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América Latina
Chile ante la restauración conservadora
El campo progresista chileno está agitado por fuertes polémicas. La izquierda en nuestro país constituye una esfera de opinión pública maldecida por unas debilidades estructurales, y unas condiciones de comunicación que dificultan mucho articular los razonamientos debido a la fuerza de los enfoques identitarios, la confusión entre argumentos con ofensas y la distancia entre opiniones que pudiendo tener puntos de convergencia se alejan en base a prejuicios y caricaturas mutuas. De allí que el hito electoral del próximo 7 de mayo, donde se elegirá el consejo constitucional que zanjará la redacción de una nueva propuesta de constitución, exija recapitular y poner por delante algunas evidencias que ayuden a facilitar acuerdos y pactar disensos de cara a los decisivos meses que vienen.
América Latina
América Latina Los partidos tradicionales se adueñan del proceso constituyente en Chile
La izquierda debe aprender a convivir con la polémica como el ambiente natural en el que se desarrolle su evolución e intervención política. Ha habido, hay y habrá diferencias apasionadas, porque hay distintas maneras de ver las cosas, hay asuntos en juego muy serios que tendrán efecto a largo plazo, y es natural que todo el mundo se sienta comprometido con aquellas ideas que defiende. Pero, al mismo tiempo, existen enormes costos si esas discrepancias impiden que los que disienten en algunos terrenos trabajen juntos en otros.
El contexto entrada
Luego del 4 de septiembre de 2022 se ha hecho necesario esclarecer las causas de este enorme fracaso histórico y buscar las estrategias para volver a empezar, sobre una nueva fundamentación. La derrota del Apruebo implica asumir, sin excusas, el distanciamiento que se produjo entre la propuesta presentada por la Convención Constitucional respecto del sentido común de la vida cotidiana, esa especie de mentalidad subalterna que adopta la inmensa mayoría, de buen o mal agrado, porque sabe que es necesario sobrevivir a los vaivenes de los tiempos, ingeniándoselas para permanecer de pie, haciendo de tripas corazón. La enorme ambición refundacional de la constitución presentada se estrelló ante la concreta esperanza de la quienes deseaban obtener alguna pequeña mejora, con relativa conformidad y seguridad.
La derrota del Apruebo implica asumir, sin excusas, el distanciamiento que se produjo entre la propuesta presentada por la Convención Constitucional respecto del sentido común de la vida cotidiana
De alguna forma, la Convención olvidó que no es posible una insurrección “desde arriba”, y que las sospechas a lo que surge desde un espacio representativo, cualquiera sea su composición, siempre existirá como consecuencia de la experiencia histórica acumulada. Frente a ello, no bastaba con dar por supuesto un apoyo incondicional, basado en la buena fe, las convicciones aceradas y el compromiso absoluto de los convencionales con un programa transformador. No se entendió que el consentimiento se gana, de manera continua, por medio de complejos procesos de persuasión política, de negociación económica e influencia cultural. No se trataba sólo de explicar en asambleas de convencidos lo que se estaba haciendo. Se requería sumar las voluntades de los lejanos, y sobre todo de los que pudiendo ser cercanos se alejaron por no sentirse incorporados y comprendidos en su inmediatez, fragilidad y contingencia.
La hermosa aspiración democratizante de todos los aspectos de la vida social que albergaba la propuesta constitucional no estuvo acompañada de las mediaciones institucionales que hicieran creíbles y sostenibles esos esfuerzos, y no se pudo concretar un modo creíble de distribuir las cargas de poder y responsabilidad que se deseaba socializar en todos los aspectos de la vida pública.
Un momento totalmente distinto
La magnitud del fracaso habría augurado una inmediata clausura del momento constitucional abierto desde 2011 en adelante. Parecía imposible que se pudiera mantener la pulsión por una nueva constitución. Si se llegó al acuerdo parlamentario de diciembre de 2022 es porque el proceso anterior tenía una fuerza histórica mayor a la derrota de septiembre. Existían recursos políticos y simbólicos que empujaron a las élites parlamentarias a buscar una forma de cierre institucional que pudiera canalizar ese superávit de historicidad y de potencia política.
Obviamente, se trata de un acuerdo que pone en el centro la estabilidad constitucional, por sobre su transformación. Ello hace imposible y absolutamente impertinente comparar lo que en esta ocasión se disputa con lo que se confrontaba en el proceso anterior. Se trata de dos momentos inconmensurables en su radical distancia y asimetría. Por eso no se debe intentar equipararlos, porque el contexto de entrada, el clima social y sus condiciones fáctico-normativas son totalmente disímiles.
Por otra parte, sería absurdo negar el carácter determinante de lo que ocurrirá en este nuevo proceso. El resultado de las elecciones del 7 de mayo será un hecho político que condicionará el curso de un acontecimiento que se desarrolla bajo un clima de opinión es desfavorable. De allí que haya incertidumbre y a la vez se perciba la amenaza de enormes riesgos. Ponerse de costado y hacer como si no importara es la peor de las opciones.
Las bases constitucionales: ¿límite u oportunidad?
Toda discursividad que proyecta regular o determinar prácticas reflexivas y deliberantes, debe ser reconocida como texto en disputa. El caso chileno, no constituye una excepcionalidad histórica en éste sentido. Actualmente la energía soberana está estructurada en un diálogo con el poder constituido más explícito que el anterior, lo que sin duda supone obstáculos pero también posibilidades, a saber, la más relevante, lograr el consenso mayoritario de la población.
El proceso contiene tres dispositivos institucionales para lograr su cometido, uno de ellos ya en marcha, y el resto ad-portas de nacer. El primero es el Consejo de Expertos, electos todos por las fuerzas políticas que son parte del Congreso Nacional. En la primera semana de mayo se realizará la elección del Consejo Constitucional, compuesto por ciudadanos con legitimidad democrática directa (en distinción con la “delegada” de la instancia anterior) y que tendrá por propósito ajustar o ir más allá del anteproyecto diseñado por los expertos. Finalmente, y también mediante delegación, existirán árbitros constitucionales que ajustarán el texto a las bases que sirven de “asiento” para todas las instancias.
El ánimo restaurador de los sectores conservadores ante la irrupción plebeya de octubre de 2019 se expresa en todas las áreas de la vida nacional y se ha visto proporcionalmente potenciado por la derrota del primer texto
Las bases a las que nos referimos, fueron parte esencial del debate por parte de las izquierdas y el progresismo, pueden ser entendidas —dada su amplitud y ambigüedad— como “significantes vacíos” diríamos que, en la medida en que los actores electos inviertan determinados capitales/intencionalidades en una dirección u otra, pueden definir el campo constitucional futuro. Ello sin ser ingenuos, pues las bases limitan la imaginación constitucional poniendo énfasis en la estabilidad del proceso de cambio institucional y no necesariamente en la porción que ocuparán determinadas materias especialmente sensibles para las mayorías del país. Como en el conjunto del campo del derecho, esas bases estarán sujetas a la disputa interpretacional y el significado será expresión de la correlación de fuerzas.
Señales de alerta y banderas rojas en la ruta
Los últimos días muestran enormes adversidades en las promesas de cambio del proceso. En el anteproyecto que trabaja la Comisión de Expertos los sectores conservadores han buscado elevar una parte de sus preceptos neoliberales al texto constitucional en sí, para posicionarlo fuera de la discusión política ordinaria y asegurar la “reproducción ampliada” de una forma de convivencia que precisamente arrastró a Chile a la crisis. El ánimo restaurador de los sectores conservadores ante la irrupción plebeya de octubre de 2019 se expresa en todas las áreas de la vida nacional y se ha visto proporcionalmente potenciado por la derrota del primer texto.
A la par, las izquierdas desconfían del proceso y se muestran divididas respecto a dar o no legitimidad a éste. La posibilidad de que el ausentismo electoral o la decisión deliberada de marcar el voto como nulo pueda eclosionar la proyección de los hechos, es muy baja. Sin embargo, el impacto que puede tener -dada la formulación de integración en el espacio deliberativo del Consejo Constitucional- sería muy dura, es posible que ni siquiera se logre el poder de veto que sería un activo negociador mínimo. La convocatoria a la responsabilidad, el criterio y la prudencia es hoy más vigente que nunca. La posibilidad de que nuevamente fracase el intento de dejar atrás la constitución de la dictadura de Pinochet parece cada vez más remota, y cómo las personas cansadas, las sociedades también pueden alimentar sus monstruos.