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"La perestroika de la sociedad exige una renovación, desde sus raíces, de las ideas teóricas sobre el socialismo, con un mayor desarrollo y corrección de la teoría económica marxista-leninista. Nos espera la reeducación, prácticamente desde el principio, de los cuadros administrativos y la creación de grupos de trabajadores que dominen los métodos de marketing, la política bancaria, los impuestos, los fondos de inversión…. Además, son impresindibles la creación de una cultura comercial y la capacidad de pensar en un sistema con nuevos enfoques y planteamientos para todas las capas de la población."
Leonid Abalkin1
“La propaganda capitalista (que) pretende extraer del caso Rockefeller –verídico o no–, una lección sobre las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud, no aparecen en el cuadro y no siempre es posible a las fuerzas populares aclarar estos conceptos… Además, es una carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros.” Así se expresaba Ernesto Che Guevara en El Socialismo y el Hombre en Cuba (1965), de una forma clarividente. Lúcidamente atisbaba lo que a partir de los años ochenta hasta la actualidad constituirá uno de los mitos mejor alimentados y explotados de la historia: el del emprendedor que viene de la nada y está hecho a sí mismo.
Si el hombre nuevo del que hablaba el Che se caracterizaba, según él lo definía, por una alta capacidad de sacrificio; por la alegría y el espíritu creador en el desarrollo de su trabajo diario (alejado de “la categoría de obsesión que tiene en el mundo capitalista”); por una gran sensibilidad frente a las injusticias, por un espíritu inconforme; por ser un internacionalista que se plantea “siempre los grandes problemas de la humanidad como problemas propios.”…El “hombre nuevo” neoliberal es un emprendedor, es un tiburón ávido de arriesgar, invertir, negociar y experimentar todas las aventuras fascinantes que el mercado le ofrece. El sacrificio personal, el espíritu empresarial, el olfato para descubrir –o crear– opciones de negocio, el saber ver las crisis como oportunidades para medrar… Todo ello lo caracterizan como ese superhéroe posmoderno de garajes, startups, y un tatuaje mental que le interpela recurrentemente: Impossible is Nothing.
resulta interesante observar como en la actualidad en los países de la Europa del Este aún quedan algunas briznas y nostalgias del comportamiento del moribundo homo sovieticus y el “socialismo real”
La llegada de Gorbachov al poder, la caída de la Unión Soviética; el arribo triunfante de un capitalismo sin careta de la mano de oscuros personajes como Pinochet, Videla, Thatcher o Reagan; las continuas derrotas del movimiento obrero y sindical… marcaron un final de siglo profundamente desolador para las clases populares, no solo en sus condiciones materiales, que también y a niveles sin precedente histórico, sino incluso en su concepción del mundo y sus valores: mejor propietario que proletario, mejor clase media que clase trabajadora, y mejor emprendedor que perdedor. En esta línea, no deja de resultar curioso que mientras que los voceros y escribanos de la propaganda neoliberal afirman indignados que los socialistas y comunistas cometen una atrocidad intentando cambiar la naturaleza egoísta, individualista, mercantil y competitiva del ser humano; olvidan intencionadamente que la propagada del emprendimiento intenta hacer exactamente lo mismo, pero en un sentido favorable a los intereses de quienes representan. No por casualidad, la frase queremos transformar el alma a través de la economía se le atribuye a la indómita Dama de Hierro.
Especialmente relevante es el caso soviético para ilustrar este argumento. Como es bien conocido, el deterioro de las condiciones materiales y vitales de los rusos tras la desintegración de la URSS y el punto final de lo que se ha dado en llamar el “socialismo real” reflejan una situación en términos sociales y económicos catastróficos, solamente comparables a un contexto de una guerra cruenta. No obstante, un hecho menos conocido es el intenso proceso de adoctrinamiento capitalista-neoliberal al que tuvieron que verse sometido los rusos. De esta forma, el capitalismo salvador –capitaneado por EE. UU– les echaba una mano –y les perdonaba sus faltas– a los díscolos socialistas cuyos antecesores se atrevieron a hacer una revolución contra el hambre, la guerra y la prepotencia zarista. La antigualla del homo sovieticus se echaría al basurero de la historia, y de él nacería un “hombre nuevo” neoliberal, un homo economicus, un emprendedor en su nivel más avanzado. Sin embargo, esta doctrina del shock no fue nada fácil de aplicar. A diferencia de los que afirman que el capitalismo y su práctica son dos elementos inscritos en el ADN de toda la humanidad, los sumos sacerdotes –los Chicago Boys– que llegaron a Rusia se encontraron con una población que entre otras cosas, no sabía cómo funcionaba el mercado, desconocía lo que era la sanidad y la educación privadas, las palabras marketing o desempleo escapaban de su vocabulario, y desde luego, el tan cacareado espíritu emprendedor era un misterio casi tan extraño como el de la Santísima Trinidad. Y aunque finalmente lograron su cometido evangelizador y consiguieron alterar sus consciencias, resulta interesante observar como en la actualidad en los países de la Europa del Este aún quedan algunas briznas y nostalgias del comportamiento del moribundo homo sovieticus y el “socialismo real”2.
El hombre nuevo socialista ha muerto. Éste sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado, probablemente pensaron esbozando una sonrisa. El fin de la historia anunciado por Fukuyama no fue solo el tronar de campanas ante el cadáver maloliente del proyecto de planificación socialista más potente de la historia, fue, sobre todo, el alborozo y la algarabía desenfrenada de la clase burguesa internacional ante un proletariado huérfano de los antiguos héroes, valores e ideales que el Che había plasmado de forma tan poética y didáctica en cada uno de sus escritos y discursos, todo ello condensado en el arquetipo de la nueva humanidad, en definitiva, en la construcción de hombres y mujeres libres de sus cadenas. Ahora más que nunca en nuestras manos está el resucitarla. ¿Seremos capaces?
Texto: Christian Orozco Suárez | Ilustración: El Koko
1 Leonid Abalkin fue director del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS. El presente fragmento proviene de su artículo: “El Mercado en el Sistema Económico Socialista”, publicado en Voprosi Ekonomiki (n.º 7, 1989).
2 https://actualidad.rt.com/sociedad/view/114970-urss-ciudadanos-anorar-tiempos-sovieticos