We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Ecologismo
Unicornio Bakano
— ¡Buenos días Ciudad Selva! Son las nueve del 14 de junio de 2047. Comienza ¡Unicornio Bakano!, magazine con la actualidad de la Comarca.
Música. Vuelve la voz de chica.
— Tras la tormenta de anoche, disfrutamos de 18 grados con una humedad relativa del 60%. Según el observatorio meteorológico estas cifras son muy positivas. Vuelven a reflejar una tendencia al alza desde el año del Gran Colapso. Los indicadores demuestran cómo la fórmula de las calles bosque es un éxito. Guardan humedad y generan corrientes frescas y las cifras medias de temperatura en nuestra ciudad han disminuido hasta medidas normales del clima atlántico de transición y la humedad relativa se mantiene durante todo el año por encima del 40%, incluso en verano. Esta primavera es la quinta consecutiva en la que se han registrado tormentas muy localizadas generadas por una nube que también pudo ser observada en invierno con precipitaciones en forma de nieve. En ecosistemas selváticos las nubes se forman por la acción de aceites volátiles de árboles, plantas y flores que se elevan y colaboran en la condensación. Gracias a la forestación de Iruña, hemos generado un ecosistema húmedo y fresco que, en ocasiones, y cada vez más a menudo, crea su propia nube. Y esto lo hemos conseguido entre todas nosotras. El observatorio felicita a calles y barrios, responsables de la conversión, hace ya casi veinte años, de vías de tráfico rodado en corredores vegetales según el método Miyawaki. También resaltan el papel de muros y tejados vegetales y de los jardines “Gruyère” en torres deshabitadas, que además de reservas de humedad lo son también de biodiversidad. ¡Felicidades, Ciudad Selva!
Sube sintonía. Baja.
— Y tras esta gran noticia, los avisos diarios.
Música.
— La harinera Irikoa informa que la cosecha ha sido excelente y anuncia una bajada del precio del pan en otoño. El excedente será distribuido a comunidades del norte de la región y los beneficios invertidos, en el inicio de la reconversión en pradera natural del suelo industrial del polígono Beriain con técnicas biológicas, siguiendo el ejemplo de parcelas presentes por toda la comarca. Tras el auzolan de derribo del verano pasado, en cinco años esperan intervenir todo el perímetro del polígono.
Música.
— Uniendo esfuerzos con la Red de Materia Prima de Segunda Mano y las Líneas Públicas de Tranvías Electrificados, la próxima década esperan intervenir en todo el suelo urbanizado de extrarradio abandonado, para su recuperación como rústico y poder extender el cultivo de trigo.
Cada vez que la joven calla o habla, hace un movimiento elegante con su mano de dedos oscuros y largos. Arriba, cuando quiere música. Abajo, cuando quiere que le den paso.
— La harinera anuncia la próxima construcción de una vía ferroviaria que transporte restos de hormigón hasta Alaitz para su vertido y colmatación. Esta vía se unirá al resto de la red ferroviaria principal norte - sur navarra y parece ser que va a convertirse en el tramo más transitado en los próximos años ya que se considera la antigua cantera como el vertedero de inertes más importante de la comunidad. Según sus promotores, el objetivo es liberar de estos residuos otros espacios con más interés biológico.
Suena de nuevo.
— Y supone un paso importante en la recuperación del suelo de nuestra pradera que impulse la práctica cerealista, hoy en día uno de los activos más importantes de nuestra Comunidad y nuestra mayor fuente de seguridad.
Sube. Baja.
— Me encanta el suelo que recuperamos. ¡Cómo me gustan las casas gruyère que la vegetación va cubriendo! Y el jardín botánico Volkswagen, cerro testigo de la economía industrial que acabó generando tanto sufrimiento... aunque, para ser justas, también nos hizo ser lo que hoy somos. Las esculturas topiarias cultivadas dentro de las naves están reventando a través de los agujeros de las cubiertas…
Se oye un ruido enlatado de demolición.
— ...tomando dimensiones extraordinarias. Y la selección de rosáceas del mundo es un espectáculo ubérrimo y policromático fascinante en primavera.
De nuevo ríe, quizás de su lenguaje pedante, quizás por felicidad.
— Seguimos con más avisos.
Al otro lado del cristal un vinilo empieza a girar. Rasca suavemente los oídos oyentes. Suena “African Moon” de Boney M.
— Fiesta de plenilunio, hoy, en el barrio de Sanduzelai. Esta vez nos toca Tiebudién del Arga. Podremos bailar con tambores y dj. Habrá clases para principiantes, de danza y percusión. Como siempre, desde las 16 horas, auzolan para preparar todo. Recordamos que las bicicletas batería necesitan voluntarias.
Sigue la música hasta que funde con “Radio Gaga” de Queen. Baja volumen.
— Hace 150 años Marconi realizó la primera transmisión radiofónica. ¿Recordáis los difíciles tiempos del Gran Colapso, cuando durante esos terribles cinco meses invernales Europa se desgajó? El parón tecnológico nos dejó aisladas e incapacitadas. Todas llevamos en el corazón cómo fue la radio la que nos devolvió la esperanza. Gracias a ella recordamos que, a pesar de habernos quedado desamparadas, no estábamos solas. La radio ni nos calentó ni nos dio de comer. Pero volvió a conectarnos y fue esencial en el primer Plan de Supervivencia. Y algo importante, nos ofreció música e historias cuando nadie tenía medio de disfrutarlas en sus casas oscuras y frías.
Música.
— Qué duda cabe que lo que nos salvó fue el trabajo duro por sobrevivir. Pero la radio también estuvo ahí. Pues bien, el Centro de Recuperación Cultural de la Federación de Radios Comunitarias junto a universidades, bibliotecas y asociaciones de artistas, anuncian el inicio de la producción de vinilo para discos. Como ya anunciábamos en otro programa, el vinilo es un soporte más duradero que el CD y ante la falta de recursos y reproductores se impulsaba una operación de conversión de archivos musicales a este formato, que van a ser custodiados por estos organismos públicos.
Música. Paso a locución.
— Recordamos a las oyentes que este plan sigue necesitando los archivos musicales que se hayan conservado. Para ello funciona la Oficina de Recogida, en el edificio de la antigua Delegación de Gobierno. Los vinilos que se graben se repartirán en radios para su difusión. También están programadas fiestas donde poder disfrutar de la emisión de estos legados artísticos que siguen significando grandes cosas para nosotras y siguen acompañándonos como acompañaron a nuestras madres y abuelas. La primera de estas fiestas tendrá lugar en el festival de agosto, en la Ciudadela.
Se dirige a la técnica:
— Oye Reina, ¿a ti qué te gustaría poner después de esta buena nueva cósmica?
Se oye otra voz:
— A pesar de todo lo que hemos pasado y lo que nos queda, este mundo es maravilloso.
Rasca el vinilo. Empieza “What a Wonderful World” de Louis Armstrong. Vuelve voz.
— Desde la Red de Huertos Comunitarios anuncian nuevos turnos de trabajos de primavera. Las interesadas, como siempre, recibirán a cambio una cesta de consumo o vales para los comedores populares.
Otra vez sube. La locutora habla con la técnica:
— ¿Ha llegado el invitado?
— Espera en el sofá.
La locutora se levanta, abre la puerta del estudio. El invitado la mira, se levanta, sonríe, extiende su mano:
— Encantado de ponerte cara Unicornio.
La locutora la estrecha. Sonríe.
— ¡Encantada yo, por supuesto!
Le indica el camino al estudio. El hombre va vestido con una camisa y vaqueros, muy desgastados. También lleva un chaleco nuevo, de fieltro verde, con grandes bolsillos de parche. En el superior asoma un enorme lápiz de carpintero y una pequeña agenda. Tendrá setenta años. Sonríe mucho, sus ojos brillan. Mira a la joven locutora. Esta le indica dónde sentarse, le acerca los cascos. Y rodeando la mesa, se sienta enfrente. Se prepara y hace un gesto a cabina con el pulgar izquierdo hacia arriba. En ese momento la técnica funde otro tema, sonido de brass band. Comienzan a hablar entre ellos.
— ¿Qué tal? ¿Contentas con el premio?
— Mucho. Y más que el premio, que también, por el reconocimiento municipal y lo de la chapa.
— Espera. Entramos en antena.
Baja música.
— Buenos días, Ciudad Selva, aquí de nuevo Unicornio Bakano. Ha llegado el momento del plato fuerte del programa en el que recibimos al invitado del día. Me complace enormemente presentar a Jon Goñi, de la calle Artizarra. Viene a hablar del premio que acaban de recibir y más cosas interesantes de la que todas conocemos como Primera Calle. ¡Aplausos para el invitado, por favor!
La técnica pincha aplausos enlatados. El invitado ríe:
— Gracias, es un placer para mí estar aquí porque escuchamos mucho esta radio en las labores comunitarias. Tenemos un altavoz al lado de la zona de compostaje. Nos encanta limpiar mierda escuchando temazos. Un saludo para mi vecindad que estará escuchando.
La locutora y la técnica ríen de nuevo.
— Gracias a ti, Jon. Un honor. Y por supuesto, saludo a la Vecindad Vencedora. Me gustaría que nos contaras lo del premio. ¿Qué pasó en la última reunión de la Federación de barrios de la ciudad?
— Bueno, en el encuentro de primavera anunciaron que habíamos logrado el título de calle bosque más bonita del año. Hace años hicimos una apuesta por mezclar árboles frutales con palmeras y por cubrir todos los muros de la calle con enredaderas y trepadoras de distintas clases que, cuando florecen, lucen colores diferentes. Y elegimos unas especies que van desde el blanco hasta el azul, pasando por varias tonalidades de rosa, rojo, malvas, etcétera. Y el año pasado alcanzó su plenitud. Gustó al jurado. Bueno, quizás fue la merienda.
Ambos ríen.
— ¿En qué consiste el premio de ser la calle bosque más bonita de la ciudad?
— Una cantidad de Txanponak para invertir en mejoras comunitarias. Y bueno, en la calle todas estamos bien. Tenemos las necesidades cubiertas, vivimos seguras. Y por eso hemos decidido dedicar este premio a algo que simplemente tiene un valor ético o espiritual, como más te guste. El patio interior del comedor social, construido encima del antiguo garaje, es muy grande. Hasta ahora teníamos algún árbol en parterre, toldos. Ahora vamos a agujerear el pavimento, llegar a los cimientos y construir un depósito de compostaje. Queremos generar suelo con nuestros deshechos y plantar un árbol de gran porte. La tradición cuenta que emiten un campo energético beneficioso. Representará un símbolo de resiliencia, de contacto con la Tierra y de existencia circular. Queremos dedicar el lugar para nuestros encuentros de calle. Recuperar la tradición democrática de la batzarra alrededor del roble.
La locutora añade:
— Me encanta. Avisadnos de la inauguración cuanto tenga lugar. Pero me parece que ese premio no es la única noticia que traías.
— Así es. También está lo de la placa por ser la Primera Calle.
— Me gustaría que contaras esa historia.
— La Federación de Barrios de Iruña, diecisiete años después del Gran Colapso, nos ha hecho entrega de una distinción única. Se va a colocar en la placa del nombre de nuestra calle la distinción de Primera Calle y, a partir de ahora, la numeración de la ciudad cambia y empieza aquí. Después de todo lo que pasó, perdió sentido buena parte del mapa de la ciudad por todo lo que se abandonó. La mayoría de las calles cambió de nombre, los números de los portales ya no tenían sentido. Se ha decidido una nueva ordenación y, en vez de empezarla en el antiguo ayuntamiento, tristemente destruido, han decidido que sea desde la más conocida como Primera Calle.
— Primera Calle. ¿A qué viene ese nombre?
— Al Pozo de Sta. Engracia.
— Cuéntanos eso.
— En la Gran Nevada fue decisivo tener en nuestra calle a Bernardo, un historiador del barrio. Gracias a él supimos que debajo de una rotonda se conservaba un antiguo pozo de un convento. Agua que provenía directamente desde el Ezkaba y que antes de ser sellado tras una cata arqueológica se comprobó seguía siendo potable. Él lo tenía recogido en su archivo, conocía el lugar exacto. Solo tuvimos que cavar esa rotonda, en turnos vecinales. El pozo había sido conservado limpio y con una cubierta. Pronto corrió la voz, venía gente a llenar botellas para beber. Tuvimos que racionarla, pero todo el que llegó hasta ahí pudo beber. Eso fue algo decisivo para muchísima gente, no solo nosotras. Y por eso nos llamaron “la primera calle en la que volvió a haber agua potable”.
Siguió.
— Tuvimos mucha suerte. También porque entonces en la calle había un edificio municipal en el que vivían gentes de 20 nacionalidades. Antes del Colapso era una comunidad empobrecida y sin cohesión. Pero cuando empezó a nevar y fallaron las comunicaciones y nos quedamos sin comida, ese lugar proporcionó gran cantidad de conocimiento y humanidad. Estaba nuestro vecino Iván, ya fallecido, un ruso de Ekaterimburgo, ciudad que puede alcanzar los -50ºC en invierno. Su experiencia con la nieve y el frío fue decisiva. En esos momentos sobrevivía solo, alcoholizado. La nevada, lejos de deprimirle, lo despertó. Antes de morir me dijo que por fin había descubierto para qué había nacido. Pidió que lo enterráramos ahí mismo. Es la única tumba de la calle. En su aniversario se ha instaurado una cena a la intemperie. Lo celebramos pasando frío, como él nos lo pidió. El 18 de noviembre.
Se miran. Sonríen.
— También fue muy importante la ayuda de una familia cubana que había vivido el Periodo Especial en una torre de viviendas en La Habana. Y por supuesto, la sabiduría de familias africanas, Marruecos, Mali, Nigeria, de las Guineas... Gracias a todas ellas aprendimos mucho sobre cómo aprovecharlo todo.
— Es muy emocionante lo que cuentas.
La locutora sonreía, pero los ojos se le llenaban de lágrimas. Le pregunta.
— ¿Cómo fue por ahí ese invierno?
El invitado siguió.
— Desde el tercer día que no dejaba de nevar decidimos crear caminos que limpiábamos incansables. Eso nos quitaba el frío y también facilitó recibir los servicios públicos del primer Plan de Supervivencia. En el sitio del Comedor Popular había un Centro de Jubilados. Al segundo día sin luz ni agua empezamos a reunirnos para no pasar frío ni miedo. De ahí surgió lo del pozo y la idea de depositar los residuos fecales en un mismo sitio de la calle. Los llevábamos con cubos. Aquellos que no podían, eran ayudados por otras vecinas. Así evitamos las epidemias de cólera que hubo en otras calles. Fue nuestro primer baño seco.
En la calle había dos tiendas pequeñas. Al tercer día sin agua ni luz y con cinco metros de nieve alrededor, juntamos todos los víveres en el Club de Jubilados y montamos turnos de guardia. Tuvimos suerte también porque lo hicimos antes de que empezaran los grandes saqueos. Empezamos a comer lo que no había que cocinar.
Decidimos cortar dos árboles del parque del río y también racionamos el fuego. Cocinábamos en el patio y comíamos juntas. Ahorrábamos energía y nos dábamos fuerza. Había tres vecinos electricistas. Hicimos acopio de decenas de bicicletas abandonadas en los cuartos de los portales y comenzamos a fabricar dinamos con ellas. Tuvimos luz. Y enseguida, gracias a que un camionero de la calle tenía una radio, pudimos conectarnos con Bomberos de Navarra.
Tras el deshielo, constatamos la destrucción de las grandes líneas de distribución, la restricción de energía. Vino la sequía y el calor del infierno. Pero para entonces ya éramos otra calle. Llegaron los huertos, construimos los baños secos, apoyamos las políticas de reforestación, acondicionamos las viviendas de otra manera, creamos baños públicos. Y un día sentimos que la vida volvía a ser segura. En nuestra calle nadie murió de inanición, de frío ni de manera violenta.
Calló un momento.
— No pudimos hacer nada por quien murió en la calle y le enterró la nieve. Cuando llegó el deshielo lo más terrible fue encontrarlos. Los enterramos en el parque del río. Hay 100 cuerpos que se localizaron en los alrededores. Hicimos un archivo con sus datos y guardamos un papel con sus nombres en una botella que enterramos con ellos, por si alguien los reclamaba. Con los indocumentados, una descripción de sus tatuajes, algún efecto personal. Esto fue terrible. No solo enterramos sus cuerpos, también lo que habíamos sido hasta entonces. Fue un gran duelo, pero habíamos aprendido a valernos por nosotras mismas. Y por eso nunca nada volvió a ser como antes.
En esos momentos la locutora lloraba, con una enorme sonrisa en la cara. Y se sonaba los mocos. Cambiaron los papeles. El invitado preguntó:
— Unicornio, ¿cuantos años tenías entonces? ¿En qué calle te tocó vivir todo aquello?
La locutora apenas podía hablar.
— Yo tenía 4 años. También tuvimos mucha suerte. Ese fin de semana habíamos ido al pueblo. Para la primera noche ya nos quedamos incomunicados. Pero teníamos leña para pasar todo el invierno. Había una cocina económica. Fue fácil organizarse, porque sólo éramos 30. Había conejos y palomas domésticos, y arcones. Sacamos todo a la calle y siguió congelado. Nos juntábamos en la casa más caliente. Ahí colocamos una radio antigua que hicimos funcionar también con una bicicleta.
Cuando llegaron los primeros servicios públicos, solo había fallecido una persona, mi abuela. Tenía 86 años y había vivido una vida feliz. Murió en paz y la pudimos enterrar en el cementerio. De aquello tengo recuerdos vagos, pero algo se me quedó grabado. Al mes de estar aisladas, ella me dijo que solo recordaba una cosa de su propia abuela, cómo le enseñó a rezar el padrenuestro. Y que ella también quería darme algo que yo recordara para siempre. Recuerdo que me cogió en brazos y me miró a los ojos, diciendo: “Cuando tengas un problema, imagina, imagina. Repite conmigo, imaginar, imaginar”. A los dos días murió. No pude olvidarlo, aunque ni siquiera sabía qué significaba.
— Tu abuela era una mujer muy sabia. Es cierto. Además de las personas y el agua, fue nuestra imaginación la que nos hizo superar aquel desastre.
La técnica aprovechó el silencio para pinchar la Novena de Beethoven…
[En Navarra, a 14 de junio de 2047; luna llena con eclipse parcial.]