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Iglesia católica
El séptimo, no robarás
No había vuelto a entrar en la bellísima catedral de León desde que la santa madre Iglesia acordó poner precio a las visitas, 7 euros al público en general y 6 a los pensionistas. El pasado viernes, a primera hora de la tarde, llamado por el luminoso momento en que el sol enciende el rosetón de la fachada dando vida al extraordinario y fascinante color de sus vitrales, no me resistí a entrar en el templo.
No sabía entonces lo que hemos conocido estos días: el reconocimiento por parte de la milenaria institución católica de que casi un millar de las 35.000 inmatriculaciones con las que hizo suyas todo tipo de propiedades, gracias a la modificación del Reglamento Hipotecario aprobada por un gobierno conservador de Aznar en 1998, lo fueron “por error”, según la obispalía. De ellas, más de un centenar de viviendas y fincas fueron presurosamente vendidas, por lo que le tocará a la iglesia devolver lo robado.
Esa normativa de 1998 facultó a la iglesia católica para registrar a su favor todo tipo de inmuebles, fincas y solares con la única firma del obispo de la diócesis como prueba de su propiedad, dando paso a la voracidad inmobiliaria de la que da constancia el número de inmatriculaciones realizadas, especialmente a partir del siglo en curso. Pasaron a formar parte del patrimonio eclesial colegios, prados, garajes, edificios de viviendas, casas, fincas y también catedrales.
La mismísima mezquita de Córdoba, fue puesta a nombre de la iglesia católica en 2006, y también lo fueron las catedrales de Ávila, Burgos, Astorga, León, Palencia, Zamora, la Catedral Vieja y la Catedral Nueva de Salamanca o la Catedral Metropolitana de Valladolid, si nos centramos solo en las de la comunidad de Castilla y León en la que resido. Añádase además, entre otras, las de Seo en Zaragoza, la del Buen Pastor en San Sebastián o la Giralda de Sevilla. Todas, sin embargo, a la hora de ser costosamente restauradas cuentan con el dinero público del estado, que sale del mismo bolsillo de quienes pagan a la institución católica para acceder a esos templos desde que ese acceso dejó de ser gratuito hace unos años.
Recuerdo que durante la dictadura, a base de visitar y estudiar gratuitamente la catedral de León, llegué a tener un conocimiento bastante detallado del conjunto, fruto de mi interés por una de las más bellas catedrales góticas del mundo. Entonces España era un estado confesionalmente católico. Ahora, desde 1978, es un estado constitucionalmente aconfesional, como lo fue durante la segunda República cuando todas las catedrales pasaron a formar parte del Tesoro Artístico Nacional, según ocurre en los países de nuestro entorno.