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Opinión
Parálisis democrática, a los poderes rogando y con el mazo dando
Cuando se ha vivido en un régimen dictatorial, la ilusión en la democracia orienta buena parte de la existencia. Todo, sin duda, mejorará con la llegada de la democracia. Cuando el pueblo pueda expresar, sin coacciones, sus anhelos de libertad, de igualdad, de bien estar, de futuro para su descendencia… Todo, todo será bueno y justo. Aún queda mucho por conocer sobre el inicio de la transición que algunos fechan el 27 de agosto de 1953 y otros un 20 de noviembre de 1973. Cierto que no se sabe bien en qué medida las presiones exteriores e interiores van consiguiendo poco a poco que la dictadura pase a ser dictablanda. Hasta que, por fin, los partidos políticos en la clandestinidad salen a la luz pública. Los medios de comunicación comienzas a recoger y publicar informaciones antes censuradas. Hasta el cine se destapa y se sacude del inquisitorial cautiverio de la censura. Quienes están empeñados en el cambio políticosocial piensan que la dictadura impide el desarrollo, que simplemente con poder votar todo cambiará. Y a buena parte de las gentes se les alegra la vida con la expectativa de vivir en democracia. Crece en los corazones la ilusión de poder elegir a los gobernantes, que seguro son personas honestas, que ofrecen su vida desinteresadamente para servir al pueblo. Cuando los dictadores dejen de exprimir las energías de quienes se encuentran a ellos sometidos, cuando permitan que el libre mercado traiga la abundancia y cree mejores oportunidades, cuando se reparta el trabajo y la riqueza, cuando puedan volver los millones de desterrados y emigrantes forzosos… La vida será vida. Una vida democrática.
Pasan los años y el largo y tortuoso camino desde la dictadura al ideal democrático no acaba. Aquellos que han sido elegidos para acceder al poder no se comportan como se esperaba en tiempos dictatoriales. De hecho, se conducen como tiranos que en nada se deben al pueblo que, eso sí, los vota, y legitima sus poderes. Tiranías cuatrianuales se suceden y la resultante en el ánimo de los pueblos es el desencanto, el abstencionismo y la abulia participativa. La profesionalización de la política, aquello que fue considerado vocación, atrae a las filas de los partidos políticos a quienes desean medrar a costa del dinero público. Buenos sueldos, sin obligaciones de mejorar nada. ¡Un chollo! Dia a día se está pendiente a las encuestas, sondeos de intención de voto futuro, aunque falten años para la próxima cita electoral. Planificando cada paso para poder llegar ella con expectativas de ser reelegidas, para hacer, no lo que el interés común socio económico precisa, sino lo que se considera imprescindible para sumar los votos necesarios y así poder seguir viviendo de la política.
Quienes dicen aún que están en política por “vocación”, ejemplo deben dar y vivir honestamente de su trabajo, ya que por la actividad política no percibirían salario alguno. Cuando quien vive de la política escucha esto manifiesta que no están dispuestos a ello. ¡Vamos, que dedique mi tiempo sin cobrar! Y es que de verdad están convencidas, estas personas que viven de la política, que eso es trabajar. Y ya que mandan pues se ponen ellas mismas sus sueldos. Sus nóminas, en modo alguno están relacionadas con el salario mínimo interprofesional (SMI), que por cierto ellas mismas fijan para otras personas. Como si la hora de vida dedicada al trabajo pudiera tener precio y fuese mayor o menor en función de unas tablas que tasan el valor del tiempo vital de las personas. -¿Es que nadie se da cuenta, de esta terrible aberración?- se pregunta en silencio más de una persona.
Las personas que gobiernan por elección no tienen ninguna obligación, no sólo de escuchar sino ni siquiera cumplir con lo que ellas mismas prometieron para ser elegidas
La dictadura se caracterizaba por hacer oídos sordos a las peticiones de las personas. Impone su criterio, sin oír al común, en interés propio. La “casta” de prósperos potentados, perteneciente a la élite del partido único -Falange, Opus Dei… banqueros y grandes empresarios, y no tan grandes- gobierna al país y las grandes ciudades. La “casta”, de los caciques de turno, mandan en los pueblos y hacen y deshacen a su antojo para mayor gloria del “régimen” que, al fin y al cabo, es el suyo propio. Esto ocurría, y sigue ocurriendo, a pesar de que, según dicen, hay democracia. Las personas que salen elegidas de las urnas tienen la obligación de atender a la ciudadanía, que en forma colectiva, bien en asociaciones o manifestaciones públicas, requieren soluciones a los graves problemas sociales que les aquejan, (Sanidad, Educación, Desempleo, Vivienda, Agua, Dependencia, Seguridad…). Quienes mandan ni los escuchan siquiera. La “sordera”, la “ceguera” se ha ido extendiendo en quienes de la política viven. A estas alturas es posible diagnosticar que el sistema dictatorial no ha desaparecido. Ha mutado manteniendo sus esencias. Porque a pesar de que es posible expresar libremente lo que se piensa, las personas que gobiernan por elección no tienen ninguna obligación, no sólo de escuchar sino ni siquiera cumplir con que lo ellas mismas prometieron para ser elegidas. Engañan a las gentes antes, en y después de las campañas electorales. Y si esto es así: -¿de qué democracia se está hablando? Políticos hay que dirán: - Pues, aunque Vd. no lo crea, el votar libremente es la esencia de la democracia. Lo que esos políticos saben es que, con eso sólo no basta y que la democracia está enferma, gravemente enferma, paralítica. Al abnegado “pueblo” sólo le queda el inútil recurso a manifestarse públicamente o mediante recogida de firmas que, ni en un caso o en los otros, no surten efecto alguno. Las urnas hablaron el día D y hay que aguantarse con eso cuatro años. Y los políticos siguen con su erre que erre: -Pero, ¡Oiga!, existe la posibilidad de la Iniciativa legislativa Popular. Una ILP requiere la recogida de miles de firmas para que los parlamentos queden “obligados” a tratar tal o cual asunto. Haberlas haylas, pero como quienes en ellos mandan no están por la tarea. Ojo, hay que cuidar las formalidades: se pasa por el pleno, se vota en contra y punto. Hasta ahí llegó la participación del pueblo mediante la ILP. Y se sigue escenificando el “pedir al santo que llueva”. Peticiones, manifestaciones (procesiones rogatorias) “firma esta campaña en internet”, y la pertinaz sequía de participación política ciudadana se mantiene. Los políticos insisten en que: -Queda aquello de que los partidos políticos están para eso precisamente: para participar en política. Y como dentro de estas instituciones verticales las “castas” dirigentes asumen el control ¿dónde es posible participar para transformar la realidad social en función del bien común? A pesar de todo hay muchas personas que no acaban resignándose y asumiendo la lógica partidaria, crean y vuelven a crear partidos políticos, que se fusionan, se “confluencian”, se suman, se dividen y vuelta a empezar. Y sin embargo pocos perciben que el auténtico poder reside en cada cual y que mediante la acción directa, sobre las situaciones que les afectan al común, es posible transformarlas. Esto supone la desobediencia civilizada. Si los impuestos que se pagan se utilizaran para remediar estas situaciones otro gallo cantaría. Tiene cada vez más sentido aquello de “a los poderes rogando y con el mazo dando”. Porque en los problemas reales -nada que ver con independentismos ni otras gaitas- que cada cual padece, a la política ni se la ve ni se la espera.