Literatura
Sin Feria del Libro de Madrid, pero con convencimiento

Editoriales y librerías independientes evalúan las consecuencias de la cancelación de una de las citas más importantes para la industria del libro a nivel nacional y analizan los cambios vividos durante el confinamiento, mientras tratan de sobrevivir ante un futuro impredecible.

Feria del Libro 1
Casetas de la Feria del Libro cerradas David F. Sabadell
2 oct 2020 13:30

“Otro tiempo vendrá distinto a este”, escribía Ángel González en Sin esperanza, con convencimiento (Colliure, 1961); verso que se antoja de lo más actual en tiempos de incertidumbre como los presentes. Tiempo este, también, en el que, en circunstancias normales, se estaría celebrando en el Parque del Retiro la 79º edición de la Feria del Libro de Madrid. Dada la crisis sanitaria provocada por la pandemia de la covid-19, una cita que congrega cada año una media de dos millones de personas, sumado a la pésima gestión de la Comunidad de Madrid, su celebración es más que inviable. A modo de alternativa, la organización del gran acontecimiento literario ha programado una serie de charlas, conferencias y actividades que se emitirán a través de las redes oficiales de la feria. Pero ¿puede lo virtual sustituir un encuentro ideado para el contacto?

“Esta feria solo tiene sentido si es presencial”, señala Carlos Rod, editor de La uÑa RoTa, localizada en Segovia. “Muchas de las medidas que se proponían para su celebración en octubre, me atrevería a decir, van en detrimento de la esencia de la feria, tan arraigada en lo popular y en el contacto directo”. Una opinión compartida también por Daniel Álvarez, editor de Hoja de Lata (Gijón), quien considera que “la alternativa virtual no nos parece alternativa”. El asturiano, que recientemente pudo participar en la Feria del Libro de Xixón, donde, apunta, “la situación sanitaria es otra”, considera que “la razón de ser de una feria es estar en contacto con el público y, si eso no es posible por razones sanitarias, se nos antojan pocas opciones”.

Por su parte, Manuel Borrás, director literario de Pre-Textos (Valencia) no deja de pensar en que la constante postergación de este tipo de encuentros, a la que el lector ya está acostumbrado, “resulta bastante triste aunque, como soy un optimista impertinente, todo esto cambiará cuando hayamos doblegado al dichoso covid de nuestras vidas. De lo que se trata es de seguir manteniendo el rigor y la exigencia en nuestro trabajo. No hay mayor ni mejor invento que ese”.

El principal conflicto de lo virtual no es un anhelo del pasado, sino que en casos concretos como este, en el que del contacto entre lectores, autores y editores surgen recomendaciones, descubrimientos, conexiones y, por supuesto, ventas, tras la pantalla no se llega al mismo puerto. Así lo explica Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma (Madrid), para quien las alternativas en línea permiten a los lectores estar cerca de los autores “y que el intercambio entre autor y lector vuelva a celebrarse, aunque no sea directamente”, pero no cree que haya que quedarse en la mera presentación virtual, sino también “organizar mecanismos para que ese encuentro suponga la llegada de los libros a los lectores y, con ello, el ir y venir de una facturación que es importante para el sector”.

Un golpe en lo económico y una traba en lo personal

Es ineludible que, durante las ferias del libro, se estimule el flujo de ventas “y quien diga lo contrario o es un ignorante o miente”, sentencia el editor de Pre-Textos. “Es una oportunidad para reencontrarnos con nuestros lectores y tomarles el pulso, no solo la temperatura. Además de incentivar ventas en momentos bajos. Por ejemplo, el hecho de que las ferias del libro se celebren antes del verano, que suele ser el Rubicón de los editores, ayuda mucho a equilibrar balanzas”, añade.

La promoción derivada de estos eventos, durante los cuales los medios de comunicación se hacen eco de novedades y curiosidades, queda inerte, lo que da como resultado, en palabras del editor Carlos Rod, un batacazo económico

De hecho, la promoción derivada de estos eventos, durante los cuales los medios de comunicación se hacen eco de novedades y curiosidades, queda inerte, lo que da como resultado, en palabras de Carlos Rod, un batacazo económico, pues “supone una de las fuentes de ingresos más importantes del año para librerías y editoriales, comparable a Sant Jordi; y más aún en el aspecto cultural: Madrid ha perdido uno de los acontecimientos más importantes del año”.

En el caso de La Bella Varsovia (Madrid), al no tener venta online ni realizar venta directa salvo en la Feria del Libro de Madrid o en el Festival Poetas, su editora, Elena Medel, explica cómo su cancelación supone un revés: “Estas actividades nos permiten conversar con quienes leen nuestros libros, conocer qué les interesa y qué no, además de dar visibilidad a nuestro fondo de catálogo y a algunos títulos que ya no estén presentes en las mesas de novedades. En nuestro caso, perdemos de manera evidente esas ventas —y las que habríamos realizado en casetas de librerías—, además de la oportunidad de charlar con lectoras y lectores, de ‘contar’ nuestros libros, de acercarnos a otras casetas y descubrir”.

“Se pierde, sobre todo, la creación de una vida cultural donde feria a feria, ciudad a ciudad, allí donde van los lectores, se consigue celebrar la gran fiesta del libro”, mantiene Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma

La dinámica de relacionarse con el lector habitual, fiel a un sello, o el nuevo, que de pronto descubre editoriales, librerías o autores desconocidos, se quiebra. “Se pierde, sobre todo, la creación de una vida cultural donde feria a feria, ciudad a ciudad, allí donde van los lectores, se consigue celebrar la gran fiesta del libro”, mantiene el editor de Páginas de Espuma.

En otras comunidades autónomas como Asturias, Daniel Álvarez (Hoja de Lata) ha podido volver a experimentar esa dinámica y se ha dado cuenta de “lo muchísimo que echábamos de menos trabajar en una feria del libro”. Considera que le ha servido, además, de empujón anímico, “porque la comunicación que se establece entre lectores —los editores no dejamos de ser unos grandes lectores— es fundamental para seguir desarrollando nuestro trabajo”.

El confinamiento y la recuperación del tiempo perdido

La dilatación del tiempo durante el confinamiento ha sido, quizás, uno de los principales beneficios para los lectores asiduos y los que una vez lo fueron. Después de vivir enclaustradas en rutinas y ritmos estresantes, muchas personas pudieron reencontrarse con los libros.

“En tiempos de incertidumbre y ruido, la lectura recupera su capacidad evasiva —sin el lado peyorativo—, al menos de aislamiento frente a la tormenta exterior”, señalan desde la librería salmantina Letras Corsarias.

La escasez de tiempo libre y el dominio imperante de las series como forma de ocio ha sido “uno de los grandes enemigos de los últimos años para la lectura —no hace falta aclarar que si te tragas una serie de ocho de temporadas con diez capítulos de una hora... son bastantes horas que no has pasado ni leyendo ni haciendo otras cosas—”, comentan.

“Parece que el confinamiento ha servido, en parte, como revulsivo para el interés del público por los libro”, dice Daniel Álvarez, de la editorial Hoja de Lata

Coincide en esa opinión Daniel Álvarez, quien considera que “parece que el confinamiento ha servido, en parte, como revulsivo para el interés del público por los libros” y que incluso “se aprecia cierta revalorización del hábito de la lectura”.

Las librerías recuperan su territorio

Las librerías fueron unos de los primeros comercios en poder abrir sus puertas tras el confinamiento y podría decirse que, pese a todo, si se compara su situación con la de otros ámbitos culturales como, por ejemplo, la música en directo o el teatro, las librerías no han salido tan mal paradas. “En nuestro caso las ventas no han disminuido”, comentan desde Intempestivos, ubicada en Segovia. “Tampoco han aumentado, pero de momento estamos ahí, aguantando”.

“Aquellas librerías que durante años han sido capaces de vertebrar una comunidad a su alrededor, convirtiéndose en algo más que un punto de venta de libros, han podido recibir apoyo durante estos meses tan duros”, opinan en Letras Corsarias

Un resultado que no es fruto de la casualidad, sino de un trabajo realizado a lo largo del tiempo. Así lo consideran en Letras Corsarias: “Aquellas librerías que durante años han sido capaces de vertebrar una comunidad a su alrededor, convirtiéndose en algo más que un punto de venta de libros, han podido recibir apoyo durante estos meses tan duros. La gente se ha volcado con nosotros y nos ha salvado en esa primera fase tan difícil que fue marzo y abril”.

Y de ese trabajo surgieron las ganas de volver a estos lugares de refugio. Elena Medel asegura que le resultó emocionante “la militancia de lectoras y lectores: el entusiasmo con el que regresaron a las librerías independientes y compartieron sus lecturas en redes sociales para animar a los demás a sumarse”.

El comercio online también ha servido para mantener a los lectores. “Desde el confinamiento hemos visto un incremento considerable de la compra de libros online en nuestra web”, apuntan desde Puerta de Tannhauser (Plasencia) y añaden que “los procesos de compra estaban cambiando ya antes de la pandemia, pero el coronavirus lo ha acelerado, siendo la librería online una fuente de ingresos fundamental que nos apoya y mantiene”.

Asimismo, en Letras Corsarias se valen del mundo virtual para consolidar sus relaciones con los lectores. “Somos una librería que trabaja muchísimo la recomendación”, comentan. Pero no solo son ellos quienes recomiendan in situ, sino que también escuchan para captar todo aquello que se les pueda escapar y se apoyan en las redes sociales, newsletters y correos electrónicos para trasladar esas recomendaciones a internet. Un complemento, que no un sustitutivo, a fin de “no dejar todo en manos de las grandes plataformas de venta online”.

Sin expectativas en un presente incierto

Casi siete meses después del estado de alarma, editoriales y librerías poseen algo de perspectiva, pero no certidumbre ante una crisis sanitaria gestionada de maneras muy diversas según el territorio en el que se viva, si bien con factores comunes. “Este virus afecta a la salud en todos los ámbitos —sostiene Carlos Rod— y, desde luego, afecta al miedo también, pero no solo tiene repercusión en las ventas, sino también en la dinámica en que se basa la relación entre libreros, distribuidores y editoriales”. El editor segoviano cree que una posible consecuencia podría ser que “el sector se vuelva más conservador y se actúe sobre ‘seguro’”, que no se arriesgue “por lo que pueda venir”. Ello sumado a la posibilidad de que el mercado se vuelva “más agresivo todavía, con una mayor concentración de novedades en las librerías”.

“No se puede trabajar con la imposición de los parámetros que se han impuesto por influjo de los grandes grupos editoriales”, apunta Manuel Borrás, de la editorial Pre-Textos

Un ritmo que, para una editorial independiente, es insostenible. Así lo matiza Manuel Borrás (Pre-Textos), para el que resulta un “disparate” ir a remolque de los grandes sellos: “No se puede trabajar con la imposición de los parámetros que se han impuesto por influjo de los grandes grupos editoriales. A estos les da igual firmar contratos efímeros puesto que sus libros o se venden en un plazo determinado de tiempo o son destinados a pasta de papel. Al pequeño o mediano editor no se le está dejando respirar con los plazos tan ajustados que están dictando agencias literarias, autores y editores comerciales”.

El parón ocasionado durante los meses del confinamiento ha derivado también en posponer ideas y proyectos. En la Bella Varsovia iban a abrir una convocatoria de recepción de manuscritos y lanzar un premio para poetas jóvenes, “pero con este nuevo calendario editorial tenemos libros contratados hasta mediados de 2022, y no queremos que nadie tenga que esperar más allá de esa fecha”, señala su editora.

Y ahora, ¿qué?

Una pregunta muy difícil de responder, pero a la que librerías y editoriales se enfrentan sin miedo. En Letras Corsarias se están enfocando en cómo afrontar la campaña navideña: “Son semanas de muy buenas ventas para nuestro sector y todo indica que no podrá haber grandes aglomeraciones en los espacios. Así que tendremos que buscar la forma de facilitar las cosas: envíos online, servicio de recogida, entrega a domicilio en la propia ciudad... pero sin perder el estilo que nos caracteriza ni el ánimo”.

Con ese ánimo se encuentran también en Puerta Tannhauser, desde donde seguirán trabajando en “la elección de libros, hablaremos con los editores, ilustradoras, escritores, traductoras... Leeremos todo lo posible, charlaremos con la gente cuando entre en la librería, y también virtualmente a través de las redes sociales para que los lectores lleguen hasta la librería online si viven lejos de Plasencia”.

Más a la expectativa se encuentran en Intempestivos, donde se enfrentan a la situación conforme se vaya planteando: “Creemos que, dependiendo de cómo evolucione la dichosa curva, habrá consecuencias más o menos desastrosas. Ahora mismo no nos atrevemos a ir mucho más allá del día a día. A ver cómo llegamos hasta Navidad y luego habrá que analizar la viabilidad. Un nuevo confinamiento sería desastroso, eso sí lo tenemos claro”.

En cuanto a las editoriales, el objetivo es común: sobrevivir. “En esas circunstancias es difícil marcarse más objetivos que la mera supervivencia —señala el editor de Hoja de Lata— hacerlo lo mejor posible teniendo en cuenta que vamos a publicar menos títulos que el año pasado y que la situación para todo el mundo está como está”.

Por su parte, desde La uÑa RoTa apuestan por una supervivencia basada en el apoyo mutuo: “Nuestro lema dice: Editorial dependiente de lectores independientes. Deberíamos añadir: de lectores... y de librerías independientes. Esta es la línea en la que estamos trabajando”.

Esa supervivencia dependerá, además de los factores externos, del modo de hacer de cada editorial. Así, en Pre-Textos apuntan que “los editores que hemos sabido ganarnos nuestra independencia y favor del lector gustoso respecto a la mediocridad ambiente y galopante tenemos cierto futuro asegurado. Es decir, aquellos que apelamos a lectores antes que a consumidores de productos”.

Ese trabajo personal que cada editorial está llevando a cabo resulta su baza más importante: la fidelidad. Para Páginas de Espuma, ese público “fiel y atento”, unido a unos “deberes bien hechos hasta el momento”, dará como resultado algo positivo: “Nadie desea pasar por una pandemia, pero sí que elegimos los elementos y las condiciones con las que nos enfrentamos a una situación de crisis y por ahí creo que estamos haciendo las cosas bien”.

Si la pandemia ha dado una lección a la sociedad —además de que la sanidad pública es necesaria y no se puede descuidar bajo ningún concepto— es que el ritmo de vida que se arrastraba no es sostenible para ningún sector. Y ahora, pese a que, como decía Ángel González, “el futuro es diferente/ al porvenir que se adivina lejos”, que los lectores rescatados contagien su virus a los que todavía no han vuelto, para que ni libros ni librerías falten.

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