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Crisis energética
Una mirada global para hacer una transición energética local
A lo largo de la historia ha habido tres transiciones energéticas: a mediados del siglo XVIII se pasó de la madera al carbón de piedra; después, del carbón de piedra al petróleo y sus derivados; y, actualmente, estamos en la transición del petróleo y gas a las energías renovables. La gran diferencia entre las anteriores transiciones y la actual radica en que hasta ahora hemos ido aumentando la disponibilidad de energía sumando recursos, pero actualmente nos enfrentamos a su reducción. Usamos recursos energéticos finitos que están llegando a su cenit, y no existen alternativas que puedan sustituir a los combustibles fósiles con el modelo de consumo actual. Esta reducción nos aboca a una pugna por los recursos que sostienen nuestras vidas.
La energía, junto con el agua y la tierra, son recursos naturales que sostienen la vida. Son motor de la propia biosfera, alimentan las condiciones y procesos que nos permiten vivir (ciclo del agua, clima, oxigenación de la atmósfera, etc.), y al mismo tiempo, son recursos para nuestra propia subsistencia (alimentación, cobijo, salud, etc.). Esto las coloca como eslabón clave en la defensa de la Vida. Por lo tanto, debemos considerar la energía como bien de primera necesidad, y nunca como una mercancía.
“No existen alternativas que puedan sustituir a los combustibles fósiles con el modelo de consumo actual.”
La interrelación de la energía con todos los aspectos de la vida es compleja y para poder entender la magnitud del cambio al que nos enfrentamos, basta con visualizar la gigantesca dimensión que ocupa la energía en nuestras sociedades. La energía no es sólo la electricidad que consumimos en los hogares, ni siquiera si sumamos la consumida en los servicios se acerca a abarcar la magnitud de la transición que debemos hacer. El mayor consumo de energía se da en la industria, aunque el mayor problema lo tenemos en el sector del transporte, que es totalmente fósil-dependiente. La descarbonización, tan popular en la transición energética, no deriva tanto del cambio climático sino de haber superado el pico de extracción del petróleo convencional (peak-oil), lo que significa que las reservas de petróleo se están agotando.
Por lo tanto, en el modelo de consumo actual, en el que los recursos naturales son explotados y los productos se manufacturan a miles de kilómetros del lugar donde se consumen, no sólo la energía está en peligro, sino también el acceso a otros derechos básicos, como el agua y saneamiento, el alimento, la sanidad o la educación. La economía debe ser relocalizada, pensando en la sostenibilidad social y ambiental de cada lugar y no, como lo hace el modelo actual, sosteniéndose en países, zonas o regiones empobrecidas, o en personas en situación de exclusión social —que constituyen las periferias, o el llamado “Sur Global”—. Construir la infraestructura material, social y económica necesaria para asegurarlas debe hacerse de manera participativa, dando voz a todas las condiciones de vida para que así se garantice el acceso para todas las personas. Además, para asegurar una movilidad con mayor autonomía dentro de los territorios, se debe fortalecer el transporte comunitario creando una red que evite el aislamiento de las periferias. Por lo tanto, la transición energética, va más allá de la producción de electricidad mediante energías renovables.
Otra conclusión directa de la distribución del consumo por sectores está relacionada con el volumen del consumo de los hogares; es menos de un tercio del total de energía consumida, por lo tanto, centrando la transición en los edificios no solucionamos el problema. Esto no implica que no se le deba prestar atención. Mejorar la eficiencia de los aislamientos en los hogares no solucionaría la crisis energética, pero sí mejoraría la calidad de vida de las personas reduciendo sus facturas energéticas y obteniendo temperaturas más saludables en los interiores; algo indispensable para aquellas personas que pasan más tiempo en casa, aquellas “vulnerabilizadas” y sus cuidadoras. Este tipo de interrelaciones presentan a la energía como pieza clave para conseguir unas “Vidas Habitables” —con las necesidades básicas en el centro— y es una reflexión imprescindible si queremos una transición socialmente justa y sensible a la intersección de raza, clase y género.
“La transición energética, va más allá de la producción de electricidad mediante energías renovables.”
Para completar esta visualización, debemos analizar el contexto global para así constatar que los consumos a nivel mundial per cápita son desiguales. Los países del “Norte Global” tienen un metabolismo social (consumo de energía y materiales) muy por encima del “Sur Global”. Las regiones que han tenido un consumo per cápita de energía mayor son las del “Norte Global”, patrón que se ha repetido durante décadas. Pero esta imagen no representa los consumos reales. El modelo de vida del que disfrutamos en el “Norte Global” implica grandes consumos energéticos que a veces no son cuantificados en el propio país; muchos de los procesos industriales (e incluso la explotación de los recursos que emplean) para obtener lo que consumimos (alimentación, ropa, etc.) son realizados en el “Sur Global” aumentando su consumo energético real, como refleja un reciente estudio de la UPH/EHU. Debemos darnos cuenta de que siendo un país del “Norte Global” los bienes y servicios de los que disfrutamos implican grandes consumos energéticos que son abastecidos gracias a una desigualdad estructural permitiéndonos desarrollos económicos superiores.
La contabilidad irreal de los consumosviene dada a causa de un proceso de transformación por el cual el “Norte Global” ha externalizado la producción al “Sur Global” (y la contaminación asociada). Además, se expolian sus recursos naturales (minas, cultivos intensivos...) para la fabricación de esos productos . La consecuencia es que el “Sur Global” se ha convertido en un proveedor de servicios que ha dejado altos niveles de contaminación y desabastecimiento a la población local. Esta externalización no sólo se ha dado a causa de legislaciones poco restrictivas y sancionadoras con respecto a la gestión ambiental, sino también por la situación de los derechos laborales. Estos, en el “Sur Global”, están peor regulados o se regulan a través de Zonas Económicas Especiales; zonas donde se diseñan condiciones legales y fiscales ventajosas para las empresas. A estas prácticas, fomentadas por los tratados comerciales, hay que añadirles las patentes como herramienta de subordinación; crean categorías de conocimiento definiendo algunas como válidas y protegiéndolas de ser usadas a través del pago de royalties. Debemos ser conscientes de las implicaciones sociales y ambientales que acarrean estas prácticas, ya que erosionan los medios de vida en otras partes del mundo, ahondando en el conflicto capital-vida.
Freante al modelo energético actual se hace imprescindible una transformación justa, en la que las personas seamos responsables de la energía que consumimos, desde lo local a la vez que con una perspectiva global. Esta transformación debe ir acompañada de un cambio cultural que promueva la suficiencia y anteponga la reducción del hiperconsumo en nuestros territorios.