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Sáhara Occidental
Cuarenta veranos de solidaridad con el pueblo saharaui
Cada verano decenas de niñas y niños saharauis pasan el verano con familias en distintas ciudades y pueblos del Estado. El programa se llama Vacaciones en paz y este año ha cumplido cuatro décadas.
Hace 40 años los primeros participantes en el programa Vacaciones en Paz pasaron el verano en España. La democracia apenas daba sus primeros pasos en el Estado, mientras que, tras la Marcha Verde, el Sahara Occidental llevaba tres años bajo dominio marroquí. Cuatro décadas de después decenas de niños y niñas siguen llegando cada verano a distintas ciudades en el Estado para pasar varias semanas de vacaciones antes de volver con sus familias en los campamentos. La última generación de esos niños regresó esta semana con sus familias.
Es una tarde calurosa de verano y decenas de niños y niñas saharauis vestidas con equipamiento de baloncesto verde y azul juegan bajo el agua que sale de los aspersores ubicados en un campo de fútbol de Rivas Vaciamadrid, ciudad al sudeste de la capital. La mayoría tienen entre 10 y 12 años. Después del bullicioso baño corren ruidosos mientras juegan al fútbol, chicas y chicos mezclados. Sentados, a la sombra, les observan las familias que les han acogido este verano. Aún quedan varias semanas hasta que, ya a finales de agosto, inicien el regreso.Decenas de niños y niñas saharauis vestidas con equipamiento de baloncesto verde y azul juegan bajo el agua que sale de los aspersores. La mayoría tiene entre 10 y 12 añosBenjamín viene de Getafe, es el primer año que él y su mujer entran en el programa. Han acogido a Brahim, un niño proveniente de la wilaya El Aaiún con el que, tras un inicio algo complicado por el idioma, se han ido entendiendo. Brahim va hablando algo de castellano y la pareja que le acoge hace pinitos con el hassanía. La idea de entrar en el programa la tuvieron tras acudir a una feria de entidades en su ciudad: “Sabía poco de la causa saharaui, algo había leído, sabía las fechas, sabía que estaban en Tinduf, poco más. Gracias a esta la experiencia uno empieza a leer. Con el 40 aniversario de Vacaciones en Paz uno dice, ostras llevan ya más 40 años fuera de sus casas, y así empiezas a conocer”, cuenta.
Benjamín ha venido con un grupo de familias de Getafe. No la única actividad que harán en común este verano, cuenta que se juntan a menudo con las otras familias. Si tienen algún problema, además de con el grupo de su ciudad, cuentan sobre todo con la familia de los chicos y las chicas con las que se comunican gracias a internet.
Elena es vicepresidenta de la organización Rivas Sahel y secretaria de FEMAS, la Federación madrileña de asociaciones de amistad con el Sáhara que integra a 17 organizaciones en la Comunidad de Madrid. FEMAS forma parte a su vez de la Coordinadora estatal de Asociaciones Solidarias con el Sahara (CEAS) a la que pertenecen las federaciones de todas las comunidades autónomas.
Elena cuenta que, en lo que respecta a la CAM, este año llegaron unos 280 niños. Celebra esta cifra pues supone una remontada frente a años anteriores: “Con la crisis los Ayuntamientos dejaron de financiar los viajes, las familias económicamente tienen otros problemas y se notó. Antes venían muchos más niños, ahora vamos subiendo, pero es verdad que con la crisis fue un parón radical”.
Una de las consecuencias de esta reducción, que siguen intentando revertir con campañas de información y sensibilización, fue que los niños y niñas, que antes empezaban a venir con ocho años, tengan ahora que esperar hasta los diez. En Rivas el número no bajó, comenta Elena, porque el Ayuntamiento nunca dejó de financiar los vuelos.
Sole y Olga llevan cinco años coordinando juntas el programa en Rivas. Su organización participa en Vacaciones en Paz desde hace dos décadas. Cuentan cómo es el proceso para poner en marcha la acogida: “Empezamos reuniones con FEMAS en octubre o noviembre, ahí comenzamos por pedir a los repetidores, a los niños que ya han venido antes los volvemos a reclamar para que terminen el programa de vacaciones con las familias, y a partir de ahí, por lo menos un par de reuniones o tres hasta que los niños vienen. Nosotras vamos buscando familias mientras”. A estos efectos realizan varias acciones de sensibilización, es importante para ellas que se sumen cada vez más familias pues aún hay muchos niños que nunca han salido de los campamentos.
Olga empezó a acoger en 2004, este verano han pasado tres niños por su casa. Ella, por su parte, tiene tres hijos, la casa es un jolgorio. Este es el año que más pequeños aloja, normalmente han sido dos. Cuenta que si bien es duro cuando se van, luego siguen en contacto por WhatsApp. Cuando pueden bajan a los campamentos.
Viajes en dos direcciones
Ljasara ha venido por segunda vez a Rivas a casa de la familia de Miguel, antes que ella vino su hermana Hassina. Son del Aiuún como Brahim —aunque entre los participantes también hay niñas y niños de otras wilayas como Esmara o Auserd. Ljasara cuenta entre monosílabos que de Rivas le gustan mucho los árboles, pues en su tierra no los hay, pero que cuando viaja extraña a su familia y su cole.Miguel, quien fue presidente de Rivas Sahel por dos años, y lleva once participando en el programa, cuenta que al principio le chocaba verles volver a los campamentos felices y con una sonrisa, pero que cuando viajó allí entendió por qué: “Te cambia todos los esquemas, es todo distinto, empiezas a minimizar un montón de cuestiones que aquí te parecen muy importantes, allí vales lo que eres, aquí te valoran por lo que tienes. La calidad humana supera con creces todas las carencias que tienen”.
“Lo que quieren es estar con sus familias, tienen mucho arraigo familiar, dentro de que están en un campamento de refugiados viven con más libertades que nuestros niños
“Se organizan muchos viajes, esta Semana Santa por ejemplo nosotros hemos estado y hemos ido a ver a una de las primeras niñas que tuvimos que ya está casada y tiene hijos”, cuenta Olga. “Lo que quieren es estar con sus familias, tienen mucho arraigo familiar, viven en la calle, dentro de que están en un campamento de refugiados viven con más libertades que nuestros niños aquí”, confiesa Olga, “ aquí los tenemos machacados, lávate los dientes, lávate las manos, dúchate, no cruces, no vayas solo. Allí son más libres en este sentido”.
África empezó a participar en el programa, de hecho, tras ir a una actividad, el Sahara Marathon, una carrera solidaria. En esa ocasión, se quedó en casa de una familia. A la vuelta, vio cómo traer a la hija a pasar el verano, luego vino la hermana, después otros dos chicos. Durante este tiempo ha vivido largas temporadas allí, en diciembre volverá. Para ella traer a las niños de vacaciones es una modesta forma de ayudarles, pues el calor en estas fechas es horrible. “En verano no tienen donde meterse: en casa hace calor, afuera hace más. Por salud también, el dentista, no están bien nutridos. Ayuda el poder salir de allí, porque para ellos el no poder salir nunca de allí es complicado”.
Ayudar a la causa
Armada con un silbato y riendo entre adultos y niños, una adolescente saharaui va de un lado para otro del campo. Se llama Tekber y vino varias veces de veraneo. Pero este año las vacaciones están previstas en el Sahara, donde visita a su familia. Pues Tekber vive en Rivas donde estudia. Ya una hermana suya residía en Mallorca y cuando la muchacha comunicó a sus padres que le gustaría estudiar en Madrid les pareció bien. La familia que la acoge se movilizó: el padre de acogida inicio el proyecto Madrasa en la CAM desde Rivas-Sahel para posteriormente una vez consolidado, dinamizar y crear la Federación de Asociaciones Madrasa a nivel estatal. “Es como Vacaciones en Paz pero a la inversa, se pasan el invierno estudiando y en verano se van a estar con sus familias”, cuenta Elena.Aunque al principio le costó pues era pequeña y la lejanía con su familia no era fácil, Tekber está feliz de su decisión, ya ha ido a dos institutos en Rivas, ahora estudia administración y ve su futuro aquí. “Al principio vienes con la idea de que vas a estudiar fuera para hacer todo lo posible para ayudar a tu pueblo, pero yo creo que podemos ayudar más aquí que ahí, porque mucho no ayuda, tras dedicarte todos estos años a estudiar afuera, llegar ahí y quedarte de brazos cruzados. Creo que colaborando en ONGs o hablando de la causa saharaui, difundiendo nuestros problemas afuera se puede ayudar más”, defiende la joven.
Las niñas y niños son muy conscientes de la situación de su pueblo y actúan como “embajadores de su causa“Uno tiene que ser humilde en esto y pensar que lo que haces es que el niño pase unas vacaciones distintas a las que suele pasar, que se divierta, conozca otros niños, haga otras cosas. En cuanto a la ayuda es difícil, es un problema muy grande y complejo que requiere soluciones complejas entre estados”, aprecia Benjamín por su parte. Para Rivas Sahel, la labor de sensibilización es central, en ese sentido Elena recalca que las niñas y niños son muy conscientes de la situación de su pueblo y actúan como “embajadores de su causa”.
“Nosotros tenemos proyectos a nivel político, humanitario, proyectos de educación, de sanidad, trabajamos directamente con el Frente Polisario”, cuenta en este sentido Elena. “Siempre hay que trabajar con él, son quienes hacen el llamamiento de lo que necesitan y nosotros a través de la media luna roja en el caso de alimentos, medicamentos y demás, y si no a través de cada ministerio en los campamentos , colaboramos”. Para esta activista España tiene una deuda con el pueblo saharaui. “Además es una vergüenza que desde hace más de cuarenta años no ha habido ningún gobierno que haya reconocido a la RAS (República Árabe Saharaui) y no solamente eso, seguimos haciendo acuerdos con Marruecos y seguimos haciendo como si este tema no existiera”, Elena puntualiza que se refiere a los gobiernos, pues siente que la que la población española sí está más sensibilizada.
A Tekber le parece también “decepcionante” el rol que juega España. “Después de 43 años que sigan sin reconocer que el Sahara fue una colonia y que la han abandonado, a veces me averguenza porque yo también me siento ya española después de 10 años”. La decepción, bromea sonriente, tampoco es tan grande: “Tampoco me espero tanto del gobierno español porque si no saben ni gestionar sus problemas como van a tener una solución para el nuestro”.