mil formas de degeneración. (…) La génesis se da sobre todo allí donde la vida personal late y circula con intensidad; allí donde la vida se siente; allí donde la vida se ilumina. La génesis se da aquí. Pero, paradójicamente, no es nada fácil acercarse a este aquí. Hacerlo constituye un programa entero de esfuerzo filosófico; un método filosófico, podríamos decir, literalmente, camino de la ingenuidad. Porque el significado elemental de la palabra ingenuidad es justo éste: in-genuidad, ‘cerca de la génesis’, ‘hacia el foco de la génesis’. Por eso se dice de los niños que son «ingenuos», porque todavía están cerca de la génesis como nacimiento. Entiéndase bien: no se trata de reivindicar una presumible mirada infantil, virgen, aún no adulterada, sino del afán por observar bien la base, el suelo, el fundamento. La ingenuidad reivindicada no coincide ni con la banalidad, ni con la pureza angelical. Mirada filosófica, mirada atenta y mirada ingenua devienen sinónimos. (…) No sólo jamás ha existido ningún paraíso terrenal, ni va a existir, sino que el imaginario que trabaja en esta dirección acaba siempre por estrellarse y por dar pie a lo contrario de lo que aspiraba. Queriendo describir la plenitud, se produce lo inhóspito. Ni la perfección ni la plenitud son de este mundo. Por eso no hay ni edades de oro iniciales ni utopías que se realicen al final de la historia; ni paraísos perdidos ni avenidas de ciudades felices. En el mejor de los casos, tales referencias no son más que recursos y mediaciones teóricas. La atención debería centrarse en las afueras, en nuestras afueras y en la afección infinita que, en nosotros, las penetra, así como en dedicar toda la energía para el desplazamiento de apenas medio palmo hacia la comunidad fraterna que vive.
"Los que abandonan Omelas", cuento de Ursula K. Le Guin:
https://estoespurocuento.wordpress.com/2013/04/22/ursula-k-le-guin-los-que-abandonan-omelas-cuento/
"... Pero mira a todos a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos. Hemos amontonado cosas y seguridades por no tenernos el uno al otro. No tenemos ninguna alegría que no haya sido catalogada. Hemos construido catedrales y nos hemos quedado del lado de afuera, pues las catedrales que nosotros mismos construimos tememos que sean trampas. No nos hemos entregado a nosotros mismos, pues eso sería el comienzo de una vida larga y la tememos. Hemos evitado caer de rodillas delante del primero de nosotros que por amor diga: tienes miedo. Hemos organizado asociaciones y clubs sonrientes donde se sirve con o sin soda. Hemos tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra salvación para no avergonzarnos de ser inocentes. No hemos usado la palabra amor para no tener que reconocer su contextura de odio, de amor, de celos y de tantos otros opuestos. Hemos mantenido en secreto nuestra muerte para hacer posible nuestra vida. Muchos de nosotros hacen arte por no saber cómo es la otra cosa. Hemos disfrazado con falso amor nuestra indiferencia, sabiendo que nuestra indiferencia es angustia disfrazada. Hemos disfrazado con el pequeño miedo el gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que realmente importa. Hablar de lo que realmente importa es considerado una indiscreción. No hemos adorado por tener la sensata mezquindad de acordarnos a tiempo de los falsos dioses. No hemos sido puros e ingenuos para no reírnos de nosotros mismos y para que al fin del día podamos decir «al menos no fui tonto» y así no quedarnos perplejos antes de apagar la luz. Hemos sonreído en público de lo que no sonreiríamos cuando nos quedásemos solos. Hemos llamado debilidad a nuestro candor. Nos hemos temido uno al otro, por encima de todo. Y todo eso lo consideramos victoria nuestra de cada día. Pero yo escapé de eso, Lori, escapé con la ferocidad con que se escapa de la peste, Lori, y esperaré hasta que tú estés más preparada."
Clarice Lispector, "Aprendizaje o el libro de los placeres".
STIN
Stin es la ciudad para quienes están cansados de otras ciudades, de los pueblos, casas, tiendas, carreteras, árboles, de cualquier cosa. Aquellos a quienes los cenobios del desierto no brindan retiro, ni distracción las megalópolis como hormigueros ni alivio las etéreas ciudades-globo, vienen a Stin.
Si te despiertas sobresaltado cuando dormías en el tren y, durante un instante, no sabes quién eres; si miras por la ventana a tu izquierda y, frente a la noche negra que se apresura, ves cómo te mira tu medio reflejo; si reconoces la cara, los ojos oscuros desorbitados, pero el hecho de que seas tú parece una broma, una maldición absurda; si recuerdas que vas a morir y estás desesperado por aferrarte a tu carne, pero lo estás aún más por no olvidar el miedo, por no recaer en el plácido embotamiento de dar por supuesta la existencia, y luchas por mantener vivo ese terror repentino y extraño, entonces te conviene pensar en mudarte a Stin.
Un brillo azul, una forma geométrica demasiado compleja como para ser inteligible, una calma como la pausa antes de una acción magnífica y violenta; no la muerte, que no es más interesante que el polvo o el moho, sino el conocimiento de tu mortalidad... Los viajeros que ansían de verdad, que no se contentan con las lisonjas del lujo, la indignación vanidosa de las barricadas, las fáciles respuestas de los monasterios hindúes o el tedio de las granjas colectivas, vienen a Stin.
Aceptamos solicitudes de residencia. Sírvase cumplimentar la tarjeta adjunta; alguien se pondrá en contacto con usted.
Benjamin Rosenbaum, ‘Other Cities’.