Barco en el puerto de Vigo
Embarcación en el Puerto de Vigo Miguel Núñez

Fútbol a este lado
Estampida

Cerrojazo, colgarse del larguero como vampiros, poner el autobús en la portería, antifútbol: la idea de defenderse, incluso en las expresiones “a cara perro” o “como gato panza arriba”, remite a un imaginario moroso, traicionero, por qué no violento si a los interesados les hiciera falta.

En el último lustro, el barrio de Coia, en Vigo, ha saltado a la prensa en tres tipos de titulares. Unos, los relativos a la colocación por parte del alcalde Abel Caballero, a las dos de la madrugada, de un barco en medio de una rotonda ante la oposición de la mayoría de vecinos. Denunciaban estos el gasto de 300.000 euros en plena urgencia social de este barrio trabajador en una resistencia que acabó con cargas policiales, multas y detenidos. La Asamblea Aberta de Coia contraponía la postal institucional de la “cidade fermosa” —uno de los lemas de Caballero— contra la realidad de “las calles donde los meses son demasiado largos y el dinero escaso”. Ya en los años 90 el barrio defendió del ladrillo, con éxito, el Parque de A Bouza.

Coia también es famosa en los papeles por tener el hipermercado más barato del país, según la OCU. Su Alcampo, uno de los primeros que se construyeron a nivel nacional en 1981. Y, en tercer lugar, los titulares miran al barrio cuando quema la lumbre en invierno: “Los disturbios en Vigo por Hasél se atribuyeron a violentos de Navia, Coia, Lavadores y Teis”, le daba alguien a publicar en La Voz de Galicia este mismo año. La parroquia brutalista de Coia del Cristo da Vitoria fue testigo hace cuatro años de encierros solidarios con el grupo de rap La Insurgencia, condenados por sus letras por la Audiencia Nacional. Uno de sus miembros, Shahid, es del barrio.

El Celta jugó sus primeros años, hasta la inauguración de Balaídos en 1928, en el campo de Coia. Allí llegó en abril de 1924 el primer equipo del continente americano en gira para jugar en Europa

El Celta jugó sus primeros años, hasta la inauguración de Balaídos en 1928, en el campo de Coia. Allí llegó en abril de 1924 el primer equipo del continente americano en gira para jugar en Europa. La selección uruguaya estaba a punto de comenzar un ciclo tiránico de dos oros olímpicos y un primer mundial, pero antes jugó una serie de amistosos. En el primero de ellos, ante el Celta, Martí Perarnau cuenta cómo el capitán uruguayo, José Nasazzi, mostró al viejo mundo en qué consistía la figura del líbero. Nasazzi quedaba rezagado, último hombre antes del portero, con tres defensas por delante, tres medios y tres delanteros. Faltaban unos años para que, con esa figura posicional, el entrenador austriaco Karl Rappan implementase el verrou o “cerrojo” y Alexander Abramov su Volga clip soviético.

No había YouTube, obvio, pero tampoco era fácil viajar para ver partidos. Entonces, cuenta la leyenda que el entrenador Gipo Viani paseaba por el puerto de Salerno, menos de una hora al sur de Nápoles. Se fijó en que los pescadores tenían dos redes, la principal y otra segunda que recogía los peces que conseguían escapar de la primera. Así dispuso la defensa en su exitosa Salernitana, casi a la vez que Nereo Rocco en una Triestina que casi gana la liga. El periodista Gianni Brera le puso literatura y Helenio Herrera ganó con el ya popularizado término de catenaccio títulos a espuertas con el gran Inter de los años 60. En el mismo estadio, pero de milanista, el pensador Toni Negri, defensor de esa táctica, participaba en la creación del colectivo de animación Brigate Rossonere. El resto es historia, pero una que tiene que ver tanto con los éxitos como con los recelos que ha generado cualquier propuesta que pareciera más defensiva de la cuenta.

Cerrojazo, colgarse del larguero como vampiros, poner el autobús en la portería, antifútbol: la idea de defenderse, incluso en las expresiones “a cara perro” o “como gato panza arriba”, remite a un imaginario moroso, traicionero, por qué no violento si a los interesados les hiciera falta. Sus virtudes son minimizadas. Un contraataque, por ejemplo. Bien ejecutado es una de las acciones más bellas de este deporte. No a muchos momentos de esta vida le sientan bien lo mismo unos violines que un doble bombo encabritado. La solidaridad entre miembros de una comunidad es otra metáfora evidente de este candado.

Lo que hace más interesante el derecho del débil es que explicita que la igualdad real es una falacia. Dice no al envoltorio romántico de encarar de tú a tú un sistema de por sí poco justo

Pero lo que hace más interesante el derecho del débil es que explicita que la igualdad real es una falacia. Dice no al envoltorio romántico de encarar de tú a tú un sistema de por sí poco justo. Hansel y Gretel usaron miguitas de pan contra el plan de sus padres. No es igual de fácil jugar bonito —lo que el canon dice que es bonito— para un equipo que tenga la cuarta parte del presupuesto que otro. Los jugadores más caros y decisivos serán inaccesibles. Reconocerlo no es victimismo, al revés, es rechazar la inútil mística de la derrota, esa que dice que cuanto más muerto el mártir más razón tenía. Se trata de frustrar al poderoso, oírlo resoplar, verlo encorvado hacia delante sujetándose las rodillas, llevar hasta sus pupilas la amenaza de una estampida inminente.

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