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Contigo empezó todo
No es país para mujeres libres
En una época en la que aún no se hablaba de “techos de cristal”, Amparo Poch rompió la cristalería entera.
“Un paso más y se acabó”. Estamos en la cima del Coll d’Ares, un puerto de montaña en los Pirineos que une Camprodon (comarca del Ripollés, Girona) con Prats de Molló, en la comarca francesa del Vallespir. En medio del trajín de seres humanos que cruzan la frontera esta mañana de febrero de 1939, con la derrota marcada en su frente (el frente catalán acaba de caer), entre la multitud se ha detenido una pequeña figura.
Antes de dar el paso al país vecino, Amparo Poch cierra los ojos. Como buena científica que es, siempre ha sido reflexiva, y considera que este momento, en el que su vida va a cambiar para siempre, merece una mirada hacia atrás. Por su mente pasa su vida, una constante sucesión de barreras que ella ha superado una tras otra.
Mujer y médica
“La mujer (…) necesita buscarse y encontrarse a sí misma en variadas actividades, en la profesión elegida, en el estudio a que se ha consagrado, en el taller, en la fábrica y en la Universidad. Va a las clínicas, al lado de las máquinas, a las naves en que resuenan los motores y a las aulas en que se anhela ciencia; y para esto le molestaban sus anchurosas faldas pesadas, que redujo; sus laboriosos y engorrosos peinados, que suprimió”.Amparo Poch. La vida sexual de la mujer. Marzo de 1932
Recuerda a su padre, José Poch, capitán del Ejército. En 1917 Amparo le pidió permiso para estudiar Medicina, su vocación. “No es carrera propia de mujer”, zanjó el serio rostro de José desde su imponente 1,90 de estatura. La joven transigió por el momento y se licenció en Magisterio, pero al terminar, en 1922, estudió Medicina. Fue la segunda mujer en licenciarse en la Facultad de Zaragoza. Las 28 asignaturas fueron saldadas con 28 matrículas de honor, y recibió el premio extraordinario de su promoción por su trabajo Valor diagnóstico del examen del líquido cefalorraquídeo. Estableció una consulta en Zaragoza, centrándose en la protección de la infancia y en la educación sanitaria para las mujeres obreras. En Madrid, donde se trasladó en 1934, abrió una clínica en Puente de Vallecas y trabajó para la Mutua de Médicos del Sindicato Único de Sanidad de CNT.Poch también recuerda los comentarios, las miradas, las burlas, por hablar “donde y cuando no debía”, por vestir “como un hombre”, por amar libremente. Ella habló donde y cuando quiso hablar, vistió como quiso vestir y amó a quien quiso hasta que quiso. Se casó en 1932, pero el matrimonio se disolvió poco después.
Recuerda la presión para que no se metiera en política, porque eso era tarea masculina. Ella formó parte de la CNT y del Partido Sindicalista, formado por el veterano ex dirigente cenetista Ángel Pestaña y que apostaba, frente a la postura mayoritaria de sus compañeros, por tener un pie en las instituciones estatales. Junto a las también cenetistas Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada, fundó en 1934 la organización Mujeres Libres, dedicada a la emancipación de la mujer obrera, que cuatro años después contaría con 20.000 afiliadas. La médica zaragozana destacó como articulista de la revista de la organización, aportando principalmente contenidos relacionados con la higiene y la salud. Siempre atenta a las necesidades de las trabajadoras, Amparo Poch presidió también el Grupo Ogino, encargado de divulgar ese sistema de control de natalidad.
Una pacifista en guerra
“No prestéis oídos a los himnos nacionales ni a las palabras retumbantes que os hablen de falsos deberes patrióticos, sino a esa otra voz dulce y profunda que sale del propio corazón y enseña el precepto intangible de amar a todos los seres y todas las cosas. (…) Que hacen falta casas anchas y bien iluminadas; puentes, carreteras y ferrocarriles; barcos sin cañones que unan a los hombres en vez de exterminarlos”.Amparo Poch. Tiempos nuevos. Junio de 1935
Una de las últimas iniciativas de Poch antes de que estallara el conflicto bélico fue participar en la creación de la sección española de la Internacional de Resistentes a la Guerra, que promovía el antimilitarismo y el antibelicismo. Como en tantos otros casos, unos meses después esta mujer enemiga de las guerras estaba envuelta en una. Nada más producirse el golpe militar y organizarse las milicias antifascistas, Amparo Poch ejercía como doctora en el Regimiento Ángel Pestaña. Sin embargo, no duró mucho en el frente, pues le fueron asignadas responsabilidades gubernamentales.Desde agosto de 1936 hasta los hechos de mayo de 1937, fue directora de Asistencia Social en el Ministerio de Sanidad de Federica Montseny, así como miembro de la Junta de Protección de Huérfanos de Defensores de la República, siendo una de sus tareas organizar las expediciones de centenares de niños refugiados a México, Francia o la URSS. Tras dejar sus cargos, se trasladó a Barcelona y dirigió el Casal de la Dona Treballadora hasta que, a cargo de una nueva expedición infantil, tuvo que dirigirse hacia los Pirineos en este febrero de 1939. Esta vez para no volver.
Rodeada de soldados heridos, de civiles ateridos por el frío, en el paso pirenaico Amparo vuelve a abrir los ojos, ya húmedos. Da el paso definitivo para entrar en Francia. No mira atrás. España ya no es un país para mujeres libres. Tampoco para esta médica hiperactiva que, en una época en la que aún no se hablaba de los “techos de cristal”, había destrozado la cristalería entera.
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Mujer interesante, muchas que se significaron y poco conocidas por la historiografía imperante. Por cierto, cada vez chirría más que se publique a hombres para hablar de mujeres. Si reconocéis que tenéis contratadas a una mujer por cada dos hombres, es el colmo que hasta el periodismo sobre mujeres lo escriban hombres.
¿y no es hora ya que los hombres reconozcamos la valía de las mujeres?