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Series
Realidades alternativas, resistencias necesarias
En ‘The Man in the High Castle’ descubrimos hasta qué punto las ideas del Reich pueden retorcer la mente de sus ciudadanos.
The Man in the High Castle, recién retornada a nuestras pantallas, es una serie de Amazon basada en la novela homónima de Philip K. Dick. En ella, el autor nos muestra una realidad alternativa en que las fuerzas del Eje ganaron la Segunda Guerra Mundial, repartiéndose posteriormente el mundo, y concretamente los Estados Unidos, en cuyo territorio transcurre la acción.
La serie abarca una gran variedad de personajes e intereses: una joven sanfranciscana que se ve envuelta a través de su hermana en problemas inesperados que llevan a la policía japonesa a interesarse por ella; un artista que debe ocultar su origen judío; agentes dobles que dudan de su misión; diplomáticos japoneses y alemanes que trabajan en secreto para evitar una nueva guerra; altos cargos de la SS que descubren que su lealtad está a punto de ser puesta a prueba…
Los peligros que entraña semejante resultado de la guerra no escapan a nadie, y la serie nos los hace ver, tan crudamente o incluso más que la novela: nada más empezar, asistimos a la ejecución o tortura de miembros de la Resistencia, tanto en la zona ocupada por los nazis como en aquella bajo dominio japonés; hacia el final de la segunda temporada, descubrimos hasta qué punto las ideas del Reich pueden retorcer la mente de sus ciudadanos.
Aunque queda claro para el espectador que el régimen de terror y control de la población implantado por ambos gobiernos no sería posible sin la colaboración de sus habitantes, se puede apreciar que dicho terror deriva del sistema político, y no de la maldad personal.
Así, a menudo la serie nos muestra a oficiales de la policía militar japonesas o de las SS como hombres de familia, tan afectuosos con los suyos como despiadados con aquellos que su Estado señala como enemigos. Esta falta de incidencia en la maldad personal, frente a la derivada de un sistema, podría estar representada en el nombre del obergupperführer John Smith, un nombre tan típicamente típico que cabe sospechar indica que bajo esas mismas circunstancias, cualquiera de nosotros podría ser él.
Aunque no deja de resultar inquietante lo bien que parece adaptarse la sociedad del este de los antiguos Estados Unidos a la vida del Reich, un mundo con estas características es sin duda un entorno hostil para buena parte de la población, que produce distintas y variadas formas de resistencia. En la novela podemos encontrar un personaje que, al comenzar a producir joyas, se convierte en el primer artista estadounidense de cierta fama en la zona ocupada por los japoneses desde el fin de la guerra, una forma de autoafirmación frente la invasión.
Común tanto a la novela como a la serie es la trama política de dos altos cargos, uno japonés y otro alemán, que llevan a cabo acciones que podrían ser consideradas traición a los Estados a los que sirven, al considerar que la paz está por encima de los intereses que han jurado servir. Mark, un personaje que hubo de huir del Nueva York ocupado, enseña a sus hijos las tradiciones y la religión judías, pese al riesgo que esto supone, considerando que no hacerlo sólo sumaría una derrota más.
¿Se puede vencer a los nazis?
Además, tanto la novela como la serie reciben el nombre del creador de una importante forma de resistencia: el hombre en el castillo es, en la narración de Dick, el autor de una novela en la que el Reich y Japón son derrotados. En la serie, su función es buscar películas que muestran distintas realidades alternativas. En ambos casos, estas alternativas encienden una chispa de esperanza y permiten soñar a una población que ha perdido la guerra.
Frente a estas distintas formas de resistencia, sin embargo, ha sido criticado que la serie carezca de una Resistencia, con mayúsculas por así decir, con la que se pueda empatizar. Aunque algunos miembros de la misma nos resulten simpáticos, o heroicos según las circunstancias, lo cierto es que también hemos podido ver en ella a sujetos que se mueven no ya en un área gris, sino hacia actitudes que definitivamente podríamos considerar propias de villanos. “Para vencer a los nazis, tendremos que ser peores que ellos”, llega a proclamar un personaje en el último capítulo de la segunda temporada.
Empatizamos con las motivaciones y psicología de los representantes del Reich y de Japón, entendiendo que son sus respectivos imperios ,y no ellos, los causantes de las atrocidades de la serie. Sin embargo, la serie no nos muestra qué hace mejores a la Resistencia, como grupo, retratándolos a menudo como despiadados y carentes de verdaderos objetivos.
Siendo la serie tan completa en otras formas de resistencia, los fans han considerado una lástima que este aspecto no se desarrolle con más profundidad. Como el obergruppensführer John Smith descubre, a sus expensas, ni siquiera la familia perfecta del Reich está a salvo en éste, no digamos ya otras menos afortunadas por razones de raza, salud, orientación sexual… la lista es larga.
The Man in the High Castle ha hecho un buen trabajo mostrándonos los peligros de un mundo como el de la serie. ¿Nos mostrará en esta nueva temporada un grupo de personas capaces de convencernos de que luchan por un mundo mejor? La campaña de promoción de la nueva temporada ha girado en torno a la expresión “Resistance Rises”, por lo que, además de la Resistencia, se han alzado también nuestras esperanzas.