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Poesía
Nunca fueron dioses los hombres caballo
Giovanni Collazos (Lima, 1977) es poeta, activista antirracista y percusionista. En 1999 se mudó a Madrid, donde todavía reside. Ha publicado hasta el momento los poemarios Contra la niebla (Unaria ediciones, 2013), El tísico Bolchevique (Ruleta Rusa Ediciones, 2016), Migrante (La Garúa editorial, 2017) Voces de un cuerpo (Cartonera del Escorpión azul, 2020), Rropas (La Garúa, 2021) y Atravesar un cuchillo con corazón transeúnte (Municipalidad de Lima Metropolitana). También ha colaborado con revistas literarias de España, Francia, Portugal y diversos países de América. Sistema de castas (Huerga y Fierro editores, 2023) es su último libro.
Tu libro se abre con una cita de Frantz Fanon que es también una declaración de intenciones, “A cada época su poesía”. ¿Cómo se inscribe tu poesía en esta época, y en qué medida te ha marcado su trabajo?
Considero que lo que intento hacer en la escritura poética es ampliar en todos los sentidos la mirada, no estacionarme en una sola lectura (las interpretaciones son abiertas) y transgredir las reglas establecidas e impuestas por el sistema en que vivimos, éste sistema que nos empuja a la alienación y al nulo pensamiento crítico y autocrítico, donde solo importa el dinero, donde solo se piensa en vender libros, donde solo interesa el bien individual y falsamente lo colectivo. El acto de escribir poesía parte de una reflexión y de un sentimiento individual, por supuesto, sin embargo cuando nos importa lo comunitario y lo social, simplemente el escritor es un instrumento más para el pensamiento crítico. No sé si el ir a la contra de lo que el canon poético español dicta (premios de poesía y antologías excluyentes) se inscribe en esta época, pero existo y escribo en esta época y me rebelo siempre ante todo lo injusto, ante todo lo desigual, ante la prevalencia del individualismo. Fanon, así como Quijano y Patricia de Souza, además de otros pensadores y pensadoras anticoloniales, han marcado mi pensamiento en cuanto a ordenar y desarrollar mis intuiciones y mis propios cuestionamientos, y ya no solamente en el desarrollo de la escritura, también en mi día a día, en lo personal, porque siempre parto y escribo desde una autocrítica a mi circunstancial pertenencia a lo occidental, lo que implica ser consciente de que escribo desde un lugar de enunciación determinado. Deconstruir el pensamiento blanco es un proceso largo y se necesita más que lecturas para comprender cómo funciona ese proceso.
Cualquiera que te conozca un poco sabe de tu gran admiración por César Vallejo. ¿Hasta qué punto se entrelazan vuestras escrituras?
Vallejo es dios para mí. Hace unos meses me pidieron presentar, en el primer festival de cine peruano en Madrid, el documental de la directora Sofía Velázquez “De todas las cosas que se han de saber”, rodada en Santiago de Chuco, lugar donde nació el poeta. El film nos adentra un poco en las vidas de los habitantes de Santiago y cómo el aura de Vallejo abraza a esas personas, entre historias, versos y poesía. Nadie se imagina el placer, la alegría y la responsabilidad que sentí por realizar ese acto. También escribí un pequeño prólogo para una reedición de “Trilce” por sus cien años de publicación, el libro de poesía más grande que se haya escrito, y no cabía en mi cuerpo. Sí, mi admiración y su influencia es enorme y al ser muy consciente de eso, siempre he buscado ir por mi propio camino en la escritura. Mi diálogo principal es con él, pero también hay otros poetas y escritorxs cuyas escrituras para mí son alimento, como César Moro, Gamaliel Churata, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Patricia de Souza, Paul Celan, Saint John Perse… la lista sería larga.
Escribo desde una autocrítica a mi circunstancial pertenencia a lo occidental
Hay en tu poesía un lirismo rabioso que lucha por deconstruir e inventar un nuevo lenguaje. Pienso, por ejemplo, en tu verso: “mientras prendre fuego al lenguaje quemando colonial el monumento”. Es una pregunta difícil pero, ¿cómo escribes? ¿Cómo surge y se materializa ese trabajo con el lenguaje?
La rabia es un sentir muy válido cuando uno observa y vive también las cosas que le afecta y que afectan a otras y a otros. Suele nacer de la impotencia y la imposibilidad de hacer cosas efectivas para evitar lo injusto, hay situaciones que escapan a nuestras posibilidades y fuerzas. Intentar transformar la rabia en poesía, sin caer en lo panfletario y en lo llanamente discursivo, no es nada sencillo. La realidad nos lanza continuamente puñetazos en nuestra búsqueda de vivir decentemente. La realidad nos tuerce el gesto si no somos indiferentes e impasibles. Entonces escribo a partir de una mezcla de intuición, sentires varios y reflexión. El trabajo con el lenguaje se me hace indispensable al considerar la importancia de los significados y significantes de las palabras, la utilización de las mismas para generar pensamiento crítico. La musicalidad y la imagen en conjunción para que esa rabia o cualquier tipo de sentir, tengan alguna especie de estética. Para mí el fondo y la forma deberían ir unidos, tener un mismo cuerpo, ser un sólo artefacto no solo artístico, sino también político.
“Tu diagnóstico es tu inexistencia”. Esta frase podría resumir justamente la paradoja del migrante. El que se fue y no acaba de llegar, el desclasado, precisamente por culpa del racismo institucional. Supongo que no es sólo una experiencia sino una forma de estar en el mundo, ¿cómo se encaja de forma cotidiana?
Yo no sé cómo puede cada persona migrante del sur global encajar todo eso en lo cotidiano. Creo que cada quien hace lo que puede y mantener una buena salud mental bajo este sistema, se hace muy complicado. Hay factores diversos que hacen distintas las condiciones en las que migramos. No es lo mismo migrar desde Latinoamérica que migrar desde el continente africano o desde el continente asiático, por ejemplo. No es lo mismo migrar a Europa por necesidades económicas, por pobreza o por ser perseguido políticamente en tu lugar de origen que migrar becado o pagando para realizar estudios, másteres o doctorados. Hay que tener en cuenta siempre lo racial, por supuesto, pero de igual manera la clase y el género. Dentro de todo el colectivo migrante hay clases sociales y entender eso es imprescindible. Eso influye en la manera de ver las cosas o de ignorarlas, influye en poder tener las herramientas para encontrar formas de encajar el racismo cotidiano y sistemático.
Hay en tu libro una crítica evidente a la izquierda (parlamentaria o no) respecto a su posicionamiento en el sistema racista “poscolonial”. ¿Crees que la autocrítica llegará algún día? ¿Y cuáles son tus referentes teóricos en el ámbito antirracista?
De la derecha y del facismo de este país (y también del mundo entero) ya sabemos qué podemos esperar, los patrones son evidentes. En todos estos años viviendo en España, la izquierda de este reino me ha decepcionado mucho. Es imposible esperar que la izquierda aquí sea antirracista, porque no se trata solamente decir “no somos racistas porque somos de izquierda”, se trata de ser antirracistas en lo cotidiano y en las acciones políticas que tengan incidencia en la vida de las personas migrantes y racializadas. Esta izquierda es blanca y paternalista, diría que es colonial en su pensamiento y también en sus acciones. Y deseo acotar una pregunta, ¿existe la izquierda en España? Claro que no, cometemos el error de confundir izquierda con socialdemocracia. Así nunca habrá autocrítica. En una pregunta anterior, casualmente, nombré a algunos de mis referentes teóricos, pero le doy más importancia a la gente de la calle, a los amigos con quienes converso e intercambio ideas, al pensamiento que es capaz de generar las personas de clase campesina, obrera y trabajadora.
A pesar (o al margen) de esa crítica, reivindicas la pertenencia a la clase obrera, que impacta, supongo, tu forma de estar en el mundo, además de tu poesía. ¿Cómo es ser poeta y obrero?
Dentro de las desventajas que puede tener por ganar el sueldo mínimo o menos que eso en muchas ocasiones, sin olvidar nunca que hay quienes no tienen ni esa posibilidad por no tener papeles, por no tener un trabajo o por otras circunstancias, mi pertenencia a la clase obrera y trabajadora me da lo que se llama un “conocimiento situado”. Hay lugares diversos desde donde mirar la realidad y es importante saber desde dónde enunciamos, escribimos y pensamos, por tanto nunca he sido ajeno a la realidad propia y a la que me rodea. Mucho antes de empezar a leer a Mariátegui en el colegio, cuando estaba en la secundaria en Lima, ya palpaba y veía la realidad de mi barrio de La Victoria y de una ciudad, como la capital peruana, llena de desigualdades sociales. Era todavía un niño, pero reconozco que tuve la influencia de mi padre, un abogado marxista en aquel tiempo, a quien veía ayudar con su trabajo a personas de bajos recursos, en su mayoría personas migrantes de la región andina. Mi viejo prácticamente no les cobraba nada por darles ayuda legal, esa era su forma de hacer la revolución. Jamás nos decía a mis hermanas y a mí como debíamos pensar, con ese ejemplo era suficiente. La poesía llega casi al mismo tiempo porque mi viejo también influyó en empezar a leer a Vallejo, porque él lo leía y yo quería leer lo mismo. Fui capturado por el cholito universal y de manera orgánica e instintiva la poesía llegó a ser mi manera de estar en este mundo. Pero ser poeta en realidad no te hace distinto, tengo muchos defectos que intento trabajar, porque lo más importante es poder ser buena persona.
El concepto de integración en Europa es equivalente a la visión colonial
En varios poemas problematizas la cuestión de la integración, que es una “falsa cuestión” en mi opinión pero que no deja de estar presente cuando hablamos de inmigración: “la integración es la deuda tuya y mi voz interroga el concepto” o “no ha servido el despojo de la integración”. El debate sobre asimilacionismo o integración es un debate caduco y una elección fruto de un espejismo, pues al final son conceptos equivalentes. Como expatriada siempre me hago la misma pregunta, ¿cómo salir de esa espiral? ¿Cómo reconstituirse?
El concepto de integración en Europa es equivalente a la visión colonial: “olvídate de tus costumbres, acá tienes que hacer lo que nosotros hacemos, vestirte como nosotros nos vestimos, ver lo bello como nosotros miramos lo bello”, etcétera. La auténtica integración parte del respeto a las culturas y sus miradas diversas, sin imponer las costumbres locales. El respeto debe ser mutuo. Existe una zona liminal que casi no es lugar, una zona donde el sentimiento de pertenencia casi no existe, una estancia donde no te sientes de acá y por el tiempo que puedes llevar fuera de tu lugar de origen, tampoco te sientes muy de allá, a pesar de la nostalgia y los recuerdos, ¿en dónde están integrados esas personas? Siempre me hago esa pregunta y escribo poemas donde intento encontrar respuestas.
La música es otro de tus hilos conductores, ¿en qué medida te sirves de ella para escribir poesía?
Nunca escribo sin escuchar música. La música es un elemento estimulante a la hora de ponerme a escribir. El Jazz y el Blues, pasando por la Salsa dura y la Cumbia, hasta el Funky y el Soul. Los valses peruanos y el Landó también me han ayudado en la creación de muchos poemas. Yo quiero escribir un libro que se llame “Landó blues”, lo tengo en la cabeza hace mucho tiempo y llegará ese momento, estoy seguro. Soy percusionista y aprendí a tocar de oído, no estudié música, el empezar a tocar percusión fue algo natural, desde pequeño. Me gusta bailar salsa y otros géneros musicales, el cuerpo y la música son importantes cuando escribo.
“Clama la luz” es el poema que cierra Sistema de castas. Un poema del “nosotros” mestizo, de esa “constante tradición de orbitar en todos los soles”. ¿Para cuándo las próximas luces, el próximo libro?
Estoy pensando en un ensayo o en una mezcla de géneros. Sé que será difícil, pero debo lanzarme. Tengo un poemario que llevo escribiendo muchos años porque es muy personal y deseo terminarlo pronto. Tengo muchas ideas en la cabeza, pero el tiempo no siempre me acompaña. Al final siempre termino escribiendo lo que el cuerpo me pide sin inmediatez, lo que me cause una mayor inquietud.
Hay un olor a carne en el mar
como ceniza desvestida de anopheles
pájaro esqueleto en la memoria su extremidad
sobre la mesa no han sonreído los niños
sólo su rostro comible su condición de invierno
su playa brebaje
se han instalado madrugada en la ciudad
en su comercio de viento
se oye lunación y arde el cuerpo bajo la cinco soledad
nadie conoce Gaza pero sus muertos pernoctan en el barrio
nadie vio Siria ni han navegado mediterráneo flotando cuerpos
también puede ser un color azul en mi despertador
tiñendo rojo los privilegios y su burgués cama viscoelástica
el tiempo clama sin memoria nadie les devuelve los restos
la búsqueda lo interno flotante lenguaje en saliva
los gritos llenos de sal son el silencio
hay un olor a pedrada en península
se mastica el hierro me integran años convertidos
la suerte del mismo idioma
la suerte herencia apenas el acento en conservas
y nace duda qué valor el yo mestizo
qué descarga historia el color de hueso triste
piensa la belleza no son flores sin cementerios
es lo crudo la palabra primigenia
qué decir si la muerte calla las bocas
el aquí nos sigue dando el alma tanta mentira su igualdad
volvemos a las calas y los restos no retornan
qué somos los vivos si vacacionamos cadáver sobre cadáver
he visto morir mañanas pieles el coágulo melodía.
Sistema de castas, de Giovanni Collazos. Huerga y Fierro editores, colección Rayo Azul Poesía.