Contigo empezó todo
Los pobres de EE UU que querían ya el pastel

Miles y miles de europeos, asiáticos y latinoamericanos se unieron a otros tantos estadounidenses nativos y conformaron este ejército de pobres en huelga.

IWW
Manifestación de la IWW en 1914, Nueva York.
24 jun 2018 06:04

Este 24 de junio de 1905 es una fecha importante para Estados Unidos, aunque en este momento pocos, aparte de los reunidos, lo prevén. Estamos en Chicago y 200 personas, desde socialistas de diferentes tendencias a sindicalistas combativos, están reunidos en un “Congreso Industrial” que dará luz al sindicato Industrial Workers of the World (IWW, Trabajadores Industriales del Mundo).

La nueva central quiere organizar a toda la clase obrera, sea cual sea su oficio, sexo, color de piel o lengua. Nada mejor para avalar estas intenciones que la presencia en la convención de una señora de cerca de 50 años con piel y pelo oscuros a quien la temible policía de esta ciudad definirá años después como “más peligrosa que mil agitadores”. Con sangre mexicana, africana y nativa americana, la hija de esclavos Lucy Parsons (lleva el apellido de su marido Albert, uno de los mártires de Chicago ejecutados en 1886) ve con ilusión la nueva iniciativa: para ella, y para muchos, la transformación de la sociedad se producirá con la lucha económica de los trabajadores y trabajadoras. En este día histórico, Parsons no es la única celebridad del movimiento obrero y la izquierda allí presente. Entre otros, se puede ver a “Big Bill” Haywood, de la Federación de Mineros del Oeste (la gran impulsora de IWW), o al candidato del Partido Socialista Eugene V. Debs

“One Big Union”

Uno de los miembros de IWW, conocidos como wobblies, el popular músico Joe Hill, compondrá en unos años un tema en el que, burlándose de la propaganda religiosa, afirmaría que “conseguirás pastel en el cielo cuando mueras”, una expresión que pasaría a la lengua inglesa como sinónimo de algo imposible. Estos 200 aquí reunidos no quieren esperar por el pastel: lo quieren todo ahora.
Una vez estructurada la clase social en el vehículo del sindicato, la idea es sustituir la sociedad capitalista por una dirigida por el trabajo asociado

Su nuevo “One Big Union” (“Un Gran Sindicato”) no sólo se plantea hacerle la competencia al mayoritario, American Federation of Labour (AFL, Federación Estadounidense del Trabajo), rechazado por su conservadurismo y por organizar por oficio solo a los trabajadores más cualificados. Al contrario, estos sindicalistas entienden que, en la era de la concentración industrial, la organización gremial tradicional resultaba anticuada, además de generar problemas al enfrentar a unos sectores con otros, lo que les ponía a merced de su capitalista común. Por otro lado, en línea con el sindicalismo revolucionario europeo que en esos momentos está dando sus primeros pasos, una vez estructurada la clase social en el vehículo del sindicato, la idea es sustituir la sociedad capitalista por una dirigida por el trabajo asociado. El sindicato es, por lo tanto, “el nuevo mundo en la cáscara del viejo”.

El terror aumentó con la decisión estadounidense de involucrarse en la I Guerra Mundial

Como sabemos, el objetivo final nunca llegó a hacerse realidad. Problemas externos e internos acabarían con la pujanza wobbly. Desde el exterior llegó la represión, en un contexto donde los conflictos laborales atraían no solo las porras sino también las armas de fuego de policías y mercenarios al servicio de la patronal, que dejaron cadáveres en cada huelga de cierta importancia. El terror aumentó con la decisión estadounidense de involucrarse en la I Guerra Mundial. IWW rechazó públicamente la guerra, al considerarla un conflicto entre oligarquías, y su periódico Industrial Worker clamaba “Capitalistas de Estados Unidos: lucharemos contra vosotros, no por vosotros”. Con toda la élite en su contra, el peso de la Ley de Espionaje (antisubversiva, en realidad) cayó sobre el sindicato. Cientos de sus organizadores fueron procesados, provocando el exilio de algunos como el carismático Haywood. Otros líderes tuvieron menos suerte: Frank Little, por ejemplo, fue linchado.

IWW despreciaba la firma de convenios o contratos en su búsqueda de la movilización permanente

En el plano interno, la confederación nunca fue precisamente una balsa de aceite. IWW despreciaba la firma de convenios o contratos en su búsqueda de la movilización permanente, lo que generaba grandes luchas que en ocasiones, cuando acababan en victoria, con el paso del tiempo veían sus logros desdibujados al tomarse la revancha las empresas. La agresiva estrategia wobbly, que buscaba afiliar a las plantillas en su totalidad y monopolizar el poder sindical, daba lugar a un enfrentamiento con otros sindicatos gracias al cual la patronal podía hacer política de tierra quemada.

El caso más llamativo fue el de la Federación de Mineros del Oeste, que dejó IWW un par de años después de participar en su fundación, lo que provocó múltiples conflictos posteriormente. En los ’20, finalmente, cuando la organización se estaba empezando a recuperar de sus desgracias durante la guerra, se produjo un cisma (no sería el único caso en organizaciones en un país tan extenso como Estados Unidos) entre sindicatos de la Costa Este y la Oeste. A partir de ahí, IWW nunca recuperó su vigor inicial.

Potencia e integración

Aun así, en las dos décadas posteriores a ese encuentro de 1905 en Chicago, los sindicatos industriales de IWW harán historia en el mundo del trabajo estadounidense, protagonizando algunas de las mayores huelgas de la historia del país y alcanzando los 150.000 miembros, una cifra enorme si tenemos en cuenta la gran rotación de la afiliación, que subía y bajaba radicalmente según los acontecimientos.

Después de unos primeros años duros en los que la lucha por la simple libertad de expresión llevó a 5.000 afiliados a la cárcel, IWW empezó a dar que hablar con la huelga de Goldfield (Nevada), para en 1912 embarcarse en la gigantesca huelga de “pan y rosas” en Lawrence, una ciudad textil de Massachussets, donde acudieron todos los grandes organizadores wobblies para respaldar a una población en la que se hablaban una decena de lenguas. El conflicto acabó con una tremenda victoria obrera, aunque no ocurrió lo mismo en la huelga de la seda en Paterson (Nueva Jersey) en 1913; sin embargo, ambos conflictos mostraron, tanto a amigos como a enemigos, el potencial del “One Big Union”. En los años siguientes, IWW tendría gran fuerza en sectores como la madera, la agricultura y el transporte marítimo.

Aún más importante, IWW abrió las puertas del sindicalismo a los hasta entonces olvidados. Varias mujeres, relegadas a un segundo plano en el ámbito sindical, se convirtieron en grandes organizadoras. La más destacada fue Elizabeth Gurley Flynn, también fundadora de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, agitadora y oradora en todos los grandes conflictos protagonizados por IWW a lo largo y ancho del país.

Varias mujeres, relegadas a un segundo plano en el ámbito sindical, se convirtieron en grandes organizadoras

Por otro lado, el sindicato condenó el racismo desde su fundación y abrió las puertas a los afroamericanos. Hay que recordar que por aquel entonces otras organizaciones obreras como AFL llegaban al extremo de especificar de qué color eran los trabajadores que habían producido un determinado producto. Los trabajadores negros eran la primera etnia entre la afiliación portuaria, con militantes clave en la sindicalización de los muelles de Philadelphia o Baltimore como Ben Fletcher.

IWW, finalmente, fue una bendición para los inmigrantes, que en algunos momentos suponían la mitad de su afiliación. Entre 1905 y 1914, un millón de personas se trasladó cada año a Estados Unidos. Industrialisti era el único diario de IWW, y lo publicaba la afiliación finlandesa de la localidad minera de Duluth (Minnesotta). En el sur, mientras tanto, los mexicanos abundaban en locales como los de Los Ángeles, donde hacían compatible su militancia sindical con la preparación de incursiones en la entonces en curso Revolución Mexicana.

Entre 1905 y 1914, un millón de personas se trasladó cada año a Estados Unidos

La participación de los extranjeros en la lucha sindical no se dio por azar, sino que era una política deliberada para atraer y apoyar a una enorme bolsa de personas hostigada por los líderes de la sociedad y que conformaba buena parte del proletariado del país. De esta política dan fe las 19 lenguas en que se editaban los casi cien periódicos wobblies, o el recurso a organizadores inmigrantes que se dirigieran a sus respectivas comunidades, como el italiano Carlo Tresca o el ya mencionado Joe Hill, procedente de Suecia. 

De esta forma, miles y miles de europeos, asiáticos y latinoamericanos se unieron a otros tantos estadounidenses nativos y conformaron este ejército de pobres en huelga que repetía sin cesar que “una ofensa para uno es una ofensa para todos” y cantaban Solidarity Forever, el cuasi-himno de IWW escrito por su militante Ralph Chaplin:

“Cuando la inspiración del sindicato corra a través de la sangre de los obreros, 
no puede haber poder más grande bajo el sol; 

(…) 

Nosotros somos los que aramos las praderas; construimos las ciudades donde ellos comercian; 
Cavamos las minas y construimos los talleres, tendemos millas sin fin de vías férreas; 
ahora permanecemos marginados y hambrientos en medio de las maravillas que hemos construido; 
(…) 

Ellos han tomado incontables millones que nunca han trabajado para ganar. 
Pero sin nuestro cerebro y nuestro músculo ni una sola rueda puede girar. 
Podemos romper su arrogante poder, ganar nuestra libertad cuando aprendamos 
Que el sindicato nos hace fuertes. 

En nuestras manos se encuentra un poder mayor que el oro que han atesorado, 
mayor que la fuerza de los ejércitos multiplicada mil veces. 
Podemos hacer nacer un nuevo mundo de las ascuas del antiguo. 
Porque el sindicato nos hace fuertes”. 

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