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Música
4AD, cuarenta años en duermevela
En su cuarenta aniversario como sello emblema del pop ensoñador, la estela dejada por 4AD emerge como una de las más identificativas del universo pop. Ya sea desde su amor eterno a Cocteau Twins o a través de las alucinaciones dream punk de los Pixies, su idiosincrasia onírica y cósmica ha marcado el devenir de grupos como Beach House o sellos tal que Captured Tracks, enfocados en repetir gestas de una casa discográfica pionera en su forma de crecer en torno a un concepto.
Todo empezó en 1980, cuando Ivo Watts-Russell y Peter Kent pusieron en funcionamiento 4AD. En aquellos años, la denominación indie, sellada desde el primer single de Orange Juice, definió un código de acción independiente desde barricadas discográficas como Rough Trade o Factory Records, que estaban avistando el camino que Watts-Russell se fue labrando a través de una visión literalmente materializada en las portadas que Vaughan Oliver, fallecido a finales de 2019, comenzó a crear a través de sus trabajos para grupos como Modern English, Cocteau Twins y This Mortal Coil, el súper grupo que Watts-Russell impulsó a partir de su propia fantasía. Eso es lo que fueron This Mortal Coil para el capo de 4AD, ni más ni menos.
Versiones como “Song to the Siren” de Tim Buckley, interpretada por la siempre embriagadora Liz Fraser, elevan al cubo la trascendencia real de una formación soñada que se hizo realidad a lo largo de tres álbumes cuyo contacto visual provenía del hechizo invocado por un Vaughan Oliver que fue para 4AD lo mismo que Peter Saville para Factory Records: el encargado de convertir las carpetas del disco de vinilo en algo tan especial y exclusivo que, para el comprador, recreaba la sensación de estar haciéndose con una obra de arte.
La colaboración entre Watts-Russell y Vaughan Oliver creó una imagen plenamente identificativa de lo que representaba 4AD, cosmología sónica nacida para prender duermevelas de sueños como los ideados por Cocteau Twins, el grupo fetiche y más representativo de la idiosincrasia hipnagógica del sello.
A día de hoy resulta imposible abarcar toda la influencia generada por los discos publicados por el grupo de Liz Fraser y Robin Guthrie. De iconos underground como Pale Saints y las camadas shoegaze a bestias mainstream como Enya y el universo Twin Peaks, recreado en la voz gaseosa de Julee Cruise, Cocteau Twins fueron al dream pop lo mismo que Kraftwerk al pop electrónico: sus pioneros y buque insignia.
Obras como Head Over Heels (1983) y Blue Bell Knoll (1988) son armazones de toda una metodología en pos del canto etéreo y distorsiones enhebradas como collares de perlas. En cuanto a la red de paralelismos tejida con Factory Records, Cocteau Twins significaron lo mismo que Joy Division para Tony Wilson: la niña de los ojos de Watts-Russell.
Cocteau Twins también eran la banda favorita de A.R. Kane, un dúo de espeleólogos del out pop a quienes los reyes del playback, Milli Vanilli, les copiaron la imagen de cabo a rabo. A diferencia del inocuo dúo conformado por los coquetos Fab Morvan y Rob Pilatus, A.R. Kane fueron el fruto de imaginar un fórmula imposible entre la belleza etérea de las inflexiones instrumentales de Robin Guthrie y el embrujo del dub orquestado por Public Image Limited en Metal Box (1979).
A.R. Kane cosecharon su primer logro artístico con Lolita (1987), EP publicado por 4AD donde hicieron realidad un sueño: grabar con Robin Guthrie. En Lolita configuraron una impronta experimental que siguieron ampliando tras su fichaje por Rough Trade, donde, entre otras cosas, grabaron sus dos primeros álbumes: 69 (1989) y I (1990). Ambos trabajos siguen siendo dos de los tesoros más fascinantes por redescubrir del puente entre los años 80 y 90, aparte de ser el antecedente más claro de toda la generación postrock británica gestada desde los márgenes del britpop. Aleaciones únicas como Disco Inferno, Moonshake o Bark Psychosis le deben algo más que el ejemplo a Alex Ayuli y Rudy Tambala, miembros centrales de un grupo cuyo olvido no ha hecho más que subrayar el don de cazatalentos de Watts-Russell, incluso para experimentos tan descabellados como MARRS, colaboración entre Colourbox y A.R. Kane que dio lugar a “Pump Up the Volume”, súper ventas mega masivo que inundó todas las pistas de baile a lo largo de 1987.
Mientras MARRS arrasaba en terreno impropio de 4AD, sus pesquisas traspasaron el océano, concretamente, hacia Boston, ciudad de escena musical a la que pertenecían dos muestras únicas de pop marciano: Throwing Muses y Pixies. El fichaje de ambos grupos cambió para siempre el estatus no solo del sello sino también de la trayectoria de Vaughan Oliver, que, desde el primer encargo que tuvo para la banda liderada por Black Francis, se convirtió en su David Lynch particular: el mago que consiguió visualizar los criptogramas líricos imposibles en portadas y libretos tan icónicos como los de Surfer Rosa (1988) y Doolittle (1989).
El cuidado por definir una coherencia estética perfectamente identificable devino en influencia central un buen número de sellos de los años 90, como Too Pure, que también adoptaron la evolución progresiva de su esencia, sin grandes cambios de golpe, pero siempre adoptando grupos que no replicaran lo que ya tenían en catálogo.
Figuras apadrinadas por Watts-Russell como Red House Painters, Lisa Germano o Kristin Hersh compartían pretensiones evasivas en sus fugas pop, aunque siempre enfocadas desde perspectivas totalmente opuestas. En cierta manera, Watts-Russell constituyó su propia versión pop de ECM, sello de jazz experimental y atmosférico capitaneado por Manfred Eicher, que comparte con 4AD el amor por la música ambient, y que en la casa de Watts-Russell emergió a raíz de una catedral de las atmósferas aerostáticas pop como The Moon and the Melodies (1986), pináculo de la discografía de un astronauta del minimalismo ensoñador como Harold Budd, que, para dicha excursión astral, se alió con los Cocteau Twins.
El equilibrio entre pop, electrónica, dance y experimentación fue algo que, con el paso de los años, acabó adquiriendo más y más peso en la línea estilística de un sello cuyo híbrido no solo fue el espejo de grupos como Seefeel y One Dove, sino también de toda la generación ambient berlinesa de los años 90, con Diskont 94 (1995) de Oval como piedra roseta.
Con el paso de los años, la marcha de Ivo Watts-Russell del sello en 1999 fue desvirtuando las líneas maestras de un concepto que, aun así, sigue sobreviviendo a lomos de propuestas tan representativas de su legado como Aldous Harding, U.S. Girls, Deerhunter, Holly Herndom o Gang Gang Dance. Ecos de un idealista de esos pocos capaces de empujar los tiempos hacia rincones inauditos de la galaxia pop.
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Excelente artículo que entre otras cosas me ha provocado muchos recuerdos de momentos vividos con las canciones de la mayoría de los grupos del sello, gracias. https://www.youtube.com/watch?v=HlnoZdGczMg&list=PLMxy067kbpQhJkOZtEDdjn97sir7HmzkQ&index=7