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Contigo empezó todo
Julia Ibars, el primer divorcio después de la larga noche
En septiembre de 1981 se produjeron los primeros divorcios, que habían sido prohibidos tras la victoria franquista. El 7 de septiembre es el aniversario del primero oficial: el de Julia Ibars.
Julia abandona lentamente el mercado después de hacer la compra. Como de costumbre, tiene la sensación de que hay algo que se le olvida, e intenta repasar mentalmente la lista. Sin embargo, ese corrillo de gente que ve por el rabillo del ojo, frente a la frutería, interrumpe su pensamiento. Nota las miradas en su nuca y el murmullo a sus espaldas. Se imagina la conversación que mantienen en voz baja. “Qué vergüenza”, dirá su detractor o detractora de turno. “Anda, no seas carca”, responderá su defensor o defensora. Las manos de Julia ya le han empezado a sudar y ella vuelve a asumir la actitud que ha aprendido en estas semanas: mira al frente y acelera el paso hasta convertir la tertulia en un recuerdo.
Julia Ibars es una estrella mediática en septiembre de 1981. No es para menos. Ella es la primera mujer divorciada tras cuatro décadas de noche franquista, y ha venido acaparando las portadas desde ese 7 de septiembre cuando oficialmente dejó de ser la esposa de Vidal Gutiérrez. También acapara las miradas por las calles de Santander, la ciudad donde reside.
Hasta que la muerte os separe
La Ley del Divorcio es aprobada en julio de 1981, y exige una serie de importantes condicionantes para consumar la ruptura del matrimonio, ya que el divorcio libre no llegará hasta 2005. Pese a su moderación, como el resto de libertades conseguidas en la transición de la dictadura franquista al régimen monárquico, supone un gran cambio respecto a lo hasta entonces vivido.1981 no es la primera vez en que el Estado español admite el divorcio. La Constitución republicana de 1931 regulaba que “el matrimonio (…) podrá disolverse por mutuo disenso o a petición de cualquiera de los cónyuges”
El Franquismo, pese a la relativa apertura en los años 60 motivada principalmente por la mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral, mantiene la sumisión legal de las mujeres a sus maridos. La Sección Femenina de la Falange y de las JONS es la encargada del aparato ideológico de control de las mujeres, bombardeándolas durante décadas con consignas matrimoniales del tipo “Ofrécete a quitarle los zapatos”, “Recuerda que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos” o “Recuerda siempre que es el amo de la casa”.
Pero 1981 no es la primera vez en que el Estado español admite el divorcio. La Constitución republicana de 1931 regulaba que “el matrimonio (…) podrá disolverse por mutuo disenso o a petición de cualquiera de los cónyuges con alegación en este caso de justa causa”. La Ley del Divorcio del año siguiente hizo posible que miles de españoles pusieran punto final a su matrimonio, pero la victoria fascista conllevó la anulación de la ley y de todos los divorcios efectuados durante la República, en septiembre de 1939. El Fuero de los Españoles de 1945 lo dejaría aún más claro: “El matrimonio será uno e indisoluble”,
Julia y su marido (que no quiso hablar públicamente) se divorciaron de mutuo acuerdo y ya llevaban tiempo haciendo vida por separado al conseguir el divorcio. Lo que para esta treintañera de Santander era un paso personal tan importante como lógico, que suponía la posibilidad de contraer matrimonio (como de hecho hizo a los tres meses) con su nueva pareja y dejar atrás definitivamente su anterior relación, para la Iglesia suponía un apocalipsis que amenazaba con derrumbar la institución de la familia. Del modelo de familia defendido por la Iglesia, más bien. Ni que decir tiene que el desastre anunciado jamás llegó. Los “expertos” pronosticaban 500.000 divorcios en el primer año de la ley, pero hubo que esperar hasta el año 2000 para contar hasta el medio millón.
Julia, quien poco después de divorciarse se mudó a Málaga, recordaba en el 30º aniversario de la aprobación de la ley que “sólo cuando apareció mi nombre en el informativo, comencé a darme cuenta de que era un paso importante”. Por ello asumió que tenía que dar la cara ante la prensa, pese al estigma social y las molestias familiares que ello le supuso. 37 años después, 400.000 parejas al año separan sus caminos, gracias a esas mujeres pioneras que pusieron su libertad por encima de las miradas y de los susurros a su espalda.