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Cine
Irioweniasi, la trata nigeriana a través de sus protagonistas
Aprovechando el paso del documental Irioweniasi, El Hilo de la Luna por el 12º Festival de Cine Invisible de Bilbao, y premiado en la Sección Oficial de Multiculturalidad, hemos charlado con sus directoras, Esperanza Jorge Barbuzano e Inmaculada Antolínez Domínguez, sobre migraciones, trata de personas y género.
En 2014, Esperanza Jorge Barbuzano e Inmaculada Antolínez Domínguez trabajaron en el proyecto de investigación creativa, de la Universidad Pablo de Olavide y la Agencia Andaluza de Cooperación, “Trata de personas, salud integral y cuidados: Mujeres transfronterizas en tránsito de Marruecos hacia Andalucía”. El documental Irioweniasi. El hilo de la luna nace del deseo de llevar las conclusiones de este trabajo más allá del ámbito académico y utilizar el proceso de producción como parte del itinerario de restablecimiento de las mujeres. El nombre, Irioweniasi, es el de una de sus protagonistas y significa que nadie es tan fuerte como para tirar del hilo de la luna y bajarla, y nadie puede arrebatar la vida a un ser que es cuidado.
En el audiovisual participó, además, la artista sevillana María del Mar Muriel (La Mari) que enfrentó el reto del anonimato de estas mujeres y “las hizo presentes desde sus relatos y discursos, pero también desde sus imágenes y su recuerdos y evocaciones”. Con ella, nos explican las directoras, realizaron talleres y perfilaron cada una de las escenas ilustradas. Utilizaron diferentes técnicas, como si de un patchwork se tratara, para mostrar la idea de diversidad “ya que todas las mujeres no son ese estereotipo en el que estamos acostumbradas a tratarlas: mujeres sumisas, atadas o mujeres rescatables por nosotras, sino todo lo contrario, cada una es una historia y tiene sus estrategias para confrontar la situación de explotación y trata y, en este caso, para confrontar el silenciamiento impuesto y narrar con nosotras”.
¿Cuál es la motivación que tenéis al realizar este documental?
E. Jorge e I. Antolínez: Abordar la trata nigeriana a través de sus protagonistas ha implicado que, deshaciendo la ruta migratoria, desarrolláramos talleres en diversos contextos como los asentamientos agrícolas de Huelva o Almería, los Centros de Estancia Temporal de Ceuta y Melilla, la frontera de Marruecos con Argelia, Institutos y prostíbulos en Nigeria, etc. Hemos teatralizado fragmentos de vida, fotografiado nuestros cuerpos y el mundo, dibujado sentimientos y agresiones, o filmado quienes somos con más de trescientas jóvenes y mujeres mayormente nigerianas.
Esta propuesta se trabajó igualmente con las entidades especializadas en la temática presentes en el terreno, pudiéndonos nutrir igualmente de los conocimientos del personal técnico entrevistado que en el documental que presentamos entrelazan sus discursos con los de las mujeres. “No hay trabajo, no hay comida. Déjame ayudarte llevándome a una de tus hijas a Europa y así ella podrá ayudarte. Ese es el engaño. Cuando ella llegue a Europa comenzará a ser explotada”, nos comparte la coordinadora de la ONG Girl Power Initiative, de Benín City, Nigeria.
Este documental es resultado de un proceso de investigación creativa participativa donde se ha querido hablar desde aquellas a las que denominan “víctimas” y que se han impuesto frente a nuestro cristalino objetivo como agentes sociales implicadas en diseñar un mundo sin trata. No hemos trabajado con víctimas, decimos. Hemos labrado camino con mujeres y jóvenes supervivientes, portadoras de conocimientos claves y también “victimizadas” por un sistema que coloca en el centro de la vida el mercado, el comercio. Que permite y potencia la explotación y el sometimiento de los cuerpos, aún más los de las mujeres. Un sistema que cuadricula el mundo trazando fronteras y levantando vallas con cuchillas cuya misión es ahogar personas y derechos en los mares de agua (como sucede vergonzosamente en nuestro Mediterráneo); en los mares de arena como el Sáhara en el que tantas personas pierden el camino y con él la vida; o en los mares de la burocracia que despojan de la condición de ciudadana o ciudadano de derecho a quienes se les sella la frente serigrafiándole el escuálido, absurdo y asesino término “ilegal”.
“Las chicas no tienen nada que decir”, señala un guía nigeriano del camino como una de las diferencias que existen entre lo que es el trayecto migratorio para un hombre y lo que es para una mujer. Otra diferencia, continúa, es que ellas “son mercancía”. Añadiendo que para evitar que esta mercancía sea dañada las llevan “escondidas”. En un ejercicio ético y estético de confrontación con tales roles impuestos, en este documental las mujeres deshacen los silencios comprometidas con sus iguales para que estas no vivan lo que ellas han sufrido.
El documental es la conclusión de un trabajo de investigación que lleváis un tiempo realizando, ¿cuáles son los objetivos que perseguís con él?
Uno de los objetivos concretos que ha tenido nuestro trabajo a lo largo de estos años ha sido acompañar a las mujeres en sus procesos de construcción de relato de vida. Esto se debe a que protocolariamente para identificar la vinculación de una persona a la trata u otras situaciones de vulnerabilidad reconocidas en la protección internacional es preciso que ellas narren sus relatos biográficos. Esto tiene que cambiar dado el riesgo enorme que ello implica por las amenazas (a ellas y a sus familiares cercanos) que reciben o la re-victimización que conlleva contar episodios de extrema dureza como es muchas veces el caso.
De cualquier manera, hasta el momento ellas tienen que narrarse y nuestro trabajo ha pretendido estar al servicio de ello proponiendo otras formas de construir relato. Estas formas se sostienen en varios pilares entre los que destacamos: las narrativas creativas producidas apoyándonos en las herramientas que ofrecen las distintas disciplinas del arte; el reconocimiento del gran valor del relato experiencial y situado que además contienen la urgencia del cambio social; y, entre otros, la ética de los cuidados como guía fundamental del proceso metodológico.
¿Cómo valoráis el recorrido que ha tenido el documental hasta ahora?
El recorrido ha superado nuestras expectativas. Hicimos este trabajo pensando en que pudiera ser útil para organizaciones sociales y otros actores que trabajan en esta temática. Sin embargo, tras ver el resultado final, la productora (Intermedia Producciones) nos propuso moverlo por festivales de cine. Para nosotras fue una sorpresa pero también una oportunidad para que las voces, las denuncias de las mujeres viajeras llegaran también a esos otros espacios, a esos otros públicos.
De esta manera, que tengamos constancia se ha proyectado en más de cien ocasiones en diversos países como Argentina, Colombia, Chile, Estados Unidos, México, Italia, Croacia, Inglaterra, Portugal, Mozambique, Marruecos, Nigeria, Senegal o el Estado español. Igualmente, ha sido seleccionado en aproximadamente 15 festivales de cine y en ellos, ha ganado 5 premios. Ahora mismo se encuentra en el Festival de Cine Invisible de Bilbao, lo cual sigue pareciéndonos una increíble oportunidad y un privilegio para gritar un necesario final a las formas de explotación y a la trata de personas. Lo que es sumamente interesante es que Irioweniasi tiene vida y trayecto propio. Nos llegan noticias de su proyección en video fórums de organizaciones sociales, colectivos feministas, centros de investigación, universidades, congresos, etc.
¿Observáis similitudes entre las diferentes fronteras y situaciones que se viven en ellas y en los trayectos que las personas migrantes hacen?
En el año 2017 hicimos nuestra primera visita a la frontera de Estados Unidos con México, en la zona de Texas con el estado de Coahuila. La motivación fue intentar saber cómo era el trayecto migratorio de las mujeres centroamericanas hacia Estados Unidos atravesando México. A este trabajo le hemos dado continuidad esperando que el próximo año podamos viajar al sur de México y a Honduras para caminar con las mujeres la ruta y diseñar con ellas el mapa de violencias y sobre todo el de resistencias y confrontación que desarrollan. Igualmente, el año pasado estuvimos en el sur de Italia, frontera con Libia, otro de los puntos clave para la migración de mujeres africanas y la vinculación a la explotación o la trata.
Estas comparativas nos están permitiendo profundizar en la visión de un fenómeno global, estructural. Lo que conocemos de la ruta del África occidental a Europa no es algo aislado. Todo lo contrario, toma forma particular en los distintos territorios y en cada una de las personas que lo vivencia. Pero en común tienen la propuesta de precarizar a las mujeres, también a los hombres, hasta el punto de poder convertirlos en futuros seres explotables de un lado o del otro de la frontera. El modelo necesita el control grotesco y genocida migratorio para poder asegurar la mano de obra barata. En el caso de las jóvenes nigerianas esta propuesta toma dimensión propia destacándose esta nacionalidad por ser la primera en trata de seres humanos con fines de explotación sexual en Europa y en el Estado español. Pero bajo nuestro punto de vista no se trata de un fenómeno aislado, de territorios, nacionalidades o fronteras concretas sino del engranaje que precisa la puesta en marcha del capitalismo patriarcal sostenido en aprovechamientos extremos de naciones y seres humanos. La expoliación de la vida para el beneficio de quienes pueden costearse (o endeudarse) el llamado bienestar.
¿Cuales son las relaciones que establecéis desde vuestra experiencia entre migraciones, trata de personas y género?
Hoy podemos decir que la feminización de las migraciones es una realidad que habla de la ocupación del espacio público en movimiento de las mujeres. Esto que es claramente un hito a celebrar tenemos que matizarlo con el viso del aprovechamiento con fines de explotación de las viajeras. Ellas recorren mundo, el modelo las precariza, las violencias del camino las atraviesan y la explotación en forma de trata las espera en nuestros espacios de comercio y ocio.
De esta manera las que se han enfrentado a la obediencia patriarcal en sus países de origen, o aquellas que forman parte de una migración para el cuidado de su colectividad se encuentran que tienen que esquivar la agresión y la ocupación de sus cuerpos y de su producción. Ellas migran y las estructuras de trata les proponen la deuda a pagar por dicha rebelión o por el ejercicio de cuidado colectivo que significa el viaje para sostener a por ejemplo a la familia. Nuestras políticas migratorias caracterizadas por visados inaccesibles para las mujeres que pueblan este texto son corresponsables de cada uno de los ejercicios de explotación que sufren, de cada violencia recibida, de cada desaparecida en desierto, mar o sobre el charco de sangre producido en un desgarro de violación colectiva.
¿Cómo relacionáis la trata con el hecho de que muchas de estas personas vienen de territorios en los que se está produciendo extractivismo y destrucción de los recursos naturales?
Sin lugar a dudas, la mirada a este recorrido por la migración de jóvenes y mujeres del África occidental tiene que incluir de forma notoria la situación en la que se encuentran los territorios de los que proceden. Es lamentable tener que seguir hablando de áreas del planeta expoliadas y de áreas beneficiadas de ello. Territorios que ven derramar sus recursos naturales y humanos hacia los nortes canalizando dicho expolio las multinacionales que atestan en este caso África.
Las mujeres deciden ir a Europa en busca de los beneficios para la supervivencia que otorgan dichos materiales extraídos en su continente. Cuando la situación es extremadamente complicada en origen ellas optan o se ven obligadas a migrar “de cualquier forma” y ahí aparece nuevamente la trata de personas. Si realmente quisiéramos luchar contra la trata tendríamos que revisar el modelo capitalista y exigir comercio justo entre territorios. Parece algo éticamente muy básico, pero realmente estamos apuntando a la base del sistema que sigue manteniendo los privilegios a costa de las desigualdades sangrantes, esclavizantes, genocidas.