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Arte
Miguel Ángel, Crisanto Domínguez y la blanquitud
Walter Benjamin, 1940
Organizada por la Fundación Urunday y el Gobierno de la Provincia del Chaco, la XXXVI Bienal Internacional de Esculturas en Resistencia contará con un concurso internacional de esculturas, en el que participarán diez escultores, nacionales e internacionales, que esculpirán al aire libre y frente al público. Además habrá encuentros, congresos, seminarios de arte y cultura, conciertos públicos, y, no podía faltar, un encuentro de arte y artesanía de los pueblos originarios. Organizada desde 1989, las esculturas producidas durante la Bienal son instaladas en calles, plazas y bulevares de la ciudad, conformando un paisaje urbano único, con la intención de crear un museo al aire libre —declaran sus organizadores— que estimule la sensibilidad e incentive la imaginación de los paseantes y visitantes de Resistencia, llamada también la ciudad de las esculturas.
Esta edición de la Bienal tuvo un acto previo de gran relevancia para los organizadores, cuando el 3 de marzo pasado se instaló una réplica digital y al natural del David de Miguel Ángel, el día en que se conmemora el natalicio del artista florentino y se celebra, por lo mismo, el día del escultor. Con este emplazamiento del David se cumplía la voluntad de Fabriciano Gómez (1944-2021), creador de la Fundación Urunday, formado en Italia y Francia, quien soñaba con un replica del David para su ciudad pues por su belleza y perfección, pensaba, dicha escultura es “la obra cumbre de la historia del arte”; además, de esta manera los chaqueños no tendrían que atravesar el océano para ver la célebre obra de Miguel Ángel.
La réplica del David fue realizada a partir de las tecnologías 3D más innovadoras aplicadas al arte. Primero se escaneó la copia que se encuentra en el Museo de la Cárcova (Buenos Aires), después, se retocó con la obra original en Florencia. Más tarde, se imprimió el molde para la preparación del vaciado de una aleación de materiales resistentes a la intemperie, para crear el gemelo digital del David de tamaño natural. Todo este trabajo fue coordinado y realizado por los artistas Gisela Kraismon y Denise de Federico, a través de su empresa Dryada 3D Printer, y contaron con la colaboración de los ingenieros de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Nordeste, quienes contribuyeron a la construcción de la estructura interna y a la comprobación de la resistencia de los materiales de la estatua para su emplazamiento definitivo. Así, la escultura no sólo resulta una “copia” fidelisísima del original, sino incluso podría decirse que es la más perfecta y duradera de todas las realizadas con anterioridad.
Los medios en Argentina calificaron el emplazamiento del David como un día de fiesta para la cultura y el arte; y el actual presidente de la Fundación, José Eidman, lo consideró como un “momento histórico”, pues con ello se puso a la ciudad de Resistencia, al Chaco y la Argentina toda, “a la vanguardia en el uso de las tecnologías aplicadas al arte.” Recordó, además, que por su poderoso simbolismo, el David ha sido estudiado de manera recurrente a lo largo de los siglos, pues representa el triunfo de la justicia y la libertad del pueblo: “una alusión al triunfo de la inteligencia y la virtud sobre la fuerza.” Agrega que “será fuente de inspiración para ciudadanos y visitantes, promoviendo valores como la excelencia, la creatividad y la perseverancia”; además, claro, de un gran atractivo turístico, pues la bienal ”es mucho más que un significativo número de experiencias y expresiones creativas y atractivas; es una enorme industria cultural que genera empleo y riqueza”.
A los trece años, Crisanto Domínguez empezó a trabajar como hachero en el bosque y, en sus tiempos libres, hacia surgir las figuras mitológicas del nordeste argentino en los troncos que talaba
En efecto, la reproductibilidad técnica bien puede contribuir a la democratización del arte y la cultura, pensaba Walter Benjamin, y el gemelo digital del David puede ser un buen ejemplo de ello. No obstante, sospechamos algo más al respecto: en su momento Adorno le respondió a Benjamin que tal reproductibilidad favorece igualmente el despliegue de la industria cultural, que no sólo es capaz de producir de principio a fin meras mercancías culturales, sino también apropiarse de las producciones culturales que la tradición nos ha legado y convertirlas en una buena y bien calculada ganancia. Por tanto, el telos de la producción artística ya no consiste en formar y sublimar la experiencia estética del ser humano, sino que, al consificarla, la reprime.
Con la réplica digital del David, por otra parte, la ciudad de Resistencia cuenta actualmente con 668 esculturas, aunque debería de ser 699 las piezas que embellecieran a la ciudad museo. Misteriosamente la primera escultura, que tendría que haberse emplazado en el parque 2 de Febrero en 1939, fue desaparecida y enterrada en un lugar aún desconocido de ese mismo parque.
El misterio de la primera escultura
Todo empezó cuando en 1938, el Presidente del Consejo Municipal de Resistencia, el Dr. Marcelino Castelán, decidió mandar a hacer una escultura como homenaje a los pueblos originarios del Chaco: “los verdaderos dueños de esta tierra.” Había visto las estatuas al desnudo que embellecen las ciudades europeas y le había resultado particularmente bella la de Antínoo, esclavo y amante del emperador Adriano, por lo cual encargó el trabajo de una escultura al desnudo a Crisanto Domínguez (1911-1969), escultor nato y autodidacta, pintor y escritor chaqueño.
Nacido en Las Palmas (Chaco argentino) el 18 de noviembre de 1911, de padre paraguayo y madre descendiente de un pueblo originario argentino (Qom), nos cuenta Jorge Castillo, desde muy temprana edad Crisanto Domínguez mostró una natural inclinación por el modelado, probablemente imitando a su padre que realizaba figuras de ángeles para el cementerio; y a los seis años trabajaba ya los troncos a cuchillo, machete y hacha.
Cuando Crisanto tenía nueve años, en el ingenio Las Palmas hubo una huelga de los trabajadores, que su padre apoyó escondiendo armas en su casa, en protesta por las condiciones de semiesclavitud en la que se encontraban. Fundado por los irlandeses Ricardo y Carlos Hardy a finales del siglo XIX, en el ingenio se impusieron las formas de explotación del trabajo del colonialismo europeo más bárbaro: desposesión del territorio de los pueblos originarios, explotación brutal de su fuerza de trabajo y, muchas veces, exterminio de la población originaria, con la anuencia de los gobernantes locales y la complicidad de un estado débil y corrupto. Quizás fue entonces por vez primera cuando Crisanto D. fue testigo de la lucha de los pueblos originarios contra la injusticia social que padecían.
A los trece años, Crisanto Domínguez empezó a trabajar como hachero en el bosque y, en sus tiempos libres, hacia surgir las figuras mitológicas del nordeste argentino en los troncos que talaba. Ese mismo año conoció en Corrientes al escultor español Agustín Anton, con quien practicaba el modelado de ornamentación de escultura. Mientras Crisanto Domínguez seguía con su formación, generalmente de forma autodidacta, el 19 de julio de 1924 tuvo lugar un ominoso suceso, cuando la policía nacional de Argentina y paramilitares de la región asesinaron entre quinientas y mil personas, pertenecientes a los pueblos originarios Qom y Moqoit, que se encontraban en huelga (Gracias a los testimonios de algunos sobrevivientes —que muchos años después narraron el horror vivido aquel día trágico— el 19 de mayo de 2022, la justicia federal del chacho declaró que la Masacre de Napalpí no fue un hecho aislado sino un genocidio perpetrado por el Estado en contra de los pueblos originarios).
Este tipo de sucesos tuvieron que influir en el trabajo escultórico de Crisanto, pues visiblemente los rostros de sus esculturas son de personas pertenecientes a los pueblos originarios, pero sin reproducir estereotipos estigmatizantes o idealizantes que ha impuesto el colonialismo, sino que capta y expresa el dolor de quienes padecen la iniquidad de manera cotidiana en la Argentina.
Se dice que la escultura fue sustraída de su lugar y arrojada al Río Negro; otras versiones cuentan que fue lanzada al primer cementerio la ciudad
Al año siguiente, Cristanto Domínguez viajó como polizón en un barco mercante a Buenos Aires, donde se dedicó a esculpir cabezas para ganarse la vida. Allí también conoció a Pablo C. Molinari, con quien practicaba dibujo; en esos años aprendió a tallar en mármol y piedra. Con un buen manejo ya de la técnica escultórica, a los 15 años de edad moldeó su escultura Cabeza de boxeador, que envió al Salón de otoño de La Plata, donde obtuvo el primer premio. Cuando acudió al recibimiento del premio fue celebrado por la crítica especializada argentina como el “niño prodigio.” En 1927 regresó a Resistencia, donde obtuvo una beca para continuar con sus estudios en Buenos Aires. Allí vivió, entre 1927 y 1932, en la Casa del pueblo del Partido Socialista y trabajó como dibujante de La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista. En 1928, esculpió su obra Voluntad y la envió al Salón de Estudiantes de la Mutualidad de Bellas Artes, donde ganó otro primer premio. Continuó entonces con su formación y empezó a exponer en lugares de prestigio, como la Galería Witcomb.
Bolívar Echeverría advierte sobre la existencia de una ética de la blanquitud, que tiende a homogeneizar las formas sociales, tradicionales y actuales, subordinándolas a la ética productivista que el espíritu del capitalismo demanda
Para 1938, cuando recibió el encargo del Dr. Castelán, Crisanto Domínguez era ya reconocido por la crítica especializada argentina como el primer escultor chaqueño, pues dominaba a la perfección tanto la técnica como los materiales para plasmar en la madera y la piedra rostros y cuerpos humanos, generalmente de personas trabajadoras, con rasgos faciales de los pueblos originarios, hasta en sus más mínimos detalles. El encargo que se le hizo lo ejecutó entre 1938 y 1939, escribe Marcelo Nieto, construyendo una sólida estructura que cubrió con cemento con la que dio forma a El indio, una monumental escultura de tres metros, con un cuerpo fornido, con una lanza en la mano y una mirada amenazante, lo que probablemente atemorizó al blanco, y con unos genitales de gran tamaño al descubierto que “no podían pasar desapercibidas sin causar rubor a las damas; ni los varones observarlo soslayadamente sin sentirse disminuidos”.
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No se sabe si los “grandes” genitales fueron expresión de cierta picardía del artista o si fueron solamente la copia de los atributos del modelo; sea como sea, el hecho despertó un fuerte malestar social, particularmente entre las señoras de la beneficencia. Esto motivó, según cuentan algunos relatos de la época, que los defensores de la moral pública emascularan a la escultura; lo que a su vez provocó la protesta de un grupo de intelectuales y artistas congregados en torno a La Peña de los Bagres, que organizaron la marcha de las antorchas. Sin embargo, esto no disuadió a las buenas conciencias de la ciudad; por el contrario, se dice que la escultura fue sustraída de su lugar y arrojada al Río Negro; otras versiones cuentan que fue lanzada al primer cementerio la ciudad, a la vera del Río Negro. Por su parte, Jorge Castillo indaga en el ominoso hecho y apunta que, en realidad fue el Consejo Municipal de Resistencia el que emitió una ordenanza para trasladar la escultura al predio que ocuparía el parque 2 de Febrero, con el pretexto de tomar posesión de ese predio. Según Castillo, lo que en realidad intentaba el Consejo no era tanto apaciguar el malestar social provocado por la desnudez transgresora de la escultura como encubrir los actos de corrupción que estaban siendo investigados y que después de la misteriosa desaparición de la escultura fueron silenciados. Así, en algún momento del traslado, la escultura fue desaparecida y, parece ser, enterrada en algún lugar del predio que actualmente ocupa el parque 2 de febrero, precisamente en el mismo lugar donde fue emplazado el David de Miguel Ángel.
El 9 de marzo del año en curso, se proyectó el documental experimental de Cecilia Fiel, El Indio (2023), dedicado a Crisanto Domínguez, en el espacio cultural La Resistencia, en el centro de la Ciudad de México. Entre el público asistente se plantearon múltiples interrogantes sobre el inquietante episodio aquí narrado: ¿a quién se le puede haber ocurrido emplazar el David en el mismo lugar donde tenía que estar El Indio? ¿Por qué no recobrar la escultura de Crisanto Domínguez, el primer escultor chaqueño reconocido por la crítica especializada argentina, con el uso de la tan avanzada tecnología que se implementó en la creación del David digital? ¿Acaso no pueden coexistir la obra de estos dos escultores en una misma plaza? En estas circunstancias, ¿el David en vez de un símbolo de la justicia y la libertad del pueblo, no se convierte en su contrario: la injusticia y la opresión de un pueblo sobre otros pueblos? Muchas historias, escribió Bertolt Brecht, muchas preguntas.
En sus reflexiones sobre la modernidad, Bolívar Echeverría advierte sobre la existencia de una ética de la blanquitud, que tiende a homogeneizar a todas aquellas formas sociales, tradicionales y actuales, subordinándolas a la ética productivista que el espíritu del capitalismo demanda. En este sentido, es posible también advertir sobre una estética homogeneizante de la blanquitud, que considera que la mejor expresión de las formas artísticas son las que se configura en la historia del arte occidental y su ideal del hombre moderno, es decir, el hombre europeo, blanco, heterosexual y sus valores estéticos. Quizás por ello, la incipiente industria cultural del Chaco se niega a reconocer realmente a su primer escultor y a restituir su obra desaparecida, que no corresponde con el ideal del arte occidental (ideal puesto en crisis desde hace más de un siglo por las vanguardias pictóricas de ambos lados del Atlántico). Todo esto ocurre, además, en un país donde las familias de miles de desaparecidos durante la dictadura aún claman justicia.
Quizás este es el sentido último del documental de Cecilia Fiel, quien a través del libre juego de formas cinematográficas propone restituir a la escultura El Indio y redimir al escultor chaqueño Crisanto Domínguez, un hombre que ciertamente no pertenece a la historia del arte occidental, y a quien se le otorga un lugar marginal en la historia del arte argentino, sino un artista que inaugura una historia del arte completamente otra, que se inscribe en la lucha de los oprimidos.