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Una vez superada la "resaca" del día siguiente con la que despertamos esta mañana, creo que muchxs hemos pasado el día lidiando con un montón de sentimientos encontrados: desazón, incertidumbre, sensación de pérdida, frustración, alegría a ratos, perplejidad.
¿Ganamos?, ¿perdimos?, las dos cosas. Creo que no hay victorias ni derrotas absolutas en estos procesos políticos. Evidentemente es un triunfo que se haya derogado el Decreto 883, aunque esto implique que se vaya a elaborar otro decreto (aparentemente en otras condiciones). Es un triunfo haber hecho retroceder a un gobierno que desde el principio no solo sostuvo un discurso intransigente, con ninguna voluntad de diálogo, sino que desplegó en la práctica todo su arsenal policial para perseguir y acallar hasta la última voz de protesta.
Sin embargo, hay otros aspectos del paquete de medidas que no solo no se revirtieron, sino que ni siquiera se nombraron en los procesos de negociación, como los derechos laborales, especialmente del sector público, que tanto esfuerzo y tantas luchas han costado a lxs trabajadorxs.
También genera un profundo malestar la idea de que todos estos crímenes y agresiones puedan quedar impunes. Que lxs ministrxs de Defensa y de Interior, Jarrín y Romo, permanezcan en sus cargos como si no hubieran hecho nada, mientras continúan detenidxs más de mil compañerxs. Que con la vuelta a la normalidad las cosas se olviden, sin que se haya hecho justicia, ni se haya reparado esta profunda herida que se ha abierto.
Pero más allá de estos objetivos políticos, algunos alcanzados y otros no, hay una dimensión de la revuelta popular que no puede soslayarse y que tiene más que ver con el proceso que con los resultados. Al menos en el campo en el que yo me he movido estos días, que es el campo de los colectivos feministas, organizaciones de mujeres, colectivos de estudiantes y de artistas, grupos de DDHH y organizaciones populares de Guayaquil, hay un saldo de organización y de articulación que me parece muy valioso y que tenemos que reconocer. En diez días hemos logrado convocarnos, juntarnos, conectarnos, hemos logrado pensar y actuar juntxs miembrxs de organizaciones que antes ni siquiera nos conocíamos. Hemos podido hacer tanto acciones de calle como posicionamientos públicos en colectivo. Hemos logrado confiar en el trabajo del otro y de la otra. Y hemos logrado valorar la acción de cada una, en los distintos terrenos, en la calle, en las redes, en el campo artístico.
En diez días hemos logrado convocarnos, juntarnos, conectarnos, pensar y actuar juntxs, miembrxs de organizaciones que antes ni siquiera nos conocíamos
Estas jornadas también han sido una gran escuela política para todxs. Un espacio de iniciación y de politización para quienes nunca habían participado en protestas sociales, para quienes nunca habían hecho una pancarta o nunca habían sido objeto de la brutalidad policial. Pero también ha habido aprendizajes para quienes vienen de la clásica tradición de izquierda latinoamericana acostumbrada a una racionalidad política sectaria, verticalista y machista, que se han tenido que sentar a dialogar con otros colectivos como las feministas y pensar con otras lógicas. Y para quienes, como yo, nos formamos en una escuela política de la razón estratégica, de la táctica, de las acciones heroicas, que no daba lugar a los afectos, al miedo, a la fragilidad ni al autocuidado, por considerar que todo esto eran debilidades pequeño-burguesas.
Más allá de la derogación del 883, ganamos algo: ganamos aliadas, ganamos vínculo, ganamos hombro, ganamos conciencia, ganamos comunidad política
Todo esto hemos aprendido en apenas diez días de levantamiento. Todos estos espacios de articulación hemos creado. Y es desde aquí que tenemos que pensar en el día siguiente, en los próximos encuentros, en las próximas acciones: la lucha porque se castigue a los culpables, el trabajo por la memoria social, la lucha contra la desmovilización, los procesos de educación política en nuestras comunidades, el trabajo cotidiano contra el racismo y el clasismo que se desveló de forma obscena estos días. Pero no partimos de cero, ahora tenemos un camino andado.
Entonces sí, creo que sí. Más allá de la derogación del 883, ganamos algo: ganamos aliadas, ganamos vínculo, ganamos hombro, ganamos conciencia, cuidado, ganamos comunidad política. Y eso es bastante.
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Que la gente se haya atrevido a levantar después de una especie de letargo que hemos vivido estos años de Moreno como presidente, algunos creyendo ingenuamente que era dialogante y no un canalla como ha quedado demostrado en los actos que ha cometido durante su mandato. Creo así mismo que al sentar en la mesa de negociación sólo al movimiento indígena, está dando una señal clara de que los otros actores de este levantamiento son meros delincuentes y tiene como telón de fondo tratar de dividir al movimiento social en su conjunto. Tengo esa sospecha. Sin embargo creo que hemos dado el primer paso: ya sabemos quién es el enemigo. Y si eso no es bastante, ya es algo. Salut.