Música
Idles: feroces cuidados

El grupo británico Idles, que esta semana actúa en Bilbao, Barcelona y Madrid, es algo así como Caravaggio sudando arrebatado en un pogo. Hablamos con su cantante e ideólogo Joe Talbot.
Idles
El grupo británico Idles presenta su nuevo disco, ‘Crawler’. Foto: Rosie Foster.

“Tumulto. Caos. Va a ser un buen match”. Así responde Joe Talbot a la última cuestión, sobre qué espera de su audiencia en sus conciertos españoles, que le hace El Salto por videollamada. Su banda, Idles, tiene ganas y el público también: las entradas para La Riviera, en Madrid, y Razzmatazz, en Barcelona, volaron hace tiempo. Parte de lo que mucha gente está deseando vivir en esos directos lo describía el titular de la crónica de su show en Londres a comienzos de año. “Como que te peguen un puñetazo y te abracen al mismo tiempo”. El grupo de Bristol sigue abriendo con “Colossus” y Talbot preguntando a la gente si está lista para chocar y cuidarse. Ese tema es solo uno de los clásicos de una banda cuya trayectoria ha ido estrechando cada vez más la relación con quien es atravesado por su música.

Todo en Idles —que completan Adam Devonshire al bajo, Mark Bowen y Lee Kiernan con las guitarras y Jon Beavis a las baquetas— es de una transparencia y visceralidad apabullantes desde su debut. Brutalism estaba marcado por el fallecimiento de la madre del cantante, con cuyas cenizas se fabricó una de las ediciones especiales de ese disco. Joy as an act of resistance confirmó su militancia en la empecinada defensa de una alegría que no está reñida con lo reales que son las penas negras sobre nuestras pobres cabezas. De hecho, no lo está para nada: Talbot y su pareja perdieron a su hija Agatha por muerte perinatal. Ultra Mono fue un álbum-manifiesto lleno de furia y de proclamas que gritar en estos tiempos ahogados. Siempre con la masculinidad tóxica, la salud mental, la incomunicación, la pérdida o la esperanza como temas recurrentes.

Crawler, cuarto largo que ahora presentan, nace en gran parte de un trauma, el de la difícil superación de sus adicciones por parte de Talbot. También, y en un plano más concreto, un accidente de tráfico que, bajo los efectos de las sustancias, casi le cuesta la vida. “Estaba de rodillas, pero no mendigando ni rezando. Recuperarse es hermoso, pero sentir estar envuelto por el cariño y la suerte es un éxtasis”, escribe Talbot en la carpeta del vinilo. Un disco que lleva por título la condición de alguien que gatea. El valor de la curación y el de la vida misma, rápida y puede que absurda pero única como es esta, son dos de las ideas fuerza del álbum. También está presente otra de las preocupaciones clásicas de Idles, la creación y fortalecimiento del sentimiento comunitario. En su sonido, Crawler es una imponente catedral; en lo humano, una calurosa parroquia laica donde no hay santos que valgan y sí un feroz reducto de compasión. Idles, como viene a decir Talbot a continuación, es Caravaggio sudando arrebatado en un pogo.

¿Cómo influyó en ti y en este disco el accidente?
El accidente no tuvo ningún impacto en mí en el momento en que se produjo. Ese es el problema. Debería haber cambiado mi perspectiva sobre las drogas y el alcohol, pero no fue así. Ahora, con el tiempo, puedo reflexionar sobre lo que estaba haciendo con mi vida, hacia dónde iba esta y, sobre todo, cómo llegué a eso. Y lo que estoy es agradecido por todo lo que tengo. Eso es lo más importante que extraigo de aquello: la gratitud.


Mientras Ultra Mono estaba más ocupado por la rabia y rechazos como el de la masculinidad tóxica, la narrativa de Crawler parece atravesada por cómo has lidiado con las adicciones.
Sí, estoy de acuerdo. Ultra Mono era yo atravesando un trauma. En terapia hay una frase que dice fight or flight. O luchas o huyes. Y yo ahí estaba en modo lucha. Estaba enfadado y tenía miedo, me sentía vulnerable y atacado. Me doy cuenta ahora de que lo que me pasaba era mi culpa y no la de otros, que tenía que cambiar mi vida.

¿Dirías que es un disco triste?
No es feliz ni triste. Lo definiría como algo parecido a cuando estás contento de manera contenida y tranquila. Es un disco de paz, yo estoy en paz y listo para la vida creo que por primera vez. Sereno como persona. Iba a pasear por las mañanas durante tres o cuatro horas. Me daba mucha paz eso y fue ahí cuando pensé y escribí Crawler y de donde sale este disco.

Habéis experimentado con percusiones grabadas sobre acetato de vinilo. ¿Cómo queríais que sonase Crawler?
En esos paseos hablaba con Bowen sobre el sonido del disco, fue el comienzo. Él ya estaba fascinado desde el principio con lo del acetato. Se involucraba más en los procesos del sonido y yo en los sentimientos que ese sonido despertaba. El reto era cómo crear un paisaje sónico. Queríamos que fuera oscuro pero cálido. Que emulase en cierta manera a Portishead, pero también al pop de los años 50 y los discos de Phil Spector, eso es lo que buscamos para crear el mundo de Crawler. Es muy buen trabajo de producción de Bowen y Kenny Beats.

El optimismo y la positividad es lo único bueno que consigues del trauma. Todo lo que hemos aprendido sobre nosotros mismos en estos dos últimos años nos ha hecho apreciar lo afortunados que somos. Como grupo, como personas

Es cierto que el alma de Crawler suena sombría pero a la vez esperanzadora.
El optimismo y la positividad es lo único bueno que consigues del trauma. Todo lo que hemos aprendido sobre nosotros mismos en estos dos últimos años nos ha hecho apreciar lo afortunados que somos. Como grupo, como personas. Yo soy afortunado de estar vivo, de la gente que me rodea, de una hija maravillosa, de la banda, de tener un cerebro y un cuerpo que funcionan. Ver la oscuridad de la vida realza la belleza y brillantez de la luz. Esa idea del claroscuro, como en Caravaggio, está muy presente en Crawler. La vida es bella porque nada permanece en este mundo, hemos de absorber las flores, el canto de los pájaros, cómo crece tu hija, las risas de tus amigos, las películas que ves o las canciones que escribes.

La pandemia parece haber acentuado el sufrimiento emocional y el cansancio vital, algo que siempre habéis tenido en vuestro radar como banda.
El tiempo de la pandemia nos permitió actualizar nuestra gratitud, darnos cuenta de lo afortunados que somos como banda. Nuestros amigos tuvieron que volver a sus trabajos. Nosotros pudimos seguir siendo un grupo. Muchos colegas músicos, artistas o escritores estuvieron jodidos, sin ninguna medida de apoyo. En cuanto pudimos trabajar juntos, hicimos Crawler. Nos impulsó ese agradecimiento por poder tener el tiempo, espacio y seguridad suficientes que nos da la lealtad de nuestra audiencia.

Lo que hay en los discos soy yo. Es un teatro sin actuación. Estoy desplegándome a mí mismo en las canciones y eso para mí es una especie de puta magia

Idles es frágil y agresivo. Es una honesta confesión de abatimiento y una radical necesidad de fe y autoestima colectiva. ¿Eres consciente de que fuera de la banda se percibe que captura cierto espíritu de época?
Soy muy consciente de eso. En lo que a mí respecta, lo que hay en los discos soy yo. Es un teatro sin actuación. Estoy desplegándome a mí mismo en las canciones y eso para mí es una especie de puta magia. He intentado diferentes enfoques en cada álbum, tratando de establecer distintas relaciones con las canciones y el público sintiéndome también parte de este. Si cada show es bello y violento es porque estoy todo el rato aprendiendo cosas. Creo que sí, que tienes que ser consciente de todo esto, la única alternativa supongo que sería la meditación y soy malísimo en eso.

En vuestro documental Don’t go gentle dices que sería bueno ser una banda tan temible como bailable. ¿Es un lema que sigue encajando en los Idles de 2022?
Sí, claro que sí. Nuestros shows son el miedo y el amor entrechocando entre sí, y tú lidiando con ello y bailándolo. Tiene que ver con la razón por la que montamos el grupo y por la que todavía nos seguimos amando, que es la intención de ser parte de algo mucho más grande que nosotros mismos. Es como “esto no va sobre mí, esto va de todos nosotros juntos en esta sala colisionando”. Y eso puede ser aterrador y muy divertido a la vez.


Tenéis detrás un club de fans bastante especial. AF Gang es más bien una comunidad de unas 30.000 personas que están digitalmente en contacto, conversan sobre las canciones o sobre temas personales como bienestar emocional o los reveses de la vida y quedan para ir juntas a los conciertos. ¿Qué sientes sobre ser así de importantes para tanta gente?
Es lo mejor del mundo. Los periodos más bajos que he tenido han sido cuando me he sentido solo. Nunca lo estuve, pero es muy peligroso sentir que lo estás. Nunca estás solo. Siempre hay alguien en el mundo dispuesto a ayudarte. Desafortunadamente, es cierto que puede que nunca llegues a estas personas o ellas a ti. Pensar que estás solo es muy dañino, repito, te sientes desconectado y aterrorizado, y cuando una persona está así hace cosas peligrosas para ella misma o para otras. AF Gang es una red de gente que se apoya mutuamente para lograr vivir de la manera más hermosa y disfrutable posible. No hay nada como sentirse seguro rodeado de gente que te permita cometer errores, que te permita ser el mejor y también ser lo peor.

Dejáis una luz encendida al final del disco. Lo último que repites en él es que “a pesar de todo, la vida es bonita”. ¿Lo es?
Absolutamente. Siempre. Incluso en los peores momentos me he sentido de alguna manera afortunado. Quizá algunos piensen que ser positivo en esa tesitura es un privilegio. Pues puede ser, soy enormemente privilegiado entonces y por eso, aunque no haya creído nunca que merecía nada porque sí, siento tanta gratitud.

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