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Música
OutKast, en el planeta Stankonia
A la hora de trazar un mapamundi pop de las tendencias reinantes en la actualidad, una de las zonas más vastas es la correspondiente al influjo directo, o efecto mariposa, generado por Stankonia (2000), el cuarto disco de OutKast, que hace dos décadas asentó un hecho: aunar pop y hip hop bajo un único rostro.
Al echar la vista atrás hacia Stankonia, el aspecto más llamativo es su abundante riqueza en variables y mutaciones. Psicodelia, jazz, funk, soul, jungle, drum & bass, la enredadera estilística se retuerce tantas veces que el paralelismo que siempre asoma es inevitable: Sign O’ The Times (1987), de Prince.
No es nada gratuita esta comparación. Tampoco constatar la ambición latente a lo largo de un doble álbum que bebe de la mirada afrofuturista del Electric Ladyland (1968), de Jimi Hendrix. Su espectro se hace carne en el funk rock de “Gasoline Dreams”, pero sobre todo a través de la arcadia psicodélica que bulle en la titular del álbum, donde también orbita el asteroide Isaac Hayes.
Otro punto de interés es su reinvención de los códigos funk de There’s A Riot Goin’ On (1971), de Sly & The Family Stone, al cual homenajean a través de la portada del álbum, donde una Norteamérica de orgullo negro es representada por una versión afroamericana de la bandera estadounidense. Al igual que la obra cumbre de Sly, Stankonia es otro país imaginario de supremacía funk, donde el retorno a la madre África (simbolizado en “Humble Mumble”, con Erykah Badu) también contiene inequívocos paralelismos con los dos primeros álbumes de Jungle Brothers: Straight out the Jungle (1988) y Done by the Forces of Nature (1989).
Más allá de estos referentes, la idiosincrasia de Stankonia está embrujada por el espíritu electrofunk ochentero de George Clinton. Matriz-guía a través de la que se va moldeando la naturaleza del temario orquestado por Andre 3000 y Big Boi, sobre los que el periodista Simon Reynolds explicaba lo siguiente desde su blog: “Lo que hace que OutKast sea interesante es la forma en que la asociación del dúo dramatiza y reconcilia los dos lados en conflicto del alma del rap: chico malo vs chico consciente. Boi es quien conduce un Cadillac por la playa, un matón con corazón. Dre es un soñador andrógino, al estilo de Prince B o Kool Keith, hasta el punto de recibir la máxima calumnia gangsta de ‘homosexualidad’”.
Stankonia es un gólem que absorbe la irradiación sensual de Stevie Wonder en “So Fresh So Clean” y se nutre de inequívoco toque Prince, del que Andre 3000 hace gala en todo momento: desde el funk de dibujos animados en “I’ll Call B4 I Cum” a “Ms. Jackson”, single que remite directamente a la arcadia black pop de Around the World in a Day (1985), del genio de Minneapolis, y para cuyo vídeo se inspiraron en el “Dr. Doolittle”.
En “Toilet Tisha”, otro de los reflejos directos con el Prince de mediados de los años 80, profundizan en modo balada sci-fi sobre el suicidio de una adolescente embarazada.
Tanto en este trágico retrato barrial como en el resto del disco, la dinámica argumental gira en torno a su progresivo distanciamiento con el ADN southern rap de sus comienzos, allá en los albores de los 90. Asimismo, Sacha Jenkins explicaba en marzo de 2001 para Spin que “OutKast se han despojado oficialmente de la era del ‘hombre sureño con un fuerte intelecto espiritual’ a escala nacional. Y es un fenómeno”.
En todo momento, Stankonia confunde pasado y futuro. Tanto tiran de retrovisor como como son capaces de otear los valores de la escena de Atlanta que harán de esta la capital mundial del pop en el siglo XXI
En todo momento, Stankonia confunde pasado y futuro. Tanto tiran de retrovisor como como son capaces de otear los valores de la escena de Atlanta que harán de esta la capital mundial del pop en el siglo XXI. Uno de ellos es Killer Mike, que se cuela en la jungla electrónica fogueada en “Snappin’ and Trappin’”.
Cortes como este último refuerzan la sensación de encontrarnos ante un meridiano exacto, donde temas bipolares como “Gangsta Shit” mezclan regusto funk Chic con bases dubstep cercanas al trap y rapeos espídicos de flow instantáneo. Por su parte, “Slum Beautiful” bracea sobre raíles jazz sincopados, en una derivación hímnica del Miles Davis oceánico.
La fuerza de los contrastes incide en lo que el periodista Tom Barnes llegó a denominar en 2015 para Mic como “un salto entre Atlanta y Atlantis. OutKast concibieron un álbum que cambió el hip hop para siempre”.
Es en esta vía de dos raíles donde Stankonia paga sus tributos con los peajes del tiempo. Como bien dijo Andre 3000 en su momento: “Estamos en la era de mantenerlo real, pero nosotros estamos tratando de mantenerlo surreal”.
De la calle al espacio exterior, de la instrumentación tradicional a los brotes electrónicos futuristas, Stankonia se estableció como una utopía. Así fue como institucionalizó el hip hop como el pop del siglo XXI
De la calle al espacio exterior, de la instrumentación tradicional a los brotes electrónicos futuristas, Stankonia se estableció como una utopía. Así fue como institucionalizó el hip hop como el pop del siglo XXI. Y no solo por sus ventas astronómicas sino por desprender sus canciones de amarrajes y limitaciones que puedan anclarlos a un concepto cerrado. Al igual que Prince en los años 80, con su funk ciberdélico, OutKast hicieron de su plantilla hip hop la expresión más universal del pop.
De esta misma ambición han bebido primos lejanos como The Blueprint (2001), de Jay-Z, To Pimp Up a Buttlerfly (2014), de Kendrick Lamar, o el reciente 3.15.20 (2020), de Childish Gambino.
Tampoco debemos pasar por alto que el pináculo discográfico de OutKast se adelantó diez años a My Beautiful Dark Twisted Fantasy (2010), de Kanye West. Un trabajo que no fue más que la consumación barroca y excesiva de todo lo que mamó Kanye de Stankonia a la hora de proponer el ambicioso cromatismo estilístico de sus primeros discos.
Todos los discos mencionados son considerados clásicos contemporáneos, e instauraron una sensación generalizada en la prensa por la cual las expresiones pop más relevantes provienen del eco extendido por Stankonia. Un esfuerzo monumental para el que, por otra parte, Big Boi reconocía para Spin en marzo de 2001 que “no se ha establecido la fórmula de OutKast. Existe una mentalidad cerrada en el hip-hop: una vez que las personas obtienen una fórmula establecida, y les funciona... Es como estar en la escuela: si estás pasando con una B, ¿por qué intentar obtener una A? Todos samplean, pero hay muchos samples que no son tan creativos. Cuando sampleamos, sampleamos los sonidos, no la estructura de toda la maldita canción. Se trata de ser creativo. Nosotros escuchamos de todo: un montón de soul viejo, Gil Scott-Heron, Minnie Riperton, James Brown, Parliament-Funkadelic, Led Zeppelin, The Doors o Kate Bush, de quien profundizo en su música”.
Metodologías como la explicada por Big Boi destilan la inquietud de dos seres que, junto a la inestimable colaboración del productor de Atlanta Mr. Dj, construyeron un monolito de sombra tan alargada que no pudo ser sofocada ni con una continuación tan monumental y desmesurada como Speakerboxxx/The Love Below (2003), su Sandinista particular, y muestra inequívoca de una era en la que fueron santo y seña de la reinvención del hip hop que vivimos desde hace años.
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