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Extrema derecha
Vox y el 23J: el error de la estrategia de Buxadé
El 23J fue una jornada que repartió sorpresas, alegrías y desgracias por todo el territorio nacional, desde la amarga victoria del PP hasta la dulce derrota del PSOE, que mejoró los resultados de 2019 y será la única formación con opciones de articular un gobierno. Uno de los lugares donde la noche fue más ingrata fue en la madrileña calle Bambú, sede del partido ultraderechista Vox, donde no había nada que celebrar.
El partido de Abascal perdió más de 600.000 votos, 19 escaños y queda en una situación de irrelevancia absoluta para toda la legislatura. Sin un número de diputados que le permita plantear mociones de censura y recursos de inconstitucionalidad, dos de sus herramientas parlamentarias favoritas para marcar agenda, Vox queda en un limbo complicado al no poder ni formar parte del gobierno ni liderar la oposición. De hecho, el partido de ultraderecha no es que no consiga ser la llave de la gobernabilidad como anhelaba en campaña, sino que queda como el principal escollo para plantear una alternativa a Sánchez.
Uno de los lugares donde la noche fue más ingrata fue en la madrileña calle Bambú, sede del partido ultraderechista Vox, donde no había nada que celebrar
Los anticuerpos que generan los de Abascal en buena parte de la sociedad española con su programa xenófobo, antifeminista, contrario al estado autonómico y ahora también antieuropeo, hace que formaciones de la derecha periférica como el PNV o Junts prefieran favorecer un gobierno de la izquierda antes que del PP. Una situación que convierte a Vox en lo contrario a lo que le gustaría ser: una garantía para que Sánchez continúe en el poder.
El batacazo del partido ultraderechista, que venía de unos magníficos resultados en noviembre de 2019, ha sido sonado, y se ha producido a lo largo y ancho del país en prácticamente todos los territorios. Se han explorado numerosos argumentos para explicar este desastre, como el desgaste de gobierno allí donde ha entrado en el ejecutivo o los pactos alcanzados con el PP tras el 28M. Sin embargo, ninguno de ellos parece convincente ya que ni en Castilla y León ni en Valencia, Extremadura, Aragón o las Islas Baleares Vox sufre caídas significativamente más grandes que en el resto de Comunidades Autónomas.
El partido de ultraderecha no es que no consiga ser la llave de la gobernabilidad como anhelaba en campaña, sino que queda como el principal escollo para plantear una alternativa a Sánchez
Una de las hipótesis que parece más plausible es la de haber sido víctima del “voto útil” al Partido Popular. Esta hipótesis tiene más consistencia ya que el declive de Vox ha sido más pronunciado en aquellos lugares donde el PP ha crecido más. Es decir, que la llamada al voto útil de Feijoo habría conseguido atraer a muchos votantes de Vox que se habrían pasado al PP para poner fin al sanchismo.
Pero, si uno se detiene a observar los resultados del partido a nivel autonómico se puede apreciar que además de la subida del PP hay otros factores que pueden explicar la caída de Vox. Como nos muestran los datos del 23J, los de Abascal caen más en aquellos territorios donde mejores resultados obtuvieron en 2019, lo que nos da una hipótesis sobre la estrategia de campaña de Vox y la base social de la derecha que podría explicar en buena medida su fracaso electoral.
¿Por qué Vox cae más en los lugares donde mejores resultados obtuvo en noviembre de 2019? Para resolver esta pregunta es preciso dar marcha atrás en el tiempo y poner un poco de contexto a las dos elecciones que tuvieron lugar en 2019.
En las primeras, celebradas en abril, cuando aún Ciudadanos era una fuerza pujante en el centroderecha, Vox obtuvo unos resultados ligeramente inferiores a los de esta convocatoria electoral (345.000 votos menos que hoy). Pero en la repetición electoral de 2019, con una Catalunya incendiada y un contexto político más favorable, Vox se presentó como la voz de la indignación contra unos políticos irresponsables y el gran defensor de la unidad de España, obteniendo unos resultados espectaculares. Vox fue primera fuerza en Ceuta y Murcia, prácticamente empató con el PP en Andalucía y se colocó como tercera fuerza nacional con más de un 15% de voto.
Vox cae más en aquellos lugares donde su explosión en noviembre de 2019 fue mayor, ya que esta vez no ha conseguido recabar muchos de estos apoyos “prestados”
Los resultados de 2023 devuelven a Vox a una situación parecida a la de abril de 2019, pinchando la burbuja creada durante el otoño catalán y materializada en noviembre de ese año. Vox se encuentra ligeramente por encima de lo que se encontraba entonces, pero como vemos en el gráfico de abajo los resultados son muy parecidos a los de abril en casi todas las Comunidades Autónomas.
Por tanto, la primera de las conclusiones que nos deja el 23J sobre el partido de Abascal es que este vuelve a su estado natural, a una bolsa de apoyo de unos tres millones de votantes, que se encuentra más cerca de lo que obtuvo en abril que en noviembre de 2019. Sus resultados de entonces se debieron a una situación excepcional donde la irritación con la clase política y el Procès sumada a un liderazgo débil en el Partido Popular les llevó a atraer a numerosos votantes que en circunstancias normales no les habrían apoyado. Por eso, Vox cae más en aquellos lugares donde su explosión en noviembre de 2019 fue mayor, ya que esta vez no ha conseguido recabar muchos de estos apoyos “prestados”.
Elecciones
Elecciones 23J Vox y la deriva Buxadé
La segunda conclusión es que teniendo en cuenta esta circunstancia, la campaña de Vox ha estado mal enfocada contribuyendo a que el partido se situase lejos de lo obtenido en la repetición electoral de 2019. Siguiendo la línea de los últimos meses, Vox dio en su campaña un giro antiglobalista impulsado por el sector del partido que lidera Jorge Buxadé. Como comentamos en estas páginas hace una semana, la deriva Buxadé era palpable tanto en las intervenciones de los líderes como en el programa y la estrategia de campaña del partido, que estuvieron plagadas de críticas a las élites globalistas, el multiculturalismo y la Unión Europea.
En España, el potencial electorado de Vox es más anticomunista que antiglobalista, y los temas como el combate a la izquierda o los nacionalismos cotizan más alto que las críticas al globalismo o el multiculturalismo
Los de Abascal, confiados en ser empujados por la ola ultra que recorre Europa, se dejaron llevar por este discurso muy alineado con la derecha radical internacional, criticando la agenda 2030, unas élites internacionales supuestamente progresistas y reclamando una Europa de las Naciones que devuelva soberanía a los estados miembros de la UE. Pero lo que funciona en Roma o Varsovia no tiene por qué funcionar en Murcia, Ceuta o Algeciras.
Estos temas, aunque llegan bien a la base más fiel del partido no se encuentran entre los temas clásicos de la derecha española, que se siente menos interpelada por estos alegatos antiglobalistas. Vox repitió numerosas veces en campaña eslóganes muy populares en otros países como que “la distinción izquierda/derecha estaba superada” o que “había que frenar el multiculturalismo” pero que en España se han demostrado mucho menos efectivos. En nuestro país el potencial electorado de Vox es más anticomunista que antiglobalista, y los temas como el combate a la izquierda o los nacionalismos cotizan más alto que las críticas al globalismo o el multiculturalismo.
A pesar del frenazo de Vox, no hay que dar al partido ni mucho menos por muerto. Los de Abascal siguen teniendo un número importante de apoyos además de contar con mayor poder institucional que nunca
Por tanto, además de un contexto más desfavorable al haber mejorado notablemente la situación en Catalunya, Vox hizo un enfoque incorrecto de la campaña poniendo énfasis en los temas equivocados y viéndose incapaz de interpelar a esos sectores no tan fieles pero susceptibles de dar su apoyo ocasional al partido. La deriva Buxadé no hace crecer al partido, sino que lo deja estancado en su núcleo más duro de votantes.
No obstante, a pesar del frenazo de Vox, no hay que dar al partido ni mucho menos por muerto. Los de Abascal siguen teniendo un número importante de apoyos además de contar con mayor poder institucional que nunca. Su bolsa de fieles, entre un 10,5-12% del electorado, seguirá permaneciendo estable y habrá que ser cuidadoso con no inflamar a ese sector que terminó dando a la ultraderecha un poder inusitado en la repetición de elecciones de 2019.
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En Extremadura han sacado un diputado.
Y entre el público joven, incluso universitario, tienen muchos simpatizantes.
Hay que seguir dando la batalla.
Sí, desde luego resulta pasmoso que un partido con esas propuestas cavernícolas, racista, xenófobo y anticientífico, que se permite decir, ante los registros climáticos récord que hoy nos recordaba Copernicus, que la lucha contra el cambio climático es terrorismo climático izquierdista y otras lindezas, a cada cual más insensata, haya conseguido sacar siquiera un solo diputado. El estado de ignorancia generalizada, inducida por los medios de formación de masas, está dando sus frutos.
Lo que más les duele es recibir menos dinero de subvenciones para mantener su chiringuito Fascista
Yo creo que hay dos causas: por un lado el voto útil, que le resta votos; por el otro, el despertar de “la izquierda” aterrorizada por la posibilidad de un gobierno de ultraderecha. La ultraderecha sólo puede aterrorizar, y lo hace a conciencia. De hecho, su proyecto sólo puede llevarse a cabo en un régimen de terror. Se comprueba en su actitud matonista, visible en sus políticos y en sus seguidores en redes sociales y foros. La ultraderecha tiene que ser matonista porque sus votantes lo son.
En Castilla y León si sufre una caída significativa ya que de todas las provincias solo saca un diputado en Valladolid.