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Palestina
Israel ejecuta la mayor demolición en años de un poblado palestino mientras el mundo mira a EE UU
Durante el día electoral que paralizó al mundo entero, excavadoras escoltadas por vehículos militares fueron grabadas aproximándose al poblado de Khirbet Hums. Estas procedieron a aplastar tiendas, refugios de animales, baños y paneles solares. Alrededor de 70 personas se quedaron sin hogar, 41 de ellas eran niños, alerta la ONU.
Mientras una gran parte del planeta permanecía días observando e interpretando con atención un escrutinio agónico, que no parece, a priori, alterar demasiado el panorama geopolítico global y la gestión de política exterior estadounidense, Israel demolió un poblado palestino dejando alrededor de 70 personas sin hogar. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en esta demolición, que ya se ha convertido en el mayor incidente de desplazamiento forzado en cuatro años, 41 de las personas desalojadas de sus hogares fueron niños.
Durante el día electoral que paralizó al mundo entero, excavadoras escoltadas por vehículos militares fueron grabadas aproximándose al poblado de Khirbet Hums. Estas procedieron a aplastar tiendas, refugios de animales, baños y paneles solares. En palabras de Yvonne Helle, la coordinadora humanitaria de la ONU para Palestina “estas son algunas de las comunidades más vulnerables de toda Cisjordania”. De este modo, tres cuartas partes de dicha comunidad perdieron su refugio durante la operación del pasado martes. Sin embargo, por la magnitud del volumen de estructuras destruidas, un total de 76, el ataque se ha convertido en la demolición más grave de la pasada década. De un lado, en lo que va de año 2020 —y teniendo en cuenta la situación de emergencia humanitaria causada por la pandemia—, casi 700 estructuras han sido demolidas en toda Cisjordania y en Jerusalén Oriental, suponiendo estas cifras las más altas desde el año 2016. Asimismo, en este año, más de 860 personas palestinas perdieron su hogar debido a dichas demoliciones.
El poblado en el que se organizó el ataque el pasado miércoles forma parte de una de las comunidades beduinas y de pastores de ovejas de la zona del Valle del Jordán. Además, se encuentra dentro de las declaradas “zonas de tiro” habilitadas para el entrenamiento del ejército israelí. Las personas residentes en dichos poblados se encuentran muy a menudo con demoliciones de edificios sin permiso. En esta misma línea, Helle señaló “las demoliciones son un medio clave para crear un entorno diseñado para coaccionar a los palestinos a abandonar sus hogares”, denunció, acusando a Israel de “graves violaciones” del Derecho Internacional. A raíz del incidente, la declaración de la ONU y un informe in situ de la organización Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados (B’Tselem) denunciaron que el ejército destruyó 18 tiendas y cobertizos donde vivían 11 familias, 29 tiendas y cobertizos empleados como recintos para el ganado, 3 cobertizos de almacenamiento, 9 tiendas utilizadas como cocinas, 10 aseos portátiles, 10 corrales para el ganado, 23 contenedores de agua, 2 paneles solares y comederos y abrevaderos para el ganado. De la misma manera, las fuerzas de ocupación destruyeron más de 30 toneladas de alimentos para el ganado y confiscaron un vehículo y dos tractores pertenecientes a tres residentes, subrayó B’Tselem. El portavoz de B’Tselem, Amit Gilutz, acusó “como parte de sus esfuerzos por apoderarse de más y más tierra palestina, Israel destruye rutinariamente casas y propiedades palestinas”.
Siguiendo el testimonio de numerosos defensores de la causa palestina, entre los que cabe destacar al grupo mencionado anteriormente (B’Tselem), este incidente parece tener un estrechísimo vínculo con las elecciones estadounidenses. Gilutz destacó “la eliminación de una comunidad entera de una sola vez es extremadamente rara, y parece que Israel estaba haciendo uso del hecho de que la atención de todos está actualmente puesta en otro lugar para avanzar con este acto inhumano”. Desde numerosas fuentes se menciona que esta demolición ha sido como ninguna otra, puesto que, en esta ocasión, las fuerzas militares de Israel “no dejaron absolutamente nada”.
En este panorama tan plagado de incertidumbre y de ansiedad generalizada en la ciudadanía global a causa de la pandemia por el covid-19, las elecciones de EE UU han supuesto un impasse en la agenda pública global. Durante los pasados días, hemos asistido a un ambiente significado por una evidente “híper productividad” periodística, comunicativa, audiovisual y tecnológica sin precedentes para cubrir el análisis de lo que sucedía en cada rincón de los Estados Unidos. Mientras tanto, las conversaciones de los ciudadanos y las pantallas de los medios de comunicación tradicionales han olvidado e invisibilizado, una vez más, la situación en tierras palestinas.
Durante el pasado mes de febrero, la congresista demócrata Betty McCollum calificó al lobby de “grupo de odio” e introdujo un proyecto de ley para suspender la ayuda que Estados Unidos da a Israel mientras se continuen encarcelando a menores palestinos
Tensión en el loby pro israelí
Por un lado, y a raíz de estas demoliciones, se prevé esencial analizar el papel que el futuro presidente de los Estados Unidos tendrá en las relaciones con Israel. Por desgracia, no es difícil adivinar que sea quien sea el candidato finalmente elegido, las relaciones entre Israel y Estados Unidos no corren peligro de debilitarse. En primer lugar, es imprescindible tener en cuenta la enorme influencia que históricamente ha ejercido el poderoso lobby pro-Israel, más conocido como AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) en EE UU. El AIPAC ha sido considerado como el grupo de presión más influyente de Estados Unidos y generalmente siempre había querido aparentar cierta equidistancia entre demócratas y republicanos. Sin embargo, desde las incesantes manifestaciones en apoyo a Israel de Donald Trump, ha dejado atrás cualquier signo de independencia y se ha inclinado cada vez más hacia el Partido Republicano.
En segundo lugar, durante el pasado mes de febrero, la congresista demócrata Betty McCollum calificó al lobby de “grupo de odio”. Estas palabras llegaron a posteriori de que el AIPAC publicara una fotografía suya junto con las de otras dos congresistas pro palestinas a las que acusaba de “radicales” y de ejecutar “políticas antisemitas y antiisraelíes a las gargantas del pueblo americano”. Así, el AIPAC comparaba a los miembros del Congreso críticos con Israel con el Estado Islámico. La razón de todo ello es que McCollum introdujo un proyecto de ley para suspender la ayuda que Estados Unidos da a Israel mientras se continuase encarcelando a menores palestinos. Finalmente, el AIPAC retiró los anuncios y pidió disculpas, sin embargo, esta es la muestra de que las relaciones entre los demócratas y el lobby han llegado a un punto de tensión crítico.
Después de cuarenta años de colaboración con causas pro israelíes, y algunos de ellos trabajando para el AIPAC, el hombre de negocios americano Ken Toltz, que desde 2019 reside en Israel, sitúa el punto de tensión entre el lobby el Partido Demócrata en 2015. En dicho período, Netanyahu pronunció un controvertido discurso en el Congreso contra Barack Obama a la luz del histórico pacto nuclear con Irán. Dicho discurso fue un “manifiesto acto de hostilidad política” contra el entonces presidente, menciona Toltz en un artículo publicado en febrero de este año en el medio de comunicación Hareetz. De hecho, también fue un acto de hostilidad inédito contra el conjunto de los demócratas estadounidenses, ya que “nunca había visto al AIPAC abandonar su fundamental posición bipartidista”, subrayó Toltz.
Las críticas del senador por Vermont contra el “Acuerdo del Siglo” propuesto por Trump, contra las políticas israelíes y su posición a favor del acuerdo nuclear con Irán, constituyeron el origen de una campaña de desprestigio hacia Bernie Sanders
En tercer lugar, es esencial tener en cuenta el papel de “ligera” alianza con los intereses palestinos que ha jugado el senador y precandidato presidencial demócrata Bernie Sanders. Las críticas del senador por Vermont contra el “Acuerdo del Siglo” propuesto por Trump, contra las políticas israelíes y su posición a favor del acuerdo nuclear con Irán, constituyeron el origen de una campaña de desprestigio hacia Sanders. Como explicaba Eugenio García Gascón, corresponsal de Público en Jerusalén, un súper PAC proisraelí del Partido Demócrata destinó cientos de miles de dólares a una campaña negativa contra Bernie Sanders, tratando de desprestigiarlo desde distintos puntos de vista para que los demócratas votasen a cualquier otro candidato.
Un súper PAC (Political Action Committee) es una organización exenta de impuestos que contribuye económicamente a favor o en contra de un candidato a la presidencia. Se trata de grandes fortunas o corporaciones que, de otra forma, verían normativamente limitadas sus aportaciones y que, con esta regulación, puede donar libremente tanto dinero como quieran. Desde algunos medios se señala que los súper PAC son en realidad la herramienta idónea para que “los poderosos influyan en las elecciones de Estados Unidos”. De este modo, la campaña del súper PAC ha estado financiada por Democratic Majority for Israel, y se orientaba específicamente a los votantes demócratas de Iowa y de otros estados. Según The Nation, no estaba claro quiénes estaban financiando a esa asociación ni la campaña contra Sanders. En esta línea, el súper PAC ha negado rotundamente mantener vínculos con AIPAC, el poderoso grupo de presión. No obstante, según The Nation, once de los 14 miembros del consejo directivo del síper PAC trabajaron a sueldo, de forma voluntaria, o han donado fondos a AIPAC.
Ataque orquestado contra Sanders
En efecto, durante el pasado mes de diciembre, Bernie Sanders había afirmado que “EE UU tiene que apoyar no sólo a Israel, sino también a Palestina”. En esta línea, todo apunta a que el precandidato, debido a su ligero apoyo y reconocimiento a la entidad de los derechos del pueblo palestino, ha sido apartado —y ha experimentado el ejemplo más claro de una campaña negativa en comunicación política—, por medio de los distintos grupos de presión israelíes en Estados Unidos. Por una parte, el presidente de Democratic Majority for Israel, Mark Mellman, mencionó en el mes de febrero a The New York Times que “los anuncios tratan de mostrar a los votantes que Sanders es el peor precandidato demócrata, el que tiene menos posibilidades de derrotar a Trump”. Por otra parte, el director de la campaña del senador por Vermont, Faiz Shakir, afirmó que “un grupo financiero ajeno” estaba atacando a Sanders. En este sentido, Shakir añadió que un súper PAC, dejando entrever que se trataba de Democratic Majority for Israel, invirtió un millón de dólares tan solo en el Estado de Iowa para apoyar a Joe Biden.
Por otra parte, durante los años de su era presidencial, Donald Trump se ha convertido en un apoyo esencial para Netanyahu y las políticas de ocupación ejecutadas por Israel. En el marco de la pasada candidatura, la Administración Trump se apartó radicalmente del papel tradicional que pretendía históricamente simbolizar EE UU como “intermediario” en las relaciones entre Israel y Palestina. Donald Trump, entre muchos movimientos de apoyo al régimen de Netayanhu, se posicionó trasladando la Embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén, reduciendo la financiación de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), intentando transformar la opinión que el público de EE.UU tenía de que los asentamientos israelíes en Cisjordania eran incompatibles con el Derecho Internacional, reconociendo la soberanía israelí sobre el territorio de los Altos del Golán y, más recientemente, proponiendo el “Acuerdo del Siglo”, y erigiéndose como “intermediario” entre Palestina e Israel.
Donald Trump ha intentado vender su imagen de mediador internacional mientras, sin lugar a duda, apoyaba los intereses del primer ministro israelí, Netanyahu. De hecho, la complicidad entre las dos autoridades ha sido tan intensa, que el equipo de campaña del dirigente israelí se dedicó a colgar antes de las elecciones de abril del año 2019, carteles de Netanyahu y de Donald Trump en las carreteras de Jerusalén. Por desgracia para los intereses del primer ministro israelí, acusado de corrupción y de mala gestión de la pandemia, podría verse obligado a competir en unas elecciones próximamente sin su preferente aliado durante los últimos años en la Casa Blanca.
Mientras los ojos del mundo entero se centran en la disputa electoral entre Trump y Biden, en la otra orilla del planeta, las aguas del Mediterráneo continúan asistiendo a las continuas vulneraciones de derechos humanos del pueblo palestino desde hace 70 años. Mientras el Partido Demócrata se alza con el Ejecutivo norteamericano, la franja de Gaza sigue bloqueada, y los colonos israelíes siguen atacando a los recolectores palestinos —pese a la petición de protección la ONU a los agricultores palestinos—.
Durante el calendario electoral, allí donde reina la ocupación y pervive el imperio de la violencia, violándose de forma persistente e impune el Derecho Internacional, los israelíes se han posicionado como ampliamente favorables a la reelección de Trump. Las últimas encuestas confirmaron que el 50% de los israelíes querían la victoria del expresidente, en comparación con sólo el 21% que preferían a Joe Biden. Estos datos son reveladores y sorprendentes en la comparativa con los pasados comicios estadounidenses, produciéndose una inversión de la preferencia por los republicanos ya que, en la última fecha electoral, la mayoría de los israelíes prefería a Hillary Clinton y no al entonces candidato Trump. De forma evidente, desde las ciudades y los poblados palestinos, se rechazaba frontalmente la idea de que Trump conquistase de nuevo el poder, ya que se ha ido convirtiendo en el mayor aliado de Netanyahu, y ha contribuido a la expansión de las políticas de ocupación sionistas durante estos últimos años.
La Plataforma del Partido Demócrata pide la creación de un estado palestino “viable”, en el que los palestinos “deberían ser libres de gobernarse a sí mismos”, y se opone abiertamente a la “acción unilateral” de cualquiera de las partes
Estado palestino “viable”
Sin embargo, lo esencial ahora es adivinar y analizar qué postura tiene Joe Biden. En efecto, la Plataforma del Partido Demócrata pide la creación de un estado palestino “viable”, en el que los palestinos “deberían ser libres de gobernarse a sí mismos”, y se opone abiertamente a la “acción unilateral” de cualquiera de las partes. Sin duda, las declaraciones que se reflejan en dicho documento son prometedoras, como manifestaba según el Time Husam Zomlot, diplomático, académico y economista palestino. Zomlot asimismo afirmaba que también es reveladora la declaración del partido de que los palestinos e israelíes tienen el mismo derecho a la libertad. No obstante, añade que la omisión de cualquier mención de la “ocupación” de Israel es un reflejo de que la plataforma no es más que un documento político y teórico, sin dar lugar a acciones reales, al menos por el momento.
Por una parte, el ala más progresista de los demócratas ha incidido recientemente en la elaboración de una estrategia más agresiva hacia las políticas de Israel. En junio, la representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez encabezó una carta firmada por una docena de legisladores demócratas en las que se solicitaba que EE UU condicionara sus 3.800 millones de dólares de financiación militar estadounidense a Israel destinada a actividades relacionadas con la construcción de asentamientos —ilegales—, en caso de que Israel siguiera adelante con el plan de anexión.
El recién electo Joe Biden no ha hecho referencia a la ocupación y está en contra de condicionar la ayuda militar a Israel y, aunque se ha comprometido a restaurar la ayuda de EE UU a Palestina, dejará la Embajada de EE UU en Jerusalén
Gestos, y poco más
Por otra parte, según Time, a pesar de su manifiesta oposición a la anexión israelí, el recién electo Joe Biden no ha hecho referencia a la ocupación y está en contra de condicionar la ayuda militar a Israel. Aunque el demócrata sí ha comprometido a restaurara la ayuda de EE. UU a Palestina si es elegido, dejará la Embajada de EE. UU en Israel en la ciudad de Jerusalén, siguiendo en esta línea la actitud de su antecesor Trump. Por último, desde Times of Israel, se consideraba a finales del mes de octubre que un presidente Biden adoptaría una postura menos combativa con Israel que Obama. Esto significaría que la elección de Biden podría suponer una bajada en el compromiso con la región, no obstante, las políticas demócratas “no dejarían a Israel por detrás”
Sincera y desgraciadamente, cuesta mucho creer —la historia no nos anima a suponer algo diferente—, que la postura estadounidense hacia la problemática de la ocupación vaya a transformarse por completo con la elección de Biden. Sería totalmente inesperado que, de repente, Joe Biden imponga sanciones a Israel y ejecute una política de distanciamiento con Benjamín Netanyahu. En este sentido, los expertos en geopolítica consideran que es poco probable que la resolución de la ocupación sea realmente una prioridad para el despacho oval. Además, teniendo en cuenta las numerosas y efectivas presiones -antes mencionadas- en relación al trascendental poder del lobby pro Israel que maneja los movimientos en Estados Unidos, la actitud del Ejecutivo hacia los intereses palestinos, y por ende, en el respeto de los DD. HH, no prevé demasiados cambios.
Mientras el mundo se para y en cada rincón de Europa se analiza con detenimiento el escrutinio de votos; la futura presidencia de Biden y las acusaciones de Trump de “robar” la elección, Israel permanece impune ejerciendo sus políticas sionistas de opresión, ocupación y violación de derechos fundamentales.
La demolición de la comunidad palestina en el Valle del Jordán es tan solo un ejemplo de la violencia y la represión que conllevan las políticas de ocupación israelíes. El pasado 4 de noviembre el joven palestino Bilal Rawajbeh, que había sido recientemente padre, fue tiroteado en un checkpoint por un soldado israelí. El prisionero Maher Al-Akhras cumplía esta semana 100 días en huelga de hambre en protesta a una injusta condena administrativa de 4 meses sin juicio, ayer viernes puso fin a su protesta tras lograr el compromiso de ser liberado el 26 de noviembre. Una vez más, estos escándalos contra la vida y la dignidad humana no serán noticia en Occidente. En este rincón del planeta, absorbidos por el incesante bombardeo de noticias electorales sobre la futura presidencia norteamericana, asistimos a la deriva de la moral de una sociedad indiferente, que continúa haciendo caso omiso a la injusticia y a la vulneración de los Derechos Humanos que se sucede en tierras palestinas.
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