Coronavirus
Cuéntame un cuento para acompañarme en el confinamiento

30 narradoras y narradores orales escenifican relatos de manera virtual para más de 80 personas en situación vulnerable, en un intercambio tejido con mimo por la Asociación Madrileña de Narración Oral (MANO).


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La narradora oral Maísa Marbán durante una de las llamadas

Elia Tralará atiende a El Salto un minuto después de acabar su última función. Ha sido telefónica, como las de todos los martes y ha contado cuentos para tres personas. Tres espectadoras confinadas, cada una en su lugar y con sus circunstancias. Dos son personas mayores y han pasado esta cuarentena en soledad; la otra es una mujer sin hogar. Tres llamadas, tres conversaciones y tres historias.

La primera ha comenzado con el sonido del trinar de los pajarillos que se escuchan desde su patio. Su primera espectadora virtual vive en un piso y necesita ese soplo de cantos frescos. Luego le ha recitado una poesía de Raúl Vacas y le ha contado una fábula. “Hoy estaba cansada, ha ido a la farmacia y anda mal de la circulación. Tiene setenta y pico años y me dice que las únicas llamadas que tiene son las mías y las de una voluntaria”, cuenta esta narradora oral, una de las integrantes de la Asociación Madrileña de Narración Oral (MANO) que coordina el proyecto ‘Cuentos para acompañarnos’.

Casi 30 profesionales de la narración escénica, con larga experiencia como contadores y contadoras de historias, atienden como Elia a más de 80 personas todos los martes. Desde finales de marzo han emitido más de 300 llamadas. Para ello colaboran con cuatro entidades que trabajan con colectivos vulnerables: Solidarios para el Desarrollo, Cruz Roja, Amics de la Gent Grand, Asociación Ikal y Fundación Grandes Amigos.

“El cuento es una excusa, lo que hacemos es más como un trabajo social para aliviar la soledad. Hay gente que ha estado hablando 40 minutos el primer día y no ha surgido contar un cuento”

“El cuento es una excusa, lo que hacemos es más como un trabajo social para aliviar la soledad. Cada martes hablamos siempre con las mismas personas. Hay gente que ha estado hablando 40 minutos el primer día y no ha surgido contar un cuento. Es una experiencia preciosa porque es un intercambio, el teléfono favorece cierta intimidad, la gente se abre más”, explica Elia. Misma sensación describe Mar Amado, otra cuentera. “Salvamos la distancia con la voz. La voz te acerca más que la mirada porque no hay imágenes que te permitan prejuzgar a ti o que te prejuzguen. Es una entrega total a la conversación y al momento presente. Es una experiencia muy enriquecedora para todos y todas”, explica.

Mar, nacida en Perú y residente en Madrid, atiende todos los martes a cuatro mujeres. Una de ellas procede también de Perú y es solicitante de asilo. Vive en un albergue gestionado por Cruz Roja. Afirma sentirse muy a gusto cuando interpreta para ella. “Compartimos recuerdos y anécdotas. Cuando comencé a hablar con ella lo primero que se me ocurrió fue contarle un cuento de nuestro país, me pareció bonito poder narrar con mis giros y además me daba un punto de complicidad con ella. A partir de ese día busco algo que tenga que ver con nosotras. Hay algunos cuentos de mi lengua materna que yo tengo adaptados, pero con ella no tengo que adaptar nada”, asegura.

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Desde su casa, otro de los narradores orales, Juan Madrid, atiende una de las llamadas.
Y así, en un hilo telefónico invisible que atraviesa Madrid, todos los martes circulan versos del Romancero Gitano de Lorca o conversaciones sobre Gloria Fuertes

Y así, en un hilo telefónico invisible que atraviesa Madrid —y que ya tiene ramificaciones en Canarias, Alicante, Zaragoza o Barcelona— todos los martes circulan versos del Romancero Gitano de Lorca de la boca de una mujer invidente con la que habla la cuentera Estrella Escriña, una maestra jubilada le habla de Gloria Fuertes a Raquel Gómez —también maestra y cuentera— y la narradora Concha Real narra pero también escucha a una mujer mayor que le recita poemas escritos por su difunto marido. Mientras el cuentero Israel Hergón, por su parte, habla con una señora mayor un poco desconfiada y a la que le cuesta abrirse hasta que descubre sus gustos. Y estos son solo ejemplos que comparten desde MANO, porque la actividad es inabarcable. Tan inabarcable y estimulante que no quieren que se acabe.

“Es toda una experiencia. No teníamos estas expectativas cuando empezamos. Nos propusimos acabar con el alivio de las medidas de confinamiento, pero tenemos dudas. Por un lado, era algo puntual, que hacíamos de manera voluntaria y el trabajo de coordinación lleva mucho tiempo. Pero, por el otro, da mucha pena no llamar a esta señora que está tan sola y que a ti también te aporta mucho. La decisión la tendremos que volver a retomar esta semana” asegura Elia Tralará, mientras por los huecos de la conversación telefónica se cuelan pajarillos que con su trino aventuran que el proyecto solo acaba de empezar.

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