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Las elecciones del pasado domingo en Italia han puesto fin a toda la fe milagrera del viejo sistema político. Llevaba muerta un buen tiempo, pero el lamentable intervalo Renzi llevó a los defensores de la llamada Segunda República italiana a pensar que aún había esperanza. Hoy podemos decir que ya no queda nada, ni de los partidos ni de los proyectos, de los partidos constituyentes de 1948.
Las izquierdas históricas han sido pulverizadas: los herederos de Togliatti se han comportado como los vástagos de las mejores sagas familiares: se pelearon por la herencia, se repartieron a dentelladas las rentas, dividiéndose el patrimonio, arrastraron por el fango o por el ridículo los nombres del padre y del abuelo.
El colofón ha estado a la altura de los precedentes, porque después de que el arrogante democristiano progre que ha sido Renzi los desalojara de su viejo palazzone (el Partito Democratico, PD), a los hijos pródigos de la izquierda italiana no les había quedado más remedio que agruparse todos en un pequeño sótano, de nombre Liberi e Uguali, desde el que han cosechado poco más de un 3%, asegurándose por los pelos una presencia cadavérica en Montecitorio y en Palazzo Madama.
La degradación del instinto político italiano, desde la gran ruptura que inaugura Berlusconi, se identifica por lo siguiente: poner a un juez meridional antimafia de cabeza de lista. Como si no hubieran sido suficientes el episodio Ingroia (2013, Rivoluzione Civile, poco más del 2 %) o la triste decadencia de Di Pietro, el héroe justicialista de Mani Pulite, se decidió que Pietro Grasso, juez antimafia y presidente del Senado, encabezara la lista que reunía a un D’Alema (del que, como a un trasunto del Gato de Cheshire, sólo ha quedado un bigote flotante) con Nicola Fratoianni, el ex portavoz disobbediente y delfín de Nichi Vendola, junto a otras antigüedades del PD, como Bersani y juguetes rotos como Civati o Fassina. La tímida expectativa de Potere al Popolo! se ha traducido en poco más del 1 %. Antes que provocar una verdadera catarsis, este descenso a la ridiculez más completa no hará probablemente más que intensificar el furor cainita.
Renzi es ya el personaje odioso de las comedias estadounidenses de high school. Tan adicto a la atención que ahora dice que dimite para quedarse… para ver cómo le parten la cara
El ocaso del cavaliere y de su imitador toscano
Renzi es ya el personaje odioso de las comedias estadounidenses de high school, desguazador desguazado y meteoro estrellado. Tan adicto a la atención que ahora dice que dimite para quedarse… para ver cómo le parten la cara. Vale: algunos sabíamos que acabaría así. Pero lo cierto es que tuvo en sus manos, con la fallida reforma constitucional de 2016, la posibilidad de llevar a cabo las tareas pendientes que definían el proyecto de la Segunda República: predominio del Ejecutivo, control político de la magistratura, recentralización administrativa, gobiernos estables.
El ocaso de Renzi ensordece el canto fúnebre de la empresa política de Berlusconi, cuyo imperio mediático tendrá que decidir ahora quienes podrían ser los caballos ganadores y los herederos de la franquicia Forza Italia.
El significado de los resultados en el Norte y en el Sur
El mapa electoral que deja el pasado 4 de marzo tiene una primera lectura, tan sencilla como insuficiente: la protesta contra la Segunda República y su subordinación a la dictadura comisaria europea ha dado la hegemonía absoluta a las variantes del populismo reaccionario, es decir, a dos metabolismos de los efectos del capitalismo autoritario y austeritario: el de las regiones del Norte, más ricas, que demandan la retirada de todos los frenos al egoísmo explotador y apropiador del pequeño capitalismo industrial y comercial, clánico y envejecido; y el del Sur, que demanda renta para los obedientes y equiparación de oportunidades de los más jóvenes con el Norte en las regiones condenadas históricamente por la desinversión, la estigmatización (el terrone del Sur, manipulado y subvencionado por la Roma ladrona, fue hasta hace muy poco el chivo expiatorio de la entonces Lega Nord) y las mafias.Los datos muestran una correlación directa entre el menor nivel de renta y el mayor porcentaje de voto por el M5S (mientras que en el caso del PD la correlación es la contraria). Pero si hay algo que acomuna a ambos populismos del rencor es la acumulación de toxinas que presentan ambos metabolismos: entre el comunitarismo racista de Salvini y el individualismo en red de di Maio hay diferencias de grado, pero les une un nacionalismo excluyente y agresivo, un odio de la multitud metropolitana que presupone la supremacía colonial itálica.
El gobierno imposible y las evoluciones posibles
Lo curioso de la situación es que, a pesar de la hegemonía absoluta del populismo tóxico, las diferencias de renta y de geografía de sus electorados, antes que la ambición de poder de sus dirigentes, impiden todo entendimiento entre la Lega y el M5S. Las combinaciones más posibles son todas poco probables o en todo caso altamente inestables. Lo que se abre más bien es la refriega entre las distintas bandas políticas en el Estado, los medios y los partidos.
El gobierno “técnico” de Gentiloni podrá continuar por un tiempo, mientras el presidente democristiano Mattarella cumple con la rutina de buscar una combinación factible de mayorías parlamentarias que respalden a un ejecutivo. Las declaraciones tanto de Salvini como de Di Maio hacen pensar más bien en una guerra de desgaste entre la Lega y el M5S, por un lado, y en operaciones de aniquilación de los socios probables minoritarios, por el otro: Forza Italia en el caso de la Lega, y el PD ("Pasok") en el caso del M5S.
La relación de Italia con el Eurogrupo no es distinta de la de Cataluña con el Reino de España, y de la de este con el Eurogrupo
A su vez, Renzi y Berlusconi no están dispuestos a salir de escena sin llevarse por delante todo lo que puedan. Aunque no se puede excluir que dentro de unos meses la opción de un nuevo gobierno “técnico” sea vista por todos los actores como la opción menos mala, es más probable que lo que vivamos sea una carrera hacia unas nuevas elecciones que consoliden el nuevo bipolarismo tóxico.
EL GOBIERNO IMPOSIBLE Y LAS EVOLUCIONES POSIBLES
La incapacidad de formar gobierno es una consecuencia directa de la hegemonía absoluta de estos populismos. La verticalización de la cadena de mando en la UE ha transformado la gobernanza entre los socios, ha introducido una dictadura comisaria que afecta a todos los procesos políticos de los Estados miembros. En este sentido, la relación de Italia con el Eurogrupo no es distinta de la de Cataluña con el Reino de España, y de la de este con el Eurogrupo.
La demanda de odio y agresividad contra los migrantes, los no blancos, las mujeres y las personas LGTBIQ está bien representada por los partidos mayoritarios
La dictadura comisaria, que tiene sus vértices en el triángulo Berlín, Francfort, Bruselas, ha impuesto una simetría de escala entre países, regiones, provincias y municipios. Italia no es ya más que una provincia más de la UE, que no puede ser sometida al castigo ejemplar como en el caso griego, pero a la que tampoco puede permitirse una autonomía fiscal y financiera o una capacidad de decisión sobre los tratados europeos o la moneda única. Mientras tanto, la situación europea continúa pudriéndose.
El problema del fascismo y la realidad del apartheid europeo
El temor a la entrada en las cámaras de los fascistas sin complejos de Casa Pound o Forza Nuova no ha tenido confirmación. Ambas formaciones han obtenido resultados ridículos. Como sucede en menor medida en el Reino de España, la demanda de odio y agresividad contra los migrantes, los no blancos, las mujeres y las personas LGTBIQ está bien representada por los partidos mayoritarios.
El fascismo squadrista es una invariante italiana desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Lo nuevo en la provincia itálica es la aceptabilidad de masas, mediática, institucional, de los afectos fascistas. Pero conviene que la preocupación no haga olvidar que la alternativa real en juego en Italia y en la UE es la que se da entre el business as usual de los distintos neoliberalismos europeos y el ingreso en un periodo de constitucionalización del apartheid interno en las legislaciones y en las prácticas gubernamentales.
En este sentido, Italia, cuna del fascismo, vuelve a ser el laboratorio de nuevas formas de dominio, basadas en la introducción de la lógica colonial en el interior de las metrópolis, utilizando sistemáticamente lo que Sandro Mezzadra y Brett Nielson han denominado el “método de la frontera”. Italia indica asimismo que, contra los afectos fascistas, el único populismo emancipador es de la democracia y el contrapoder de los muchos y subalternos, que sólo existe en las luchas y en sus instituciones propias, contra los nacionalismos de los países coloniales de Europa.
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