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Finanzas éticas
¿Qué hace tu dinero en ese banco?
El dinero, por sí solo, no da poder; el uso que hacemos de él, sí. Obviamente, para usarlo hay que tenerlo, se puede decir que es condición necesaria pero no suficiente. Si dejáramos el dinero guardado debajo del colchón, ese dinero permanecería ocioso, por decirlo así, ni siente ni padece. Sin embargo, esto no es lo habitual.
La banca funciona a través de la confianza. Personas individuales y empresas confiamos nuestro dinero a un banco por medio de cuentas corrientes o cuentas de ahorro. El banco, además de almacenar y administrar el dinero, realiza operaciones financieras y de créditos. El banco opera con nuestro dinero: presta, invierte, etcétera. Solo una pequeñísima parte del dinero líquido se dispone como reservas. Esto es lo que se conoce como coeficiente de caja. En la zona euro el porcentaje de dinero que mantiene una entidad financiera en sus reservas líquidas en el Banco Central es actualmente del 1%. El restante 99% del dinero lo invierten o lo prestan para dinamizar la economía y las finanzas.
Si estamos “confiando” nuestro dinero a la banca, toca realizarse una serie de preguntas: ¿Qué hacen con nuestro dinero?, ¿Dónde y cómo lo invierten?, ¿a quién se lo prestan y para qué? En definitiva, ¿Qué uso están haciendo de nuestro dinero?
Se le atribuye a Henry Ford que “si la gente supiera lo que hacen los bancos con su dinero al día siguiente habría una revolución”. En el mismo sentido señalaba Arcadi Oliveres que “como ciudadanos, debemos preguntarnos qué hacen los bancos con nuestro dinero porque no sabemos si éste está apoyando sectores con los que no estamos de acuerdo”. Y ahondando en la misma línea Juan Torres cuestiona: “¿cómo reaccionaría la gente si supiera claramente que con su dinero los bancos evaden impuestos, financian a terroristas, traficantes y explotadores de toda laya?”
Hemos cedido el control sobre el uso de nuestro dinero en un tercero, que es la banca. De esta forman estamos delegando la responsabilidad que se hace de nuestros ahorros. Si seguimos cediendo su uso, si seguimos delegando esa cuota de poder, el mundo seguirá igual o peor. De este modo, y aunque sea sin quererlo o de forma inconsciente, estamos aprobando el uso y destino que se le da a nuestro dinero.
Todos somos responsables lo que se hace el mundo con nuestro dinero. En palabras de Joan Antoni Melé “como ahorradores o inversores, estamos prestando nuestro dinero al banco para que lo utilice y obtenga una rentabilidad. Y según a qué sectores o empresas lo preste, estará promoviendo un tipo de realidad social u otro”.
Haciendo lo mismo nada cambiará. Por tanto, debemos pasar a la acción empezando por la toma de conciencia, basada en el conocimiento de lo que hace la banca con el dinero. Es evidente que la gran banca no se caracteriza por su transparencia. ¿Si no son transparentes será que tienen algo que ocultar? Los bancos tienen el poder suficiente para ocultar la situación real de sus negocios, lo que hacen para maximizar el beneficio y las consecuencias de esta forma de actuar. La ciudadanía tiene derecho a exigir a la banca el ser transparente, porque entre otros motivos realizan negocio con dinero ajeno, obteniendo con ello una rentabilidad.
De esta forma el dinero depositado en los bancos se convierte a menudo en préstamos para actividades contrarias (industrias contaminantes o armamentísticas, por ejemplo) con nuestra forma de pensar. Los informes elaborados por el Centre Delàs de Estudios para la Paz y por SETEM así lo demuestran.
Podemos consumir alimentos y ropa de forma responsable, productos de cercanía, ecológicos, etcétera, pero por el contrario cabe preguntarse, ¿le presto mi dinero a cualquier banco? Escoger donde depositamos nuestros ahorros tiene unas implicaciones. Así nuestra capacidad de elección para ahorrar o financiarse se convierte en un acto político.
Y en ese acto político, que pasa necesariamente por el conocimiento y toma de conciencia, el siguiente paso es recuperar el control sobre nuestro ahorro para logar una sociedad diferente, que no atente contra las personas y la naturaleza, donde los objetivos sean la justicia social y medioambiental. Actualmente el ahorro de todos es usado normalmente para lo contrario, reforzar un modelo social, económico y cultural basado en la explotación de las personas (recursos humanos) y la naturaleza (recursos naturales), modelo opuesto al que deseamos.
Por tanto, la posibilidad de decidir sobre el uso que le damos al dinero es poder. Y ese poder debería pertenecer a sus legítimos propietarios, los ahorradores, y sin embargo es ejercido por las entidades financieras para sus propios intereses, sin control ni transparencia. Además, al regirse por criterios de beneficios ayuda a incrementar las desigualdades, dejando a una serie de personas, empresas, proyectos e iniciativas excluidas de la financiación. A modo de ejemplo, los bancos tradicionales dedican el 39,8% de sus activos a créditos, según datos del tercer informe de Las finanzas éticas y sostenibles en Europa con datos para 2018. O dicho de otra manera, si el 1% es su coeficiente de caja y solo prestan el 39,8%, ¿qué están haciendo con el restante 59,2% de los activos?
Por todo lo dicho, la ciudadanía precisa recuperar la capacidad de decisión y control sobre el destino de nuestros ahorros. Esa capacidad es poder, y precisamente es poder en algo que a priori podríamos pensar en lo que somos débiles las clases trabajadoras, que es la gestión y uso del dinero, es lo que le da más valor.
Afortunadamente existen alternativas para depositar nuestros ahorros en lugares afines a nuestros valores. Es lo que se conoce como banca o finanzas éticas. La banca o finanzas éticas son un conjunto de iniciativas (bancarias y parabancarias) que cree y promueve una economía diferente a la hegemónica, y que usa el ahorro en consonancia con unos criterios éticos y sociales, donde el dinero es un medio para la transformación en positivo de nuestra sociedad, y no un fin. Una de estas experiencias es Coop57, iniciativa sobre la que trataremos en la siguiente entrega.
Del “no en nuestro nombre” debemos pasar al “no con mi dinero”, para desembocar en el “pongo mi dinero donde están mis ideas”. Esta es la respuesta a quienes niegan que las cosas puedan ser diferentes. Y es que en nuestros actos está la posibilidad de reescribir el mundo.