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Activismo
Juven e Ita: dignidad para la defensa de los pueblos mayas originarios
El poder económico y la invasión cultural llevan siglos atacando a la dignidad de los pueblos mayas originarios de Guatemala. Sin embargo, existen personas que continúan defendiendo sus identidades. Juventina López y Manuela Xocol son algunas de ellas.
Juven lleva un Galaxy H en su pasj. No deja de recibir whatsapps y llamadas, como el típico ejecutivo blanco de una multinacional. Pero nada más lejos de la realidad. Juventina López es guía espiritual, mediadora de conflictos y activista. Es originaria de Cajolá, pero su pueblo fue desterrado y, tras generaciones de lucha, se estableció en Nueva Cajolá (Champerico). Allí trabaja sin descanso para mejorar las condiciones de vida en la comunidad y lucha por la diginidad del pueblo mam.
La etnia mam es una de las 24 existentes en Guatemala, cada una de ellas con un idioma, traje y cultura propios: Achi, Akateco, Awakateco, Chalchiteco, Ch’orti, Chuj, Garifuna, Itza, Ixil, Jacalteco, Kaqchikel, K’iche, Mam, Mopan, Poqomam, Poqomchi‘, Q’anjob’al, Q’eqchi’, Sakapulteco, Sipakapense, Tektiteko, Tz’utujil, Uspanteko y Xinka. La población de todas ellas supone casi la mitad de la población de Guatemala, sin embargo el 90% de los medios de comunicación son en español y no hay espacio para la expresión de los pueblos originarios.
Por el derecho a la comunicación lucha Manuela Xocol, a la que llamaremos Ita por deseo de su abuela, quien le puso ese nombre para recordarle que es única. Ita se define como “una mujer del pueblo maya k’iche, comunicadora comunitaria y feminista”. Es una de las 500 mujeres que integran Asomujerdi, asociación que promueve la radio comunitaria La Voz de Racantacaj, desde donde, en k’iche, forma a mujeres periodistas para que difundan la cultura de su pueblo y demanden los derechos que les arrebataron.
Minorización de las culturas propias
Ita y Juven trajeron sus historias y sus luchas a Galicia de la mano de la Coordinadora Galega de ONGD. Paseando por Compostela no dejan de preguntar por las calles, las costumbres de Galicia y el gallego. “Vemos que en las ciudades se habla poco gallego. En Guatemala pasa lo mismo: la gente se adapta al momento social y empiezan a hablar en español. A veces porque les da vergüenza, por las humillaciones de no expresarse como ellos. La presión social hace que cambies de idioma e incluso de forma de ser”, dice Juventina. Según el Instituto Galego de Estatística (IGE), en las ciudades solo un 13% de las personas habla siempre en gallego. Ita Xocol también encuentra semejanzas con la situación en Guatemala y lo relaciona con la pérdida de memoria de los territorios que están siendo ‘invadidos’ culturalmente, en este caso por la misma lengua.“¿Como es posible arruinar la forma de vivir de nuestros abuelos y abuelas? Nosotras no lo vamos a perder porque es nuestro y no nos tuvimos que apropiar de elementos de otras culturas
“Es necesario hablar de la cultura de nuestros antepasados, conocer el pasado para que nuestros hijos no repitan los mismos errores y sientan orgullo de lo nuestro. La pérdida del idioma y de los trajes regionales en Galicia también es responsabilidad de los padres que no enseñan gallego a sus hijos.” A pesar de conversar sobre el autoodio que compartimos gallegos y mayas, Ita mantiene la esperanza: “como es posible arruinar la forma de vivir de nuestros abuelos y abuelas? A pesar de la invasión extranjera, nosotras no lo vamos a perder porque es nuestro y no nos tuvimos que apropiar de elementos de otras culturas”.
Juventina López cuenta que la conquista española en el siglo XVI acabó por desterrar de su territorio al pueblo mam siglos despues. “Tras la independencia, en 1888, una de nuestras zonas fue invadida y el Estado le dio la tierra a los milicianos, que eran parte del ejército. Nuestros abuelos empezaron a exigir las tierras y el gobierno nos dio solo una extensión de cinco caballerías”.
Los abuelos —como se refiere a sus antepasados— fueron a recibir las tierras pero nunca pudieron vivir en ellas. “Unos años después llegó la bananera —empresa norteamericana vinculada a la United Fruit Company— y el presidente entregó esa finca a 79 familias que no tenían nada que ver con la población originaria. En la práctica la finca quedó bajo el control de un finquero familiar del presidente”.
Insiste Juventina en recordar a su abuelo Eulalio Rafael Chum, quien creó en 1945 un equipo para intentar recuperar las tierras: “Muchas personas fueron perseguidas y asesinadas pero no se consiguió nada”.
Con la llegada al poder de Arbenz en 1950, se promueve una reforma agraria que recupera las tierras. El gobierno gringo, viendo amenazados los intereses de sus empresas, apoya a los militares fascistas de Guatemala. Unos años despues comenzaría el conflicto armado. “Nuestra gente vivía en la finca cortando café; entonces los empresarios generaban mucho beneficio a cargo de la población y en 1988 nos hartamos, fuimos a las autoridades, a Quetzaltenango, y al final dijeron ‘si, esa propiedad es vuestra’”.
Cuando quisieron recuperar su tierra con los documentos de propiedad, el finquero los amenazó y la situación se estancó. En 1992, cientos de personas recorrieron kilómetros hasta la capital para reclamar la tierra que les pertenecía. La respuesta del gobierno llegó en forma de represión. “Mucha gente fue desalojada y hubo unos 20 muertos. Al final, solo conseguimos una fracción de la tierra”. En esa tierra está hoy la comunidad de Nueva Cajolá, donde viven Juven e su familia.
En 1992, ciento de personas recorrieron kilómetros hasta la capital para reclamar la tierra que les pertenecía. La respuesta del gobierno llegó en forma de represión: “Mucha gente fue desalojada y hubo unos 20 muertos”
El del pueblo mam es solo un ejemplo de represión a los pueblos mayas originarios. Ita matiza que no hubo una reparación tras la guerra que afectó al país entre 1960 y 1996. “Tras el conflicto armado se violaron los derechos de muchas de nuestras hermanas. Después, en los acuerdos de paz, no hubo participación de los pueblos originarios que estaban siendo esclavizados y nos pusieron el nombre de ‘indígenas’. Estamos en contra de esa palabra”.
En los acuerdos de paz no hubo participación de los pueblos originarios que estaban siendo esclavizados y nos pusieron el nombre de ‘indígenas’ Estamos en contra de esa palabra”
Desde la radio que lidera, La Voz de Racantacaj, tratan temas que afectan a la comunidad que no tienen espacio en radios comerciales. “Hablamos de problemáticas sociales y formamos a niñas para que sean periodistas y a veces entrevistan a autoridades. Así aprenden desde la infancia por qué luchamos como pueblo”.
La represión continúa
Para Ita Xocol, los acuerdos de paz perpetuaron la ocultación de los pueblos originarios por parte del poder político y económico: "Decidieron por nosotras y dieron frecuencias de emisión a los medios comerciales. Aún hoy las radios comunitarias son criminalizadas por defender los derechos de los pueblos. Nos intimidan y hacen creer a nuestra gente que las radios comunitarias son piratas, pero no es así. Incluso hay asesinatos por comunicar la verdad. Yo lidero un medio comunitario y si nos encuentran pueden llevarse los aparatos de radio y meter a las líderes en la cárcel”.“Decidiron por nós e deron frecuencias de emisión aos medios comerciais. (...) Yo lidero un medio comunitario y si nos encuentran pueden llevarse los aparatos de radio y meter a las líderes en la cárcel
Juventina López también denuncia la criminalización de las activistas en Guatemala. “Pueden hacer dos cosas: una, cerrarte la puerta, y dos, eliminarte. Así son las cosas. El Estado y el mismo Presidente tienen personas controlando la lucha de las comunidades”. A pesar de la represión del Estado, Juven e Ita no piensan dejar de trabajar por los suyos. “Decimos la verdad por nuestro pueblo y nuestra tierra. Confío en la naturaleza, en nuestros mártires, 200.000 desaparecidos en el conflicto armado... Esas personas, niños, niñas, mujeres y ancianas nos dan fuerza para seguir adelante y llegará un día que triunfaremos. Es sistema se acabará”, dice Juventina con contundencia. Ita concluye: “Mientras estemos vivas estaremos luchando, como hizo Berta Cáceres, a la que asesinaros por transmitir la verdad”.
Lucha contra el capitalismo
Como en el caso de Berta, la represión a activistas en Centroamérica acostumbra a ocultar intereses económicos. Juventina López denuncia una corrupción sistémica en Guatemala y una relación entre gobiernos y empresas. “Nos quieren callar, limitar nuestros espacios y que no se sepa lo que pasa para mantenerse en la cúpula de los poderosos. El capitalista defiende los abusos de poder económico, sus mansiones, su plata. Que van a hacer con tanta plata cuando mueran? Mantienen ese capital económico-político para sostener un exterminio, una desigualdad y una pobreza que perpetúa las condiciones injustas”.Para Ita Xocol, la lucha contra el capitalismo y la represión a los pueblos originarios pasa por la unión de las comunidades: “Somos mayoría, pero nos engañan y nos meten ideas falsas en la cabeza”.
El capitalista defiende los abusos del poder económico, su plata. Que van a hacer con tanta plata cuando mueran? Mantienen ese capital económico-político para sostener un exterminio, una desigualdad y una pobreza que perpetúa las condiciones injustas”
Como siempre, la pobreza afecta más a los colectivos desfavorecidos. En Nahualá, donde vive Ita, las mujeres son las más perjudicadas: “Trabajamos para evitar problemas como los embarazos de adolescentes: si una niña se queda embarazada a los 13 años, ni trabaja ni estudia y acaba cayendo en la pobreza más extrema”.
La prohibición y el estigma del aborto y los feminicidios son dos de los problemas que más afectan a lass mujeres en Centroamérica. El peso de los evangélicos y el escaso compromiso politico dificultan que la situación mejore. Recuerda Juventina la existencia de una ley contra el feminicidio en Guatemala, pero reconoce que la mayoría de los asesinatos machistas quedan impunes.
Evitar la emigración de las comunidades
En este contexto de falta de oportunidades, muchas personas optan por emigrar a Estados Unidos. Juventina lo intentó en la adolescencia, pero terminó siendo perseguida por el ejército y detenida por la policía en la frontera: “Emigrar no es fácil, sobre todo para mujeres, niñas y niños. Yo estuve tres meses en la cárcel y al salir ya no intenté volver a cruzar. Lo superé y ahora uso esa fuerza para luchar a nivel comunitario”.Juventina tiene claro que no volvería a emigrar, pero se indigna ante la criminalización de la caravana migrante: “La gente no emigra si no los empobrecen y si tienen calidad de vida. Al no tenerla, buscan un refugio donde vivir y educar a sus hijos”.
“Emigrar no es fácil, sobre todo para mujeres, niñas y niños. Yo estuve tres meses en la cárcel y al salir ya no intenté volver a cruzar. Lo superé y ahora uso esa fuerza para luchar a nivel comunitario”
Sobre el futuro, Juventina piensa que la clave es “mejorar la estrategia colectiva y comunitaria para promover el desarrollo humano de las personas, y no construir hoteles y carreteras que no aportan nada a las comunidades”. Ita habla de “encontrar nuevas formas de economía alternativa con un enfoque social”.
Al acabar la entrevista, nos preguntan sobre los celtas, los pueblos originarios de Galicia, y no entienden por qué hay tanto árbol “maderable”, en referencia al eucalipto. Nos damos cuenta de que, aunque a miles de kilómetros, no somos tan diferentes.
Juven e Ita se quedan en O Grove, en una charla organizada por la Deputación de Pontevedra. Comiezan hablando en mam y k’iche. Al terminar, su lucha y la de todas las comunidades de Latinoamérica reciben la admiración de una sala llena de gente. El mensaje fundamental queda claro, como dice la canción de Calle 13: “Trabajo bruto pero con orgullo; aquí se comparte, lo mío es tuyo”. Mucho nos queda por aprender.