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Ecofeminismo
Habitar el espacio público: vamos a pintar el muro
La historia de un sueño para transformar el espacio público y habitarlo de palabras, pinturas, poesía y vivencias. En el barrio de San Juan en Pamplona algo sucedió, y lo mejor, puede llegar a ocurrir en cualquier lugar si nos lo proponemos. ¿Te animas a descubrirlo?
'Vamos a pintar el muro' nace de un sueño. Una mujer pasea por un espacio gris y semiabandonado ocupado por un muro de 300 metros al lado de su casa. Hay unos columpios y sus dos hijas juegan mientras ella se permite soñar, imaginar que ése pueda ser un sitio diferente. De hecho, en el pasado ya lo fue. Desde su creación para salvar el desnivel que existía en ese lugar de la ciudad, cuando el aumento de parejas jóvenes con criaturas que jugaban libremente en el espacio público se hacía patente, a finales de los años 70.
La población ha envejecido en este lugar del mundo. Ya no hay niñas ni niños jugando en la calle ni familias que se junten a cenar al anochecer en el parque. El repoblamiento de la actualidad, lento, como con cuentagotas, viene de la mano de las viviendas que como consecuencia del ciclo vital van quedándose vacías. Personas venidas de otros lugares empiezan a asomarse a las ventanas.
Esa mujer que sueña soy yo. Me encuentro en ese espacio con Rut Mungira, mientras su hijo y las mías se divierten escapándose de la zona delimitada como apta para juego infantil. Curiosa forma de entender el juego desde la modernidad delimitándolo a un espacio físico acolchado.
El caso es que ella me anima a materializar la idea, mi sueño de transformar ese espacio y me acompaña. Las dos juntas somos más. Pronto no solo lo sabremos, sino que tendremos la experiencia práctica que corrobore y amplifique la capacidad de poder compartir saberes y formas de hacer desde el respeto y la ayuda mutua, además de la sensibilidad hacia el cuidado y la conciliación. Ambas somos madres y profesionales autónomas.
Nos interesa la capacidad de la expresividad humana como una escapada hacia otras posibilidades alejadas de la cháchara mental interna de cada cual. Nuestro espacio es un muro y ello, desde el primer momento me evoca una reflexión al respecto que inunda todo el proceso de intervención. A lo largo de la historia, el ser humano ha tenido la idea y la fantasía de a través de la colocación de un muro, defenderse del otro, de lo extraño, del extranjero, del ataque o de la defensa estratégica. Un muro sobreviene como un limitador del contacto para preservarnos de lo desconocido.
Este muro nos sirve pues, como metáfora de la división, de lo fragmentario, de la ruptura entre lo que soy yo y lo que es el otro. Ése sería el muro exterior, pero también podríamos hablar de los muros interiores. Los muros que nos proyectamos y que nos limitan en nuestros pensamientos, formas de comportarnos, aprendizajes.
Solo hay muros en el territorio porque los hay en nuestro interior. Son una construcción del individuo en sociedad. Somos nosotros los que los creamos, luego surgen de algún lugar de nuestra mente. Son un reflejo de nuestra manera de resolver las dificultades, los cambios, las oportunidades, los encuentros sorpresa. En definitiva, del miedo. Ante la inseguridad que nos provoca el cambio, colocamos un muro.
El proyecto encuentra su verdadera esencia en el rastreo de palabras importantes, que conmuevan, que lleven a lugares hermosos que nos hagan sentir bien y nos inspiren, entre las personas del barrio. A ellas hay que sumar las que a través de las redes se han unido y sumado ofreciéndonos sus propias palabras. Las palabras recogidas han sido principalmente en castellano en sus diferentes formas aunque también tiene una fuerte presencia el euskera y en menor medida hasta 18 lenguas que aportan la diversidad que nos ha ido llegando.
Esas palabras han sido pintadas en el muro encuadrando las seis obras creadas por las personas invitadas para realizar una intervención artística. Cada lugar manejaba un concepto que queríamos transmitir y que se encuadraba con las palabras que íbamos recibiendo. El muro es un viaje a través del cual se cuenta la historia de la aventura, del atreverse y del primer paso hasta el encuentro con el otro. Por el medio habrá rincones secretos, recuerdos de la infancia, sentimientos de superación y de ligereza…
Las palabras fueron marcadas al anochecer con un proyector por nosotras y la colaboración inestimable del vecindario, amistades, voluntariado para el efecto… una vez decididas las tipografías que más se adecuaban a los contenidos. A continuación fueron rellenadas con pintura por todas las personas que se quisieron sumar. Ahí estuvo el encuentro, la sorpresa, el disfrute del espacio público habitándonos como vecindario abierto. Cada artista se mezclaba en el proceso y el intercambio fue tremendamente enriquecedor. Además diferentes colectivos, asociaciones del barrio y organizaciones con las que previamente habíamos contactado se sumaron a la propuesta de formas diferentes en función de sus posibilidades. La implicación fue muy positiva por parte de muchos colectivos pero cabe destacar a la asociación vecinal, San Juan Xar que nos acompañó desde los primeros pasos y fue quien confió en nosotras desde el minuto cero. También tenemos que valorar que fue el Ayuntamiento de Pamplona el que se implicó tanto económicamente como a nivel de permisos y sin quienes nada de eso habría sido posible.
Y se puede decir que lo conseguimos. Que el proyecto dejó de ser nuestro, se hizo de toda aquella persona que se acercó de una u otra forma. Se fundió con el cemento del muro y la mirada del paseante.
La historia fue contada por las redes, con un Facebook creado al efecto y un blog para otro tipo de contenidos. El día en que empezamos a pintar lo celebramos con una fiesta, con un encuentro. Es bueno arrancar desde el disfrute.
Es interesante y necesario el objetivo de dar visibilidad a las mujeres, a las personas de diferentes culturas, a las niñas y los niños, a las personas jóvenes y la poesía. Tratar de quitar prejuicios sobre lo diferente y lo que nos asusta, ya provenga de nosotros mismos o de fuera, a través del conjunto de pinturas y actividades. Compartir con las personas del barrio la dinamización de un lugar semiabandonado y darle vida habitándolo. Concienciar sobre la necesidad de ocupar el espacio público como lugar de encuentro, de disfrute y de juego compartido.
Emocionar, arrancar sonrisas, provocar encuentros.
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Qué iniciativa tan refrescante y emotiva. Felicidades.
Y la narración del proceso desde su primera idea... Bellísima!
Gracias.