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Cinco años de El Salto, tres décadas saltando
El 13 de septiembre de 2017, El Salto lanzaba su página web y daba por concluida su etapa de lanzamiento. Un proceso que había comenzado casi un año antes con la salida del último número del periódico Diagonal, la presentación del proyecto en el blog Saltamos.net y la publicación de las primeras revistas de El Salto.
Al igual que con el nacimiento de sus predecesores, El Salto no contó con más capital inicial que el de los suscriptores y suscriptoras y pulverizó todas las expectativas.
Cinco años han pasado desde entonces, muchos proyectos, decenas de periodistas y miles de suscriptores se sumaron a la propuesta de construir “un gran medio financiado por la gente”.
Ese fue el lema que dio vida a El Salto, pero que también estaba detrás de los sucesivos saltos que definen los 36 años de historia larga del proyecto. Muchas cosas han cambiado, pero muchas otras se mantienen intactas a pesar de que apenas quedan en el colectivo personas de la primera época del Molotov. El funcionamiento asambleario, la cercanía con los movimientos y colectivos sociales y un método de financiación que garantiza a largo plazo la independencia editorial es una constante de la historia larga del proyecto. En los sucesivos parones para repensar el proyecto y los saltos que marcan estas décadas, siempre hubo una idea por detrás: juntarse con más gente para llegar más lejos y mejor, eso sí, sin renunciar nunca a nuestros principios.

La historia larga
La historia larga de El Salto empieza en 1986 en la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, donde un grupo de estudiantes creó el fanzine Molotov.
Dos años después nacía la agencia UPA, un colectivo dedicado a recibir y difundir información sobre movimientos sociales, redactar noticias y transmitirlas a través de un contestador automático y de un boletín, del que sacaron 202 números. En 1994, tras un periodo de debate y reflexión, ambos proyectos decidieron fusionarse para crear el colectivo UPA-Molotov.
Aunque mantuvieron el contestador en funcionamiento, fue el boletín Molotov, con 4.000 ejemplares distribuidos en todo el Estado, el que se convirtió en el principal difusor de las noticias del nuevo colectivo.
En 1998, el colectivo paró las máquinas durante un año para preparar un nuevo salto: la transformación del Molotov en un tabloide mensual con un diseño mucho más evolucionado, con más tirada y mejor distribución. Durante toda la historia del Molo, como era conocido cariñosamente, el periódico difundió las luchas y el trabajo del movimiento antimilitarista, ecologista, vecinal, feminista, internacionalista, antifascista, antirracista, antirrepresivo o de los centros sociales okupados, de finales de los 80, los 90 y los primeros años del nuevo milenio.

En 2003, en medio de las movilizaciones del Prestige y la guerra de Iraq, el colectivo inició un periodo de reflexión y debate llamado internamente “El Salto Adelante” o “El Salto” a secas, una iniciativa para crear un medio mucho más potente y capaz de trascender los círculos militantes de los “ya convencidos”.
Aquel “Salto Adelante” de 2003 se concretó en un llamamiento abierto a otros proyectos comunicativos y periodistas afines. Además de gran parte de la antigua redacción del Molotov se unió un gran grupo proveniente de la Asamblea de la Facultad de Periodismo de la Complutense y del fanzine Camisa de Fuerza.
El periódico quincenal Diagonal fue el resultado de este proceso. Sin capital inicial ni inversores, un concierto permitió pagar la impresión de dos números de prueba, el primero de ellos a mediados de 2004. El objetivo de conseguir suficientes suscripciones para montar una redacción con esos dos números era más que arriesgado, pero funcionó.
El 3 de marzo de 2005 salía el número 1 y, durante 11 años, Diagonal abrió brecha y demostró que era posible hacer periodismo a la izquierda de El País. Y no solo era posible ofrecer contenidos críticos rigurosos y bien presentados, sino que se podía hacer con un funcionamiento asambleario y una financiación ética. Fue de los primeros medios en hablar de “huelga feminista”, de estallido de la burbuja inmobiliaria, de desahucios, de deuda ecológica y de muchas otras luchas y discursos que parecían marginales entonces y son ahora asumidos por un amplio arco ideológico.
Tras la gran crisis iniciada en 2008 y la explosión del 15M, muchos de los temas que antes tocaba casi en exclusiva Diagonal pasaron a la agenda mainstream. Un abanico de nuevos medios surgieron en ese espacio a la izquierda de El País.
En 2016, ante una situación de estancamiento, Diagonal impulsó un nuevo salto, con parecido espíritu al anterior, pero con décadas acumuladas de experiencia. Cinco años después, el proyecto ha duplicado los suscriptores y el alcance que tenía Diagonal. Con 8.300 socias y con dos millones de visitas a la web mensuales, con 25 personas empleadas y proyectos paralelos de radio y televisión, nunca habíamos llegado a tanta gente y nunca los contenidos habían sido de tanta calidad.

Sin embargo, nos sigue pareciendo poco. Estos cinco años nos sirven para constatar todo lo que hemos conseguido y todo lo que nos queda por hacer, especialmente para romper con el monopolio de la información que tienen el poder económico y los discursos de la extrema derecha. Antes y ahora, sabemos que solas no podemos conseguirlo. Al igual que en estas tres décadas de historia, volveremos a saltar con quienes quieran hacer periodismo con otras reglas.
Cumplimos cinco años, pero tres décadas nos preceden. Muy poca gente queda de los inicios del Molo, muchísima del Diago, pero perviven unas cuantas ideas: las transformaciones más importantes son las que vienen de abajo y solo se puede hacer un periodismo diferente si se funciona de forma diferente. Para que estas ideas puedan sobrevivir 30 años más, te necesitamos. Si todavía no lo has hecho, ¡suscríbete!

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