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Personas refugiadas
Regularización exprés
Hay quien dice que a las personas se las conoce verdaderamente cuando pasan por malos momentos. Europa sin duda pasa por uno de esos malos momentos y se está dejando conocer en profundidad.
Que la genealogía del racismo que estructura nuestras sociedades es indisociable de la configuración del capitalismo en las raíces de Europa configurando el capitalismo racial ya nos lo contó Cedric J. Robinson. Ese desarrollo vinculado a la definición de los estados naciones modernos determinó las fronteras, pero sobre todo ha venido definiendo quiénes y de qué forma pueden cruzarlas. Europa se ha ido de esta forma autodefiniendo a sí misma exclusivamente como blanca pese a que nunca lo ha sido realmente. Es desde esa blanquitud desde la que describe al resto generando “otros” bajo el binomio del cuerpo-amenaza y cuerpo-explotable. Esos otros solo servían en tanto que mercancía o bien productivo para el enriquecimiento capitalista. Esto, que como refiero no es nuevo, se ha vuelto manifiestamente evidente en los últimos días.
Triste, aunque revelador, que haya tenido que ser a partir de una guerra más, esta vez en la propia Europa, que que nos vuelva a dar en la cara esa realidad, a partir de la legitimidad que se está dando mediática y políticamente, sin ningún tipo de reparos, a unas personas que huyen de un conflicto en función de su racialidad. Irónicamente Europa se piensa, o trata de dibujarse a sí misma, como agente al margen de las guerras. Como si fuera una excepcionalidad esta guerra en su trayectoria histórica moderna. No es que no tenga memoria, sino que hace parte de su propio relato que la configura como espacio de paz y geografía de derechos.
Irónicamente Europa se piensa, o trata de dibujarse a sí misma, como agente al margen de las guerras. Como si fuera una excepcionalidad esta guerra en su trayectoria histórica moderna
Hemos visto periodistas, tertulianos y políticos por toda Europa y Estados Unidos, hacer referencia al color de los ojos, del pelo, de la piel, de la religión, de la cultura de las personas ucranianas que se han visto obligadas a salir huyendo de su país. Sus rasgos y su origen sirven para marcar una diferencia con el resto de personas que llegan a la Unión Europea de otros conflictos desde otras regiones y geografías racializadas. Todo estos comentarios reproducidos y repetidos no deben leerse como reflejo de personas que sean malvadas, extremistas o que buscan con ello ser expresamente racistas. Es más, ni siquiera deben situarse meramente en un espectro político de izquierda o derecha. Simplemente estaban naturalizando discursivamente el racismo sociológico que nos configura. Vienen a verbalizar lo que mucha gente piensa, pero sobre todo lo que mucha gente legitima diariamente con las políticas migratorias nacionales y el modelo de frontera de la propia Unión Europea. Por eso, ¿debe sorprendernos? No lo creo. Pero, ¿debe preocuparnos? Sin duda. Al final esto es lo peligroso, su naturalización, no olvidemos que por ejemplo en Francia casi el 70% de la población afirma estar preocupada por la denominada “gran sustitución”.
Porque si bien esta diferencia se ha expresado verbalmente, sobre todo, y aquí esta lo importante, lo ha hecho políticamente. Polonia, Hungría, Francia, Reino Unido hasta España, cada uno con sus matices, han venido a reflejar que ciertamente las personas ucranianas que huyen de la guerra son diferentes. Reino Unido ha llegado a anunciar que pagará 420 euros a las familias que acepten refugiados ucranianos. Y póngase el acento en esto, las personas ucranianas blancas. El resto que no lo son o que tienen otros orígenes pero que viven en Ucrania no están recibiendo ni el mismo trato ni las mismas facilidades para abandonar el país como han venido denunciado muchas personas de diferentes países africanos. lo que ha llevado a que la Unión Africana publicara un comunicado de denuncia al respecto. Aquí vemos que el punto no es simplemente huir de la guerra de Ucrania, sino que se vuelve relevante la racialidad de quienes huyen. El zimbabuense Langton Tapiwa relataría su experiencia en un reportaje de Joel Mesa para Ctxt “Ustedes los africanos son inútiles, no merecen subir al tren. Sólo tienes que caminar hasta África, mira, está en esa dirección. De cualquier manera, si mueres aquí a nadie le va a importar, porque hasta los perros y los cerdos son mejores que tú en este país”.
Esto no es mera retórica ni reflejo de una serie de policías racistas en las fronteras, sino que ha terminado por institucionalizarse. La Unión Europea ha sabido unirse como nunca ante este desafío como celebraba la comisaria de Interior Ylva Johansson validando la protección automática de quienes huyen de Ucrania, pero solo para quienes tengan pasaporte ucraniano. Se desconoce así a quienes huyen de Ucrania pero que tampoco pueden volver a sus países de origen.
España ha abierto las puertas a los refugiados ucranianos sin poner límites a la cantidad, estableciendo medidas que agilicen las burocracias necesarias, fletando aviones y todo al margen de marcos que hablen de “crisis migratorias”
Esta situación se extrapola a un marco más global. Y ahí es donde se evidencia el racismo sistémico. España ha abierto las puertas a los refugiados ucranianos sin poner límites a la cantidad, estableciendo medidas que agilicen las burocracias necesarias, fletando aviones y todo al margen de marcos que hablen de “crisis migratorias”. Porque no se plantea desde una referencia de amenaza, por eso los miles niños que están cruzando solos las fronteras son eso, niños y niñas, no menas. Hace solo unos días moría esposado y ahogado un joven en un Centro de Menores en Valladolid. Estamos a la espera de que una vez más, tras una de estas muertes que de tanto en tanto se suceden en estos centros, nos repitan que el proceder de los trabajadores se ajustaba a los protocolos. Unos protocolos en los que cabe que una de sus consecuencias sea la muerte. No es la primera y lamentablemente no será la última vez que pase.
En España se ha activado un sistema por el que se crea la capacidad para poder otorgar papeles de residencia y trabajo en 24 horas a las personas refugiadas de Ucrania. Esto choca con los procesos administrativos largos, tediosos y violentos de miles de personas en el territorio español para obtener el mismo estatus legal. Tal es así que desde la pandemia se inició una campaña por parte de diferentes plataformas y organizaciones antirracistas para buscar la regularización de 600 mil personas ilegalizadas y que se demostró con la pandemia que eran la principal mano de obra de muchos de los que se consideraron trabajos esenciales. El congreso votaría no a la PNL lanzada por el movimiento #RegulaciónYa. Hoy ya son más del medio millón de firmas que pretenden llevar al Congreso una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que de lugar a un debate que ponga esta realidad sobre la mesa. Mientras, en 24 horas solo los “rubios y blancos” ucranianos obtendrán ese derecho.
Desde Regularización Ya, recordaban cómo en el 2018 Pedro Sanchez “prometía a los supervivientes del Aquarius agilizar sus trámites de protección internacional” pero que “4 años después la mayoría están sin resolución favorable, muchos provenientes de Sierra Leona, Mali. España niega 9 de cada 10 solicitudes de asilo”. Se me hace imposible imaginar cómo deben sentirse estas personas que llevan años a la espera de poder ser consideradas sujetos de derecho y ver que la voluntad política pudo haber resuelto su situación en tan poco tiempo. Pero ellos no son sujetos beneficiarios de esa voluntad. Aunque tampoco es necesario desviarse de país. Que se hable ahora de guerra en Ucrania mientras se lleva silenciando la guerra del Dombás que duda cabe que se debe a los intereses políticos que hay detrás de las decisiones por las que se sitúan unos conflictos en los focos mediáticos y otros no. El caso es que sabemos que desde el 2014 más de 13 mil personas han muerto en esa guerra. Precisamente la jurista y activista Adilia de las Mercedes destacaba la hipocresía de España ante esta situación señalando cómo durante la guerra de Dombás entre el 2014 y 2020 España denegó 12.561 peticiones de asilo de personas procedentes de Ucrania siendo el 93,76 % de las peticiones.
Esta situación permite observar en tiempo real y de forma prácticamente simultánea la capacidad de horrorizarse y movilizarse a nivel social e individual (como los taxistas que han decidido ir a ayudar) a la vez que se señala, criminaliza y se exigen medidas contra los que llegan desde el Sur. Justo en estos días nos llegaban imágenes de la Guardia Civil dando una paliza a un joven cuando cruzaba la valla en Melilla.
Ha quedado claro que el problema no era de números cuando hablaban en términos de que no hay para tantos, de invasión, de masas. Vamos, que el problema no era de cantidad, sino de calidad
Pero es que, nadie cuestionaría a organizaciones ayudando a estas personas a cruzar la frontera ucraniana y rescatándolas del frío. No se las tilda de mafias que alimentan la trata de seres humanos. Y entre tanto, desconocemos cuantas personas han muerto intentando llegar a Europa a través del Mediterráneo desde que Putin diera la orden de atacar. El 12 de marzo Helena Maleno nos informaba (como siempre hace) de un naufragio con al menos 44 víctimas.
La francesa Rokhaya Diallo señalaba cómo había sido necesario que personas blancas sufrieran para que finalmente se entendiera que la inmigración es un derecho humano. Creo que Diallo se equivoca en este caso. Europa sabe desde hace mucho que la migración es un derecho, el problema está en la propia conceptualización de lo humano y cómo tal categoría históricamente ha servido para definir en su plenitud únicamente a la blanquitud. Por eso lo resuelve de forma tan manifiesta en este caso. Porque lo hace por necesidad y porque es imposible que en este contexto ejerza ese poder desde la sutileza. El escenario actual no les permite esconder el racismo bajo otro tipo de retóricas. De ahí que lo que estamos presenciando es ver reflejada, como diría Josep Fontana, a Europa frente al espejo una vez más.
Se ha demostrado que se puede formar toda una arquitectura eficaz y rápida para el recibimiento de personas refugiadas. Ello evidencia que siempre pudieron, pero que no quisieron. Ha quedado claro que el problema no era de números cuando hablaban en términos de que no hay para tantos, de invasión, de masas. Vamos, que el problema no era de cantidad, sino de calidad. De aquí en adelante les será más complicado justificar su negativa. Tendrán que volver a enfrentar las demandas de los miles de personas en territorio español que piden ser regularizadas para poder acceder a unas condiciones de vida dignas. A ver qué se inventan ahora.